LA VANGUARDIA | 02/03/2015
Josep Maria Sòria
Barcelona
Este hundimiento de un modelo de crecimiento tiene que ver no sólo con las seculares debilidades estructurales del Estado español, que Maluquer escudriña de forma minuciosa para poner de manifiesto el acierto de la afirmación de Lord Byron de que "el mejor profeta del futuro es el pasado", sino también con el hecho de que en la segunda mitad del siglo XX y el primer decenio del XXI ha sido incapaz de superar los retos que tenía por delante:.
Las tres grandes depresiones españolas. Maluquer de Motes analiza las tres grandes depresiones de la España contemporánea, que todas tienen un importante componente exterior. La primera (1881-1896), viene determinada por la caída de la competitividad del sector agrario, básico entonces en la economía española, por la llegada masiva de productos de ultramar (especialmente de los Estados Unidos y de Argentina) y por la destrucción de la producción vitícola por la plaga de la filoxera. La segunda (1929-1939) tiene su causa principal en el colapso de las economías más desarrolladas del mundo, que provoca la caída de las exportaciones, el retorno masivo de los emigrantes españoles residentes en el exterior, el hundimiento de la inversión productiva y una masiva fuga de capitales al proclamarse la Segunda República. Se prolonga en nuestro país, por otra parte, con dos décadas enteras de miseria, autarquía y aislamiento internacional (1939-1959). La paradoja de la gran depresión actual que se inicia a fines del 2007 se basa en la caída del crecimiento, por el colapso de la productividad, cuando se dispone de un equipamiento tecnológico avanzado que debería haber permitido elevar la eficiencia productiva y reducir costes.
Las causas de la depresión actual. Aunque el origen está en la crisis de las subprime norteamericanas, las causas son el muy excesivo endeudamiento exterior, la caída de la productividad y la pérdida de competitividad que colocaron a España en una situación de enorme debilidad. Había señales que no deberían haber pasado desapercibidas.
En plena fase expansiva, el déficit por cuenta corriente de la economía españo la es el más grande de la historia y el año 2007 alcanza casi el 10% del PIB, un nivel auténticamente astronómico. La pertenencia a la zona euro anulaba la posibilidad de devaluar la moneda, herramienta que la experiencia histórica demuestra que hubo de ser utilizada cuando aquel déficit superaba un mucho más modesto 4% del PIB. El profesor Luis Ángel Rojo siempre advirtió que la integración en la moneda única requería ser muy prudente, pero ni los gobernantes ni los agentes económicos ni los ciudadanos en general lo fueron. Otra causa es el estancamiento de la productividad. Hasta 1996, este índice que mide la producción media por trabajador, no dejó de crecer en España de forma regular desde que existen datos, de 1850 en adelante. Pero desde 1997 hasta 2007 se trunca esa dinámica, a pesar de la aportación que debía suponer la aplicación de las nuevas tecnologías. Una anomalía que se focaliza en la construcción y en los servicios (turismo, asistencia doméstica, dependencia, etcétera), sectores donde se incorporan masivamente cinco millones de inmigrantes con baja calificación media que, aunque hacen crecer el PIB real, rebajan el PIB por habitante que es el que mide el crecimiento económico de forma efectiva. Además, los muy elevados costes salariales y fiscales debilitan la exportación y alientan la desindustrialización. Así que para Maluquer de Motes, la verdadera causa de la depresión en España no es el pinchazo de la burbuja inmobiliaria -expresión dramática de sus consecuencias- sino el estancamiento de la productividad, la pérdida de competitividad y el enorme endeudamiento exterior.
Los principales errores. El autor señala que el mayor error cometido por los gobernantes españoles de los años de la mal llamada "década prodigiosa" es no haber corregido el déficit exterior, consecuencia inevitable y demostración palpable de que el sistema perdía competitividad. Contrariamente, se sacó pecho o se miró para otra parte, confiando en la diosa fortuna o en la providencia. Además, se utilizaron los muy cuantiosos fondos europeos de forma ineficiente, cuando no suntuaria, electoral, poco o nada responsable o incluso, con frecuencia, delictiva. Ahí están las fuentes de la corrupción política. El ejemplo más paradigmático de la falta de escrúpulos y de racionalidad en el gasto público es la faraónica construcción del AVE de forma radial, con centro en Madrid, mientras la red ferroviaria convencional sigue con un ancho distinto al europeo o mientras el corredor del Mediterráneo, que es sin duda el más rentable y el de mayor capacidad de contribuir al crecimiento económico en el medio y largo plazo, sigue en el limbo de los proyectos que avanzan a trancas y barrancas. Respecto de la corrupción, afirma que no es privativa del sistema político sino que se halla muy arraigada en los hábitos y en las mentalidades de la ciudadanía y en los comportamientos y en las rutinas de las Administraciones Públicas. La corrupción política es consecuencia de un grave problema de fondo, que exigiría una profunda reforma administrativa -pendiente desde el final de la dictadura-, contra el que hasta ahora se ha sido poco o nada beligerante.
Los responsables. La respuesta de Jordi Maluquer es inmediata: "el país entero". Es cierto -señala- que la clase política no ha estado a la altura. Y también lo es que la responsabilidad de quienes ejercieron tareas de gobierno es muy superior a la del simple ciudadano que trabaja y paga sus impuestos. Pero el país entero -que, al fin y al cabo, es quien elige a los gobernantes- tampoco estuvo a la altura. "Cuando se analiza el pasado, queda claro que no era tan difícil tomar conciencia que se estaba en un camino insostenible a medio plazo, pero quien trataba de llamar la atención sobre el problema era marginado". Para el autor, en estas actitudes colectivas hay mucho de herencia del franquismo, que se manifiesta en la falta de reflexión individual y colectiva sobre los problemas comunes. "Antes mandaba el general y ahora mandan los partidos, a los que se exige que sean quienes aporten soluciones, lo que explica que se hayan elegido a políticos incompetentes, con muy bajo nivel de formación, poco transparentes o sencillamente corruptos". La pregunta que se hace Maluquer es por qué se es tan tolerante con la falta de formación de muchos políticos, que no pasarían pruebas sencillas para optar a trabajos de baja calificación o a puestos de modesto nivel en la propia Administración Pública.
El futuro. Para el catedrático de la UAB se han realizado dos grandes reformas, la laboral y la financiera. El mercado laboral ha eliminado aquella extrema rigidez que le caracterizó por décadas. El sistema bancario ha sido sometido a una purga de extraordinaria dureza que ha eliminado todas las entidades que actuaron de forma imprudente e irresponsable. Pero restan por realizar cambios trascendentales, particularmente en la esfera de las Administraciones Públicas.