Se está promoviendo en los medios de mayor difusión del país el
mensaje de que los países de la periferia de la Eurozona, Portugal,
Irlanda, Grecia y España, (llamados PIGS, ahora conocidos, al añadirse
Italia, como GIPSI) tienen que hacer grandes sacrificios a fin de
garantizar la existencia del euro, el cual se presenta como en peligro
de desaparecer. Aparecen impactantes titulares en tales medios que
señalan la cercana muerte del euro o que la última reunión del Consejo
Europeo salvó al euro (implicando que de no tomarse las decisiones que
se tomaron, el euro habría desaparecido). Existen variaciones de este
mensaje. Una de ellas es la que afirma que, para salvar al euro,
Alemania tendrá que presionar para que se expulse a Grecia. O al revés,
se afirma que Alemania, cansada de ayudar a los países periféricos,
saldrá del euro y recuperará su propia moneda, el marco, matando así al
euro.
El euro, sin embargo, nunca ha estado en peligro de desaparecer, y
continúa con buena salud, sin ningún peligro de fallecer. Veamos los
datos. Cuando fue establecido, un euro valía un dólar. Hoy el euro está
sobrevalorado, siendo su valor monetario superior al del dólar. El
hecho de que haya bajado algo durante estos últimos tres años no quiere
decir que esté desapareciendo. En realidad, no les iría mal a los
sectores exportadores que hoy están teniendo dificultades, que el euro
bajara más. Las exageraciones (parte del lenguaje sensacionalista que
caracteriza a la mayoría de los medios) que acentúan que el euro está en
peligro de desaparecer no tienen ninguna base real. Miren la evolución
del precio del euro en los últimos cuatro años y lo verán. El euro no
está en peligro. Ahora bien, les aseguro que este mensaje de que el
euro está en peligro continuará promoviéndose, pues tiene como objetivo
promover un miedo que haga más fácil aceptar las medidas altamente
impopulares que se están imponiendo a la población.
Otra aseveración que carece de credibilidad es que puede llegar un
momento en que Alemania presione para que se expulse a Grecia. Lo último
que el capital financiero alemán desea, es que este país deje el euro,
por la sencilla razón de que el impacto contaminante que tal salida
tendría en los países GIPSI sería devastador para el sistema financiero
alemán. La banca alemana tiene invertido, por ejemplo, en España,
146.000 millones de euros, y en Italia 134.000 millones. La salida de
cualquiera de estos países GIPSI del euro afectaría muy negativamente el
pago de tal deuda a Alemania y la banca alemana y su gobierno son
plenamente conscientes de ello. En realidad, es sorprendente que los
gobiernos de estos países periféricos no hayan utilizado la amenaza de
salirse del euro como medida negociadora con el gobierno Merkel. Sea
como sea, pueden estar seguros que para bien o para mal (según usted
valore los beneficios o perjuicios que el euro haya tenido) ningún país
será expulsado del euro.
Alemania es el país de la Eurozona que se ha beneficiado más de la existencia del euro
Pero lo que hace incluso más inverosímil la observación de que
Alemania deje el euro es que este país, es el que más se ha beneficiado
de la existencia del euro, beneficio que se ha centrado primordialmente
en su banca y en su sector exportador. Como reconoció el dirigente
socialdemócrata alemán, el Sr. Sigmar Gabriel, en su crítica al
comportamiento del gobierno Merkel, Alemania, desde que se estableció el
euro, ha ganado la friolera cantidad de 556.000 millones de euros más
de lo que se ha gastado en lo que se conoce como “ayuda financiera”. En
realidad, Alemania no ha gastado en este último capítulo, “ayuda
financiera”, lo que le correspondería por el nivel de riqueza que tiene.
Paga incluso menos, proporcionalmente, de lo que paga España. Alemania
da un porcentaje a los fondos de rescate financiero MEDE menor que
España (un 27% versus un 29.8%).
Esta percepción de Alemania como la gran pagadora de los gastos de
ayuda (promoviendo un “victimismo” muy rentable políticamente en su
propio país) no se corresponde con la realidad. Toda la evidencia
científica muestra que Alemania es el país más beneficiado por la
existencia del euro. Y, siendo el país que tiene mayor capacidad
decisoria en la Eurozona (en gran parte debido al dominio del capital
financiero alemán en el BCE y en la Comisión Europea), les garantizo que
habrá euro para años, y los países periféricos continuarán sufriendo
las políticas de austeridad que se les imponen, no para salvar al euro,
que tiene buena salud, sino para pagar la deuda a la banca alemana,
todo ello presentado con una narrativa de que el sufrimiento de la
población les hará mejores y más competitivos, ignorando con ello un
hecho evidente: el euro ha sido un enorme obstáculo para que estos
países GIPSI puedan competir con los productos alemanes, pues no pueden
devaluar su moneda para abaratar sus exportaciones y competir así con
Alemania.
Y por si ello no fuera suficiente, la banca alemana, que controla el
BCE, utiliza este banco (que como he señalado repetidamente, no es un
banco central sino un lobby de la banca alemana) y chantajea a los
estados GIPSI condicionando la compra de su deuda pública a que se hagan
más competitivos bajando los salarios y reduciendo su Estado del
Bienestar, conduciendo a estos países a marchas forzadas hacia la Gran
Recesión, camino de la Gran Depresión. Y todo ello, en teoría, “para
salvar el euro”, todo ello dicho y hecho con la gran complicidad de los
mayores medios de información y persuasión, influenciados por (o
endeudados con) el capital financiero.
Una última observación. Cuando digo Alemania me estoy refiriendo a la
estructura de poder de aquel país, es decir, a los establishments
financieros, empresariales del sector exportador, mediáticos y políticos
del país. Este establishment es responsable, no sólo de la austeridad
impuesta (con la complicidad de los mismos establishments de los países
GIPSI) a las clases populares de los países periféricos, sino también a
la clase trabajadora alemana, cuyo standard de vida, nivel y masa
salarial y protección social ha ido descendiendo en los últimos años de
gobiernos socialdemócratas-verdes y gobiernos
cristianodemócratas-liberales. Fue Oskar Lafontaine, una de las mentes
más lúcidas hoy en Europa, quien, siendo Ministro de Finanzas durante el
gobierno del canciller Schröder, propuso aumentar los salarios y la
protección social como medida de estimular la economía alemana y
europea, lo cual no se hizo, escogiéndose, en su lugar, imponer las
políticas de austeridad que han beneficiado al sector exportador y a la
banca alemana. Si Oskar Lafontaine hubiera ganado aquel pulso, Alemania
y Europa estarían hoy en otra situación.
El trabajador alemán tiene mucho en común con el trabajador griego,
español, italiano, portugués e irlandés, aunque al establishment alemán
le aterra la idea de que esta coincidencia de intereses se traduzca en
un movimiento opositor a nivel europeo, trabajando cuarenta y ocho
horas al día, a través de los medios, para evitar el desarrollo de esta
concienciación de intereses colectivos, utilizando el nacionalismo
(refiriéndose a Alemania como “victima”) y el racismo (refiriéndose a
los trabajadores griegos como “vagos”) para evitar esta coalición de
intereses. Así de claro.
Vicenç Navarro. Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University.
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