Una de las cuestiones que recaban nuestra atención, antes de seguir adelante, es fijar con precisión una serie de conceptos, cuyo uso de forma reiterada ha dado lugar a una
confusión, a la que no ha permanecido ajena el propio centro al aplicarlos de forma
equívoca en el proyecto curricular. Nos estamos refiriendo a términos como
interculturalidad, multiculturalidad, pluralidad cultural o transculturalidad, entre otros muchos que parecen sinónimos pero que encierran entre ellos unas diferencias notables.
Los especialistas en la materia, a la hora de intentar definir con precisión cada uno de
estos conceptos, tienen muy claro que el punto de partida para ello se encuentra en una
correcta definición de otro concepto fundamental: el de cultura, como paso previo para
una correcta definición y diferenciación del resto de sustantivos de ella derivados. En
este sentido y pese al elevado número de definiciones dadas sobre el concepto de
cultura, todas ellas se muestran de acuerdo, en términos generales, con la que ofrecen
Plog y Bates, para quienes cultura es “El sistema de creencias, valores, costumbres,
conductas y artefactos compartidos, que los miembros de una sociedad usan en
interacción entre ellos mismo y con su mundo, y que son transmitidos de generación en
generación a través del aprendizaje”.
Al hablar de cultura vemos, antes de nada, que nos estamos refiriéndonos a un proceso
de aprendizaje, donde se dan las dos partes del saber: aprender y transmitir
conocimientos a través de la lengua, símbolos diversos, comportamientos, etc.
Toda cultura se compone de una amplia gama de situaciones, hechos que han ido
conformándola a través de los siglos y que han dejado su impronta en ella: arte,
literatura, religión, contactos con otras culturas, etc., que debemos conocer y ver cómo
han evolucionado y porqué. Al mismo tiempo que existen dentro de ella una serie de
diferencias (status social, educación, etc.) que hacen que entre los hombres y mujeres que la transmiten lo hagan a su vez de forma diferente.
Ahora bien, dicho esto, ¿cómo podemos reconocer las diferencias existentes entre cada
uno de los conceptos a los que nos referimos?
De una manera sencilla hablamos de multiculturalidad al referirnos a una sociedad, como la actual, en el que grupos étnicos diferentes, con una lengua y una cultura diferentes, conviven en un mismo espacio geográfico.
Por su parte, el concepto de interculturalidad se refiere al hecho educativo en el que distintas personas de razas, lenguas y religiones distintas conviven dentro de un mismo marco, por ejemplo, la escuela, en la que cada una de ellas respeta las diferencias de las otras y aporta lo mejor de su cultura para que de ahí surja una nueva sociedad en la que el respeto, la igualdad y la tolerancia sean la nota predominante.
Sin otras pretensiones y a grandes rasgos, ésta sería una correcta diferenciación de dos
términos muy de actualidad hoy en día. No obstante, intentaremos profundizar un poco
más sobre estos conceptos y otros afines, partiendo del amplio debate que existe entre
los profesionales en la materia, con el fin de aproximarnos a las claves que den un poco
de luz a todo este proceso que hoy se está viviendo en la sociedad, en general, y en la
escuela, en particular.
Si tomamos como punto de partida los razonamientos del profesor Sanz Alonso diremos que la interculturalidad se basa más en la diferencia y pluralidad cultural que en una educación dirigida a aquellos que son culturalmente diferentes. Es decir, que para él la educación intercultural se opone a una integración entendida como asimilación y va más allá de una educación compensatoria para igualar.
Otros autores inciden un poco más en el hecho diferenciador entre estos dos conceptos y
ponen su punto de partida, en el caso de la interculturalidad, en una interrelación de
culturas, mientras que la multiculturalidad se encuentra más relacionada en un
reconocimiento de las distintas culturas que se encuentran presentes en una sociedad
cualquiera y en la que conviven.
Para otros, como Alain Touraine, este concepto se encuentra muy viciado en nuestra sociedad, dándose acepciones que no se corresponden con el hecho multicultural, más bien al contrario, están más cerca de lo monocultural y la xenofobia. Las razones que esgrime para ello las resume en las siguientes actitudes adoptadas por la sociedad:
1.- Identificación de la multiculturalidad con la defensa de las minorías y sus derechos.
Según este autor, provoca hostilidad y enfrentamiento entre culturas.
2.- Concepción de lo multicultural con el derecho inalienable que tiene toda cultura a la
diferencia. Cada uno mantiene intacta su propia cultura.
3.- Multiculturalismo igual a mera coexistencia de culturas, sin interrelación alguna
entre ellas.
4.- Asimila el fenómeno multicultural con el rechazo de la cultura occidental.
A pesar de que los remedios o soluciones no son nada fáciles algunos autores, como Granados Martínez y García Castaño, nos ofrecen los siguientes modelos de abordar esta problemática:
a) Asimilación cultural, que se alcanza a través de la educación. Se trata de que los
alumnos de culturas diferentes superen sus diferencias culturales, asimilando las de la
cultura predominante.
b) Entendimiento cultural, que se alcanzará cuando todos los alumnos de la clase
conozcan las peculiaridades propias de los diferentes grupos culturales que la integran,
aceptando las diferencias que les separan.
c) Pluralismo cultural, que se logra preservando el pluralismo de cada una de estas
culturas, haciendo valer las diferencias.
d) Educación bicultural, a la que se llega cuando se prepara a los alumnos a ser
competitivos en las dos culturas.
e) Educación como transformación, que pretende concienciar a los alumnos de una
cultura minoritaria sobre la importancia de conocer los orígenes de su cultura y
valorarla dentro de otra que se considera como dominante y con la que puede entrar en
conflicto.
f) Bajo la pretensión de reconocer las culturas minoritarias, se ha potenciado, sin
pretenderlo, la desigualdad y la diferencia, al codificar en cierta manera estas culturas,
que impiden finalmente que sepan desenvolverse con normalidad en la sociedad.
Según Miriam Fernández de Caleya Dalmau y Manuel Riesco González (CES Don
Bosco) la interculturalidad va más allá del reconocimiento del derecho a la diferencia, al
construir una serie de símbolos comunes, como la lengua, que posibilitan una
integración recíproca enriquecedora.
Otros autores, entre ellos María Teresa Aguado Odina, añaden todavía otros términos
más a los mencionados, como el de pluriculturalidad, al que considera un concepto casi
sinónimo al de multiculturalidad, con la diferencia de que se aplica a situaciones
particulares; es decir, cuando se encuentran varias culturas en contacto de ellas resalta
únicamente su pluralidad. O el de transculturalidad, caracterizado porque implica un
movimiento: el paso de una situación cultural a otra.
Pese a que estos conceptos pueden parecer novedosos no lo son, sin embargo, en
términos históricos. Así vemos, por ejemplo, que lo multicultural no es un fenómeno
social reciente, sino más bien todo lo contrario, ya que era característico de las épocas
antiguas la convivencia entre pueblos de distinta raza y condición social, bien sometidas
las unas a las otras (egipcios y judíos, por ejemplo), o bien conviviendo en las ciudades
pueblos de orígenes geográficos o étnicos diferentes (judíos, moros y cristianos, en la
España medieval), realizando todo tipo de trabajos como los mercaderes, orfebres, etc.
En cambio, lo intercultural sí lo podemos considerar como algo nuevo y que es el origen de la ruptura de aquellas barreras que separaban y separan a las culturas que vivían y viven en un mismo espacio geopolítico, pero que no se interrelacionan. Es a partir de la existencia del otro, como poseedor de una cultura diferente y todo lo que conlleva de conocimiento y comprensión de este hecho diferenciador, cuando se da un paso más hacia adelante en la idea final de alcanzar la igualdad de todas las personas que
conviven juntas en un mismo espacio.
El modelo tipo para cada una de estas sociedades nos lo ofrece Antonio R. Roldán
Tapia, para quien el modelo de una sociedad multicultural sería Estados Unidos cuyo
objetivo prioritario va dirigido a defender la diversidad y la pluralidad de una sociedad
atendiendo a las diferencias establecidas por causa de la raza, religión, sexo o grupo
étnico al que pertenecen. Se establecen entre estas culturas una jerarquización.
Como modelo de sociedad intercultural, propone las políticas educativas auspiciadas por la Unión Europea, más dispuestas a la interrelación entre culturas que a mantenerlas aisladas unas de otras .
Analizados estos conceptos, nos podemos plantear las siguientes cuestiones:
Si el hecho multicultural se da en un espacio geopolítico determinado, en el que
conviven diversas culturas; donde, como hemos dicho, se da una jerarquización, en la
que no todas las culturas están en grado de igualdad;
Si el hecho intercultural es el paso que se da entre estas culturas para eliminar las
barreras que existen entre ellas y el reconocimiento de los otros con una identidad
propia.
Entonces:
Hemos de tener en cuenta que hay otro paso más en este deseo de acercar culturas, más allá del conocimiento mutuo de ambas culturas, el de transculturalidad, concepto que C. Rogers relaciona con el de la empatía, “capacidad para percibir de manera coherente e interesada el marco de referencia del Otro, con los significados y componentes emocionales que contiene, en un esfuerzo por poder ponerse en el «lugar del otro», pero sin perder nunca de vista que esa condición siempre es de «como si».
Fuente: http://www.cnice.mecd.es/recursos2/atencion_diversidad/03_03_4a.htm
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