"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

lunes, 14 de julio de 2008

El tren descontrolado del mundo

EL PAÍS, KENNETH ROGOFF, 13/07/2008

"La prosperidad de los últimos años está a punto de estrellarse contra una pared"

"Los políticos deben apretar el freno para que la crisis no acabe de manera horrible"

"La limitación de los recursos naturales se ha adelantado y nos está golpeando ya"

"Hay visos de una próxima y gigantesca crisis (financiera, económica y política)"



La economía mundial es un tren descontrolado que empieza a frenar, pero no con suficiente rapidez. Eso es lo que nos grita el extraordinario aumento de precios del petróleo, los metales y los alimentos al que estamos asistiendo. La espectacular e histórica prosperidad económica mundial de los últimos seis años está a punto de estrellarse contra una pared. Por desgracia, nadie, desde luego no en Asia o en Estados Unidos, parece estar por la labor de hacer de tripas corazón y ayudar a idear el necesario repliegue coordinado hacia un crecimiento sostenido por debajo de la tendencia, lo cual es necesario para que nuevos suministros y alternativas de materias primas puedan ponerse a la altura de la demanda.

Sin embargo, los gobiernos se empeñan en estirar unos auges insostenibles, impulsando aún más los precios de las materias primas y aumentando el riesgo de que se produzca uno de esos caos financieros y económicos que sólo se viven una vez. Todo esto no tiene por qué acabar de manera horrible, pero los políticos de la mayoría de las regiones del mundo tienen que empezar a pisar con fuerza los frenos, no el acelerador.

No miren hacia Estados Unidos en busca de liderazgo en un año de elecciones presidenciales. Por el contrario, el Gobierno estadounidense ha estado entregando cheques de devoluciones fiscales para que los estadounidenses compren hasta la extenuación, y ahora el Congreso habla de seguir.

No miren tampoco hacia los nuevos mercados. Desesperados por mantener el tirón político y económico, casi todos han tomado una serie de medidas para evitar que sus economías sufran de lleno el golpe de las fuertes subidas de precio de los productos básicos. A consecuencia de ello, estos precios están consumiendo los colchones fiscales en lugar de reducir la demanda.

Me desconcierta que tantos expertos económicos parezcan pensar que la solución es que todos los gobiernos, ricos y pobres, repartan más cheques y subvenciones para que siga la expansión económica. La política keynesiana de estímulos podría contribuir a aliviar un poco a algún país que actúe por su cuenta. Pero si todos los países intentan estimular el consumo al mismo tiempo, no funcionará.

Un aumento general de la demanda mundial se traducirá sencillamente en una subida de precios de las materias primas, y tendrá poco efecto útil para el consumo. ¿No es esto evidente? Sí, sigue habiendo crisis financiera en Estados Unidos, pero cebar la inflación es un modo increíblemente injusto e ineficaz de enfrentarse a ella.

Algunos gobernadores de bancos centrales nos dicen que no nos preocupemos, porque serán mucho más disciplinados que los bancos centrales de la década de 1970, cuando el mundo afrontó una subida de precios similar de los productos básicos. Pero esta vez es distinto. El problema de las materias primas nos ha pillado por sorpresa, a pesar de las notables reformas institucionales de la política macroeconómica en todo el mundo.

La afluencia histórica de nuevos participantes en la población activa mundial, todos los cuales aspiran a los niveles de consumo occidentales, está llevando el crecimiento mundial más allá del marcador de seguridad del velocímetro. En consecuencia, la limitación de los recursos naturales que antes esperábamos que terminara hacia mediados del actual siglo XXI nos está golpeando ahora.

Espere un segundo, dirán ustedes. ¿Por qué no pueden nuestras economías de mercado tan maravillosamente flexibles capear el temporal? ¿No harán los precios elevados que las personas limiten el consumo y busquen nuevas fuentes de suministro?

Sí, y eso es lo que acabó ocurriendo con los suministros de energía en la década de los años ochenta del pasado siglo. Pero el proceso lleva tiempo, y, debido al peso creciente en el consumo mundial de unas economías de mercado emergentes relativamente inflexibles, el ajuste probablemente llevará más tiempo que hace unas décadas.

Por diversas razones, la mayoría relacionadas con la intervención estatal, no se puede decir que muchas economías de mercado emergentes tengan una demanda de recursos flexible, de modo que los picos de los precios no están teniendo consecuencias especialmente apreciables sobre la demanda.

Los gobernadores de bancos centrales que nos dicen que no nos preocupemos por la inflación señalan la relativa estabilidad de los salarios. Por lo general las expansiones empiezan a paralizarse cuando la mano de obra se vuelve demasiado escasa y demasiado cara. Pero la actual expansión se sale de lo normal porque, debido a circunstancias únicas (en la época moderna), las restricciones del trabajo no son el problema. Por el contrario, la población activa real del planeta sigue aumentando.

No, esta vez, los recursos de materias primas son la principal restricción, y no un problema secundario, como en el pasado. Por eso los precios de estas mercancías seguirán subiendo hasta que el crecimiento mundial se ralentice durante el tiempo suficiente como para que nuevas ofertas y nuevas opciones de ahorro se pongan a la altura de la demanda.

Esta economía mundial convertida en tren descontrolado tiene todos los visos de una gigantesca crisis -financiera, política y económica- en ciernes. ¿Encontrarán los políticos un modo de alcanzar la coordinación internacional necesaria? Hay que empezar por hacer un diagnóstico correcto. El mundo en su totalidad debe endurecer su política monetaria y fiscal. Es hora de pisar el freno de este tren descontrolado, antes de que sea demasiado tarde. -

Kenneth Rogoff es catedrático de Economía y Política Pública de la Universidad de Harvard y ex jefe de economistas del Fondo Monetario Internacional. © Project Syndicate, 2008.

La carta a Europa de la niña gitana


La niña Rebecca Covaciu




Rebecca Covaciu, una niña rumana de 12 años y etnia romaní




Italia no es para los gitanos

"Querida Europa..."

La niña rumana Rebecca Covaciu resiste a una vida de persecución y miseria. Un viaje "de tristeza" desde Arad a Milán, Ávila, Nápoles y ahora Potenza

MIGUEL MORA - Potenza
EL PAÍS - Internacional - 13-07-2008

A sus 12 años, Rebecca Covaciu -ojos grandes, dientes blancos, sonrisa espléndida- ha vivido y visto tantas cosas, que podría escribir, si escribiera, un buen libro de memorias. Rebecca es rumana de etnia romaní, y ha pasado la mitad de su vida en la calle. Ha dormido en una furgoneta, una chabola, al raso. Algunos días ha mendigado con sus padres por España e Italia. Otros, ha visto destruir su barraca, ha sido agredida por la policía italiana, ha oído bajo una manta cómo su padre era apaleado por defenderla, ha visto morir a niños por no tener medicinas, ha conocido el miedo de los gitanos que huyeron de Ponticelli (Nápoles) cuando su campamento fue incendiado. Pero Rebecca ha resistido. Y ha conmocionado a Italia con su historia en primera persona. Una carta en la que resume su sueño: ir al colegio y que sus padres tengan trabajo.

Con su sencilla carta, titulada "Querida Europa", y una serie de dibujos, Los ratones y las estrellas, inocentes y precarios, pero tan especiales como ella, ha demostrado su talento. Y es que Rebecca, en vez de deprimirse con esta "vida de tristeza", ha gritado al mundo su historia dickensiana en primera persona, convirtiéndola en un alegato de justicia y esperanza. A sus sueños privados de ir al colegio y de que sus padres tengan trabajo "para no pedir limosna", añade otro más amplio: "que Europa ayude a los niños que viven en la calle".

Ahora, Rebecca está contenta. Desde hace unos días vive, sueña y dibuja en una pequeña casa de campo situada cerca de un pueblo de la Basilicata, una región montañosa y agrícola, 250 kilómetros al sur de Nápoles.

Cae la tarde y la luz de la antigua Lucana romana es un espectáculo. Rebecca y su padre, Stelian, reciben sonrientes en la puerta, su madre Georgina saca un café turco y una tarta, y enseguida la niña trae su carpeta de dibujos y los enseña. Despacio, con orgullo pero sin presumir: "Unos árboles de colores, un ángel, una playa italiana, unos niños bañándose, un príncipe y una princesa, una pareja de novios (italianos también), dos palomas, un jarrón de flores, un collar de Versace, fruta, más fruta...".

Rebecca salió de su pueblo, Siria jud Arad, cerca de Timisoara, hace cinco años; ahora habla rumano, romaní, italiano y un poco de español. "Lo aprendí en Ávila cuando vivimos en España", explica en italiano. "No teníamos casa y dormíamos en la furgoneta. Hice allí tercero de primaria, me acuerdo mucho de la profesora. Me quería mucho, le gustaban mis dibujos".

La niña es la líder de su familia. Y gran parte de su futuro. Aparte de su talento para pintar, reconocido por Unicef en mayo pasado cuando le otorgó en Génova el Premio de Arte e Intercultura Café Shakerato, Rebecca es dulce, educada y juiciosa. Mientras habla a toda pastilla, como un libro abierto, sus padres, Stelian, de 43 años, ex campesino y pastor evangelista, y Georgina, de 37; sus hermanos Samuel (17), Manuel (14) y Abel (9), y la mujer de Samuel, Lazania, embarazadísima a los 16, la miran con una mezcla de sorpresa y reverencia, como si fuera una extraña. En cierto modo lo es.

Los Covaciu llegaron a esta casa de noche. Venían en tren, un largo viaje desde Milán. Unos días antes, varios policías habían molido a palos a Stelian. "Me amenazaron con volver si les denunciaba", recuerda. Lo hizo, y hubo que coger el hatillo.

Ahora, mientras trata de superar el susto y el dolor de los golpes, Stelian, un hombre que cuando habla parece a punto de llorar, se declara "feliz, gracias a Dios y a estos señores italianos tan generosos que nos han dejado su casa".

Se refiere a G. y A., una pareja de mediana edad que reside en Potenza, la lejana capital de provincia. "Conocimos la historia de Rebecca por Internet, y de la noche a la mañana decidimos refugiarlos en esta casa que no usamos", explican. A cambio, una firma en un contrato de alquiler gratuito y por un año. G. y A. prefieren no ser identificados. "No queremos convertirnos en prototipo mediático de la familia italiana solidaria". Pero su altruismo ha devuelto la sonrisa a la prole de Stelian.

La familia llevaba cinco años sin dormir bajo un techo de verdad. "En Siria teníamos casa, pero no teníamos pan", explica Rebecca, "y comíamos de la limosna de los vecinos. Luego, en Milán, mis padres no encontraron trabajo", continúa sin dramatismo, "y también teníamos que pedir. No podíamos ir al colegio porque no teníamos casa. Pero ahora me han dicho que podremos ir".

Para poder acceder a la escuela, los Covaciu necesitan demostrar un domicilio fijo y estar apuntados en el censo municipal. Precisamente ésa es una de las razones que ha invocado el Gobierno italiano para elaborar el polémico censo de la comunidad romaní. De los 140.000 gitanos que viven en el país, la mitad son italianos y casi un tercio son rumanos. Y el 50% son menores de edad. Muchos de ellos están sin escolarizar.

Como otros compatriotas y hermanos de etnia, los Covaciu atravesaron con su furgoneta Hungría y Austria para llegar a Milán cumpliendo el rito del efecto llamada. Tras unos meses probando fortuna, sin éxito, decidieron intentarlo en España. "Un amigo que vivía en Ávila nos dijo que tenía casa, papeles y trabajo, pero llegamos tarde. Metimos a los niños en el colegio, pero no encontramos trabajo. Así que nos fuimos a Torrelavega, estuvimos dos meses. Volvimos a Milán".

Georgina habla italiano, algo de español y un poco de francés. También vivió en Alemania. "Fue en 1990, Samuel nació allí. Estábamos bien, pero a los dos años nos pagaron un subsidio y nos mandaron a Rumania". Aunque se define como "mitad rom y mitad no", lleva 10 dientes con fundas de oro. "¡Sólo cuestan 10 euros cada uno!", se defiende riéndose. "Nos los puso un médico sirio ambulante en Milán, ahora están de moda en Rumania. La única que se niega a ponérselos es Rebecca".

Al principio, en Milán, todo iba más o menos bien, recuerda la niña: "Hicimos una chabola con cartón y plásticos debajo de un puente en el barrio de Giambellino". Era un pequeño asentamiento ilegal donde vivían otras cinco familias de Timisoara. "Para comer, pedíamos en el mercado de los anticuarios. Sólo un par de horas, para que los niños pudieran comer", asegura la madre bajando los ojos. Como se ve en uno de sus dibujos de Rebecca, también ella mendigó algún "día triste"; su hermano Manuel, al que llaman Ioni, tocaba el acordeón.

Hace un año, Roberto Malini, un dirigente de EveryOne, una joven ONG proderechos humanos que atiende a unas 60 familias de etnia gitana en Milán, se cruzó en la vida de los Covaciu. "Vi a un grupo de gente insultando a un niño gitano muy flaco que les miraba aterrorizado mientras sostenía un perro en brazos". Era Abel, el pequeño. "Le acusaban de haber robado el perro y querían lincharle. Tratamos de poner calma, y en esas llegó su madre con los papeles del perro. Lo habían traído desde Rumania".

EveryOne se hizo cargo de las necesidades básicas de los Covaciu cuando éstos empezaban a entender que una parte del país estaba harta de los gitanos. "A nosotros nos da miedo la policía y nosotros le damos miedo a los italianos. Así es la cosa", dice Georgina.

Según el último Eurobarómetro sobre discriminación, los italianos son los europeos que, junto a los checos, se sienten más a disgusto con los gitanos. Un 47% de los encuestados en Italia afirma que no querría un romaní como vecino. La sensación crece en toda Europa, aunque la media de intolerancia en la UE a 27 es de la mitad: un 24%.

El miedo está instalado en mucha gente por lo menos desde hace ocho años. Ya en 2000, antes de las últimas elecciones ganadas por Silvio Berlusconi, la Liga Norte del actual ministro del Interior, Roberto Maroni, lanzó una furibunda campaña contra los romaníes usando los eslóganes oídos tantas veces desde que hacia el año 1400 los gitanos llegaran a Occidente: violan y asesinan a nuestras mujeres, raptan a nuestros niños, roban en las casas, no quieren trabajar ni ir a la escuela.

La letanía no incluía algunos datos que ayudarían a completar la fotografía. La esperanza de vida de los gitanos que viven en Italia es de 35 años. Su índice de mortalidad infantil es 10 veces más alto que el de los niños no gitanos. El último robo de un niño a manos de un gitano fue registrado en Italia en 1899.

"La estrategia del odio fue calando y dio muchos votos a la Liga y a la derecha", recuerda Malini. "Los gitanos pasaron de ser una molestia a convertirse en el centro de la emergencia de seguridad. Ahora, la consigna oficial es salvar a los niños gitanos de los ratones y de la explotación de sus padres. Para conseguir ese objetivo tan loable vale todo: que la policía los acose, aplicar ordenanzas discriminatorias como la de las huellas dactilares, e incluso sustraerle niños a las familias acusándolos de mendicidad o hurto para llevarlos al Tribunal de Menores. Hemos denunciado al Parlamento Europeo varios casos en Nápoles, en Rímini y en Florencia. ¿Quién roba niños a quién?".

Otra opción consiste en arrasar las chabolas ilegales e invitar a los pobladores a volver a su país. El 24 de abril, el gobernador de Lombardía envío la excavadora al barrio milanés de Giambellino con un grupo de antidisturbios. El minicampamento donde vivían los Covaciu quedó hecho escombros en un minuto. "Fue un desalojo brutal", recuerda Malini. "Les obligaron a salir de las chabolas y los pusieron en fila a contemplar la destrucción". Rebecca: "Nos dijeron que no podíamos recoger nuestras cosas porque con el nuevo Gobierno ya no íbamos a poder seguir en Italia". Los Covaciu y cinco familias más lo perdieron todo. "Estuvimos unos días durmiendo en la Casa de Caridad y Roberto nos mandó a Nápoles", añade.

Cuando el tren llegaba al sur, una turba organizada por la Camorra atacaba y quemaba los campamentos de Ponticelli, donde vivían 700 personas. "Dormimos en una escuela, había muchos rumanos", recuerda Rebecca. "Las mujeres contaban que pasaron mucho miedo. Se acercaba gente a las ventanas y nos gritaba: '¡Fuera de aquí, zíngaros, iros a vuestro país!".

Nuevo regreso a Milán. Rebecca sigue dibujando, el Gobierno anuncia las medidas de emergencia rechazadas esta misma semana en el Parlamento Europeo. Además de princesas y playas imaginadas, la niña pinta su vida real. Retratos de la marginación, la diáspora, la mendicidad. EveryOne los presenta al premio de Unicef. Entre 150 candidatos, Rebecca gana con Los ratones y las estrellas. "Primero dibujé a Roberto, me dijo que era una artista. Hice otros más, los puso en su página web y me dieron el premio y esta medalla".

Los medios la convierten por un día en "la pequeña Ana Frank del pueblo gitano". Sus dibujos viajan a la exposición colectiva Psique y cadenas, inaugurada el Día del Holocausto en Nápoles. Y son recibidos como testimonio contra la segregación racial en el Museo de Arte Contemporáneo Hilo de Hawai.

Toda la familia Covaciu, con Rebecca



Tras la fama efímera, los Covaciu instalan su nueva tienda de campaña en la zona de San Cristóforo. Una mañana, hace 10 días, llegan dos hombres a la tienda y, sin mediar palabra, empiezan a pegar a Ioni y a Rebecca. El padre intenta defenderlos y también cobra. La ONG decide contarlo a la prensa. Dos coches de policía vuelven al lugar. "Eran los mismos del día anterior, pero esa vez llevaban uniforme", dice Rebecca. "Me metí en la tienda y me tapé con la manta, los policías se llevaron a papá y empezaron a pegarle. Le oía gritar muy fuerte".

"Traumatismo craneal por agresión". Eso dice el parte médico que el pastor evangelista recibió en la casa de socorro. Allí le visitaron otros policías. El mensaje era claro: "Si denuncias, volveremos". Covaciu decide denunciar. Eso supone irse de la ciudad, alejarse, esconderse. Ahí aparece la pareja de Potenza. "Cuando el Estado maltrata así a la gente, lo que consigue es que surja la solidaridad", medita el señor G.

Los Covaciu llegaron de noche a esta preciosa zona de Italia. A sólo dos kilómetros, hay un pueblo tranquilo, un colegio rural y un cura, don Michele. "La historia de los Covaciu prueba que no tenemos una política de integración", explica. "Todo depende del voluntarismo de la gente. Como la Biblia es una historia de emigración, Dios no se asusta".

Rebecca se despide regalando dibujos a todo el mundo.

-¿Qué vas a ser de mayor?

-Quiero cuidar de los niños pobres y ser pintora.

-¿Y tú crees que en Europa hay racismo?

-¿Qué significa racismo?


sábado, 12 de julio de 2008

Hay un sustituto del petróleo: el metano (si todo va bien)

El mar guarda reservas de metano que duplican la energía de todos los combustibles fósiles

JAVIER SAMPEDRO
EL PAÍS - Sociedad - 06-07-2008



Controlador de flujo en una explotación de petróleo y gas natural

Controlador de flujo en una explotación de petróleo y gas natural

06/07/2008

Parecen trozos de hielo, pero echan a arder al acercarles una llama. Se ocultan bajo el suelo marino junto a los litorales continentales, y los investigadores acaban de descubrirlos en el mar de Alborán que baña el oriente andaluz. Se llaman hidratos de gas, y "pueden convertirse en una de las principales fuentes de energía si se desarrollan técnicas económicamente rentables para extraer su metano", según el Departamento de Interior norteamericano.

"En colaboración con un buque oceanográfico ruso, acabamos de confirmar la presencia de abundantes depósitos de hidratos de gas en el mar de Alborán", explica Menchu Comas, investigadora del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC) y delegada española en el comité científico del Programa Integrado de Perforación Oceánica (IODP), un consorcio internacional dedicado a explorar las altas profundidades del subsuelo marino.

"Los hidratos de gas son probablemente una de las principales reservas de hidrocarburos que quedarán disponibles a largo plazo", prosigue Comas. "Ya sabíamos que había hidratos de gas en el Golfo de Cádiz, así que ya podemos afirmar que todo el litoral meridional español abunda en reservas"

El más común de estos compuestos, tanto en España como en el resto de los depósitos marinos que se han hallado en el mundo, es el hidrato de metano. Su estructura es bien curiosa: 20 moléculas de agua se disponen en los 20 vértices de un dodecaedro, formando una auténtica jaula que atrapa a una molécula de metano. Es una especie de hielo que ocupa los poros de los sedimentos oceánicos, y sólo es estable a profundidades de más de 500 metros (de agua).

Los científicos calculan que los hidratos de gas del planeta contienen más de 10 billones de toneladas de carbono (en forma de metano), entre el doble y el triple que la reserva mundial de combustibles fósiles (donde el carbono está en forma de petróleo, carbón y gas natural). En rigor, los hidratos de gas son también combustibles fósiles, porque su metano proviene de la actividad de antiguas bacterias.

Los depósitos de esta posible fuente energética están repartidos por los sedimentos oceánicos de los litorales continentales -a veces enterrados 1.000 metros bajo el suelo marino-, y también en las regiones polares.

El Congreso norteamericano aprobó en 2000 un programa de investigación sobre los hidratos de gas, y el departamento de Energía de ese país financia actualmente cinco proyectos científicos para evaluar "su potencial energético, su seguridad y el impacto ambiental de su exploración y desarrollo". Al frente de uno de ellos está Stephen Kirby, del Geological Survey del Gobierno estadounidense (USGS). ¿Cuáles son los principales problemas técnicos que quedan por resolver para plantearse la explotación industrial de estas reservas?

"Hay tres problemas principales", responde Kirby a EL PAÍS. "El primero es encontrar depósitos de hidratos de gas que estén lo bastante concentrados como para ser comercialmente viables. Hasta ahora, los depósitos terrestres de la región ártica son los únicos que presentan una saturación de hidratos en el sedimento lo bastante alta como para considerarlos un objetivo industrial a día de hoy. Ciertas estructuras oceánicas en el mar de Bering, llamadas vamps [por 'anomalías de velocidad y amplitud'], también pueden revelarse como un objetivo con fines prácticos".

"En segundo lugar", prosigue el investigador norteamericano, "necesitamos aprender cómo se puede operar de manera económicamente rentable en condiciones de alta profundidad, más de 500 metros, que es donde están la gran mayoría de los depósitos de hidratos. Y en tercer lugar hay que desarrollar mejores técnicas para extraer gas natural de la descomposición de los hidratos de gas". Hasta el momento se han probado dos métodos de extracción en condiciones reales, utilizando un depósito experimental en el delta del río Mackenzie canadiense. El primero es la "despresurización". Se taladra un agujero en la capa de sedimentos que contiene los hidratos de gas para reducir la presión.

Los dodecaedros que forman la jaula son un modo especial de congelación del agua, que se forman a temperaturas superiores a los 0ºC, pero sólo gracias a las altas presiones reinantes en las profundidades. Al bajar la presión, por lo tanto, la jaula se disgrega y deja escapar la molécula de metano. El gas sube entonces por una tubería. El segundo método se llama "inyección térmica" y consiste en bombear agua caliente dentro del sedimento en cuestión. Como pasaba antes con la reducción de la presión, también el aumento de la temperatura desestabiliza la estructura del hidrato de gas, el metano se libera y es recogido por una conducción.

Un tercer método se ha probado útil, pero sólo en condiciones de laboratorio. Consiste en inyectar dióxido de carbono para intercambiarlo por el metano en el interior de las jaulas. Si este método llegara a generalizarse, tendría la ventaja añadida de servir como una trampa para secuestrar bajo el mar el dióxido de carbono atmosférico, el principal gas de efecto invernadero que está detrás del cambio climático.

Las petroleras Chevron, Shell, Petrobras y Statoil también colaboran en las investigaciones, aunque no aspiran a una aplicación industrial inmediata.

"El principal problema para la utilización industrial de los hidratos de gas es que ocurren como menas finamente dispersas por los sedimentos del suelo oceánico", dice a EL PAÍS Martin Hovland, investigador de la petrolera de origen noruego Statoil. "Es sabido lo difícil que resulta extraer menas dispersas de tierra firme, por ejemplo en las minas abiertas de oro y cobre. Si uno tiene que procesar grandes cantidades de sedimentos en aguas profundas, el gasto energético no compensa realmente".. "Por lo tanto", prosigue Hovland, "mi opinión es que los hidratos de gas seguirán siendo una destacada oportunidad de investigación para los científicos académicos durante mucho tiempo. Del mismo modo, hay un montón de oro y aluminio en este planeta, pero cuesta demasiada energía extraerlo y refinarlo".

También investigan en hidratos de gas los servicios geológicos de los gobiernos de Canadá, Alemania, Rusia y Japón. Australia abrió el mes pasado una instalación especial de alta presión dedicada a investigar la formación y la transportabilidad de los hidratos de gas. También el mes pasado, los ministros de energía de Japón y Estados Unidos firmaron un convenio con el mismo fin, que incluye estudios de campo en las reservas del norte de Alaska.

A finales de la década pasada, investigadores de la Universidad de Moscú y el Instituto Tecnológico Geominero de España, a bordo de un buque oceanográfico ruso, descubrieron abundantes depósitos de hidratos de metano en el golfo de Cádiz, a una profundidad de 900 metros. Repsol tiene plataformas en la zona, pero a sólo 100 metros de profundidad. A estos depósitos se unen ahora los recién descubiertos bajo el suelo del mar de Alborán.

Los hidratos de gas pueden liberar al mar grandes burbujas de metano (a veces llamadas volcanes de fango), lo que les ha procurado una publicidad no solicitada. "Las burbujas de metano procedentes del suelo oceánico", anunció en 2003 el servicio de noticias del Discovery Channel, "pueden ser responsables de los misteriosos naufragios en el Triángulo de las Bermudas, según ha confirmado una investigación australiana".

La investigación australiana se queda en realidad muy lejos de confirmarlo, pero la historia ha calado lo bastante como para merecer un desmentido oficial del USGS norteamericano. Bill Dillon, geólogo del USGS, afirma: "La evidencia indica que el colapso y la liberación abrupta de metano, debida a la disgregación de los hidratos de gas, ocurrió hacia el final del último periodo glacial, hace unos 15.000 años, cuando mucha agua oceánica estaba retenida en forma de grandes hojas de hielo continentales, y por tanto el nivel del mar bajó mucho. El menor nivel del mar implicó menores presiones sobre los sedimentos, lo que desestabilizó los hidratos y liberó el metano en forma de burbujas".

Es cierto que las aguas del sureste de Estados Unidos, que forman el vértice occidental del Triángulo de las Bermudas, son particularmente ricas en sedimentos con hidratos de gas. Pero, cuando salieron de allí las burbujas de metano capaces de causar naufragios, "el barco más avanzado técnicamente era un tronco de árbol hueco", como señala Dillon.

Las burbujas de metano, en cualquier caso, tienen interés para los científicos del clima, porque el efecto invernadero del metano supera en 21 veces al del dióxido de carbono. Y los hidratos de gas almacenan una cantidad de metano 3.000 veces mayor que el disuelto en la atmósfera. Los futuros métodos de extracción, por tanto, deberán poner un especial cuidado en evitar fugas a la atmósfera.

Los hidratos de gas se conocían como curiosidades académicas desde el siglo XIX, aunque no recibieron la atención de la industria hasta los años treinta, cuando se comprobó que causaban atascos en las conducciones de gas natural, que por entonces empezaban a extenderse a latitudes relativamente frías. La capacidad del agua para congelarse en jaulas dodecaédricas por encima de los 0ºC fue conocida originalmente como un engorro para la industria energética. Pero esa misma capacidad puede convertirse en el petróleo del futuro.