"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

martes, 15 de junio de 2010

La crisis y sus soluciones: Jugando con fuego: austeridad o crecimiento

El dilema entre los drásticos planes de ajuste de Europa y el mantenimiento de los planes de estímulo en EE UU marca la política económica 

LA FÓRMULA CIEGAMENTE SEGUIDA:  "drásticos recortes mezclados con las promesas de mejorar la competitividad combinando bajos salarios y reformas del mercado de trabajo y las pensiones en una dirección: más recortes".

Joseph Stiglitz lo tiene claro: "Europa va directa al desastre si continúa con la manía de la austeridad"

 

CLAUDI PÉREZ - EL PAÍS - 13/06/2010

Ronald Reagan creía que las nueve palabras más aborrecibles que se pueden pronunciar son estas: "Soy del Gobierno y he venido a prestarles ayuda". Su legado y el de Margaret Thatcher inauguró una era que ha dominado la política económica durante 30 años con un lema claro y sencillo, aquel más mercado y menos Estado que acabó abrasando incluso la socialdemocracia. En estas llegó la crisis y en apenas tres años lo puso todo patas arriba: el Estado salvó a los mercados, el péndulo se fue justo al extremo contrario, el Fondo Monetario Internacional (FMI) desenterró a un tal Keynes y hasta los bancos miraban hacia otro lado cuando los políticos amenazaban con la refundación del capitalismo, con volver a regular los mercados para ponerlos en vereda.

Zapatero: "Íbamos a reformar los mercados y ellos nos han cambiado a nosotros"
Atajar el déficit con menos gasto puede frenar la economía, dicen los analistas
Los expertos critican que los Gobiernos se dejen llevar por los mercados
El recorte de gastos alemán puede traer la recesión a Europa, dice de Grauwe
"La confianza no volverá por reducir el déficit", dice Pastor, del IESE
La Reserva Federal compra mucha más deuda pública que el BCE

Evidentemente, esa etapa toca a su fin. "Íbamos a reformar los mercados y los mercados nos han reformado a nosotros", aseguró el presidente Zapatero tras presentar un drástico plan de recortes para calmar los ataques de los inversores, inquietos con la posibilidad de que España, junto con varios países europeos, pueda incumplir sus compromisos. Hace un año, los bancos eran el problema; ahora el problema son los Estados, su deuda pública. Una deuda que, paradójicamente, los Gobiernos se vieron obligados a acumular para salvar a los mismos mercados que ahora atacan duro.


La política económica está en una encrucijada. Esta vez el dilema no es exactamente mercado o Estado, pero se le parece. Austeridad o crecimiento, esa es la cuestión. Ajustarse el cinturón para reducir los enormes déficits públicos o perseverar en las políticas de estímulo hasta que el crecimiento económico vuelva a ser lo suficientemente robusto. Alemania ha hablado: Europa opta por el culto a la austeridad. Estados Unidos, por mantener los estímulos. La receta que demuestre más efectividad marcará el equilibrio de poder de los próximos años en el mundo mal llamado desarrollado. Pero a día de hoy no hay consenso. Ni nada que se le parezca.


- Los tumbos del FMI. El Fondo, y no solo el Fondo, llevaba muchos, muchos años cegado por los destellos del libre mercado, convencido de los mecanismos autoestabilizadores de los "mercados eficientes". Con la crisis y bajo el ascendente de un socialista francés -Dominique Strauss-Kahn-, se olvidó de su ortodoxia y aconsejó activismo fiscal para evitar una Gran Depresión. Ahora está tan despistado como la mayoría: hasta hace nada aún advertía de que una salida prematura de los estímulos perjudicaría la recuperación, pero en las últimas semanas combina ese mensaje con la necesidad de acelerar la consolidación fiscal. Es decir, se apunta al culto a la austeridad, pero también a la medicina contraria. "El Fondo ha vuelto a esas políticas de austeridad que usaba en los países emergentes, que no funcionan. Vuelve a correr detrás de los mercados", critica Raj Patel, autor de Cuando nada vale nada (Los libros del lince). Patel pensaba hasta hace poco que la recesión era la forma de enseñar al mundo un poco de economía. "La pura verdad es que lo que regresa otra vez es esa apoteosis de la supuesta racionalidad de los mercados".


- Europa y el calvinismo. Los expertos consultados coinciden en el enorme peligro de que unos mercados financieros que se han vuelto excesivamente cautos (tras años de tomar excesivos riesgos) fuercen a los Gobiernos a tomar la puerta de salida de los estímulos fiscales tal vez demasiado pronto. "Las medidas de austeridad representan una vuelta a la economía prekeynesiana, a Hoover en EE UU, a la victoria de los halcones antidéficit en Europa. Todo conduce a ese viejo error de reducir el gasto público y subir los impuestos mucho antes de que la economía se haya recuperado. Ese resurgir del conservadurismo está directamente relacionado con la fuerza de los intereses financieros, los mismos que nos metieron en la crisis en 2007. Callaban cuando fueron rescatados, pero ahora dictan la política en toda Europa, incluido Reino Unido. Ese calvinismo tan alemán de la austeridad es extremadamente peligroso en estos momentos y puede conducir a Europa a un largo, largo estancamiento", vaticina Costas Lapavitsas, del think tank londinense Research on Money and Finance.


Toda Europa parece correr detrás de una fórmula que se basa en drásticos recortes mezclados con las promesas de mejorar la competitividad combinando bajos salarios y reformas del mercado de trabajo y las pensiones en una dirección: más recortes. Grecia es el ejemplo más evidente. Se trata de la receta alemana: "Pero si Alemania quisiera de veras rescatar el euro y que esas medidas funcionaran en otros países, debería tomar el camino contrario al túnel al que conduce ese ajuste drástico", critica Lapavitsas. "La aplicación universal de recortes drásticos va a exacerbar los desequilibrios que existen en el corazón de la eurozona", sentencia.


- Norte y Sur. Paul de Grauwe, profesor de la Universidad de Lovaina, asegura que si un único país adopta medidas de austeridad eso no es mayor problema, "pero si Alemania obliga a toda Europa a hacerlo está condenando a la UE a una recaída a la recesión". El Nobel Paul Krugman ha calificado los planes europeos de "masoquismo". Pero en Europa conviven dos visiones: "En el Norte se cree que el dilema entre austeridad y crecimiento es falso: esa visión se basa en que los planes de austeridad de hoy permitirán el crecimiento de mañana porque devuelven la confianza a los mercados. La periferia de Europa ha aplicado los ajustes por obligación, pero en el fondo el Sur de Europa piensa que aplicar ajustes para reducir el déficit tendrá efectos sobre la demanda y precipitará a la eurozona a una nueva recesión. Comparto esa segunda vía sureña", asegura De Grauwe en una entrevista con este diario.


- Alemania o EE UU. La crisis fiscal es evidente en Europa, pero esconde otros problemas: serios desequilibrios en la balanza comercial, países con enormes superávits (encabezados por Alemania y Holanda, con un gran potencial exportardor) y países con déficits sensacionales (España y Grecia, por ejemplo, que importan más de lo exportan desde la noche de los tiempos). En el mundo ocurre lo mismo, con China y EE UU a ambos lados de la balanza comercial. "Los planes de austeridad y las reformas estructurales son una forma de que economías como la española o la griega reduzcan esa brecha. Si Alemania hace incomprensiblemente lo mismo, condena a toda Europa a una década perdida. EE UU está actuando con mayor pragmatismo. Pero si Alemania no incentiva el consumo, será imposible hacer ese reajuste en Europa", señala Vicente Pallardó, analista de coyuntura del Instituto de Economía Internacional.


Alfredo Pastor, del IESE, atribuye ese fetichismo del déficit que se va instalando en toda Europa "a la pura superstición". "Los Gobiernos creen que así se ganarán la confianza de los mercados. Cuando alguien está muy endeudado, sus prestamistas deciden su futuro. Eso le ocurre a Europa: los prestamistas deciden la política económica, los mercados han prestado mucho dinero a los Gobiernos y ahora reclaman el cetro de mando; la confianza no va a volver así como así", remacha.


- El BCE y los halcones. El Banco Central Europeo (BCE) desempeña un papel fundamental en esta historia. Su gestión es más heterodoxa que nunca, y sin embargo la política monetaria sigue siendo restrictiva: no hay crédito a pesar de las compras de bonos, a pesar de la barra libre de liquidez, a pesar de todas las medidas para ayudar a la banca. Al final, "su política no es lo suficientemente laxa: deberían acercar los tipos de interés al 0%, comprar más bonos, ayudar a debilitar el euro", aconseja esta semana el economista Nouriel Roubini, el gran gurú de la crisis. Pallardó sugiere que los halcones del déficit siguen mandando en el BCE, a pesar del salto dramático que supuso la compra de deuda pública. "La Reserva Federal ha comprado centenares de miles de millones de dólares en deuda pública, mientras que las cantidades del BCE son mucho más modestas. ¿La razón? Esa es la forma de poder de obligar a hacer ajustes más drásticos y reformas a los países del Sur, que de otra manera se resistirían a encajar ese duro golpe", dice.


- Las dudas y la reencarnación. El Nobel Joseph Stiglitz lo tiene claro: "Europa va directa al desastre si continúa con la manía de la austeridad", una opinión que comparte con Krugman. El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, tampoco tienen dudas, pero en sentido contrario: "Es una completa falacia decir que la consolidación fiscal reduce el crecimiento. Es exactamente al contrario. Es la ausencia de credibilidad fiscal lo que reduce el crecimiento". EE UU, de momento, opta por la vía Krugman-Stiglitz; Europa entera, en plena crisis fiscal, parece fiarse de Trichet. Aunque en realidad la inspiración tal vez no sea Trichet. Uno de los asesores económicos de Bill Clinton decía: "Antes pensaba que me gustaría reencarnarme como presidente o como jugador de béisbol. Pero ahora quiero reencarnarme en el mercado de bonos. Así puedo intimidar a cualquiera".

España y su respuesta

C. P.

"La contundencia de los recortes para ganar competitividad podría tener éxito si no existiera Alemania. Si Alemania hubiera hecho algo por incentivar su demanda"

Para Paul Collier, de Oxford, en España y en toda Europa "se están viendo severos recortes del gasto público y de la inversión pública, cuando se necesitaban recortes graduales en el gasto combinados con rápidos incrementos de la inversión pública".

Alemania podía permitirse el lujo de debatir entre mantener los estímulos o acometer un ajuste. España, no. "Si corres el riesgo de que nadie te compre tu deuda no hay alternativa", asegura el economista Ángel Ubide. "Hay que evitar a toda costa perder el control sobre el endeudamiento", afirma Antoni Zabalza, catedrático de la Universidad de Valencia. "España necesitaba dar un golpe de mano: dejar la consolidación fiscal para más adelante era temerario por los ataques de los mercados".

Economistas como Vicenç Navarro consideran un error mayúsculo el plan de ajuste presentado por Zapatero, que a su juicio aboca a España a un largo estancamiento. Otros expertos son menos negativos. El ex secretario de Estado Alfredo Pastor considera que de las medidas anunciadas "el único problema es el recorte de la inversión: lastrará el crecimiento. Las medidas que afectan a los funcionarios y los pensionistas influyen menos". "A partir de ahí, se trata de una cuestión de credibilidad: de volver a ganarse la confianza de los inversores", añade.

Ese recorte en la inversión es tal vez la mayor incertidumbre que deja el plan de Zapatero. Para Paul Collier, de Oxford, en España y en toda Europa "se están viendo severos recortes del gasto público y de la inversión pública, cuando se necesitaban recortes graduales en el gasto combinados con rápidos incrementos de la inversión pública". Aunque a la postre, paradójicamente, puede que la salida del túnel de la recesión no estuviera en manos del Gobierno. "La contundencia de los recortes para ganar competitividad podría tener éxito si no existiera Alemania. Si Alemania hubiera hecho algo por incentivar su demanda, la economía española y otros países con problemas podrían salir del paso con los ajustes, para después acometer nuevas reformas. Ahora el sur está obligado a hacer esas reformas y aún así difícilmente va a evitar una recaída", augura.

Para Mauro Guillén, de Wharton, "todo depende de si existen presiones inflacionistas o por el contrario se teme una deflación [una caída persistente del nivel de precios]. Si hay riesgo de deflación, el gasto público debe mantenerse para evitar que la demanda se hunda". El FMI considera que España es una de las economías con mayores riesgos de deflación del mundo. "Debería haber un programa flexible para mantener el gasto mientras la economía lo necesite con un plan bien concebido de reducción del déficit a medida que la economía se recupere. Pero también hay que preguntarse cuál es la mejor política económica y ponerla en práctica", añade. Guillén aconseja "explicar bien las decisiones y negociar". Nada fácil.


La crisis y sus soluciones: Jugando con fuego: "En el sur sabemos que por el camino de la austeridad no hay salida" Jayati Ghosh

"En el sur sabemos que por el camino de la austeridad no hay salida"


sábado, 12 de junio de 2010
Null
Jayati Ghosh, economista india del Instituto de Investigación Social de la ONU
A. ROBINSON - LA VANGUARDIA - 12/06/2010


CORTAR POR LO SANO: "Grecia debería suspender pagos y renegociar su deuda con los bancos"


Catedrática de la Universidad de Jawahta Nehru, en Nueva Delhi, y asesora del Instituto de Investigación sobre Desarrollo Social de la ONU (UNIRSD), en Ginebra, Jayati Ghosh, es una voz discrepante y una cara diferente entre el ejército de economistas de traje gris, corbata azul y recetas pro mercado. Parece que hemos invertido los papeles; antes, ustedes, en los países en desarrollo, tenían las crisis de deuda y las décadas perdidas. Ahora somos nosotros en Europa. Desde luego, los países del sur tenemos mucha experiencia sobre lo que les espera en Grecia, España, Portugal, Italia e Irlanda si van por el camino de recortes del 20% de salarios y precios. No habrá salida. Habrá años de sufrimiento y no será políticamente viable. Eso lo hemos visto repetidamente desde Argentina y México hasta Asia y África....

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http://www.lavanguardia.es/premium/edicionimpresa/20100612/53944617342.html 

(disponible en un mes)

¿El Chernóbil de la industria petrolera?. Lecciones del vertido de BP

¿El Chernóbil de la industria petrolera?

El vertido en el golfo de México acelera el debate sobre el modelo energético - La marea negra se cierne sobre el negocio

SANTIAGO CARCAR 14/06/2010


Un pozo entre 56.000 pozos. Una perforación más en el golfo de México. En porcentaje, un 0,0017% de posibilidades de que algo fallara. Y sucedió. El 20 de abril, a 64 kilómetros de las costas de Luisiana (EE UU), algo salió mal. Muy mal. Tanto, que puede marcar un antes y un después para el que todavía es el negocio más rentable del mundo: el del petróleo.
Dos meses después, se desconoce qué provocó la explosión en la plataforma
Accidentes como el de la 'Deepwater Horizon' no son excepcionales
Las prospecciones de petróleo en aguas profundas se han paralizado
La industria cuenta con que se van a imponer normas más estrictas
Muchas pequeñas compañías van a volver a explorar en tierra
Los lodos del Orinoco o las arenas bituminosas vuelven a tener valor

Ese día de abril, por causas aún desconocidas, la plataforma de exploración en aguas profundas Deepwater Horizon, alquilada por el gigante BP para perforar y extraer petróleo a 1.500 metros bajo el mar, estalló. Lo más grave: las 11 vidas perdidas. Lo más preocupante: la posibilidad de que se produzca una marea negra que arrase centenares de kilómetros de las costas de Estados Unidos, México y hasta de Cuba.
Casi dos meses después de la explosión, se desconocen sus causas y también sus consecuencias. Ni siquiera se sabe cuánto petróleo sale aún por el ominoso géiser de chapapote en que se convirtió el pozo abierto por la Deepwater Horizon.

La empresa responsable del proyecto, BP, una de las grandes del sector petrolero (junto con ExxonMobil, Chevron y Royal Dutch / Shell) se juega la supervivencia. Su cotización bursátil (198.500 millones de euros de cifra de negocio, 13.772 millones de euros de beneficio neto en 2009 y 80.300 empleados en 30 países) se ha desplomado. Desde el accidente, el precio de las acciones ha caído alrededor de un 40%.

Mientras, los muchos actores del negocio cruzan los dedos para que el desastre no se convierta en el Chernóbil de la industria petrolera. Puede serlo. Que el presidente de la primera potencia del planeta, Barack Obama, proclame a los cuatro vientos que está buscando a quien patear el culo por lo sucedido tiene, al margen de una dosis evidente de impotencia, un inequívoco tono de amenaza. Y no solo para la empresa responsable del accidente, sino para todo un sector.

Para empezar, las prospecciones en aguas profundas, que la Administración de Obama había ampliado incluso a aguas del Atlántico y de Alaska, se han paralizado. Nadie en la industria sabe por cuánto tiempo. Se habla de seis meses, pero nadie se fía. Porque todo depende de cuánto dure la crisis. En el sector se recuerda, como una pesadilla, lo sucedido con la plataforma Ixtock 1 en el año 1979, también en aguas del golfo de México. Un reventón colapsó la plataforma de perforación de la empresa Pemex a 954 kilómetros de las costas de Tejas (EE UU). Resultado: entre el 3 de junio de 1979 y el 24 de marzo de 1980 (280 días) se vertieron al mar 3,3 millones de barriles de crudo.

Es difícil hacer comparaciones. En el accidente de la Deep-water Horizon, nadie sabe a ciencia cierta cuánto petróleo está saliendo del pozo. La cifra más concreta procede de la parte más interesada y se refiere únicamente al crudo que supuestamente se ha logrado recoger tras colocar una especie de sombrero sobre la tubería destrozada.

Según BP, entre el 4 y el 10 de junio, recogió 64.444 barriles de petróleo (10,25 millones de litros). Claro que hay otras cifras y pueden ser igual de creíbles. The Huffington Post, periódico digital con tirón, contabilizaba en tiempo real el vertido, con imágenes de una cámara web en el tubo roto del pozo y un contador. El periódico cifraba el vertido el 9 de junio en 36,5 millones de galones. A 3,7 litros el galón, 135 millones de litros. Total: 850.000 barriles (la medida "barril" equivale a 159 litros). Una marea que justifica el cierre a la pesca decidido por EE UU en 200.000 kilómetros cuadrados, 25 veces la superficie de la Comunidad de Madrid.

Las cifras del desastre marean. Y eso, señala Sara del Río, del área de seguimiento de Contaminación de Greenpeace, que "deberá pasar mucho tiempo para que se conozca la verdadera dimensión del desastre". "Por supuesto", explica Del Río, "el vertido debería suponer un antes y un después para el negocio petrolero". Pero las declaraciones de Obama, pese a su aparente consistencia, no apuntan a cambios fundamentales más allá, quizá, de normativas más estrictas en materia de riesgos. "Lo que se ha puesto de manifiesto es que la Agencia Minera [el supervisor de las actividades de prospección] funcionaba igual con Bush [George Bush hijo, ex presidente de EE UU] que con Obama. Sin planes de emergencia", añade Del Río.

Con el desastre en carne viva, rezumando petróleo, es difícil pulsar opiniones en la industria petrolera. Todo el mundo se tienta la ropa. Las empresas saben que están bajo la lupa y adoptan un perfil más que bajo. Admiten que en puntos concretos (procedimientos de seguridad, contratos, concesiones) va a haber cambios. Y que tendrán que asumirlos. Pero la actitud es de esperar y ver. Solo desde una de las hermanas de BP, Exxon, surgieron tímidas declaraciones para tratar de minimizar daños. "Advertimos de que se debe evitar llegar a conclusiones apresuradas e implantar reglamentos sin una comprensión cabal de lo sucedido", aseguró Andrew Singer, subdirector general de la compañía en declaraciones recogidas por la agencia Bloomberg. "La industria", recordó Singer, "ha perforado miles de pozos en todo tipo de ambientes operacionales, sea en aguas profundas o en tierra firme, por todo el mundo, sin percances".

Pero accidentes como los de Deepwater Horizon, Ixtok 1, Exxon Valdez, Prestige o la plataforma Piper Alpha (explosión en 1988 en el mar del Norte, 167 muertos) no son excepcionales. Puede ser verdad que la historia no se repite, pero como sostenía Twain, rima. La prospección petrolera es una actividad muy rentable, pero arriesgada. Y los incidentes pueden tener consecuencias muy graves, con un alto coste en vidas y en medio ambiente.

Por supuesto, el paso del tiempo suaviza las tragedias. Luis Atienza, presidente de Red Eléctrica (REE), cree que el vertido no tendrá efectos dramáticos en una industria necesaria para un mundo que demanda energía de forma creciente. "Lo que sí puede suponer", asegura, "es un acicate en la reflexión sobre el futuro energético del planeta y los recursos a emplear". Atienza defiende la idea de que las fuentes energéticas del siglo XX deben financiar el desarrollo de las energías del siglo XXI. Desde esa óptica, el vertido de BP puede ser, cree Atienza, el comienzo de algo nuevo.

Tampoco la Agencia Internacional de la Energía (AIE) cree que puede haber cambios drásticos en el sector. El organismo estima que, incluso si se aplicara un retraso de entre uno y dos años en la realización de nuevos proyectos de explotación en aguas profundas, solo tendría como consecuencia una reducción de entre 100.000 y 300.000 barriles diarios en la producción estadounidense del golfo de México hasta 2015 con relación a las anteriores previsiones.

Desde el área de las energías renovables, el desastre de BP viene a ser la confirmación de que quienes apuestan por las energías limpias han elegido la senda correcta. El desastre en el golfo de México, sostiene el ex director del Instituto de Diversificación y Ahorro Energético, Javier García Breva (directivo ahora de APPA Solar), "confirma que la oferta de crudo no va a ser suficiente para atender el crecimiento de la demanda". Consecuencia: "Ante el descenso de las reservas tradicionales, las nuevas prospecciones han de hacerse en las aguas más profundas de los océanos con un significativo aumento de los costes y riesgos de seguridad". Por ello, García Breva adelanta un pronóstico sombrío, al menos para el consumidor: "El precio del crudo subirá y más aún la gasolina".
En general, desde el área de renovables y desde las organizaciones ecologistas se considera que el gran vertido es una premonición sobre la insostenibilidad económica y ambiental de los combustibles fósiles. "El declive de los combustibles fósiles ha llegado", asegura García Breva, "y lo inteligente sería avanzar en una economía menos dependiente de los hidrocarburos". "Lo contrarioes jugar a la ley de Murphy, que es lo que ha hecho BP en connivencia con los reguladores de EE UU", concluye.
Suceda lo que suceda en las próximas semanas, encuentre o no encuentre Obama a quien patear el culo, la industria petrolera en su conjunto se prepara para pagar por el desastre. En el caso de BP, la factura puede afectar a su supervivencia. Analistas de Credit Suisse estimaron en 19.107 millones de euros (23.000 millones de dólares) la factura que puede tener que pagar. Pero la cifra puede crecer. Todo depende de cuánto dure el vertido, de la extensión de la marea negra y de la habilidad de los abogados de BP para esquivar el fuego graneado que van a recibir. Para abrir boca, accionistas de la petrolera han anunciado que van a demandar a la compañía por haberles inducido a error sobre las medidas de seguridad de las que disponían en sus operaciones.

Fernando Maravall, director de Exploración, Producción y Gas de la petrolera Cepsa, tiene claro cuál será una de las consecuencias del derrame: "Va a aumentar el capex [Capital Expenditure, gasto de capital] por barril producido". ¿Será la única consecuencia? No. En opinión de Maravall, habrá "otros efectos en cadena".

En general, los que conocen la industria coinciden en lo que va a suceder: habrá que gastar más en seguridad, los permisos para perforar en aguas profundas serán más difíciles de conseguir y muchas compañías -las de tamaño mediano y peque-ño- van a tener que abandonar la actividad off shore (lejos de las costas) para volver a la actividad en tierra. De pronto, los lodos pesados del Orinoco (Venezuela) y las arenas bituminosas de Canadá vuelven a ser recursos preciados. Manchan más, dejan menos márgenes de beneficio y son más difíciles de tratar, pero de ellos se extrae algo vendible a un sistema ávido de carburantes.
"Aumentará la competencia", dice un directivo de una compañía del sector que prefiere mantener el anonimato. Paradójicamente, las más beneficiadas pueden ser las grandes compañías. Tienen los medios técnicos y la experiencia suficiente para operar en el negocio del off shore profundo.
En el futuro, sacar petróleo allí donde nunca se imaginó, a kilómetros bajo el agua, será menos rentable. "La caída de la rentabilidad puede ser de hasta seis puntos", asegura un directivo del sector, "desde el 13% o 14% actual al 8%". Los materiales de seguridad (de tuberías a válvulas) serán más caros, la frecuencia de las supervisiones, mayor y, en general, tenderán a igualarse las condiciones de trabajo en todo el mundo. Del mar del Norte -donde las condiciones de seguridad son más estrictas- al golfo de México, las normas tenderán a igualarse.

"Frases como bomba ecológica referida al Prestige o Chernóbil petrolero referido al accidente de BP quedan bien para dar titulares", señala un alto cargo de una compañía petrolera española desde EE UU, "pero no siempre se ajustan a la realidad". "Tras la exploración en aguas profundas hay medio siglo de mejora continua de los procedimientos. Y, si bien es cierto que va a haber cambios en los sistemas de seguridad, no creo que los haya en la forma de abordar los proyectos". Tras la opinión del directivo hay un hecho: la reposición de reservas solo es posible perforando en los océanos. Porque la era de los yacimientos de hidrocarburos gigantescos, cercanos a la superficie y con crudos dulces (así se denominan los que tienen poco contenido en azufre) se ha acabado.

Las nuevas reservas están en aguas alejadas de la costa de siete zonas principalmente: el golfo de México, Brasil, el golfo de Guinea, el mar del Norte, el Mediterráneo, el mar de China y Australia. Ahí está el negocio y ahí se está canalizando una ingente cantidad de capital. La consultora Douglas-Westwood calculó (antes de la explosión de hallazgos en aguas de Brasil) que la inversión en aguas profundas superará los 20.700 millones de euros anuales en 2012. Mucho dinero. Mucha presión.


Lecciones del vertido de BP

KENNETH ROCOFF - EL PAÍS - 13/06/2010


Mientras el pozo de petróleo dañado sigue soltando a borbotones millones de galones de crudo desde las profundidades del golfo de México, el problema inmediato es cómo mitigar una catástrofe medioambiental que aumenta por momentos. Sólo podemos abrigar la esperanza de que se contenga el vertido pronto y no se materialicen las hipótesis peores.Sin embargo, el desastre plantea una amenaza aún más profunda a la forma como las sociedades modernas regulan las tecnologías complejas. La acelerada velocidad de la innovación parece estar superando la capacidad de los reguladores estatales para afrontar los riesgos, y más aún para prevenirlos.


Los paralelismos entre el vertido de petróleo y la reciente crisis financiera son demasiado dolorosos: la promesa de innovación, la complejidad insondable y la falta de transparencia (los científicos calculan que sólo conocemos una pequeña fracción de lo que ocurre en las profundidades del océano). Grupos de presión adinerados y políticamente poderosos ejercen presiones enormes sobre las estructuras de gobierno más sólidas. Constituye un enorme apuro para el presidente de EE UU, Barack Obama, que propusiera -presionado por la oposición republicana, cierto es- aumentar en gran medida las perforaciones en busca de petróleo en el mar justo antes de que se produjera la catástrofe de BP.

La historia de la tecnología del petróleo, como la de los instrumentos financieros exóticos, era muy convincente y seductora. Los ejecutivos de las empresas petroleras se jactaron de que podían perforar hasta una profundidad de dos kilómetros y después un kilómetro en sentido horizontal y acertar en el blanco con un margen de error de unos metros. De repente, en lugar de un mundo en el que se hubiera llegado a la tasa máxima de extracción de petróleo y con recursos cada vez más escasos, la tecnología ofrecía la promesa de aumentar el abastecimiento para otra generación. Los funcionarios occidentales se dejaron influir también por la preocupación por la estabilidad del abastecimiento en Oriente Próximo, que representa una gran proporción de las reservas mundiales. Algunos países en desarrollo -y muy en particular Brasil- han descubierto posibles yacimientos enormes frente a sus costas.

Ahora todo está en el aire. En EE UU, las perforaciones marinas parece que seguirán el mismo camino que la energía nuclear, pues se dejarán durante decenios los nuevos proyectos en un cajón y, como ocurre con frecuencia, una crisis en un país puede llegar a ser mundial si muchos otros países reducen drásticamente los proyectos de perforaciones marinas ilimitadas. ¿Pondrá de verdad en peligro Brasil su espectacular costa por el petróleo, ahora que lo sucedido ha recordado a todo el mundo lo que puede ocurrir? ¿Y Nigeria, donde otros riesgos resultan intensificados por las luchas intestinas?

Los expertos en petróleo sostienen que las perforaciones marinas nunca tuvieron posibilidades de representar más que una pequeña proporción del abastecimiento mundial, pero ahora va a haber más preocupación por las perforaciones profundas en cualquier medio delicado, y el problema no se limita al petróleo. El problema básico de la combinación de complejidad, tecnología y regulación se da también en muchos otros sectores de la vida moderna. La nanotecnología y la innovación en materia de creación de organismos artificiales ofrecen una posible bendición para la humanidad, al prometer la creación de nuevos materiales, medicinas y técnicas de tratamiento. Aun así, con todas esas tecnologías apasionantes, resulta extraordinariamente difícil lograr un equilibrio entre el riesgo muy pequeño de un desastre muy grande y el apoyo a la innovación.

Las crisis financieras son casi consoladoras en comparación. Las burbujas especulativas y las crisis bancarias han sido una característica periódica del paisaje económico durante siglos. Pese a ser espantosas, las sociedades les sobreviven.

Cierto es que quienes pensaban "esta vez es diferente" antes de la reciente gran recesión, resultaron estar equivocados, pero, aun cuando no estemos mejorando en nada a la hora de afrontar las crisis financieras, tampoco ha empeorado necesariamente la situación.

Tal vez los dirigentes de los Estados que componen el G-20 no hayan hecho un trabajo tan brillante como afirman al tapar el agujero existente en el sistema financiero. Los pavorosos problemas de la deuda soberana en la Europa continental y los que están fraguándose en EE UU, Japón y otros países lo demuestran más que de sobra, pero, comparados con los esfuerzos de British Petroleum para tapar su agujero de petróleo en las profundidades marinas, los dirigentes del G-20 parecen omnipotentes.

Si alguna vez ha habido una llamada para despertar a la sociedad occidental a fin de que se replantee su dependencia de una innovación tecnológica cada vez más acelerada para aumentar sin cesar el consumo de combustibles, no cabe duda de que lo ha sido el vertido de BP. Incluso China, con su estrategia de "aprovechemos el auge ahora y ya abordaremos más adelante la cuestión del medio ambiente", debe observar detenidamente el golfo de México.

La economía nos enseña que, cuando hay una enorme incertidumbre en materia de riesgos catastróficos, es peligroso confiar demasiado en el mecanismo de los precios para acertar con los incentivos.

Lamentablemente, los economistas saben mucho menos sobre cómo adaptar la regulación a lo largo del tiempo a los sistemas complejos con riesgos en constante transformación y mucho menos aún cómo concebir instituciones reguladoras sólidas. Hasta que se entiendan mejor esos problemas, podemos estar condenados a convivir con un mundo de la regulación con objetivos constantemente desproporcionados, ya sea por exceso o por defecto.

El sector financiero ya está avisando de que la nueva regulación puede ser desproporcionada, es decir, tener el efecto no deseado de dificultar profundamente el crecimiento. Ahora bien, pronto podríamos afrontar las mismas preocupaciones en materia de política energética, y no sólo en relación con el petróleo.
Dadas las dimensiones de lo que está en juego financieramente, lograr un consenso mundial será difícil, como lo demostró el fracaso de la conferencia de Copenhague sobre el cambio climático. Los países avanzados, que son los que mejor pueden permitirse una limitación del crecimiento a largo plazo, deben dar ejemplo. El equilibrio entre la tecnología, la complejidad y la regulación es, sin lugar a dudas, uno de los mayores imperativos que el mundo debe adoptar en el siglo XXI. No podemos permitirnos el lujo de seguir equivocándonos.

Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, es profesor de Economía y Política Pública en la Universidad de Harvard. © Project Syndicate, 2010. Traducción de Carlos Manzano.

lunes, 14 de junio de 2010

La crisis y sus soluciones: Jugando con fuego


ANTÓN COSTAS EL PAÍS 13/06/2010


Ponen en riesgo el euro y la UE quienes no valoran las consecuencias de la recesión y el paro prolongado




El panorama económico europeo se ha oscurecido considerablemente en las últimas semanas. El riesgo de recesión prolongada y alto desempleo cotiza al alza. Las consecuencias para la sostenibilidad del euro y del propio proyecto político europeo no son despreciables. Sin embargo, las autoridades políticas y monetarias europeas parecen no ser conscientes de este riesgo.



El plan de austeridad de la canciller Angela Merkel es una mala noticia para la economía europea y para la propia Alemania. No tanto por su contenido como por la filosofía económica que le sustenta: la idea de que la austeridad es en sí misma una buena política en cualquier circunstancia y lugar. La austeridad alemana funcionó antes de la crisis porque con el ahorro alemán los demás europeos consumíamos productos que comprábamos a Alemania. Pero ahora que los demás tenemos que ser austeros y exportar, la política de Merkel puede hacer que la economía europea acabe como el rosario de la aurora.


Es aún más preocupante si cabe la situación que están viviendo los mercados financieros. La sensación de estar a las puertas de un colapso agudo de los mercados monetarios europeos donde la banca se refinancia sus posiciones de corto plazo se hace cada vez más intensa. El escenario se parece cada vez más al de los días posteriores a la caída de Lehman Brothers. O el Banco Central Europeo (BCE) cambia su actitud e interviene de forma radical para hacer retornar el dinero a esos mercados o el "crash bancario" y el "credit crunch" (sequía de crédito) dejarán de ser un fantasma para convertirse en realidad que golpeará especialmente al crédito minorista.


De no cambiar, todo presagia que nos dirigimos hacia una recesión o estancamiento prolongado acompañado de alto desempleo. En estas situaciones la reducción del paro es lenta. Hay que recordar que en medio de la Gran Depresión, entre 1930 y 1938, la tasa de desempleo medio se mantuvo en Francia en el 10,2% y en Alemania en el 21,2%. Las consecuencias políticas son conocidas.


Aquellos que ahora no valoran las consecuencias sociales y políticas de una recesión y de un paro prolongado están jugando con fuego. Es decir, están jugando con el euro y con la propia unión política europea.


¿Por qué nuestras autoridades no toman en consideración ese riesgo? Probablemente por tres razones.
Primera, no valoran el efecto de la austeridad sobre la incertidumbre de la gente ante el futuro. El miedo al futuro lleva a la anorexia de consumo y a la avaricia de ahorro. Pero, si como dijo Adam Smith, "el consumo es el único fin y propósito de toda producción", donde no hay consumo no hay producción; y donde no hay producción no hay empleo.


Segunda, confunden esta recesión con otras previas. Las crisis de los años setenta, ochenta y noventa las provocó un exceso de demanda de consumo que incrementó la inflación y desequilibró la economía. Los remedios fueron la restricción de crédito y el aumento de impuestos para reducir el gasto privado, así como el recorte de gasto público. Pero esta es una crisis originada por el pinchazo de una enorme burbuja especulativa, que al explotar ha producido por sí misma la caída de precios de los activos, desplome del consumo, recesión y paro. Como la enfermedad es diferente, la medicina no puede ser la misma.


Tercera, no toman en consideración la situación de "deflación de deuda" que acompaña a esta crisis y que, por sí sola, acentúa las tendencias recesivas. Imagine que usted compró un piso por 300.000 euros y que lo financió con un crédito por el mismo importe. Aunque está endeudado, su balance está equilibrado. Imagine (no hace falta demasiado esfuerzo) que surge de repente una fuerte crisis y los precios de esos activos se desploman un 30%. Ahora el valor de su piso es de 210.000 euros, pero la deuda se ha quedado colgada en 300.000 euros. Técnicamente está quebrado. Alguna inquietud le producirá, y seguramente usted ante la incertidumbre disminuirá su consumo para hacer frente a contingencias imprevistas. La cosa se puede complicar cuando la caída de precios (deflación) aumenta el valor real de la deuda, dado que ahora tendrá que hacer un mayor esfuerzo para pagarla.


Los bancos europeos, y en particular los de aquellos países donde la burbuja inmobiliaria fue mayor, están viviendo con especial intensidad las consecuencias de la deflación de deuda. Los descapitaliza, y esto les lleva a embalsar la liquidez que les suministra el BCE y restringir el crédito, especialmente el minorista.
A una situación de este tipo, Irving Fisher, prestigioso economista norteamericano de los años treinta, la llamó "deflación de deuda", y la consideró como una de las causas básicas, sino la principal, de la intensidad de la recesión y el paro durante la Gran Depresión de los años treinta.


¿Por qué las autoridades europeas están cometiendo estos errores? Algunos pensaran que por intereses. Otros, que es el miedo a asumir riesgos y ser acusados de intervencionistas. Pero hay otra explicación: el poder de las ideas, de las malas ideas. A ellas se refirió John Maynard Keynes al señalar que "las ideas de los economistas y los políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto".


El mundo ha cambiado con la crisis financiera de 2008, pero las ideas sobre las políticas han quedado ancladas en el mundo que se fue. Espero, sin embargo, que la fuerza de los hechos haga cambiar las cosas antes de que el fuego sea irreparable.

Antón Costas Comesaña es catedrático de Política Económica de la UB.

lunes, 7 de junio de 2010

Crítica a la élite de Davos: "todo para ellos y nada para los demás"

SUSAN GEORGE EL PAÍS 06/06/2010

En mi trabajo, observo que una de las cosas más difíciles de hacer entender al público -el mío suele componerse de personas generosas e inquietas- es que andan por ahí una serie de individuos resueltos, poderosos y educados pero de veras peligrosos; que comparten intereses de clase, sacan un extraordinario provecho del statu quo, se conocen unos a otros, se mantienen unidos -y quieren que básicamente no cambie nada.
 
 
Como dijo Adam Smith, "todo para nosotros, nada para los demás" ha sido la máxima de los amos de la humanidad

De todos modos, me gustaría dejar claro que no estoy poniendo en entredicho la ética individual de nadie -seguro que hay un montón de banqueros bondadosos, empresarios magnánimos y ejecutivos socialmente responsables-; sólo estoy diciendo que, como clase que son, hay que contar con que se comportarán de determinada forma aunque sólo sea porque están al servicio de un sistema muy concreto. Un hombre de gran perspicacia lo expresó mejor de lo que yo pueda hacerlo. En su principal obra escribió:
"Todo para nosotros y nada para los demás parece haber sido la ruin máxima de los amos de la humanidad en las diversas épocas de la historia".

Se trataba de Adam Smith en La riqueza de las naciones, escrito en 1776 y considerado universalmente el primer estudio exhaustivo sobre la naturaleza y la práctica del capitalismo. Esta obra maestra también ha sido utilizada para justificar toda suerte de perjuicios y diversos usos y costumbres que Smith condenaba, especialmente en su otra obra famosa, La teoría de los sentimientos morales. Tras anunciar la "ruin máxima de los amos de la humanidad", pasa a explicar cómo los grandes propietarios de su época preferían tener un par de hebillas de zapatos con diamantes o "algo igual de frívolo e inútil" a proporcionar el "mantenimiento o, lo que es lo mismo, el precio del mantenimiento de mil hombres al año". Plus ça change...

Los amos de la humanidad siguen con nosotros y, para los fines que aquí me propongo, los llamaré la clase de Davos porque, como las personas que se reúnen cada enero en la estación de invierno de Suiza, son nómadas, poderosos e intercambiables. Algunos tienen poder económico y casi siempre una considerable fortuna personal. Otros poseen poder administrativo y político, ejercido sobre todo en nombre de los primeros, que les recompensan debidamente. Sin duda existen contradicciones entre sus miembros -los ejecutivos de una empresa industrial no siempre tienen exactamente los mismos intereses que sus banqueros-, pero en general, cuando se trata de decisiones sociales, están de acuerdo.

(...) La clase de Davos es siempre sumamente pequeña en comparación con la sociedad, y sus miembros lógicamente tienen dinero, unas veces heredado, otras ganado con su esfuerzo, pero lo más importante es que cuentan con sus propias instituciones sociales -clubes, las mejores escuelas para sus hijos, barrios, consejos de administración, obras benéficas, destinos de vacaciones, organizaciones de admisión reservada, acontecimientos sociales exclusivos y de moda, etcétera-, las cuales ayudan a reforzar la cohesión social y el poder colectivo. Dirigen nuestras principales instituciones, incluidos los medios de comunicación, saben exactamente lo que quieren y están mucho más unidos y mejor organizados que nosotros. Sin embargo, esta clase dominante presenta también puntos débiles, uno de los cuales es que tiene una ideología, pero prácticamente carece de ideas y de imaginación.

En este libro expongo el hecho de que ellos dirigen la cárcel en la que estamos. Aún quieren "todo para ellos y nada para los demás", pero desde la época de Adam Smith "los demás", mediante su propia lucha, han aprendido a leer, escribir y pensar de forma crítica; están mejor informados, poco a poco han ido consiguiendo un cierto grado de poder para sí mismos, con lo cual tienen mucha más experiencia política que la gente del siglo XVIII. Por tanto, hay que mantenerlos bajo una supervisión más inteligente y estratégica.

La clase de Davos, pese a los agradables modales y la bien entallada ropa de sus miembros, es depredadora. No cabe esperar que actúen de manera lógica, pues no están pensando en intereses a largo plazo, por lo general ni siquiera los suyos, sino en comer ahora mismo. También están muy versados en gestión carcelaria y encargan a los vigilantes mejor preparados y más listos el control de nuestros movimientos.

(...) El hombre de Davos (y también desde luego la mujer) presenta características específicas en cada país, pero actualmente es también una especie internacional cuyas ideas, si se les puede llamar así, son prácticamente las mismas en todas partes. Dado que sigue forzosamente las reglas capitalistas, mantiene laeconomía en un estado crónico de sobreproducción y no necesita la mayor parte de la mano de obra del mundo. La democracia se interpone en su camino, y si le hace falta arrastrarnos a las miserias del siglo XIX y tiene la libertad para hacerlo, pues eso hará. Si en el proceso destruye la sociedad y el planeta, lástima. Habrá más suerte la próxima vez, quizá en un planeta distinto -aunque él ya no andará por ahí como individuo-. Confíen en la palabra de Adam Smith si no confían en la mía: esta clase busca de veras "todo para sí misma y nada para los demás".

Igual que el cambio ideológico y el ascenso del hombre de Davos, la fase actual del capitalismo global data aproximadamente de principios a mediados de la década de 1970, y en general recibe el nombre de "neoliberalismo"

  • se basa en la libertad para la innovación financiera con independencia de adónde pueda conducir
  • así como en la privatización y la desregulación
  • el crecimiento ilimitado
  • el mercado libre 
  • y supuestamente autorregulado 
  • y el libre comercio. 

Esto dio origen a la economía de casino, que ha fracasado y está totalmente desprestigiada, al menos en la cabeza de la gente.

La mayoría de las personas no piden más pruebas; ven a la perfección que el sistema no funciona para ellas, ni para sus familias, sus amigos o su país. Muchos reconocen también que es perjudicial para la inmensa mayoría de los habitantes de la tierra y para el propio planeta. El andamiaje ideológico y político que lo sostenía se ha venido abajo junto con la estructura financiera, lo que ha aplastado a millones de vidas obligando al establishment global a adoptar medidas sin precedentes que han supuesto un coste enorme para los ciudadanos, sin garantías de que esos planes ideados a toda prisa vayan a ser suficientes.

Ya es hora de actualizar la frase de Lenin -"los capitalistas nos venderán la soga con la que los colgaremos". Hoy es aún peor: los capitalistas se venden unos a otros la soga con la que se ahorcan y nos arrastran a los demás con ellos. Así es como provocaron la catástrofe actual, vendiéndose unos a otros sogas a las que ponían nombres extravagantes o acrónimos que al final resultaron ser productos financieros sumamente peligrosos. Los gobiernos se apresuraron a evitarles un final ignominioso antes de que llegaran a expirar. Pero que no cunda el pánico: quizás hayan metido la pata en su primer intento de suicidio, pero probarán de nuevo.

Sus crisis, nuestras soluciones, de Susan George. Editado por Intermón Oxfam e Icaria Editorial.