"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

martes, 28 de octubre de 2008

Sin hijos por elección (reportaje)


Texto de Beatriz San Román

¿Por qué tener hijos? Cada vez son más los que deciden no reproducirse y, un poco hartos de que los miren como a extraterrestres, defienden que no es una opción egoísta, sino racional y respetable.

“Cuando la gente se entera de que no tengo coche, me mira como a un bicho raro; cuando me preguntan si tengo hijos y contesto que no, ¡me miran como a un marciano!” Quien así habla es Eduardo, un abogado madrileño de 39 años. Desde hace 11, mantiene una relación de pareja con Carla, y hace ya ocho que contrajeron matrimonio. Ambos tienen claro que los hijos no entran en su proyecto de vida. Como ellos, son cada vez más los españoles que rechazan la idea de ser padres.


Nos encontramos ante las primeras generaciones que se atreven a poner en la balanza los pros y los contras de la paternidad. Sus bisabuelos y sus abuelos crecían teniendo muy claro que de ellos se esperaba que tuvieran una vida similar a la de sus padres, en la que tener y sacar adelante a los hijos sería una faceta fundamental. El primer hijo se tenía poco después de alcanzar la madurez y contraer matrimonio, y después venía otro, y otro… Hoy, los hombres y las mujeres que eligen vivir sin descendencia son una tendencia al alza en los países industrializados. En el mundo anglosajón, hace ya años que se vienen organizando para compartir vivencias y reivindicar espacios sólo para adultos: restaurantes, paquetes turísticos ¡y hasta urbanizaciones donde los pequeños tienen vetada su entrada! Se denominan childfree (libres de hijos) por oposición a childless (sin hijos), término con el que según ellos debería identificarse sólo a aquellas personas que, aun deseándolos, no los tienen. Sólo en Estados Unidos, se estima que en el 2010 habrá 31 millones de parejas sin niños.

En España, el porcentaje de personas de 29 años solteras ha pasado en sólo dos décadas de un 20 a un 56%. Hace treinta años, el 80% de las mujeres entre los 25 y los 29 años tenía al menos un hijo a su cargo; hoy son minoría las que en esta franja de edad ya han iniciado el camino de la maternidad. De media, la mujer española da a luz a su primer hijo rozando la treintena, a una edad en que sus abuelas ya vivían rodeadas de una prole más o menos numerosa.
Del materialismo imperante en los ochenta y los noventa hemos pasado a una sociedad que los estudiosos llaman posmaterialista, en la que la participación y la libertad de poder elegir son valores al alza. Las nuevas generaciones exigen (y ejercen) un mayor control sobre su destino. Eligen su pareja o su orientación profesional con mayor libertad; también el número de hijos y el momento de tenerlos. Retrasan la edad de contraer matrimonio, y, tras él, son muchas las parejas que posponen el momento hasta haber alcanzado cierta estabilidad económica o, simplemente, se dan unos años para disfrutar de actividades y experiencias que los hijos harán inviables en el futuro. Y algunos deciden simplemente que invertir un número importante de años en la educación de sus retoños es algo que no va con ellos.

A contracorriente

“No es que no me gusten los niños. Adoro a mis sobrinos, y me encanta llevármelos de fin de semana o pasar una tarde con ellos. Pero también me gusta devolvérselos a sus padres y saber que puedo seguir con mi vida”, explica Asunción, que trabaja en las urgencias de un gran centro hospitalario. “Me gusta mi vida, tengo un trabajo que me apasiona y que me absorbe jornadas larguísimas. En mi tiempo libre, me gusta viajar, leer y practicar el alpinismo. Me parece bien que haya quien piense que una vida con pañales, colacaos y tareas escolares es más interesante. Cada cual debe elegir vivir la suya como mejor le parezca.”


En su forma de hablar asoma algo muy parecido a la provocación que ella aclara que es en realidad hastío. Un hastío compartido por muchos hombres y mujeres que no están dispuestos a asumir la procreación como una necesidad ni como una obligación, sino como una opción que debería ser, al menos, tan respetada como la de tener hijos. Se sienten a contracorriente en una sociedad que, a su juicio, idealiza la maternidad y mira con suspicacia a quienes la ponen en cuestión.


Acostumbrados a tener que explicarse una y otra vez ante un entorno que considera que se equivocan, sus argumentos están concienzudamente hilvanados. Esgrimen en primer lugar la libertad personal de emplear el tiempo y las capacidades propios como cada cual lo estime conveniente, siempre y cuando no perjudique a terceros. No viven la falta de hijos como una renuncia, sino como la oportunidad de dedicar su tiempo y su energía a otras facetas sin el peso de la responsabilidad de su crianza. Ya lo decía Virginia Woolf, el mundo sería mucho más pobre si los grandes escritores hubieran cambiado sus libros por niños de carne y hueso. Autores como Platón, Émile Zola, Sartre, Descartes y Kant, o artistas como Francis Bacon o Beethoven nos han dejado un valioso legado sin necesidad de perpetuar sus genes (o tal vez en parte gracias a ello).
Junto al libre albedrío, los argumentos éticos y ecológicos son otro de los pilares del discurso de numerosos childfree. José Luis, que el año pasado se practicó una vasectomía, explica así lo definitivo de su postura: “No es que sobren personas en la Tierra, ¡lo que sobran son ricos! Cada españolito que nace tendrá un impacto medioambiental enorme y consumirá una cantidad indecente de recursos. Para mí, las familias numerosas son una demostración del egoísmo ciego de una sociedad egocéntrica lanzada a un consumo desaforado; mientras, la mitad de la humanidad no puede cubrir sus necesidades mínimas. ¿Cómo se atreven a decirme que soy un egoísta por no querer aumentar el desequilibrio?”, añade.


A pesar de sus argumentaciones –o tal vez precisamente porque estas cuestionan algunas de las asunciones sobre las que el grueso de la población construye sus esquemas–, quienes se cierran en banda a la posibilidad de reproducirse suelen ser vistos como seres inmaduros y egoístas. “Es difícil de entender”, afirma Javier, el marido de Asunción. “Traer una criatura a este mundo implica una responsabilidad enorme, pero nadie te pide explicaciones. Si soy un mal padre o no tengo el tiempo necesario para dedicarlo a mis niños, puedo hacer mucho daño; no tenerlos es una opción que no atañe a terceros. A veces pienso que el mundo sería mejor si la gente pensara más en por qué tienen niños en lugar de por qué algunos no los tenemos.”


¿Por qué tener hijos? Cada vez son más los que deciden no reproducirse y, un poco hartos de que los miren como a extraterrestres, defienden que no es una opción egoísta, sino racional y respetable.
Algunos dicen que si procrear no es ya una necesidad, ¿por qué asumir sin cuestionarlo que tener hijos es lo natural?

¿Por qué tenemos hijos?


¿Por qué tenemos hijos? La cuestión que Javier coloca sobre el tapete no es tan fácil de responder como pudiera parecer. ¿Porque es lo natural, lo propio del ser humano? “Llevamos inscrito en los genes el instinto de reproducción, pero hemos evolucionado lo suficiente como para poder cuestionar nuestros instintos con la razón ¿no?”, argumenta el profesor de secundaria.
Desde un punto de vista meramente adaptativo, parece claro que procrear ha dejado de ser una necesidad. Durante gran parte de la historia del Homo sapiens, tener hijos aseguraba la supervivencia de la especie y del individuo. Pero ya hace mucho tiempo que la perpetuación de la especie humana no depende de que el máximo número de individuos fértiles se reproduzcan. La tensión entre una población mundial que aumenta en 80 millones al año y unos recursos cada vez más escasos alimenta la tesis contraria. Por otra parte, los hijos eran necesarios en el pasado para garantizar la seguridad individual, ya que la familia era el refugio de la vejez y una red de protección frente a la adversidad. La seguridad social, los seguros y los planes de pensiones cubren hoy estos aspectos.

¿Tenemos hijos porque necesitamos dejar nuestra impronta sobre el planeta? ¿Porque fuimos educados para ello? ¿Porque seguimos asumiendo sin cuestionarlo que es lo natural? ¿Simplemente porque es lo que queremos hacer? Para la escritora Corine Maier (que se dio a conocer internacionalmente con el polémico Buenos días, pereza), existe una conspiración de los gobiernos y de las empresas capitalistas a favor de la maternidad que anula y esclaviza al personal, en especial a las mujeres. Su libro No kids: 40 razones para no tener hijos ha sido número uno en ventas en Francia, uno de los países europeos con mayores tasas de natalidad. Con un tono provocador, al más puro estilo Risto Mejide, se marca el objetivo de “desmoralizar a los padres y madres en potencia”. Madre de dos hijos, Maier escribe: “Si no hubiera tenido hijos, estaría dando la vuelta al mundo con el dinero que he hecho con mis libros. En lugar de eso, tengo que quedarme en casa, servir las comidas, levantarme a las siete todos los días, repasar estúpidas lecciones y poner la lavadora. Todo eso, por dos hijos que me tratan como a la sirvienta. Algunos días me arrepiento de haberlos tenido. Y me atrevo a decirlo”.

No cabe duda de que convertirse en padres obliga a reajustar las rutinas y las prioridades. Decía el escritor Michael Levine que tener un piano no lo hace a uno pianista, del mismo modo que tener un hijo no lo convierte en padre. Ser padre requiere al menos tanto tiempo y dedicación como llegar a dominar el arte del piano, pero también es cierto que produce algunas de las satisfacciones mayores a las que puede aspirar el ser humano. Acompañar a un hijo en el apasionante proceso por el que pasa de ser un ser indefenso incapaz de valerse por sí mismo a un adulto autónomo es una experiencia transformadora, que nos permite redescubrirnos a nosotros mismos y redescubrir la vida y sus esencias. El amor padre-hijo es posiblemente la forma más limpia de amar, ya que es la única que está siempre dispuesta a darlo todo sin necesidad de reciprocidad.

De cuantas decisiones marcan nuestra vida, la de tener hijos es seguramente la más determinante. Podemos cambiar nuestra orientación profesional o nuestra pareja, pero no es posible devolver al útero materno un niño de tres años, un adolescente iracundo o un adulto que no nos entiende. La aventura de ser padres es grandiosa y de por vida y, al mismo tiempo, encierra una enorme responsabilidad. Vivimos tiempos en que podemos (y debemos) plantearnos si deseamos o no asumirla.

Para muchos, ver a sus hijos crecer y desenvolverse en la vida es una de las claves que dan sentido a su paso por el mundo; en cambio, otros sienten que su proyecto de vida es pleno y completo dedicándola a otros proyectos que los hacen sentirse realizados. Si asumimos que tener hijos no es ni una obligación ni una necesidad, podremos considerar tan válida una opción como la otra.




Abogados de la extinción


Gran parte de los males que aquejan al planeta y amenazan la supervivencia de muchas especies son producto de la mano del hombre. ¿Sería la Tierra un mundo mejor si desaparecieran los humanos? Para el Movimiento en Pro de la Extinción Humana Voluntaria, la respuesta es claramente afirmativa: la única solución posible es que los humanos dejemos de reproducirnos.
Puede sonar a chiste, pero no lo es. El VHEMT (Voluntary Extinction Movement, pronunciado vehement, por lo que sus miembros se autodenominan vehementes) cuenta con miles de voluntarios en todo el mundo. Su página web, traducida a 16 idiomas entre los que se encuentran el castellano y el catalán, propugna la no procreación como solución a los problemas del ecosistema. Acabar con la polución, el calentamiento global y el cambio climático está en nuestras manos, pero no basta con reciclar el plástico y el vidrio y utilizar gasolina sin plomo. Sólo la desaparición de nuestra especie podrá solucionar los problemas del ecosistema que nosotros mismos hemos creado.

Les U. Knight, fundador del VHEMT, pone especial atención en aclarar que se trata de un movimiento pacífico que no defiende la eliminación de los seres humanos que ya existen. Se trata de un movimiento informal que propugna el diálogo y el debate. A su juicio, traer una criatura al mundo es una forma de negación que equivale a alquilar habitaciones en un edificio ardiendo. “Y nada menos que a nuestros propios hijos” añade. Sabe que es improbable que el movimiento logre imponerse, pero aun así defiende que el Homo sapiens es un cáncer que está destruyendo el ecosistema y que deberíamos dejar de reproducirnos para que la vida pueda seguir su curso en la Tierra.

lunes, 27 de octubre de 2008

Elecciones EE.UU. 2008


Guía animada sobre los huracanes

BBC Mundo le presenta una guía animada explicando cómo se producen los huracanes.



Y en: http://www.imn.ac.cr/educacion/huracanes/huracan03.html


¿CÓMO SE FORMA UN CICLÓN TROPICAL?

Los ciclones tropicales se forman sobre las cálidas aguas del trópico, a partir de disturbios atmosféricos preexistentes tales como sistemas de baja presión y ondas tropicales. Las ondas tropicales se forman cada tres o cuatro días sobre las aguas del océano atlántico, cerca de la línea ecuatorial. Los ciclones tropicales también pueden formarse de frentes fríos y, ocasionalmente, de un centro de baja presión en los niveles altos de la atmósfera.

El proceso por medio del cual una tormenta tropical se forma y, subsecuentemente, se intensifica al grado de huracán depende de, al menos, tres de las condiciones siguientes (ver fig. 4):

1. Un disturbio atmosférico preexistente (onda tropical) con tormentas embebidas en el mismo.

2. Temperaturas oceánicas cálidas, al menos 26 °C, desde la superficie del mar hasta 15 metros por debajo de ésta.

3. Vientos débiles en los niveles altos de la atmósfera que no cambien considerablemente en dirección y velocidad en un cierto espesor atmosférico.

Fig. 4 La energía que el ciclón tropical transforma en energía cinética de rotación y en procesos termodinámicos proviene del contacto entre el ciclón tropical y las aguas cálidas del mar y, por ende, del intercambio de energía entre las aguas del mar y el sistema ciclónico. Los vientos en los niveles bajos de la atmósfera, muy cerca de la superficie marina, circulan hacia el área de baja presión, es decir, confluyen hacia un lugar determinado. Las aguas cálidas le suministran al entorno del disturbio atmosférico la humedad y el calor necesarios para que se desencadenen los procesos de formación de nubes y, generalmente, de lluvia y actividad eléctrica. Se forman las bandas de lluvia y los topes de las nubes que se han formado se elevan muy alto en la atmósfera. Si los vientos en los niveles altos de la atmósfera se mantienen débiles, el ciclón tropical puede continuar intensificándose, alcanzando las subsecuentes categorías hasta llegar a huracán. (Imagen adaptada del programa COMET)

ESTRUCTURA DE UN HURACÁN

Ø Las partes principales de un huracán son las bandas nubosas en forma de espiral alrededor de su centro (ver Fig.5 y 6). El ojo es un sector de bastante calma, poca nubosidad y, aproximadamente de 30 a 65 Km de diámetro. La pared del ojo, esta compuesta de nubes densas, en esta región se localizan los vientos más intensos del huracán. Ver figs. 6 y 7).

Ø Las bandas en forma de espiral con fuerte actividad lluviosa convergen hacia el centro del huracán de manera anti-horaria (ver fig. 5 y 6).

Ø En los niveles altos de la atmósfera, el viento circula en forma horaria (anticiclónico), contrario a como lo hace en los niveles bajos (ver fig. 5).

Ø El aire desciende en el centro del huracán dando lugar al ojo del mismo (ver fig. 5).

Ø En la densa pared de nubes que rodea el ojo se localizan los vientos más fuertes del huracán.

Fig. 5 En los niveles bajos se da la confluencia de viento que rota anti-horariamente (ciclónico) y, por el contrario, en los niveles altos, en donde se da la salida del sistema, los vientos circulan horariamente (anticiclónico). Se observan las bandas de lluvia y una corriente de aire descendente en el centro del sistema, lugar en donde se forma el ojo del huracán. (Imagen adaptada del programa COMET).

Fig. 6 Imagen del huracán Mitch cuando alcanzó la categoría 5. Se observa claramente el ojo y la pared del mismo. Nótense las bandas de lluvia que confluyen alrededor del centro del sistema. El ojo es oscuro ya que es una zona que no tiene nubes, lo que se observa entonces es la superficie del mar. El huracán Mitch es un reflejo de la alta organización que pueden llegar a alcanzar este tipo de ciclones tropicales, surgido de un sistema de baja presión, encontrando a su paso el ambiente favorable para su intensificación y organización tanto física como dinámicamente

Fig. 7 Fotos tomadas por el Dr. Black (NOAA) cuando volaba dentro del ojo de un huracán. Se nota el cielo despejado en la parte superior de la imagen y la espesa nubosidad de la pared del ojo. Esta región central del huracán es una zona estable, sin nubosidad y sin lluvia. Por el contrario, en la pared del ojo se localizan los vientos más fuertes del huracán.

Ø Cambios en la estructura del ojo y de la pared del ojo pueden causar cambios en la velocidad del viento del huracán.

Ø El ojo puede cambiar de tamaño a medida que el huracán recorre las aguas oceánicas.

Ø Las bandas de lluvia exteriores al huracán a menudo tienen vientos con fuerza de huracán o tormenta, pueden extenderse algunos cientos de kilómetros del centro y tienen un ancho de algunos kilómetros hasta 145 kilómetros y varían entre 80 y 480 kilómetros de largo.

Ø El tamaño típico (diámetro) de un huracán es de 480 kilómetros de ancho, aunque este valor puede variar considerablemente. El tamaño no es un indicador, necesariamente, de la intensidad del huracán.

Fig.8 El tamaño de un huracán varía considerablemente. La imagen izquierda muestra el huracán Danny (1997) y a la derecha, el huracán Fran (1996). El huracán Danny es comparativamente mucho más pequeño que el huracán Fran, aunque no necesariamente implica que el huracán Fran fue más destructivo. (Imágenes de la NOAA).

Ø La fuerza de los vientos huracanados puede extenderse hacia afuera de su centro alrededor de 40 kilómetros, si es un huracán pequeño, y más de 240 kilómetros si es grande, alcanzando, en ciertas ocasiones, hasta 500 kilómetros.

Ø El huracán puede cambiar rápidamente de forma, tamaño, intensidad, velocidad de traslación y dirección de desplazamiento

Ø La velocidad y la trayectoria de un huracán dependen de complejas interacciones entre éste la atmósfera y el mar: típicamente un huracán se desplaza a una velocidad de 24 a 32 kilómetros por hora.

Ø Como regla general el lado derecho del huracán (relativo a la dirección de su desplazamiento) es la parte más peligrosa del mismo debido a que a su velocidad se le suma la velocidad de la corriente de viento en el cual éste está embebido (ver fig. 9). El incremento de la velocidad del viento en el lado derecho del sistema aumenta la marejada generada. Además, los tornados son más frecuentes en esta parte del sistema.

Fig. 9 La flecha azulada indica la corriente de viento en la que está embebido el huracán (simbolizado por la figura blanca que rota). El punto A (130 mph (millas por hora) equivalente a 208 kilómetros por hora) muestra mayor velocidad que el punto B (70 MPH, 112 km/h), a la izquierda del huracán. En el punto A se suman la velocidad inherente al huracán y la velocidad del llamado flujo básico o corriente de viento en la que está embebido el huracán. (Animación del programa COMET).




Transición demográfica y crecimiento económico

Más allá de las singulares reflexiones del experto que aparece en el vídeo, este recurso puede ser útil para hablar de la relación entre comportamiento demográfico y crecimiento económico, porque facilita la introducción de de nuevas nociones (por ejemplo las de "países transicionales" y "post-transicionales" -ver blog-) y también permite plantear muchos debates sobre las políticas demográficas.















También:

http://www.youtube.com/watch?v=9ShlIZbtXvE&feature=related

domingo, 26 de octubre de 2008

Leopoldo Abadía explica la crisis (vídeos)***







Ens ofereix una una visió més del què és la crisis subprime d'Estats Units i que està afectant ja a tot el globus. Ell denomina aquesta crisis com la Crisis Ninja (No Income, No Job, (and) no Assets)

jueves, 23 de octubre de 2008

El tema es Europa y las ciudades, de Pasqual Maragall en La Vanguardia

Publicado en LA VANGUARDIA 22-Octubre-2008

Cuando los asesores de Clinton descubrieron que la clave para ganar las elecciones era la economía, el uno le dijo al otro, dándose un fuerte bofetón en la frente: “It´s the economy, stupid!”. La llave era la economía.

De ahí el título que encabeza las consideraciones que siguen, que pudiera haber sido: “¡El tema es Europa, estúpido!”. En efecto, en cierto sentido el tema central hoy es Europa, no es ni España ni Catalunya. Me explico. Catalunya y España se la juegan en Europa. No es el enfrentamiento Catalunya / Centro, ni Norte / Sur, ni Euskal Herria / España el que va a decidir la mayor parte de nuestro futuro. Es nuestro papel en Europa. O mejor dicho: la clave de nuestra calidad de vida está en Europa. En Europa y en la buena marcha de nuestras ciudades. Las naciones y los estados, y las comunidades autónomas, tienen mucho que ver con la redistribución de la renta - tema importantísimo- pero no tanto con la generación de la renta. Por supuesto que hacer o no hacer el Eix Transversal en Catalunya, sacar o poner peajes, invertir más o menos en educación, salud, etcétera, son opciones que tienen mucho que ver con el crecimiento y la felicidad, pero creo que algunos de los grandes temas se van a jugar en Europa o con fondos europeos de por medio. Y otros en cambio en el perfil que vayan adoptando las ciudades, las áreas metropolitanas o las comarcas en que vivimos. Es decir, en nuestro lebensraum,en nuestro escenario vital habitual. Aún admitiendo que cada vez más vamos a haber vivido cada cual en varios sitios o incluso continentes distintos en el curso de nuestras vidas.

Empecemos por Europa.

Vamos hacia una Europa americana con dos grandes partidos, el demócrata y el popular. Pero con interesantes mutaciones, como la liberal que puede representar un Gallardón (que era el tapado de Rajoy) o un Bayrou en Francia, o alguno de los nuevos ingleses que todavía no conocemos bien.

Pero sigamos por las ciudades.

Al nivel local, las ciudades deberían ir recuperando competencias de las naciones. Miren: Europa es nuestro nuevo Estados Unidos particular. Y si eso es así, si Bruselas es nuestro Washington, y Londres, Frankfurt o París son nuestros Nueva York, Chicago o San Francisco, entonces Madrid y Barcelona deberían ser como mínimo nuestro Los Ángeles.

Si las empresas son ya transnacionales, las naciones van a contar menos. No es que lo desee, pero no me parece mal. El siglo XX ha sido el siglo de las naciones. Y de las guerras entre naciones. El XXI va a ser distinto. Sí, hay conflictos, los va a seguir habiendo, pero la simplificación de un mundo con siete, ocho o diez grandes bloques, como mucho, ayudará a que el guirigay de las Naciones Unidas se convierta en eso que de forma algo beatífica se ha denominado el concierto de las naciones. La victoria de Obama ayudaría mucho, aun suponiendo que la realidad de sus actos acabe siendo inferior a las esperanzas que infunde este hombre.

Lo interesante será ver quién gobernará en Madrid y Barcelona. Zapatero ganó sus elecciones generales en Barcelona, habiendo perdido en Madrid y Valencia, y bajando algo en Andalucía. A Hereu se le ve tranquilo y con proyectos en marcha, si bien difíciles, como el de la plaza Lesseps (una nueva Sagrada Família), la conexión del tranvía de la Diagonal en el trozo que falta, entre Francesc Macià y la invariable plaza de las Glòries Catalanes, y un montón de nuevas vías de metro. Hay quien piensa que en las próximas elecciones habrá menos partidos. No estaría mal.

¿Qué más falta? En Barcelona sin duda restablecer el Área Metropolitana, la aglomeración de 4 millones y pico de habitantes en la que realmente vivimos. Y la conexión puerto-ferrocarril-aeropuerto-Zona Franca, que propiciaría un clúster de actividades sólo superado por Rotterdam, Hamburgo y Londres en Europa. Joaquín Coello, el dirigente de la potentísima empresa de certificación Applus, maneja datos importantes al respecto.

Por supuesto que todos (mejor dicho, algunos) tenemos parte de la culpa en no haber avanzado suficientemente en esa línea. Cuando la Generalitat suprimió la AMB que habían fundado Serratosa y Vilalta, y en la que yo trabajé como funcionario, se cruzó un Rubicón del que no ha habido vuelta atrás: el nacionalismo veía la AMB como una amenaza a la nación, y el socialismo, asentado en las diputaciones provinciales poco después, como una amenaza al sistema de partidos, muy ligado a las provincias.

Cuando a cambio tal vez de una importante financiación para los Juegos Olímpicos del 92, años antes de los mismos, el Ayuntamiento admitió que la alta velocidad ferroviaria no empezase por el tramo Madrid-Barcelona, que era lo lógico, sino por el Madrid-Sevilla, cometimos otro error. Se aceptó además que Barcelona-Valencia sería “velocidad alta” en vez de “alta velocidad”: 200 en vez de 300 kilómetros por hora. Luego llegó el PP y Aznar impuso el eslogan “de Madrid a cada capital de provincia en alta velocidad”. Y Barcelona-Bilbao igual o peor que el tren Barcelona-Valencia.

Parte de esos errores (ojo, errores para Catalunya pero probablemente también desde la óptica de la maximización de beneficios en el conjunto de España) se cometieron siendo yo alcalde. Pido excusas por ello.

PASQUAL MARAGALL, ex presidente de la Generalitat de Catalunya.

martes, 21 de octubre de 2008

En el corazón del combate contra la malaria

Fuente:


28/09/2008
Texto de David Dusster
Fotos de Kim Manresa

El parásito de la malaria, que mata a un millón de personas cada año, está en el centro de la diana de Pedro Alonso. El investigador español y sus compañeros del centro de investigación de Mozambique han desarrollado la primera vacuna eficaz contra ese “bicho”, como lo define el propio Alonso, responsable de una de las grandes lacras de África. Su labor les ha valido el premio Príncipe de Asturias.


El chófer se dispone a cerrar el coche una vez que Pedro Alonso, Ariel Nhacolo, el coordinador del CISM, y Jahit Sacarlal, jefe de proyecto de vacuna de malaria (junto a la puerta), han bajado en un barrio pobre de Manhiça para visitar una casa donde se había dejado una trampa para mosquitos

Ahí está, yerta e inofensiva, más larga que las patas del anofeles, la trompa peluda y gruesa que inocula el parásito que provoca la malaria, perfectamente discernible a través del microscopio. El investigador Pedro Alonso, con barba descuidada y camisa cómoda para el calor de Mozambique, mira por el ocular y poco a poco se va entusiasmando. Luego se recuesta en la silla y, como si estuviera abatido por la apariencia insignificante del mosquito, se pregunta: “¿Es ese nuestro enemigo?”. “Pues sí –se responde a sí mismo sin dilación–, ese es, ese bicho es el que transmite una enfermedad que mata a un millón de personas cada año, la dolencia que más ha influido en la historia de la humanidad.

Pedro Alonso, de 49 años, epidemiólogo director del Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM) y líder del equipo que ha desarrollado la primera vacuna eficaz contra una de las grandes lacras que arrastra África, se pasaría horas y horas hablando del paludismo, siempre dispuesto a apañar un papel para dibujar esquemas, apuntar fechas o aclarar conceptos, o presto a contar alguna anécdota histórica de esa enfermedad a la que ha dedicado su carrera profesional. “Hemos dado un paso de gigante, pero la vacuna es una parada en el camino, no la estación de destino”, afirma tajante, como si fuera un general calculando las diversas fases de una guerra, contra un enemigo de aspecto baladí que inyecta un parásito llamado plasmodium, una lombriz inapreciable a la vista con dos puntas como cabezas de alfiler.

Manhiça es una ciudad pequeña a 60 kilómetros de Maputo, la capital de Mozambique, situada en una escarpadura desde la que se divisa la planicie del río Incomati. En 1996, científicos del hospital Clínic de Barcelona eligieron esa zona para montar un centro de investigación porque era el segundo distrito de un país que acababa de salir de la noche de una larga guerra civil con más incidencia de paludismo. La malaria es responsable del fallecimiento del 22,6% de los menores de un año y del 31,4% de los menores de seis años, según datos consolidados del CISM, que dispone de un censo y hace un seguimiento demográfico –casas numeradas y localizadas con GPS y fichas con las incidencias de los inquilinos–, de 82.000 personas de las 140.000 que viven en el distrito.



El investigador Pedro Alonso mira a través del microscopio un mosquito anofeles, transmisor de la malaria

“Hemos dado un paso de gigante –reconoce el epidemiólogo Pedro Alonso–, pero la vacuna es una parada en el camino, no la estación de destino"

Hace siete años, durante mi primera visita al CISM, Pedro Alonso era uno de aquellos científicos tenaces de las enfermedades tropicales olvidadas. Argumentaba que la humanidad no podía tolerar que de cada diez euros que se dedicaban a la investigación, nueve fueran al estudio de solamente una décima parte de las enfermedades, las que afectaban al mundo rico. Los males que aquejaban casi exclusivamente al tercer mundo, como la malaria, que provoca tres mil muertes al día, eran un páramo de recursos. “En el 2001 estábamos a dos velas, y ahora se me hace difícil pensar en un buen proyecto que no pueda encontrar financiación, de tanto que han cambiado las cosas en positivo”, resume Alonso, que pasa los meses del verano europeo trabajando en Manhiça y el resto del año atiende sus obligaciones de médico del Hospital Clínic y catedrático de la Universitat de Barcelona, aunque suele tener que ir a Mozambique una vez cada mes.

El complejo de Manhiça refleja el cambio. Siete años atrás era un recinto con cinco edificios bajos agrupados, un patio, unas literas para invitados y un comedor comunitario en una calle polvorienta, enfrente de un vetusto dispensario local, que daba trabajo a unas ochenta personas. Ahora se percibe la dimensión investigadora del centro. A los laboratorios sólo se accede con identificadores de huellas dactilares, y los científicos cuentan con aparatos como un citómetro y un PCR, instrumentos de tecnología punta nada habituales en Mozambique. Hay cuatro edificios más, incluida una biblioteca con un cuadro de Malangatana, el pintor más famoso de Mozambique, que describe la negritud en tonos azules marinos y los labios carnosos en rojo intenso. Los centros de datos y el demográfico han sido completamente informatizados. El CISM contrata ya a 270 personas, de las que solamente siete son expatriadas, y se ha convertido en el segundo empleador del distrito, después de la fábrica de azúcar que resistió abierta durante la guerra. La calle del portal, así como las del centro de la ciudad, ha sido asfaltada. La ciudad de Manhiça parece haber despertado de su languidez y vive un boom de la construcción. En el 2001 no había hoteles, ahora hay tres casas de huéspedes. Por aquel entonces, el CISM luchaba por reunir fondos de los gobiernos español y mozambiqueño junto a los propios del hospital Clínic de Barcelona, y ahora ha sido reconocido con el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, junto a otros tres centros de Tanzania, Ghana y Mali que también investigan la malaria.

La doctora Tacilta y dos enfermeras mozambiqueñas del dispensario de Manhiça realizan una visita de seguimiento a niños con problemas de salud

El motor de la transformación ha sido la movilización internacional y una mezcla de donaciones filantrópicas y asignación de recursos públicos para que las multinacionales farmacéuticas recuperasen estudios en busca de medicamentos de venta casi exclusiva en el tercer mundo y, por lo tanto, poco rentables. En menos de una década, la malaria ha pasado de ser una enfermedad olvidada a ser un objetivo primordial de prevención de la Organización Mundial de la Salud. El hasta hace poco hombre más rico del mundo, Bill Gates, y su esposa, Melinda, han donado cien millones de dólares de su fortuna personal para la investigación del paludismo, de los que casi tres han ido a parar al CISM. La creación de la MVI (Malaria Vaccine Initiative, iniciativa para la vacuna de la malaria) permitió que la multinacional farmacéutica GlaxoSmithKline continuara con las pruebas de la vacuna que iba a abandonar.

La obstinación de Pedro Alonso contra la malaria ha variado poco desde que, mientras realizaba prácticas en Gambia en 1984, llegó a la certeza de que quería enfocar su labor médica a la investigación de esa dolencia. En 1991, Alonso, que se especializó en medicina tropical en la Universidad de Harvard, demostró la eficacia en la prevención de la malaria de las redes mosquiteras impregnadas, una iniciativa que poco a poco ha ido extendiéndose por toda África. Posteriormente trabajó en el centro Ifakara de Tanzania, otro de los que recibirán en octubre el premio Príncipe de Asturias, junto a Clara Menéndez y John Apponte, que han formado el núcleo duro de su equipo en Manhiça con los mozambiqueños Eusebio Macete, Ariel Nhacolo y Jahit Sacarlal. La asturiana Clara Menéndez, su esposa, a la que conoció en la facultad de Medicina en Madrid, es otra eminencia en paludismo, consagrada al estudio de la incidencia de la enfermedad en niños y mujeres embarazadas y autora de una propuesta de tratamiento intermitente que, administrado por vía oral en los primeros meses de vida, puede reducir hasta un 30 por ciento los episodios de malaria. El tratamiento intermitente está pendiente de aprobación por la OMS.

La epidemióloga Clara Menéndez, que ha desarrollado un tratamiento preventivo intermitente contra la malaria, en un control del programa de suplantación de leche materna

En una década, la malaria ha pasado de enfermedad olvidada a objetivo primordial de la OMS. El dinero de Bill y Melinda Gates reavivó una vacuna casi abandonada

Pedro Alonso fue una de las doscientas eminencias de todo el mundo invitadas al Fórum de la Malaria en Seattle, organizado en el 2007 bajo el auspicio de la familia Gates, y ya antes había sido uno de los veinte expertos citados en Annecy (Francia) en el 2002 para diseñar la estrategia de la MVI. En las notas de la visita a Manhiça del 2001 descubro su convicción de que habría vacuna para la malaria en diez años. Y la previsión parece que va a cumplirse. El 2011 es la fecha señalada para que termine la tercera y última fase de la vacuna RTS,S / ASO2A y, en caso de ser exitosa, como se prevé, pueda ser registrada y comercializada. “La tercera fase consiste en repetir a gran escala lo mismo que se ha hecho hasta ahora; el principal reto es logístico, porque se va a probar en 16.000 personas de once centros africanos y hay que coordinar todo ese esfuerzo”, explica Jahit Sacarlal, uno de los investigadores mozambiqueños formados en Barcelona gracias al programa de becas y que ha sido el jefe del proyecto de vacuna en el CISM.
La segunda fase de la vacuna experimentada en Manhiça, que terminó en el 2007, demostró que la fórmula era eficaz y segura, capaz de reducir en un 58% los casos graves de malaria en niños de 1 a 4 meses y en un 77% en la franja de uno a dos años. Alonso rechaza ser el padre de la vacuna. “La vacuna es de Glaxo­SmithKline, que tiene la patente desde los años setenta, y nosotros hemos sido los primeros que la hemos desarrollado y hemos comprobado que es viable”, aclara Pedro Alonso, quien recurre al símil del niño nacido de forma prematura que hay que poner en una incubadora y cuidar para que prospere. Y añade que “la vacuna no es la panacea, no es la definitiva, habrá nuevas generaciones de vacunas que serán mejores que esta, pero, de momento, es una vacuna válida que, aunque no sea tan eficaz como la del sarampión, puede salvar miles y miles de vidas”.


Dentro de un coche, de visita por los barrios más pobres de Manhiça, Jahit Sacarlal rebate la idea de que el parásito plasmodium sea muy inteligente y lo rebaja a un ser muy complejo capaz de mutar a velocidad muy rápida: “Al contrario, es un parásito que fracasa en su objetivo de vivir en el anfitrión, pues termina matándolo y, por lo tanto, se suicida”, concluye con un gesto de perplejidad. En apenas cinco minutos, Manhiça deja se ser una ciudad y muestra sin transición el Mozambique rural, una sucesión de calles arenosas con chozas de cañizo donde las familias plantan huertos diminutos con piñas, tomateras o lo que crezca en un terreno tan poco fértil.



La doctora Montse Renom supervisa a un niño en su casa. Días atrás había sido atendido en el dispensario por una crisis de malaria.

El objetivo de la comitiva es instalar una trampa para mosquitos que se pone sobre el camastro en una de las barracas registradas en el centro del CISM. Hay noches en que se capturan dos mil mosquitos.
“Hay mucha gente que me dice que si se pudo erradicar la malaria de Europa, también será posible en África, y yo les digo que no es tan fácil, que depende de la cantidad y el tipo de mosquitos, aquí en esta choza los mosquitos es como si fueran en un Ferrari, y en Europa iban en un 600”, comenta Pedro Alonso.

Otra complejidad de la lucha contra la malaria proviene de la gran exposición de las poblaciones afectadas. El CISM tiene controlado que un niño del distrito de Manhiça puede recibir 150 picaduras al año de un anofeles con plasmodium en su interior. En el caso de otras enfermedades, como el cólera o el sarampión, los potenciales pacientes se ven expuestos a la bacteria o el virus pocas veces en su vida. Y, sin embargo, en el Fórum de la Malaria, Melinda Gates, que definió al paludismo como una partida de ajedrez contra un ordenador que cambia las normas sobre la marcha en cuanto ve que empieza a perder, se atrevió a decir que “no pararemos hasta que la malaria sea erradicada”. La erradicación era hasta ahora una de las palabras tabú para los investigadores. Pero en el nuevo contexto internacional todo es posible. Y en esa nueva batalla, Pedro Alonso está dispuesto a asumir los galones que le entrega la OMS, que le ha encargado elaborar la agenda mundial para la erradicación del paludismo. El objetivo, un mundo sin malaria en cincuenta años.

Inàcio Mando-Mando, jefe de laboratorio del CISM, frente a una centrifugadora de muestras de sangre

Modelo de cooperación en África

Los pacientes del dispensario de Manhiça, en la misma calle que las dependencias del CISM, ya no tienen que esperar al sol mientras aguardan consulta. Un nuevo ambulatorio, pagado por la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (Aecid) y que cuenta con un ala de análisis y prevención del sida costeado por la Agència Catalana de Cooperació per al Desenvolupament, confirma a este distrito como uno de los más afortunados de Mozambique, donde la mitad de la población carece de acceso fácil a la atención médica. Y las obras de un hospital van a empezar pronto. El Centro de Investigación en Salud de Manhiça aporta y paga un 50% del personal sanitario del ambulatorio, como actividad de asistencia ligada a la investigación y la formación.

"Le dije a Bill Gates que por mucho dinero que invirtiera, si no había centro de investigación en África, no serviría de nada", afirma Pedro Alonso, quien siempre estuvo convencido de que la investigación y la transferencia de tecnología y conocimientos eran una forma de cooperación tanto o más válida que la de las ONG o los misioneros. En la actualidad existen más de una treintena de centros investigadores en África que realizan proyectos vinculados a la malaria, pero ninguno ha avanzado tanto en el desarrollo de una vacuna. El CISM es una colaboración conjunta del Ministerio de Salud de Mozambique, de la Universidad Eduardo Mondlane de Maputo, de la Aecid y del hospital Clínic de Barcelona a través de la Fundació Clínic, la Universitat de Barcelona y el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (Cresib), con apoyo de la Generalitat de Catalunya.

La africanización del CISM está a punto de completarse. Ariel Nhacolo ya es el coordinador, Jacinto Chilengue el administrador general y, en los próximos meses, Eusebio Macete, médico investigador formado en Barcelona, relevará a Pedro Alonso como director. Una fundación mozambiqueña también asumirá la gestión a partir del próximo febrero, aunque Alonso será presidente del consejo de administración y representará al hospital Clínic y al Cresib. Puesto que los investigadores han constatado que un 26% de las mujeres embarazadas del distrito de Manhiça son seropositivas, el sida se está convirtiendo en una de las prioridades de investigación y asistencia del centro.

La trampa para mosquitos permite saber cuántos de ellos portadores del plasmodium picarían en una noche en una sola casa

Una vacuna a ciegas

La malaria siempre ha sido un reto científico de gran envergadura para los científicos. Algunos expertos decían que dar con la vacuna era como encontrar el grial de la medicina. Por varios motivos. Primero, porque se lucha contra un parásito, algo más complejo que un virus y una bacteria. Nunca ha habido una vacuna contra un parásito. En segundo lugar, porque “vamos a ciegas”, en palabras de Pedro Alonso. “Tenemos vacuna, pero no entendemos sus mecanismos y, a diferencia de otras enfermedades, no podemos experimentar en animales, pues el parásito plasmodium sólo vive en los mosquitos anofeles y en los humanos.”

El paludismo se transmite por picadura del insecto anofeles, que clava su trompa en la piel humana y, antes de succionar la sangre, inocula saliva. En ese líquido traspasa el parásito plasmodium, que rápidamente busca refugio en el hígado. Una vez allí, el parásito muta y se multiplica, y al cabo de una semana vuelve al flujo sanguíneo y se apodera de los glóbulos rojos, a los que va haciendo estallar y va privando de oxígeno a las células.

Existen cuatro tipos de plasmodium, de los que son importantes dos, el falciparum y el vivax. El primero, predominante en África, es el que provoca la malaria más grave y mortal. El segundo provoca una dolencia más leve, raramente fatal aunque incurable del todo, y es la más habitual en Latinoamérica y Asia. El paludismo mata a un millón de personas al año, la mayoría niños africanos. El plasmodium vivax, por su menor virulencia, es el menos investigado y, de hecho, ningún fármaco actual garantiza la erradicación total del vivax, por lo que el parásito puede permanecer en el cuerpo de forma larvada y provocar nuevos brotes de malaria. En cambio, los medicamentos aniquilan todos los falciparum, pues de lo contrario el paciente moriría.

La mayoría de las víctimas mortales de la malaria son niños, porque a partir de los cinco años el cuerpo va creando una inmunidad que hace que los episodios sean leves cuando se es adulto. Este proceso explica casos como el del portero de fútbol camerunés del Espanyol, Carlos Kameni, que este año enfermó de malaria tras pasar las vacaciones en su país. Al vivir en Europa muchos años, Kameni fue perdiendo paulatinamente la inmunidad. Igualmente, a los viajeros a países tropicales, que a lo largo de su vida no han estado expuestos a picaduras repetidas del mosquito, se les recomienda una profilaxis, un tratamiento preventivo eficaz sólo parcialmente pero que puede retrasar la aparición o atenuar la virulencia de la enfermedad.


La vacuna contra la malaria será asequible para los países pobres porque gobiernos como el británico ya han anunciado la compra de millones de dosis para distribuirlas gratuitamente o a bajo precio a los países afectados, garantizado así a las farmacéuticas una rentabilidad en su comercialización, lo que, junto a donaciones privadas y otras inversiones públicas, ha permitido que multinacionales como GlaxoSmithKline no abandonasen los proyectos de vacuna que tenían atascados desde los años setenta.



Las Rocosas (el tesoro de Canadá)

Fuente: http://www.magazinedigital.com/naturaleza/reportajes/reportaje/cnt_id/2459


12/10/2008

Texto de David Dusster

Fotos de Andoni Canela

En las Rocosas canadienses, glaciares inhóspitos, montañas en forma de castillos inexpugnables
y bosques lluviosos enigmáticos perpetúan los ciclos naturales. Son la barrera que divide Norteamérica, rugosa y accidentada hacia el Pacífico, y de grandes praderas hacia el Atlántico.

Montañas como torres de paredes estratificadas custodian el lago Maligne, en el parque nacional de Jasper, uno de los mejores escenarios para hacer canoa de las Rocosas canadienses

Un ejemplar recio del gran alce americano, tan majestuoso como el paisaje que lo rodea, de anchos cuernos de plato, engulle hojas con voracidad, arrancándolas de una rama en hilera y con un solo movimiento de su potente dentadura, como si fuera una brocheta. A pocos metros del arbusto, un río de un azul blanquinoso serpentea con aguas calmas por el valle. En paralelo, un tren de tres locomotoras arrastra más de cien vagones cuyo destino final, todavía a más de tres mil kilómetros, es el océano Atlántico. Dominando el escenario, paredes verticales, picos de cumbres cuadradas que se alzan como torres. Son las montañas Rocosas canadienses, un territorio que es a la vez un destino y una frontera, un lugar de encuentro entre el hombre y la fauna salvaje, un punto de contacto entre dos mundos alejados y a menudo antagónicos.
El gran alce, el animal más alto del hemisferio norte, se deja ver sobre todo cuando llega la primavera, se deshielan los lagos y puede cruzarlos a nado. En esa época del año los osos también bajan al valle a comer las flores amarillas llamadas dientes de león, pues las laderas continúan nevadas. El avistamiento de osos y alces es una de las grandes atracciones de los cuatro parques nacionales que conforman las Rocosas canadienses, los de Yoho, Kootenay, Banff y Jasper, pero, como recuerda un cartel a la entrada de uno de ellos, “esto no es un safari ni un zoo, así que si no ve fauna salvaje, no se sienta defraudado”.
El anuncio es pertinente porque los osos y los alces suelen provocar atascos de coches cuyos conductores se detienen a fotografiarlos, pero en realidad son animales en plena naturaleza que pueden asustarse con los humanos. Un gran alce macho pesa más de mil kilos, y para imaginarse su embestida solamente hay que pensar en algo parecido a un toro el doble de alto y de largo. Las normas que seguir son simples, y los guardas a la entrada de los parques le informarán: básicamente se trata de no bajar del coche si el animal está cerca o de mantenerse alejado a un centenar de metros.

Esta cordillera, pese a algún teleférico y algunas pistas de esquí, sigue siendo un reino donde las fuerzas de la naturaleza imponen su ritmo y acotan la civilización. Pero no solamente es territorio de grandes mamíferos y de bosques de coníferas cuyos límites vienen marcados por las escarpadas paredes de las montañas, sino que también es un remanso de aguas termales, que fueron el reclamo pionero para la llegada del turismo a Banff, y un ejemplo único de campos de hielo, los de Columbia, accesibles a las familias. Un recorrido por las montañas Rocosas canadienses brinda una de las más bellas lecciones de geología del continente americano. El agua, en sus diversas formas, ya sea precipitándose furiosa y alocadamente en cataratas forjadas sobre los lechos de los ríos durante miles de años o ya sea acumulada en inmensos lagos alpinos alimentados por los glaciares, protagoniza esa clase inolvidable en uno de los parajes más jóvenes y dinámicos del planeta, que estaba recubierto de hielo hace tan sólo 10.000 años.
Los trenes de mercancías que cruzan el parque nacional de Jasper son kilométricos, con más de cien vagones a veces, y deben superar los túneles en espiral, una maravilla de ingeniería creada para evitar el fuerte desnivel de las montañas
Los ríos de las Rocosas, como el Kicking Horse, son tan turbulentos que su cauce parece lechoso

Una cría de oso merodea por una orilla de guijarros en el parque nacional de Banff. Los osos bajan al final de la primavera al valle para alimentarse de las plantas y las bayas silvestres que encuentren

Las Rocosas son un sistema montañoso de más de 3.200 kilómetros de longitud que se extiende desde Nuevo México, en Estados Unidos, hasta la provincia canadiense de la Columbia Británica. El monte Ellbert, de 4.399 metros, es su punto más alto, y al igual que los parques de Yellowstone y de los Glaciares, se encuentra en Estados Unidos. La parte canadiense se distingue por estar más concentrada, perfectamente visitable a través de los menos de 300 kilómetros que separan Banff y Jasper, los dos pueblos principales de la zona.

El parque de Yoho, en el sur, representa una de las mejores entradas a las Rocosas, dominado por el río Kicking Horse, que corre tan turbulento que su cauce parece lechoso. En el interior de un bosque tupido de coníferas, el puente natural, una pared socavada pacientemente por el agua hasta hacer un gran agujero, demuestra el poder del elemento. El agua acabará horadando una roca, sólo es cuestión de tiempo. De tiempo geológico, claro. Desde el Yoho también se puede apreciar una de las maravillas de ingeniería de Canadá, los túneles en forma de espiral que se abrieron en la montaña para que los trenes evitaran el fuerte desnivel: se trata de galerías que caracolean y trazan un gradiente apto para los convoyes. No resulta raro, sino más bien frecuente, ver una locomotora salir por la boca de un túnel en una dirección y los vagones traseros todavía entrando por la otra boca en posición perpendicular.

La historia de colonización de las Rocosas canadienses está ligada profundamente al tren. Fue en 1885 cuando la Canadian Pacific Railway completó la vía que atravesaba todo el país, con final en Vancouver, y garantizaba que mercancías almacenadas en Montreal pudieran ser enviadas a Asia sin tener que surcar el litoral del continente americano y atravesar el cabo de Hornos. Además, la empresa ferroviaria decidió fomentar el turismo a las montañas para aumentar el tráfico de pasajeros por la nueva vía. Así, se construyeron estaciones y hoteles en Banff, que pronto adquirió fama por sus aguas termales, y en Lake Louise, uno de los lagos más pintorescos y bellos del país. El turismo comenzó a llegar en 1890 al igual que fotógrafos como Charles Horetzky y pintores que consolidaron la escuela paisajística del país. Sin embargo, la explotación de minas y de madera continuó hasta que fue prohibida en 1930.

En las Rocosas abundan los bosques enormes, como este de cedros en las laderas del monte Robson, cerca del parque nacional Jasper
Un ciervo de cola blanca galopa por un prado del parque nacional de Banff, a principios de primavera

En las Rocosas canadienses, glaciares inhóspitos, montañas en forma de castillos inexpugnables
y bosques lluviosos enigmáticos perpetúan los ciclos naturales. Son la barrera que divide Norteamérica, rugosa y accidentada hacia el Pacífico, y de grandes praderas hacia el Atlántico.
Las Rocosas son una muestra del poder del agua, de los ríos que horadan rocas y de los hielos que han moldeado montañas, como este valle del parque de Banff

La lástima es que el tren transcanadiense no haya resistido a los tiempos modernos. Desde hace unos pocos años, el tráfico de trenes está limitado a las mercancías. Aun así, un convoy turístico, el Rocky Mountaineer, une Vancouver con Banff, pasando por los parques provinciales Mount Revelstoke y Glacier, el nacional de Yoho y por Lake Louise. Pero el coche ha tomado el relevo del tren. Alrededor de dos millones de personas visitan ahora los parques, sobre todo en julio y agosto.

Lake Louise, un lago con forma de anfiteatro y glaciares que caen a las aguas azuladas, es uno de los iconos bucólicos de Canadá. Pero tal vez sea el lago Morraine el que mejor encarne el espíritu de las Rocosas, con sus torres calcáreas como centinelas que dejan al desnudo los diferentes estratos. Hace millones de años, esos terrenos estaban en el fondo del mar y poco a poco se fueron levantando por la presión continuada de las placas tectónicas hasta configurar las actuales alturas.

Por la carretera 93, la perspectiva cambia a cada momento. Se avanza dejando en las cunetas bosques de alerces, pinos o abedules y a la siguiente curva se abre un valle, se ven los meandros de un río de orillas de guijarros, y por las laderas se observan los muflones, toda una vida en el precipicio, carneros salvajes de cuernos larguísimos y retorcidos en espiral, preparados para las duras luchas con otros machos por ser los jefes del apareamiento. Los bosques parecen inacabables y solamente están acotados por las paredes calizas o graníticas tan empinadas. Los neveros, como pasteles de nata de metros de espesor, embellecen las montañas.
Después de Lake Louise, yendo hacia Jasper, se encuentran los campos de hielo de Columbia. El Atabasca, el glaciar que casi llega a la carretera, es solamente un dedo del inmenso helero permanente que cubre la meseta de la cordillera y que ocupa una superficie algo inferior a la de la isla de Eivissa. La lengua del Atabasca tiene una anchura de un kilómetro y es uno de los pocos glaciares del mundo por los que se puede conducir, gracias al llamado autocar de las nieves, un vehículo de ruedas mastodónticas, de diámetro superior a la altura de una persona. Los lugareños presumen de que todavía beben agua anterior a la revolución industrial de tan gruesos que son los pasteles de nieve prensada de las laderas aterrazadas de la montaña, pero cerca del aparcamiento, una fotografía del año 1967 permite comprobar el ingente retroceso del glaciar, un aviso más del cambio climático.

El Medicine es uno de los lagos de montaña más bucólicos de las Rocosas, que delimitan la divisoria de aguas continental

Un gran alce americano, el animal más alto del hemisferio norte, devora hojas en las ramas del parque nacional de Jasper