"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

lunes, 22 de junio de 2009

Vicente Ferrer: el economista intuitivo



Vicente Ferrer
Vicente Ferrer.

DAVID CANO MARTÍNEZ EL PAÍS 21/06/2009

Muy cerca de Bangalore, el Silicon Valley asiático, se encuentra Anantapur, una de las regiones más pobres del mundo. Pero una visita al Rural Development Trust (RDT) permite comprobar que es factible erradicar la pobreza extrema, gracias a los recursos económicos pero, sobre todo, al buen criterio de su fundador Vicente Ferrer, fallecido el 19 de junio a los 89 años.

Su historia, cargada de contrastes, no puede dejar indiferente a nadie. Luchando como anarquista en la batalla del Ebro, sintió la llamada de Dios, se hizo jesuita y eligió ser misionero en la India, donde llegó en 1952. Abandonó la orden en 1970, consciente de que podía ejercer mejor el sacerdocio entregándose a los demás y construyendo un mundo mejor. Sostenía que, para acabar con la pobreza, la única estrategia es la acción, una prueba de su actitud decidida que bien podría aplicarse a la actual crisis económica. Desde una perspectiva de economista, llama la atención que, sin contar con estudios reglados en la materia, pusiera en marcha proyectos que demuestran que es posible erradicar la pobreza con un enfoque que está en línea con lo que marcan los postulados económicos. Como sólo sucede en las personas inteligentes, ejercía por instinto lo que el resto hemos necesitado estudiar (economía o gestión estratégica de la empresa). Los proyectos iniciales fueron campañas masivas de vacunación, formación sanitaria, desarrollo agrícola y ecológico.

Desde los primeros momentos, se percató de la necesidad de aspectos tan relevantes para erradicar la extrema pobreza como la planificación familiar, algo que podría chocar con sus profundas creencias religiosas. La implicación de los habitantes locales en el proyecto, a través de una red capilar que permite incrementar de manera exponencial el rendimiento de los recursos, es otra de las claves del proyecto. Muchas multinacionales deberían aprender el sistema diseñado y aplicado en RDT. Fue consciente de la necesaria optimización de un recurso tan escaso en Anantapur como imprescindible para la agricultura: el agua. Sus primeras iniciativas buscaban excavar pozos, construir embalses y presas y, en los últimos tiempos, la utilización de técnicas más eficientes como el goteo o la aspersión. También fue pionero en otros aspectos, como las microfinanzas. Al igual que el Nobel Muhammad Yunus, confiaba en el efecto expansivo del crédito, siempre y cuando sea devuelto por el prestatario, algo altamente probable si éste es un pobre. Entendió el poder social del crédito y la utilidad de prestar al más desfavorecido para que pueda iniciar una pequeña actividad y, con ello, la cadena del desarrollo. Otros de los pilares sobre los que sustenta el "modelo Ferrer" son la ecología, la diversificación de los cultivos, el comercio responsable y la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres, así como evitar la discriminación social de los discapacitados físicos o psicológicos. La visita de los hospitales dedicados a enfermos de sida o a los colegios de niños con discapacidades visuales o auditivas genera dosis de optimismo respecto a la eficacia de este sistema y su eficiencia, si tenemos en cuenta lo reducido de las aportaciones económicas.

Gganó el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998 y recientemente recibió la Gran Cruz del Mérito Civil. Con su muerte hemos perdido a un gran economista, intuitivo, inteligente y visionario. Afortunadamente, su obra tendrá continuidad y debe servir de referencia para otros países: ha demostrado que el fin de la pobreza es posible.

David Cano Martínez es socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI).

domingo, 7 de junio de 2009

Pistas para entender el derrumbe


CLAUDI PÉREZ y ALEJANDRO BOLAÑOS EL PAÍS 06/06/2009

El interés por la crisis ha explotado y todos quieren saber cómo se ha llegado al borde del precipicio. Los textos sobre economía han logrado atraer al gran público

La economía está herida. Tal vez enferma. Esclerosis, metástasis, anemia, bulimia trombosis, todo ese parte médico aparece en la infinidad de libros que tratan de explicar -a medio camino entre el realismo visceral y la literatura fantástica- el último achaque de la variedad del capitalismo que nos ha metido en este berenjenal. Un virus financiero, de país rico, anglosajón para más señas, se ha extendido a toda velocidad ayudado por esa apuesta inmoderada por la globalización de los últimos años. No hay nada anormal en eso: las sociedades nacen, crecen y se derrumban una vez enferman; como ciencia social, la economía está en un punto crítico de ese ciclo vital. La Gran Depresión de los años treinta fue algo así como "una crisis de juventud, de ímpetu, de entusiasmo", aseguraba en un acto reciente el escritor José Luis Sampedro, testigo en su adolescencia de aquellas uvas de la ira. "Ésta, en cambio, es una crisis de vejez, de la decrepitud, del miedo", sostenía el autor de Economía humanista, una colección de artículos que repasa su labor como economista en los años cuarenta con un prólogo demoledor -"vivimos la decadencia del sistema, pero la historia no se acaba"- que entronca con la situación actual.

La apabullante irrupción de malas noticias multiplica el ansia de información y da cobertura a todo tipo de títulos

En una secuencia vertiginosa, la crisis que estalló en agosto de 2007 con la basura hipotecaria de Estados Unidos se ha convertido en una pandemia devastadora. En ella caben el rostro desafiante del malvado Bernard Madoff, la cara angelical de Barack Obama y, sobre todo, el decorado de tierra quemada que han dejado a su paso los bankgsters (banqueros y gánsteres) en Wall Street, apunta Ignacio Ramonet en La crisis del siglo. Pero más allá de los hechos -quiebras de bancos, intervenciones públicas a la desesperada, un sonoro reventón de la burbuja inmobiliaria y demás-, lo más interesante es quizás el relato de la crisis. Los economistas rara vez han conseguido destacar en el arte de contar los grandes batacazos del último siglo. Nadie explicó mejor que un humorista -Groucho Marx- el crash de 1929; ningún economista contó como John Steinbeck la extrema dureza de la década siguiente, y fue un periodista extravagante, Tom Wolfe, quien desnudó las vanidades que después ardieron el lunes negro de 1987. Quizá tampoco esta vez el gran libro de esta crisis sea obra de alguien del gremio, pero al menos hay un puñado de ejemplos sobresalientes. "Como economista con buena reputación, soy perfectamente capaz de escribir cosas que nadie pueda leer", se mofa el Nobel Paul Krugman en el imprescindible El retorno de la economía de la depresión, que, por cierto, se deja leer estupendamente.

Los libros sobre economía han logrado atraer al gran público en muy contadas ocasiones. En los últimos años, el éxito en España de algunos títulos traducidos del inglés, como Freakonomics, de Steven D. Levitt, o El economista camuflado, de Tim Harford, dieron pistas de un interés creciente. Obras en las que siempre se encontraba una explicación económica a cualquier comportamiento, desde lo más cotidiano a lo más esperpéntico.

Con la crisis de las hipotecas basura ha saltado por los aires la certeza de que todo hay que dejarlo al albur de las fuerzas del mercado. La famosa mano invisible tiene a día de hoy muy mala prensa. Pero, al mismo tiempo, el huracán financiero ha confirmado que la pista sobre los lectores era buena. El interés por la crisis ha explotado y, más allá de la academia, los libros sobre economía vuelven a emparentarse con la política y el modelo de sociedad en el que vivir. Pero, antes que nada, prima el deseo de entender cómo se ha llegado hasta el borde del precipicio. "Es importante hablar claro. Creo que esta crisis es también una crisis de comunicación". La reflexión es de Leopoldo Abadía, autor de uno de los fenómenos editoriales del año, La crisis ninja, que estuvo entre los más vendidos en Sant Jordi y puja al alza también ahora en la Feria de Madrid. El éxito de Abadía, que fue profesor del IESE durante 31 años, debe mucho a su didáctico esfuerzo por desenredar la maraña de la crisis financiera. Y otro tanto al envoltorio mediático del enésimo hallazgo de Internet: su texto inicial, escrito a los pocos meses de que la crisis despuntara en Estados Unidos, se colgó primero en la red y se propagó como la pólvora. En el camino del blog al libro, aquella explicación a bote pronto de lo que se venía encima se pone al servicio de una reivindicación de la ética empresarial y los valores familiares. Y el acercamiento campechano deriva en consejos de autoayuda, un género que ha copado los últimos años las estanterías dedicadas a la economía.

La historia económica y financiera ha quedado partida en dos: hay una era precrisis y otra posdesastre. La mayoría de los libros editados en los últimos meses responde a esa geografía acuchillada. El ejemplo más claro es El estallido de la burbuja, de Robert J. Shiller, una autopsia de la exuberancia irracional de los mercados. Shiller ahonda en las raíces fundamentalmente psicológicas de la crisis -aspecto que desarrolla en un libro que aún no ha aparecido en España, Animal Spirits- y es osado al proponer soluciones, siempre dentro de la órbita del mercado, pero con mayores dosis de control público para evitar aquelarres como el actual. George Soros, famoso especulador y filántropo (si ambas cosas son posibles a la vez), abunda en esa tesis en El nuevo paradigma de los mercados financieros, en el que sostiene que tras la caída del "fundamentalismo de mercado" hay que adoptar un nuevo modelo como agua de mayo: "Todo esto estaba destinado a acabar mal. [...] Uno no puede evitar concluir que tanto las autoridades financieras como los participantes del mercado no entienden cómo funcionan los mercados financieros".

Porque la debacle económica de los dos últimos años es comparable a lo que para la geopolítica fue la caída del muro de Berlín. "Sin un discurso alternativo, por primera vez el capitalismo debe justificar el fracaso de su inmenso éxito", cuenta Antonio Baños en el divertidísimo La economía no existe, que él mismo define como "un libelo contra la economía". La crisis pone al descubierto la inanidad de la Escuela de Chicago, esa fe dogmática en los mercados autorregulados y sin restricciones. Se cierra la etapa más salvaje e irracional de la globalización neoliberal, que iniciaron Reagan y Thatcher con aquel lema rompedor: "El Estado no es la solución: es el problema". Ése es el muro que cae esta vez.

El péndulo gira ahora al Estado como solución. Para eso han tenido que caer grandes bancos y algunos dioses -empezando por el ex presidente del banco central estadounidense, Alan Greenspan-, han quebrado varios países, han dimitido gobiernos, han engordado las amargas listas del paro. Y esa lista negra no deja de agrandarse, hasta el punto de que el colapso financiero que derivó en crisis económica amenaza con una última mutación para convertirse en tormenta social. El terremoto es de tal calibre que incluso hay indicios de un cambio de guardia entre los economistas. Los neokeynesianos salen como setas para enterrar a Milton Friedman -y en el fondo, también a John M. Keynes- con una tercera vía que aúna mercado y sector público y que propone a los economistas algo más que números. "La economía, la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia humana más atrasada", critica Vicente Verdú en El capitalismo funeral. Autores como Cass Sunstein y Robert Thaler -Un pequeño empujón- escriben de economía de otra manera, tratando de acercarla al terreno de la sociología, la política y la psicología. Con indudable éxito: Sunstein es el nuevo zar regulatorio de la Administración de Obama.

El derrumbe económico es ya un fenómeno editorial: por lo menos esa industria ha sabido hacer suyo el muy manido mantra -ya casi un tópico- que identifica crisis con oportunidad. En los estantes de las librerías hay de todo: autores nacionales y primeras figuras internacionales -a veces editados con tanta premura que se maltratan las traducciones-, best sellers en toda regla (Abadía o El informe Recarte, de Alberto Recarte) y libros sesudos para expertos (Revolución en las finanzas, de Antonio Torrero). La revisión crítica de los mandamientos económicos de las últimas dos décadas hace hueco a la crisis alimentaria (Un planeta de gordos y hambrientos, del recientemente fallecido Luis de Sebastián), un oportuno recordatorio de que hay muchos otros asuntos a los que la economía debe responder, o a la pujante teoría del decrecimiento (Menos es más, de Nicolas Ridoux), que ante los desarreglos de los últimos años deja una conclusión desasosegante: "Hay que desacostumbrarse a la adicción al crecimiento". Algunos creen que no habrá más remedio. "La auténtica crisis está por llegar", asegura Santiago Niño Becerra en El crash de 2010, donde augura que el año próximo empezará una crisis "de proporciones gigantescas", que reproducirá "la situación de derrumbe que se produjo en 1929". Pero el apocalipsis es sólo una posibilidad. Si los economistas ni siquiera se ponen de acuerdo sobre la causa última de la crisis, mucho menos sobre su profundidad y horizonte temporal. "Dos, tal vez cinco o hasta 10 años de depresión nos amenazan", aventura Jacques Attali, asesor del presidente francés Nicolas Sarkozy y autor del libro ¿Y despues de la crisis, que? y de una de las grandes frases de los últimos meses: "Demasiado riesgo ayer, demasiada prudencia hoy. En ambos casos, los bancos son culpables".

La apabullante irrupción de malas noticias multiplica el ansia de información y da cobertura a todo tipo de títulos. El último en subirse al bólido editorial ha sido el ex presidente del Gobierno José María Aznar. En su España puede salir de la crisis, parte de un aseado análisis del desplome financiero, para luego dar un triple salto mortal: omite su complacencia y la del ex presidente de Estados Unidos George Bush con un sistema que tampoco cuestionaron los socialistas en 2004; alardea de unos resultados económicos que tanto deben al modelo que propone ahora cambiar; y responsabiliza de todos los males habidos y por haber al PSOE, lo que incluiría su patológica tendencia al déficit público (¡cuando fue el ex vicepresidente socialista Pedro Solbes el primero en cerrar presupuestos con superávit en la democracia!).

La búsqueda de culpables es uno de los grandes leitmotiv de la literatura sobre la crisis. Greenspan y los banqueros son el centro de todas las dianas. "Es imposible exagerar la total idiotez de la maquinaria financiera de la primera década del siglo XXI", describe Charles R. Morris en El gran crac del crédito. Morris clama contra "una nueva casta de grandes ricos que no han inventado ni construido nada". "Un malvado genio no hubiera sido capaz de diseñar una estructura más propensa al desastre", prosigue con brillantez este columnista cuyo libro se ha encaramado a lo más alto de la lista de superventas en Estados Unidos. Hace ya más de un año, Morris estimó las pérdidas en dos billones de dólares. En una conversación con este periódico, eleva la apuesta hasta los cinco billones, y eso sólo en Estados Unidos. "La escala de la crisis global es simplemente impresionante. La factura se pagará durante años", cierra.

"¿Cómo es posible que nadie lo anticipara?". La reina de Inglaterra no tuvo más opción que hacerse eco del clamor de la calle en su visita a la prestigiosa London School of Economics. Nadie supo responder, porque sí hubo avisos a navegantes, pero fueron ignorados. La crisis da pie a la revancha. Las voces que anticipaban el desastre, ahogadas por la aparente bonanza, colonizan ahora los estantes. Pocos ejemplos tan elocuentes de esa súbita ceguera social como el que brinda la economía española con la formación de la burbuja inmobiliaria. "Es la historia de un engaño colectivo", dice a modo de preámbulo José García Montalvo en De la quimera inmobiliaria al colapso financiero.

El libro del catedrático de la Universidad Pompeu Fabra empieza como las novelas negras que anuncian en la primera página quién es el culpable: la financiación barata y el empujón que se dio desde todos los ámbitos a las expectativas sobre el precio de la vivienda. Y mantiene la tensión con el relato de cómo un muro de coartadas hizo inútiles los esfuerzos por advertir lo que iba a pasar. Encuentra el arma -"los bancos tenían el hinchador de la burbuja y lo apretaron con alegría"-, topa con pistas falsas, como "el mito de que el precio de la vivienda nunca baja" o chivos expiatorios, como la especulación sobre el suelo. Y la garganta se anuda cuando entran en escena "el efecto imitación, la envidia y la codicia", personajes inquietantemente familiares. Para constatar que sí había voces discrepantes rescata los artículos que publicó en diversos medios desde 2002; el recurso se vuelve abuso y penaliza una escritura apasionada y precisa, que vuelve una y otra vez al lugar del crimen, donde el acceso a una vivienda digna se convirtió en bien de lujo: todos conocíamos al asesino, pero bajamos la vista al cruzárnoslo.

En la inmensa mayoría de los libros sobre la crisis aparece un capítulo final sobre la fuerza de las ideas, con las inevitables citas de Keynes: "La dificultad no es tanto concebir nuevas ideas como librarse de las antiguas" o "tarde y temprano son las ideas, y no los interesados, lo que resulta peligroso, para bien o para mal". Krugman resume todas esas moralinas con optimismo: "Los únicos obstáculos importantes [para solucionar los problemas actuales] son las doctrinas obsoletas que pueblan la cabeza de los hombres". Obsoletas o no, junto a la retahíla de novedades han aparecido un puñado de excelentes reediciones: no faltan Keynes y Galbraith, pero tampoco Friedman y Hayek. Hay que conocer la historia para huir de ella: el líder chino Wen Jiabao llegó a la última edición del Foro Mundial de Davos con una reedición de La teoría de los sentimientos morales, de Adam Smith. "Para esta crisis no hay libro de instrucciones", repetía a todo el que quisiera oírle el secretario del Tesoro de la Administración de Bush, Henry Paulson, cuando más se acercó la crisis al abismo, tras la quiebra de Lehman Brothers. Tal vez no lo haya, pero en media Europa ha destacado un libro entre todas esas reediciones que ha llegado a convertirse en superventas. Su título: El Capital. De un tal Marx.

Lecturas

Economía humanista. José Luis Sampedro. Debate. 23,90 euros. La crisis del siglo. Ignacio Ramonet. Icaria. 10 euros. El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual. Paul Krugman. Traducción de Jordi Pascual. Crítica. 19,50 euros. La crisis ninja. Leopoldo Abadía. Espasa. 17,90 euros. El estallido de la burbuja. Cómo se llegó a la crisis y cómo salir de ella. Robert J. Shiller. Gestión. 19,95 euros. El nuevo paradigma de los mercados financieros. George Soros. Traducción de Estrella Trincado y Lluís Delgado . Taurus y Edicions 62. 19 euros. La economía no existe. Antonio Baños. Los Libros del Lince. 16 euros. El capitalismo funeral. Vicente Verdú. Anagrama. 15 euros. Un pequeño empujón. Cass Sunstein y Robert Thaler. Traducción de Belén Urrutia. Taurus. 21 euros. El informe Recarte. Alberto Recarte. La Esfera de los Libros. 18 euros. Revolución en las finanzas. Antonio Torrero. Marcial Pons. 25 euros. Un planeta de gordos y hambrientos. Luis de Sebastián. Ariel. 18,50 euros. Menos es más. Nicolas Ridoux. Traducción de Joana Mercader. Los Libros del Lince. 15,50 euros. El crash de 2010. Santiago Niño Becerra. Los Libros del Lince. 21 euros. ¿Y después de la crisis, qué? Jacques Attali. Traducción de Herber Ostroviesky. Gedisa. 11,90 euros. España puede salir de la crisis. José María Aznar. Planeta. 21 euros. El gran crac del crédito. Charles R. Morris. Valor. 25 euros. De la quimera inmobiliaria al colapso financiero. José García Montalvo. Antoni Bosch. 13,90 euros.

El capitalismo funeral


Fuente: EL PAÍS 6/6/2009

Personas de lastre cero, relaciones de baja calidad, consumismo, imposibilidad de un proyecto de vida... "capitalismo funeral"


El poeta, periodista, narrador y ensayista Vicente Verdú se ha concentrado ahora en las dificultades del capitalismo. El resultado es
El capitalismo funeral. Según el autor, la crisis que recorre el planeta es "social, cultural, moral y, por lo tanto, el principio de un mundo y el final de otro"

Es muy fuerte lo que dice: estamos en la tercera guerra mundial. Pero hay que atender al modo de decirlo. Vicente Verdú (Elche, 1942) es un poeta; es el autor de un libro memorable, Si usted no hace regalos le asesinarán; como periodista (oficio que ejerce en EL PAÍS desde 1981), forma parte de una generación que combatió con la cultura el espacio gris del franquismo; como ensayista ha visitado Estados Unidos y China con igual solvencia, y como narrador es autor, entre otros, de un libro,
No ficción, que convirtió en su manifiesto contra la ficción, o contra el imperialismo de la ficción. Ahora se ha adentrado en los agujeros negros del capitalismo y ha salido de ahí con un título que abre las carnes, El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial, que Anagrama publica en el momento más oscuro de la crisis mundial.

PREGUNTA. El capitalismo funeral.

¿Cómo llega usted a este título? ¿No le parece que la palabra funeral disuade?

RESPUESTA. Viene como contraste a una época muy de auge, de orgía, y en este batacazo súbito en que el mundo ha venido a caer esta palabra negativa confiere el contraste del lleno y el vacío, del alto y el bajo, de la levitación y el enterramiento

... Me enamoré de ese título porque funeral, que empleamos siempre como sustantivo, es un adjetivo de origen, y me pareció que ese juego léxico entre dos aparentes sustantivos, capitalismo y funeral, era rotundo y expresaba también el fin de una época. Ése es el fondo del libro, que ésta no es una crisis cíclica más, sino que a mi modo de ver es una crisis social, cultural, moral y, por lo tanto, el principio de un mundo y el final de otro.

P. Y una falla en la historia de la cultura, dice usted.

R. Creo que la crisis no es exclusivamente financiera y económica; hay implicados muchos más elementos. El especulador no puede especular si no hay gente con quien especular; el estafador no estafa si no hay un cándido; la gente no se aventura en las hipotecas si la época no lo promueve. Todo esto tiene que ver. Y tiene que ver, por si faltaba poco, con
la pérdida de calidad de las cosas. Cuando se habla de los bonos basura o de las hipotecas subprime, eso es concordante con el trabajo basura, con la tele basura, con la comida basura y con la mala calidad de las personas, porque ésa es una cuestión que a mí me ha parecido interesante para explicar. No estoy moralizando, estoy hablando de la ruptura de los materiales...

P. ¿Somos peores?

R. ...Los materiales eran malos. La amistad estaba deteriorada o era floja... La calidad de las personas también bajó en correlación con la baja calidad de los tejidos en los vestidos, con la baja calidad de las comidas, del trabajo, de los muebles...

P. Le repito: ¿somos peores?

R. Los conceptos morales son peores respecto a los valores absolutos. Somos menos consistentes. Una economía especulativa como la que venía necesitaba perder consistencia y ganar elasticidad, facilidad de circulación, ligereza, poco afianzamiento. En Estados Unidos hay una cosa que se valora en los empleos: el lastre cero. Se llama a
una persona de lastre cero a aquella que no tiene raíces, que tiene pareja pero no está enamorada, que no tiene hijos o los tiene distanciados, que tiene una formación pero no es una formación muy vocacional

... Es un mundo ligero y volátil, propenso a desvanecerse.

P. Ahora no miramos a la economía. ¿Adónde miramos ahora?

R. En una época pasada vivimos basados en el dolor como eje de la cultura. Se alcanzaba la recompensa después del sacrificio. Primero se ahorraba y después se compraba. Esa ética del dolor, basada en el cristianismo acérrimo, fue sustituida por una sociedad de consumo que invirtió la ecuación. Es la inversión de la ecuación del dolor y el establecimiento de la ecuación del placer. Ahora Zapatero, por ejemplo, nos induce a que consumamos, cuando hace dos o tres meses eso parecía moralmente condenable.

P. Se acabó la fiesta.

R. Como el placer no era malo o condenable sino productivo a través del consumo, que no era pecado mortal, sino que estaba formando parte del espíritu del tiempo, todo había que disfrutarlo en esta vida. Y ésa era la norma que persistía en todos los ámbitos. Esa época también coincidía con un aturdimiento, faltaba un
proyecto de vida. La idea del proyecto de vida es más propia de una época anterior. Casarse, tener hijos, afianzarse en un trabajo de por vida, la extremaunción y el cielo. Todo ese proceso predeterminado se descompone en la segunda mitad del siglo XX: no hay una sino varias parejas, no uno sino distintos trabajos en diferentes lugares, no una familia única sino un ensamblaje de familias mecano, etcétera. El fin de fiesta es el apagón de las luces y el momento en que llega la meditación.

P. Dice que el capitalismo finge su funeral, y evoca con melancolía el siglo XX.

R. Fue un siglo poderosísimo. Se ensayaron en él todas las utopías del siglo XIX, y se asistió a su fracaso. El nacionalismo dio con los campos de exterminio. El comunismo dio en los gulagui. Todas esas grandes ideas colectivas orientadas a crear un hombre nuevo, una humanidad cooperadora, terminaron mal. Fue un siglo muy intenso, y quizá por eso el XXI ha empezado con ciertas resistencias.

P. ¿Estamos en la tercera guerra?

R. Estamos en una gran crisis que propaga una adversidad a escala mundial. Yo he comparado este trance con una metafórica tercera guerra mundial porque el capitalismo necesitó y se benefició de las grandes destrucciones materiales de las dos guerras mundiales anteriores. No sólo Estados Unidos, que se benefició de la destrucción de Europa, la industria alemana también renovó, a través del Plan Marshall, su actividad industrial a una velocidad impensable sin la contienda. Y a partir de ahí puede hablarse del saneamiento de todo el sistema mundial y su progreso. La gran crisis actual ha sobrevenido justamente medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial, y ésta estalló casi medio siglo después que la primera.

P. Cita un verso de Hölderlin: "Donde hay peligro también surge la salvación".

R. Esta sentencia forma parte del pensamiento que señala el mal dentro del bien o viceversa, que ve siempre dentro del sí un pequeño no y al contrario.

P. ¿Y ahora dónde ve usted el no?

R. En el descrédito de las instituciones bancarias y de todos los intermediarios, políticos incluidos, como factores de explotación. En cuanto a la política, ya no cabe la posibilidad de pensar en un sistema democrático que sobreviva si no es a la manera como lo ha entendido Obama, movilizando a millones de personas a través de Internet.
El mundo camina hacia la desaparición del intermediario improductivo y hacia una estructura más horizontal, una suerte de "anarquía armónica", como dice Salvador Pániker.

El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial. Vicente Verdú. Anagrama. Barcelona, 2009. 200 páginas.


Inicio de 'El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial', de Vicente Verdú DOCUMENTO (PDF - 82,38Kb) - 06-06-2009

sábado, 6 de junio de 2009

La gentrificación de Barcelona

Iconos de vergüenza

PATRICIA GABANCHO EL PAÍS 06/06/2009

Desde la generosa terraza del Museo de Historia de Cataluña, un amigo señaló el promontorio de Montjuïc y me dijo: "Porcioles no se habría atrevido y al final se atrevieron los nuestros". Se refería al hotel Miramar, pintado de verde para hacer más clara su vergüenza. El alcalde huyó de inaugurarlo, aunque el Ayuntamiento tiene participación en el negocio, el 10% o así. No sé qué piensa mi amigo del hotel Vela, que sombrea la playa más popular de Barcelona. En todo caso, el Ayuntamiento lo considera un icono de la ciudad, justo ahora que el urbanismo icónico está desprestigiado en todas partes por las fracturas que produce en el espacio urbano, por la soledad de esos monstruos de postal, porque los buenos arquitectos prefieren hacer ciudad en lugar de hacer edificios con firma y estrambote.

La noticia en otros webs

Barcelona tiene cuentas siempre pendientes con el turismo, pero no tanto porque le molesten -que también- esos rebaños de gentes que van detrás de un guía con un paraguas a guisa de estandarte. No, Barcelona tiene la intuición de que con la excusa del turismo se cuelan demasiadas cosas, por ejemplo, una sutil prolongación del negocio inmobiliario a través de la construcción de hoteles, en cualquier parte. Si es un hotel, todo vale. El de Ricardo Bofill se tramitó como "equipamiento" del puerto para burlar la Ley de Costas. ¿Para que descansen los estibadores? Es una aberración, pero también lo es el que le crece al Palau de la Música o el cilindro de lujo en El Raval. Barcelona usa la cobertura del "turismo cultural", pero lo que pretende es explotar turistas ricos como si la ciudad fuera la ribera de Cancún.

Nadie renuncia hoy a la industria del turismo. Pero en Barcelona el turismo no es la lluvia fina que beneficia al pequeño comerciante, sino un instrumento de gentrificación. La palabra describe la expulsión de los vecinos de toda la vida barridos por nuevos vecinos ricos después de una intervención urbanística. Si es Nueva York, el detonante es privado. Si es la Ribera, el Born, la Barceloneta y hasta El Raval con su prepotente hotel de lujo, el brazo ejecutor es municipal y "progresista". ¿Estamos hablando de la ciudad que fue modelo de urbanismo sensible y a la menuda?

RADIOGRAFÍA DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA: Más natalidad...

El número medio de hijos por mujer se eleva a 1,46, la cifra más alta desde 1990

CELESTE LÓPEZ - LA VANGUARDIA 05/06/2009

España vive un segundo baby boom, mucho más modesto que el primero, allá; por los años 60 y 70, pero un baby boom, al fin y al cabo. Según los últimos datos provisionales facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número medio de hijos por mujer en edad fértil se elevó en el 2008 a 1,46, la cifra más alta desde 1990. En cifras absolutas supone 518.867 nacimientos, 26.440 más que en el 2007, cuando la tasa se situó en 1,40. Y, como ya ocurrió en años anteriores, el aumento del número de alumbramientos tiene mucho que ver con la inmigración. Uno de cada cinco niños nacido el año pasado fue de madre extranjera (107.475), lo que supone un aumento del 15% respecto al 2007. Las más prolíficas fueron las marroquíes, con un 23,5% del total de nacimientos de madre extranjera....

PARA SEGUIR, IR A:

http://resumdepremsa.caib.es/tmp/CAIB_27493620_Rec.pdf

Pasado un mes, estos artículos estarán disponibles en la Hemeroteca de LA VANGUARDIA

lunes, 1 de junio de 2009

LA LUCHA CONTRA LA DEFORESTACIÓN EN LA AMAZONIA. Biomedicinas para salvar la selva


Manaos plantea una economía basada en la explotación medicinal de los recursos naturales como alternativa a la soja y la ganadería

ANDY ROBINSON - LA VANGUARDIA Enviado especial Manaos - 27/05/2009

Desde su pequeño laboratorio en el campus del Instituto Nacional de Investigacón del Amazonas (INPA) de Manaos, a escasos metros del impresionante árbol Talimbe, de 600 años, y de la piscina llena de enormes peixe boi - mamíferos amazónicos que parecen ballenas-,Jorge Porto persigue varias líneas de investigación.

Sigue en:

http://www.comfia.info/noticias/pdf/49492.pdf

Cuando la longevidad no garantiza la felicidad

LA VANGUARDIA, 18 de marzo de 2009

¿Estás aquí para ser feliz?

Mayores que se sienten solos y enfermos:la longevidad no garantiza la felicidad

NÚRIA ESCUR - Barcelona.- Se llama Josep Mascaró y tiene 102 años. Vive en Mallorca,
todavía monta en bicicleta y su rostro enjuto al lado del de un bebé recién nacido han inundado
las pantallas televisivas y las vallas publicitarias de bondad y buenas intenciones. "Estás aquí
para ser feliz", le dice el abuelo a Aitana, una niña nacida en Madrid y con apenas una hora de
vida. Pero ¿cómo es la vida real de la mayor parte de los ancianos?, ¿qué hace felices hoya
nuestros mayores? La longevidad no es proporcional a la felicidad.

Josep tiene 6 hijos, 33 nietos, 28 bisnietos y dos en camino. Los sábados sale a bailar
acompañado de un buen amigo. Nunca ha fumado. Más allá del spot, este hombre es,
realmente, una excepción a la espera de cumplir sus 103 en mayo.
- ¿Es usted Pep Mascaró?
- Bueno... Uno de ellos.

Conscientes de ser una verdadera dinastía, nos responde uno de sus hijos. Confiesa
que su padre siempre ha sido hombre optimista: "Siempre lo vi igual. Nunca ha tenido un día
malo. Aunque parezca mentira, él se levanta, se toma la leche del desayuno y acepta lo que le
traiga el día. Creo que es cuestión de temperamento, más que de lo que te haya tocado vivir".

"En realidad, a menudo nos encontramos peor los hijos que él", bromea.

Pero no son así las vidas de todos nuestros mayores. Poca salud y mucha soledad, a
lo que suman, para rematar, precariedad económica. Estas son las tres principales causas de
infelicidad en nuestros mayores. La asistencia a personas mayores con discapacidad es el
principal problema de salud en la Unión Europea. Consume la mayor parte de los recursos
sociosanitarios mientras los ámbitos médicos y sociales todavía funcionan por separado.

Nihilismo terapéutico del adulto mayor. Es ese el nuevo concepto que traduce el doctor
Jesús María López Arrieta, presidente de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica: "A los
ancianos se les discrimina porque no se les da la misma oportunidad terapéutica que a los más
jóvenes". López Arrieta denuncia la que él cree una falsa creencia, "sin ningún fundamento
científico. Esa por la que a partir de determinada edad, generalmente los 70, la tolerabilidad a
la mayoría de los fármacos y otras intervenciones como la cirugía es peor y conlleva más
riesgos que beneficios. Además, presuponen que los ancianos no merecen lo mismo que los
más jóvenes porque ya han vivido suficiente".

Mantiene que a muchos pacientes "no se les trata de su dolor con la excusa de que ya
da igual. Porque hay una tendencia a creer que eso es algo consustancial a la vejez". Eso
conduce a que, a menudo, los mayores no se sientan bien tratados. "Es importante tomar
medidas destinadas a paliar el dolor desde el primer momento y no esperar aque la intensidad
del dolor haga insufrible la situación".

No hay que olvidar que, del 80% de adultos de la tercera edad que padecen dolor
crónico, la mayoría lo sufre asociado a enfermedades crónicas, como artrosis o neuropatía
diabética. "A nuestros mayores hay que decirles que todavía tienen años por delante y que
estos deben ser libres de enfermedad. Por eso es importante que sepan que no existen
achaques propios de la vejez; cuando aparecen es porque hay una enfermedad que los explica
y hay que tratarla", puntualiza López Arrieta.

Los últimos estudios de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica vinculan el dolor
crónico al hecho de que el paciente anciano viva en familia o en una residencia. El 80% de los
ancianos ingresados en residencias sufre actualmente dolor crónico. De los que viven en
familia, sólo lo sufren entre un 25% y un 50%. Y de estos últimos, el 28% admite sufrir dolores
diarios y el 17% dolores que de algún modo limitan su actividad física.

Sándor Marai escribió en sus Diarios entre 1984-1989 (Salamandra / Empúries) uno de
los relatos más lacerantes, tan doloroso como lúcido, sobre la vejez. En él repasa los últimos
años al lado de su esposa, los dos enfermos, hasta la muerte de ella. Esos últimos días
terribles, antes del propio suicidio del autor. Y una frase que se repite en distintas formas y
cuya esencia es esta: "La muerte no tiene ninguna importancia. Morir sí".

La cuestión es cómo envejecer sin miedo. Para Ramona Rubio Herrera, catedrática de
Psicogerontología de la Universidad de Granada, los mayores son plenamente conscientes de
que "la longevidad tiene un peaje. Viven más años, pero saben que, si no buscan soluciones,
pagarán un tributo con distintos disfraces, en distintas formas posibles: soledad en familia,
soledad en solitario, achaques y pocas cosas que les ilusionen".

¿La última solución propuesta a ese desencanto? La mezcla entre generaciones. "Creo
mucho en la potencia de la juventud y en que su presencia es básica para el anciano. En la
propia universidad hemos creado un departamento específicamente destinado a poner en
contacto a jóvenes y viejos. Unos les enseñan tecnología, los otros experiencias".
"A veces, aunque te cuide una enfermera en casa, te sientes solo. Porque no hay
confianza", explica Albert Sánchez. A punto de cumplir los noventa, enviudó hace un par de
años. Ahora vive en el barrio de Sants con Rosario, una asistenta ecuatoriana a la que paga
por cuidarle. Y aunque no es el final que él hubiera imaginado - tiene un hijo y tres nietos-
,reconoce: "A pesar de todo, estoy aprendiendo cosas nuevas. Ella me alegra, me da
conversación. Yo le enseño cuatro palabras en catalán. Me explica remedios de su tierra y me
pone música de allí. ¡Madre mía! ¡Quién me hubiera dicho que yo acabaría bailando por el
comedor!

Destapa la felicidad

"Los mayores son los grandes olvidados en el mundo de la publicidad. La sociedad occidental
ha valorado especialmente, en años frenéticos, la juventud y el dinamismo. Es tiempo de
reflexión. Nosotros nos sentimos orgullosos del testimonio de un anciano sabio en experiencias
que, desde su vida humilde en el campo, goza de vivir tanto gracias al amor que regala y
recibe", explica Marta Fontcuberta, directora de marketing integrado de Coca-Cola. La misma
empresa que lanzó mensajes de apoyo en la crisis americana de 1929 y a raíz de la guerra de
Vietnam protagonizó el popular "Al mundo entero quiero dar...". "El día que nos despedimos en
el aeropuerto nos dijo adiós así: ´Gracias. Me habéis dado más vida´". Desde el anuncio,
España lidera una campaña mundial: "Open happiness" (destapa la felicidad).
No es mi mundo
N. ESCUR - Barcelona.- En Madrid, el próximo 1 de abril se celebrará, bajo el título La soledad
en las personas mayores, unas jornadas para reflexionar sobre las perspectivas del colectivo
de personas que viven solas. Será la presentación del proyecto Cerca de ti, que el Imserso ha
diseñado para el colectivo y pondrá en marcha en el 2009.
Ramona Rubio Herrera, catedrática de Psicogerontología de la Universidad de
Granada, es una de los ponentes. Considera que, actualmente, "los mayores se sienten
marginados, fuera de contexto, en una triple dimensión: tecnológica, generacional y de valores.
Sienten que su mundo, sus parámetros, han desaparecido". Y ante ese panorama, explica la
gerontóloga, "unos intentan superarlo y otros se enquistan en el pasado".

Una de las iniciativas, también apoyadas por el Imserso y la Universidad de Granada,
es "llenar de jóvenes" los locales y ámbitos propios de la gente mayor. Insiste Rubio Herrera en
que lo que más preocupa a los mayores es, por este orden, la enfermedad, la soledad y la
precariedad económica. "A partir de los ochenta, la economía no es, ni de lejos, lo que más les
duele".

Tampoco las soledades son iguales. Ante ella, hombres y mujeres se enfrentan con
estrategias muy distintas. Según la gerontóloga, al enviudar, los hombres "se lanzan
rápidamente a buscar pareja. Ellas son más autónomas". "La soledad en las mujeres mayores
es nostalgia por lo perdido, tristeza, sentimiento. La soledad en el hombre es la que deriva de
no saber manejarse. Mientras les cocinen y les laven la ropa, mientras eso esté resuelto... La
mujer es más masoquista", concluye Rubio Herrera. Por eso, dice, a ellos se les encuentra
jugando al dominó y ellas acuden con más frecuencia cuando se reclaman trabajos de
voluntariado.

La directora general del Imserso, Pilar Rodríguez Rodríguez, distingue entre dos
categorías de mayores: los que se sienten solos y los que eligen vivir solos. Estos últimos,
añade Rodríguez, "pueden estar viviendo esta etapa como una oportunidad de independencia".
La vitalidad de los mayores debe encauzarse hacia un mayor asociacionismo. La directora del
Imserso apunta que la intervención social debe dirigirse sobre todo a personas que se sienten
solas, además de cubrir la demanda de aquellos que precisan cuidados permanentes.

El 30% de las reservas de gas y el 13% de las de petróleo por explorar están en el Ártico

A. R. - Madrid - EL PAÍS - 29/05/2009

El 30% de las reservas mundiales de gas aún por explorar y un 13% de las de petróleo están en el Círculo Polar Ártico, lo que supone una excelente perspectiva para los países de la zona (Rusia, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca-Groenlandia y Noruega). Sin embargo, esos depósitos son pequeños en comparación con las reservas conocidas de los mayores países exportadores de hidrocarburos, dicen los científicos del Servicio Geológico de EE UU que han hecho el estudio y que lo presentan hoy en Science. Por reservas de gas natural, Rusia sería el primer beneficiado, pero por petróleo es Alaska (EE UU).

El gas y el petróleo deben estar en la plataforma continental y en el en subsuelo marino en profundidades inferiores a 500 metros. Los investigadores creen, no obstante, que esta riqueza oculta no es suficiente para variar sustancialmente los patrones mundiales de explotación de hidrocarburos.

Pero Donald L. Gautier y sus colegas señalan que hasta 2007 se habían desarrollado más de 400 campos de petróleo y gas al norte del Círculo Polar, pese a que las dificultades técnicas y de acceso a la región y el abundante petróleo de bajo coste en otros sitios han hecho que la explotación en el Ártico sea limitada. Ahora, el deshielo creciente puede facilitar la explotación de hidrocarburos allí, lo que supone un potencial riesgo añadido para sus frágiles ecosistemas, reconocen los científicos.

Multiculturalismo sí, pero hasta aquí


España es más diversa que nunca - Tradiciones como las bodas de niños o la ablación resultan inaceptables - ¿Hasta dónde cabe el respeto?


El problema surge cuando un delito es visto como una costumbre

Un 5% de la población española profesa una religión distinta a la católica

Los casos extremos perjudican a los musulmanes que desean integrarse

Hay empresas que ya permiten pausas para rezar o salir antes en el Ramadán

Algunos plantean la poligamia o la poliandria como opciones lícitas

El velo es para algunas un símbolo cultural, pero no les impide trabajar



REYES RINCÓN EL PAÍS 29/05/2009

Un juez saudí rechazó recientemente y en dos ocasiones anular la boda de una niña de ocho años con un hombre de 50. El padre la vendió a un amigo para saldar sus deudas en contra de la opinión de la madre. Sólo después de una larga negociación y con la mediación de un nuevo juez, el abogado de la niña consiguió llegar a un acuerdo con el marido. Mientras el juez saudí se lo pensaba, un tribunal español condenaba a 17 años de cárcel a la madre de una adolescente mauritana residente en Cádiz por obligarla a casarse y mantener relaciones con un hombre de 40, sobre el que recayó una pena de 13 años.



Lo que la ley saudí ni se plantea (condenar al progenitor), no se discute entre los juristas españoles. Sin embargo, sí que hubo debate en el Tribunal Supremo al deliberar hace unas semanas sobre el caso de un ecuatoriano de 23 años que mantuvo relaciones consentidas durante un año con una niña de 11. El Supremo confirmó una condena de dos años de cárcel, pero con el voto particular de dos jueces que pidieron la absolución porque el procesado se había criado en la selva y, aunque llevaba siete años en España, no sabía que lo que estaba haciendo era delito.

Éstos y otros casos que han saltado a los medios en los últimos meses dejan una pregunta: ¿dónde hay que situar la frontera de la tolerancia del Estado ante determinadas tradiciones culturales o religiosas? Los expertos coinciden en la necesidad de impulsar el respeto por todas las tradiciones y creencias. "Pero existe un límite: los derechos fundamentales de las personas", afirma Pablo Santolaya, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Alcalá de Henares y autor de varios estudios de los derechos de los extranjeros en España.

Casos como el de la familia mauritana de Cádiz o el de niñas inmigrantes que son llevadas a su país para someterlas a una ablación de clítoris sobrepasan por mucho esa barrera del multiculturalismo, según Santolaya. Los compatriotas de la menor mauritana consideran, sin embargo, que ni la sociedad ni los jueces españoles deben inmiscuirse en sus costumbres. "No se están respetando nuestras tradiciones. En nuestro país es muy normal casarse con ocho o nueve años", lamenta Brahim Sall Oulddick, un mauritano que lleva una década en España y es amigo de los padres condenados. En su opinión, hay un malentendido: "Aquí se le llama violación y nosotros le llamamos casamiento".

Para Estrella Rodríguez, directora general de Integración de los Inmigrantes esa presunta colisión entre las costumbres de unos y otros es "un falso debate". "Una cosa es hablar de interculturalidad, de buscar espacios de encuentro, que siempre son positivos, y otra es hablar de costumbres que en nuestro país son delito. Ahí hay que ser firmes". Lo mismo opina Kaman Rahmouni, presidente de la asociación de trabajadores marroquíes Atime: "Las fronteras están claras: los principios constitucionales de España y las leyes en vigor. Dentro de esto puede caber cualquier costumbre. Fuera no cabe nada".

Casos extremos como éste perjudican a la imagen de los musulmanes en general, también a los que desean la integración y rechazan la barbarie. El presidente de Atime asegura que su asociación "nunca" defendería un caso como el de la niña de Cádiz. "A veces podemos estar en desacuerdo con algunos aspectos de algunas leyes, pero hay que respetarlas. Y esto hay que hacérselo ver a los inmigrantes". Pero Rahmouni cree que, al margen de esta barrera infranqueable, la integración completa de las culturas que hoy conviven en España es "un tema pendiente de resolver". "Tanto los que vienen de fuera como la sociedad española tienen que hacer un esfuerzo".

Los musulmanes que viven en España, más que con "problemas" para seguir aquí sus costumbres, se encuentran a veces con "dificultades", apunta Rahmouni, que pone como ejemplo la celebración del Ramadán. "Ya hay muchas empresas que permiten que el trabajador pueda salir un poco antes ese mes y luego recuperar las horas, pero en otras todavía es difícil".

Este tipo de conflictos ha sido objeto recientemente de un proyecto piloto del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, mediante el que un centenar de empresas han hecho un autodiagnóstico sobre su forma de gestionar la diversidad cultural. La directora general de Integración reconoce que el índice ha salido "bajo", pero hay razones para el optimismo: estas empresas han dado muestras de querer mejorar en esta tarea.

El catedrático Santolaya alude también a la dificultad de la sociedad española para ir "adaptándose" a una realidad cada vez más plural. Tres leyes dictadas el 10 de noviembre de 1992 desarrollan los acuerdos firmados entre el Estado español y la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas, la Federación de Comunidades Israelitas y la Comisión Islámica. El artículo 12 de esta última, por ejemplo, recoge que los musulmanes podrán solicitar la interrupción de su trabajo para el rezo obligatorio de los viernes desde las 13.30 hasta las 16.30, así como la conclusión de la jornada laboral una hora antes de la puesta de sol durante el mes de ayuno. Estas leyes también permiten a los fieles de estas confesiones pedir que sus fiestas religiosas sustituyan a las establecidas por el Estatuto de los Trabajadores.

Brahim Sall Oulddicklia, el mauritano amigo de la familia condenada por casar a su hija adolescente, admite que en este punto la sociedad española es "cada vez más respetuosa". Él trabaja como guarda en una obra y asegura no tener problemas para seguir el Ramadán ni rezar cuando debe. Otros han tenido menos suerte y han acabado llevando el asunto a los tribunales. El único pronunciamiento del Tribunal Constitucional, por lo que se considera la doctrina vigente, fue contrario a los intereses del trabajador, en este caso, una mujer que se había convertido a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, entre cuyas creencias está el cese de toda actividad desde la puesta del Sol del viernes a la del sábado. La mujer pidió en su empresa un cambio de régimen de su descanso semanal y al no conseguirlo, dejó de ir a trabajar y fue despedida. La afectada solicitó en los tribunales que el despido fuera declarado nulo por entender que estuvo basado en motivos religiosos, pero el Constitucional no le dio la razón.

Los expertos consultados coinciden en que en España aún queda mucho camino por recorrer. Santolaya pone como ejemplo el caso de Estados Unidos, con mucha más tradición de diversidad religiosa. Allí se ha generado ya una amplia jurisprudencia que se conoce como Sabbation cases (en referencia al Sabbath judío) y que reconoce un derecho de los trabajadores y una obligación para los empresarios la búsqueda de un acomodo entre los intereses de ambos.

El problema radica, según Fernando Arias, jefe del área de proyectos de la Fundación Pluralismo y Convivencia, en que, durante mucho tiempo, la sociedad española se ha diferenciado entre católicos y agnósticos. "Ahora ha aumentado mucho la diversidad religiosa y hay un 5% de personas que pertenecen a otras confesiones". Además de las leyes españolas que recogen los derechos de musulmanes, judíos y evangélicos, el Estado reconoce el arraigo de otras tres confesiones: budistas, mormones y testigos de Jehová. Sus fieles tienen unos derechos que no colisionan con las leyes españolas pero que, según Arias, a veces les resulta complicado ejercer, como tener un lugar de culto o recibir educación religiosa.

"Es muy importante que las personas de otras confesiones puedan sentirse tan españoles como cualquiera", cuenta Arias, que pone como ejemplo un atropello con el que se encuentran a menudo las mujeres musulmanas que deciden llevar velo: la ley española les reconoce el derecho a figurar con él en la foto del DNI siempre que se les vea bien la cara. "Pero en algunas oficinas de DNI se lo impiden", afirma Arias.

El velo es una de las cuestiones que más debate suscita entre los expertos. "Ahí no hay que ser tajante. Para muchas mujeres tiene un sentido religioso y en España no les impide trabajar ni hacer nada", señala Caridad Ruiz de Almodóvar, profesora de la Universidad de Granada especialista en derecho de países árabes y miembro del consejo asesor de la Casa Árabe.

Menos apoyo genera la negativa de algunos padres musulmanes a que sus hijas adolescentes vistan pantalón corto o bañador en las clases de educación física. "Entiendo que este tipo de costumbres no deben permitirse. Ahí debe primar la educación del menor", advierte Ruiz de Almodóvar.

Éste es uno de los pocos asuntos en los que se muestra inflexible José Manuel Morales, secretario general de Andalucía Acoge, una asociación de ayuda al inmigrante. Coincide con los demás en que la frontera la marcan los derechos fundamentales, pero se muestra partidario de "debatir cambios". Morales se atreve incluso a plantear el caso de los matrimonios múltiples (poligamia o poliandria). "En España hace mucho tiempo que la pareja dejó de ser estable para toda la vida. Siempre que no entre en colisión con los derechos fundamentales, éste es un tema en el que se podría ver hasta qué punto es posible evolucionar en el marco legal".

La recesión golpea con dureza al principal sustento del Estado de bienestar. Adiós, clase media, adiós

RAMÓN MUÑOZ EL PAÍS 31/05/2009

Ridiculizada por poetas y libertinos; idolatrada por moralistas; destinataria de los discursos de políticos, papas, popes y cuantos se suben alguna vez a un púlpito en busca de votantes o de adeptos; adulada por anunciantes; recelosa de heterodoxias y huidiza de revoluciones; pilar de familias y comunidades; principal sustento de las Haciendas públicas y garante del Estado de bienestar. La clase media es el verdadero rostro de la sociedad occidental. En un mundo globalizado, en el que hasta en el más mísero país siempre se puede encontrar a alguien con suficientes medios para darse un paseo espacial, sólo la preeminencia de la clase media distingue los Estados llamados desarrollados del resto. Los países dejan de ser pobres no por el puesto que ocupan sus millonarios en el ranking de los más ricos -de ser así, México o la India estarían a la cabeza del mundo dada la fortuna de sus potentados-, sino por la extensión de su clase media.

Los 'mileuristas' bien pudieran ser la nueva clase social dominante

Incluso en el periodo de mayor bonanza económica los sueldos cayeron

"Un magma social, consumista, sin ideología, a imagen de las 'low cost"

En Francia se les llama 'baby losers' y en Grecia "los de los 700 euros"

Un 20% de la población está por debajo del umbral de la pobreza

Los jóvenes económicamente autónomos han caído hasta el 21%

Más de la mitad de los parados quiere convertirse en funcionario

La división estará entre unos pocos que generan PIB y los innecesarios

Pero parece que la clase media está en peligro o, al menos, en franca decadencia. Eso piensan muchos sociólogos, economistas, periodistas y, lo que es más grave, cada vez más estadísticos. Como los dinosaurios, esta "clase social de tenderos" -como la calificaban despectivamente los aristócratas de principios de siglo XX- aún domina la sociedad, pero la actual recesión puede ser el meteorito que la borre de la faz de la Tierra. Siguiendo con la metáfora, el proceso no será instantáneo sino prolongado en el tiempo, pero inevitable. La nueva clase dominante que la sustituya bien pudieran ser los pujantes mileuristas, los que ganan mil euros al mes. Tal y como sucedió cuando los mamíferos sustituyeron a sus gigantes antecesores, los mileuristas tienen una mayor capacidad de adaptación a circunstancias difíciles. También se adaptan los pobres, pero no dejan de ser excluidos, mientras que los mileuristas son integradores de la masa social. Por eso se están extendiendo por todas las sociedades desarrolladas.

El mileurismo -un término inventando por la estudiante Carolina Alguacil, que escribió una carta al director de EL PAÍS en agosto de 2005 para quejarse de su situación laboral- ha dejado de ser un terreno exclusivo para jóvenes universitarios recién licenciados que tienen que aceptar bajos salarios para hacerse con un currículo laboral. En los últimos años ha incorporado a obreros cualificados, parados de larga duración, inmigrantes, empleados, cuarentones expulsados del mercado laboral y hasta prejubilados. Se estima que en España pueden alcanzar en torno a los doce millones de personas.

Su popularidad es tan creciente que ya hay varios libros dedicados exclusivamente a los mileuristas, tienen web propia y hasta película. Se llama Generazione 1.000 euro, una producción italiana que se acaba de estrenar. Cuenta la historia de un joven licenciado en matemáticas que malvive en una empresa de mercadotecnia y se enamora de otra mileurista. Basa su argumento en el libro con el mismo título que triunfó gracias a las descargas gratuitas de Internet (la gratuidad de la Red es una de las pocas válvulas de escape de los mileuristas).

Hasta los políticos comienzan a mirar hacia ellos. Las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el debate del estado de la nación, aunque luego descafeinadas, parecen ser las primeras especialmente diseñadas para mileuristas: equiparar las ayudas al alquiler, eliminar para las rentas medias la desgravación de la vivienda (¡el pisito, icono de la clase media española!), bonos de transportes desgravables y, sobre todo, máster gratis sin límite para graduados en paro. Másteres, estudios de posgrado, doctorados, idiomas..., el signo de identidad de esta generación Peter Pan, dicen que la mejor preparada de la historia pero cuya edad media de emancipación del hogar familiar está a punto de alcanzar los 30 años.

La estadística da cuenta cada vez de forma más fehaciente de la pujanza del mileurismo frente a la bendita clase media. Uno de los datos más reveladores se encuentra en la Encuesta de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE), un informe cuatrienal pero que desnuda la realidad sociolaboral como ninguna otra. Según la misma, el sueldo medio en España en 2006 (última vez que se realizó) era de 19.680 euros al año. Cuatro años antes, en 2002, era de 19.802 euros. Es decir, que en el periodo de mayor bonanza de la economía española, los sueldos no sólo no crecieron, sino que cayeron, más aún si se tiene en cuenta la inflación.

Si nos remontamos a 1995, la primera vez que se llevó a cabo la encuesta, la comparación es aún más desoladora. El salario medio en 1995 era de 16.762 euros, por lo que para adecuarse a la subida de precios experimentada en la última década, ahora tendría que situarse en torno a los 24.000 euros. Se trata del sueldo medio, que incluye el de los que más ganan. Por eso convendría tener en cuenta otro dato más esclarecedor: la mitad de los españoles gana menos de 15.760 euros al año, es decir, son mileuristas.

Los sueldos se han desplomado pese a la prosperidad económica e independientemente del signo político del partido en el poder en los últimos años (desde 1995 han gobernado sucesivamente PSOE, PP y nuevamente PSOE). La riqueza creada en todos esos años ha ido a incrementar principalmente las llamadas rentas del capital.

Algunos dan definitivamente por muerta la clase media. Es el caso del periodista Massimo Gaggi y del economista Eduardo Narduzzi, que en su libro El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste (Lengua de Trapo) vaticinaban la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo, y en el otro un "magma social" desclasado en que se confunden las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitado, a imagen y semejanza de los productos y servicios que les ofrecen las compañías low cost (bajo coste) como Ikea, Ryanair, Mc Donald's, Zara o Skype.

"Nosotros hablábamos de la aparición de una clase de la masa, es decir, de una dimensión social sin clasificación que de hecho contiene todas las categorías, con excepción de los pobres, que están excluidos, y de los nuevos aristócratas. La clase media era la accionista de financiación del Estado de bienestar, y su desaparición implica la crisis del welfare state, porque la clase de la masa ya no tiene interés en permitir impuestos elevados como contrapartida política que hay que conceder a la clase obrera, que también se ha visto en buena parte absorbida por la clase de la masa. La sociedad que surge es menos estable y, como denunciábamos, potencialmente más atraída por las alarmas políticas reaccionarias capaces de intercambiar mayor bienestar por menos democracia. También es una sociedad sin una clara identidad de valores compartidos, por lo tanto, es oportunista, consumista y sin proyectos a largo plazo", señalan los autores a EL PAÍS.

El declive de la clase media se extiende por todo el mundo desarrollado. En Alemania, por ejemplo, un informe de McKinsey publicado en mayo del año pasado, cuando lo peor de la crisis estaba aún por llegar, revelaba que la clase media -definida por todos aquellos que ganan entre el 70% y el 150% de la media de ingresos del país- había pasado de representar el 62% de la población en 2000 al 54%, y estimaba que para 2020 estaría muy por debajo del 50%.

En Francia, donde los mileuristas se denominan babylosers (bebés perdedores), el paro entre los licenciados universitarios ha pasado del 6% en 1973 al 30% actual. Y les separa un abismo salarial respecto a la generación de Mayo del 68, la que hizo la revolución: los jóvenes trabajadores que tiraban adoquines y contaban entonces con 30 años o menos sólo ganaban un 14% menos que sus compañeros de 50 años; ahora, la diferencia es del 40%. En Grecia, los mileuristas están aún peor, ya que su poder adquisitivo sólo alcanza para que les llamen "la generación de los 700 euros".

En Estados Unidos, el fenómeno se asocia metafóricamente a Wal-Mart, la mayor cadena de distribución comercial del mundo, que da empleo a 1,3 millones de personas, aplicando una política de bajos precios a costa de salarios ínfimos -la hora se paga un 65% por debajo de la media del país-, sin apenas beneficios sociales y con importaciones masivas de productos extranjeros baratos procedentes de mercados emergentes, que están hundiendo la industria nacional. La walmartización de Estados Unidos ha sido denunciada en la anterior campaña presidencial tanto por los demócratas como por los republicanos. El presidente Barak Obama creó por decreto la Middle Class Task Force, el grupo de trabajo de la clase media, que integra a varias agencias federales con el objeto de aliviar la situación de un grupo social al que dicen pertenecer el 78% de los estadounidenses. El grupo tiene su propia página web y su lema: "Una clase media fuerte es una América fuerte".

Hacen falta más que lemas para salir de la espiral que ha creado la recesión y que arrastra en su vórtice a una clase media debilitada hacia el mileurismo o tal vez más abajo. En Nueva York, 1,3 millones de personas se apuntaron a la sopa boba de los comedores sociales en 2007. Apenas un año después, tres millones de neoyorquinos eran oficialmente pobres. Los pobres limpios, como se denomina a los que han descendido desde la clase media, también comienzan a saturar los servicios sociales en España. Las peticiones de ayuda en Cáritas han aumentado un 40%, y el perfil social del demandante empieza a cambiar: padre de familia, varón, en paro, 40 años, con hipoteca, que vive al día y que ha agotado las prestaciones familiares.

Con el propósito de tranquilizar a la población, los dirigentes han comenzado a hablar de "brotes verdes" para designar los primeros signos de recuperación. Pero ésta no es una crisis cualquiera. Howard Davidowitz, economista y presidente de una exitosa consultora, se ha convertido en una estrella mediática en Estados Unidos al fustigar sin piedad el optimismo de la Administración de Obama. "Estamos hechos un lío y el consumidor es lo suficientemente listo para saberlo. Con este panorama económico, el consumidor que no se haya petrificado es que es un maldito idiota. Esta crisis hará retroceder al país al menos diez años y la calidad de la vida nunca volverá a ser la misma".

La marcada frontera que separaba la clase media de la exclusión y de los pobres se está derrumbando a golpes de pica como lo hizo el muro de Berlín, y algunos se preguntan si tal vez la caída del telón de acero no haya marcado el inicio del fin de conquistas sociales y laborales que costaron siglos (y tanta sangre), una vez que el capitalismo se encontró de repente sin enemigo.

Al margen de especulaciones históricas, lo cierto es que la desigualdad crece. En España, la Encuesta de Condiciones de Vida, realizada en 2007 por el INE, señalaba que casi 20 de cada 100 personas estaban por debajo del umbral de la pobreza. El último informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España, de Cáritas, resaltaba que hay un 12,2% de hogares "pobres integrados", esto es, sectores integrados socialmente pero con ingresos insuficientes y con alto riesgo de engrosar las listas de la exclusión. Su futuro es más incierto que nunca, y muchos hablan de un lento proceso de desintegración del actual Estado de bienestar.

Otros expertos son mucho más optimistas y descartan que se pueda hablar del fin de clase media. "Es una afirmación excesivamente simplista que obvia algunos de los grandes avances que ha registrado la sociedad española en el largo plazo. Las crisis comienzan perjudicando a los hogares con menores ingresos y menor nivel formativo, para extender posteriormente sus efectos al resto de grupos. Y aunque mantenemos niveles de desigualdad considerablemente elevados en el contexto europeo estamos todavía lejos de ser una sociedad dual", señala Luis Ayala, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos y uno de los autores del informe FOESSA.

El catedrático de Estructura Económica Santiago Niño Becerra ha saltado a la fama editorial por su libro El crash de 2010 (Los Libros del Lince), en el que afirma que la crisis no ha hecho más que empezar y que será larga y dura. A la pregunta de cómo va a afectar esta debacle a la clase media, contesta: "El modelo de protección social que hemos conocido tiende a menos-menos porque ya ha dejado de ser necesario, al igual que lo ha dejado de ser la clase media: ambos han cumplido su función. La clase media actual fue inventada tras la II Guerra Mundial en un entorno posbélico, con la memoria aún muy fresca de la miseria vivida durante la Gran Depresión y con una Europa deshecha y con 50 millones de desplazados, y lo más importante: con un modelo prometiendo el paraíso desde la otra orilla del Elba. La respuesta del capitalismo fue muy inteligente (en realidad fue la única posible, como suele suceder): el Estado se metió en la economía, se propició el pleno empleo de los factores productivos, la población se puso a consumir, a ahorrar y, ¡tachín!, apareció la clase media, que empezó a votar lo correcto: una socialdemocracia light y una democracia cristiana conveniente; para acabar de completar la jugada, esa gente tenía que sentirse segura, de modo que no desease más de lo que se le diese pero de forma que eso fuese mucho en comparación con lo que había tenido: sanidad, pensiones, enseñanza, gasto social... que financiaban con sus impuestos y con la pequeña parte que pagaban los ricos (para ellos se inventaron los paraísos fiscales). Todo eso ya no es necesario: ni nadie promete nada desde la otra orilla del Elba, ni hay que convencer a nadie de nada, ni hay que proteger a la población de nada: hay lo que hay y habrá lo que habrá, y punto. Por eso tampoco son ya necesarios los paraísos fiscales: ¿qué impuestos directos van a tener que dejar de pagar los ricos si muchos de ellos van a desaparecer y si la mayoría de los impuestos de los que quieren escapar van a ser sustituidos por gravámenes indirectos?".

Y es que frente a la extendida idea de que la mejor forma de favorecer el bienestar es conseguir altas tasas de crecimiento y de creación de empleo, en los momentos de máxima creación de empleo la desigualdad no disminuyó. Al contrario, desde el primer tercio de los años noventa la pobreza no ha decrecido. Los salarios crecen menos que el PIB per cápita. El último informe mundial de salarios de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) destaca que entre 2001 y 2007 crecieron menos del 1,9% en la mitad de los países. En España, el aumento real fue casi cero, como en Japón y Estados Unidos. Para 2009, la OIT pronostica que los salarios crecerán sólo un 0,5%.

En España hay un dato aún más revelador del vértigo que siente la clase media cuando se asoma al abismo de inseguridad que le ofrece esta nueva etapa del capitalismo. El número de familias que tiene a todos sus miembros en paro ha sobrepasado el millón. Y peor aún, la tasa de paro de la persona de referencia del hogar -la que aporta más fondos y tiene el trabajo más estable- está ya en el 14,5%, muy similar a la del cónyuge o pareja (14,4%), cuyo sueldo se toma como un ingreso extra, mientras que la de los hijos se ha disparado cinco puntos en el primer trimestre y está en el 26,8%.

Luis Ayala constata que, por primera vez desde mediados de los años noventa, al inicio de esta crisis hemos asistido a tres cambios claramente diferenciales respecto al modelo distributivo en vigor en las tres décadas anteriores: la desigualdad y la pobreza dejaron de reducirse (aunque no aumentaron) por primera vez desde los años sesenta; por primera vez en muchos años la desigualdad no disminuyó en un contexto de crecimiento económico, y a diferencia de lo que sucedió con la mayoría de los indicadores macroeconómicos (PIB per cápita, déficit público, desempleo, etcétera), durante este periodo se amplió el diferencial con la UE desde el punto de vista de desigualad.

"Si en un tiempo de mareas altas no disminuyó la desigualdad, cabe contemplar con certeza su posible aumento en un periodo de mareas bajas. La evidencia que muestran varios estudios de cierta conexión entre determinadas manifestaciones del desempleo y la desigualdad y la pobreza obligan, inevitablemente, a pensar en un rápido aumento de la desigualdad y de las necesidades sociales. Así, tanto el número de hogares en los que todos los activos están en paro como la tasa de paro de la persona principal del hogar son variables más relacionadas con la desigualdad que los cambios en las cifras agregadas de empleo. La información más reciente que ofrece la EPA deja pocas dudas: en ninguno de los episodios recesivos anteriores crecieron tan rápido ambos indicadores, por lo que cabe pensar en aumentos de la desigualdad y de la pobreza monetaria muy superiores a los de cualquier otro momento del periodo democrático", afirma Ayala.

En efecto, estos datos demolen en parte el viejo bastión español frente a la crisis: el colchón familiar. ¿Cómo van a ayudar los padres a los hijos si comienzan a ser los grandes protagonistas del drama del desempleo? El profesor Josep Pijoan-Mas, del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), en el artículo Recesión y crisis (EL PAÍS, 15 de marzo), observaba una preocupante similitud entre esta recesión y la de 1991-1994, cuando el paro trepó hasta el 24%. "Los datos muestran que el aumento de la desigualdad en el ámbito individual se amplifica cuando agrupamos los datos por hogares. Esto sugiere que, contrariamente a la creencia popular, la familia no es un buen mecanismo de seguro en España: cuando un miembro del hogar experimenta descensos de renta, lo mismo sucede al resto de miembros del hogar", indica.

Afirmar a simple vista que, por primera vez desde la II Guerra Mundial (la Guerra Civil en España), las nuevas generaciones vivirán peor que la de sus padres puede parecer osado. Nunca tantos jóvenes estudiaron en el extranjero (gracias a las becas Erasmus), viajaron tanto (gracias a las aerolíneas low cost) o prolongaron tanto su formación. Pero se trata de una sensación de riqueza ilusoria, apegada al parasitismo familiar. El número de jóvenes españoles que dispone de una independencia económica plena disminuyó desde el 24% en 2004 al 21% en 2008, según el último informe del Instituto de la Juventud (Injuve). El proceso es general en toda Europa. El número de "viejos estudiantes" ha crecido a un ritmo vertiginoso en los últimos años. Así, el 15% del total de estudiantes de la Unión Europea (entendiendo por tales los que dedican todo su tiempo a la formación) tiene ya más de 30 años, según el Informe de la Juventud de la Comisión Europea de abril pasado.

Cuando esos maduros estudiantes se incorporan al mercado laboral les esperan contratos temporales, tal vez para siempre. Y es que según el informe de la UE, el porcentaje de personas que tenía un contrato temporal y no podía encontrar uno fijo se incrementa con la edad. Del 37%, entre los 15 a los 24 años, hasta el 65%, entre los 25 los 29. Atrapados en la temporalidad de por vida, van desengañándose de encontrar algo mejor a medida que envejecen. Muchos cuando rondan la treintena ya están resignados a su suerte.

"Desde luego es la generación que menos periodos de adultez va a tener. Pueden entrar en el mercado laboral a los 33 años y encontrarse con un ERE a los 50 o directamente con la prejubilación. El problema es que ofertamos puestos de trabajo que puede hacer cualquiera. Por eso, curiosamente, los jóvenes van a responder a la crisis dependiendo de las posibilidades que tengan de esperar y formarse adecuadamente. Y en eso es decisivo el poder adquisitivo de los padres y su nivel educativo", señala el sociólogo Andreu López, uno de los autores del último informe de Injuve.

El drama laboral no sólo lo sufren los jóvenes. Puede que los miles de trabajadores que están perdiendo su empleo vuelvan al mercado laboral cuando la crisis escampe, pero no con las mismas condiciones. Por ejemplo, la ingente masa laboral de la construcción que ha sostenido la economía española deberá ocuparse en otros sectores. "Todo lo que aprendieron a hacer trabajando en los últimos años les valdrá de poco o nada. Por tanto, no es de esperar que sus salarios sean muy altos cuando encuentren nuevos empleos. De hecho, la evidencia empírica disponible para Estados Unidos muestra que los desempleados ganan menos cuando salen de un periodo de desempleo y que dicha pérdida salarial es mayor cuanto más largo ha sido el periodo de desempleo", indicaba el profesor Pijoan-Mas.

Los gobernantes han encontrado un bálsamo de Fierabrás contra el paro y la precariedad laboral: innovación y ecología. Los empleos que nos sacarán de la crisis estarán basados en el I+D+i. Es lo que Zapatero ha llamado el nuevo modelo productivo. Sin contar con que los sectores tecnológicos no son muy intensivos en mano de obra, la premisa parte en cierta forma de una falacia: la de pensar que los países emergentes se quedaran parados mientras convertimos los cortijos andaluces en factorías de chips ultraconductores y laboratorios genéticos.

La globalización también ha llegado al I+D+i. La India, por ejemplo, produce 350.000 ingenieros al año (los mejores en software de todo el mundo), anglófonos y con un salario medio de 15.000 dólares al año, frente a los 90.000 que ganan en Estados Unidos. Por su parte, China está a punto de convertirse en el segundo inversor mundial en I+D. "Cuando despertemos de la crisis en Europa, descubriremos que en la India y en China producen muchas más cosas que antes", avisa Michele Boldrin, catedrático de la Washington University.

Ante este clima de inseguridad y falta de perspectivas, no es de extrañar que el 45,8% de los parados esté considerando opositar y el 14,6% ya esté preparando los exámenes, según una encuesta de Adecco. Ser funcionario se ha convertido en el sueño laboral de cualquier español, y puede ser el último reducto de la clase media. El único peligro es que su factura es crecientemente alta para un país en el que se desploman los ingresos por cotizaciones sociales y por impuestos ligados a la actividad y a la renta. La última EPA refleja que los asalariados públicos han crecido en un año en 116.200 personas, sobrepasando por primera vez la cifra de tres millones.

El coste total de sus salarios alcanzará este año los 103.285 millones de euros, según datos del Ministerio de Política Territorial. Cada funcionario le cuesta a cada habitante 2.400 euros, el doble si consideramos sólo a los asalariados. ¿Puede permitirse una economía tan maltrecha una nómina pública que consume el equivalente al 10% de la riqueza nacional en un año?

Un panorama tan sombrío para amplias capas de la población puede sugerir que pronto se vivirán enormes convulsiones sociales. Algunos advierten de un resurgimiento de movimientos radicales, como el neofascismo. Por el momento, nada de eso se ha producido. Las huelgas generales convocadas por los sindicatos tradicionales en países como Francia o Italia no han tenido consecuencia alguna, porque los más damnificados -parados y mileuristas- no se sienten representados por ellos.

En España, ni siquiera se han convocado paros. Y los llamados sindicatos de clase van de la mano del Gobierno al Primero de Mayo e invitan al líder de la oposición a sus congresos. Un marco demasiado amigable con el poder político teniendo detrás cuatro millones de parados y casi un tercio de los asalariados con contrato temporal.

Puede que no sea muy romántico advertir de que, tampoco esta vez, seremos testigos de una revolución, pero es muy probable que la caída del bienestar se acepte con resignación, sin grandes algaradas, ante la indiferencia del poder político, que llevará sus pasos hacia la política-espectáculo, muy en la línea de algunas apariciones de Silvio Berlusconi o Nicolas Sarkozy, cuya vida social tiene más protagonismo en los medios de comunicación que las medidas que adoptan como responsables de Gobierno.

En esa línea, Santiago Niño Becerra considera que hoy por hoy "la ideología prácticamente ha muerto", y gradualmente, evolucionaremos hacia un sistema político en el que un grupo de técnicos tomará las decisiones y "la gente, la población, cada vez tendrá menos protagonismo.

"Conceptos como funcionarios, jubilados, desempleados, subempleados, mileuristas, undermileuristas irán perdiendo significado. Con bastante aceleración se irá formando un grupo de personas necesarias que contribuirán a la generación de un PIB cuyo volumen total decrecerá en relación al momento actual, personas con una muy alta productividad y una elevada remuneración (razón por la cual su PIB per cápita será mucho más elevado que el actual), y el resto, un resto bastante homogéneo, con empleos temporales cuando sean necesarios, dotados de un subsidio de subsistencia (el nombre poco importa) que cubra sus necesidades mínimas a fin de complementar sus ingresos laborales. La recuperación vendrá por el lado de la productividad, de la eficiencia, de la tecnología necesaria; pero en ese trinomio muy poco factor trabajo es preciso. Pienso que la sociedad post crash será una sociedad de insiders y outsiders: de quienes son necesarios para generar PIB y de quienes son complementarios o innecesarios".

Una impresión bastante similar a la de los italianos Gaggi y Narduzzi que, en su último libro, El pleno desempleo (Lengua de Trapo, 2009), dibujan un marco sociolaboral sin beneficios contractuales, baby boomers (la generación que ahora tiene entre 40 y 60 años) resistiéndose a jubilarse, contratos temporales de servicios y autónomos sin seguridad. Y pese a todo, una masa social amorfa y resignada.

"La masa del siglo XXI es una forma social figurada no material en el sentido de que no es fácil ver las concretas manifestaciones políticas o sociales en la calle, mientras que es normal identificar conductas o comportamientos masificados como la utilización de Google o la pasión por el iPhone. Esto significa que cuatro millones de desempleados son hoy menos peligrosos de lo que lo eran en 1929, porque no hay una ideología política que contextualmente cohesione y aglutine el malestar y la disensión. Y también los sindicatos se han debilitado. La crisis actual rechaza amablemente lo que decíamos en nuestro ensayo del año pasado: el mercado de trabajo se desestructura y se flexibiliza hasta el punto de que aparecen como desocupados de hecho la mayoría de los trabajadores. Es el triunfo del factor de la producción capital, que aparentemente está en crisis, pero que en realidad se aprovecha de la crisis para dar el empujón final a las últimas, y pocas, certezas de los trabajadores", señalan.

Hace cuatro años, Carolina Alguacil hizo una definición precisa y certera cuando acuñó el término de mileurista. "Es aquel joven licenciado, con idiomas, posgrados, másteres y cursillos (...) que no gana más de mil euros. Gasta más de un tercio de su sueldo en alquiler, porque le gusta la ciudad. No ahorra, no tiene casa, no tiene coche, no tiene hijos, vive al día... A veces es divertido, pero ya cansa". Si hubiera que reescribir ahora esa definición sólo habría que añadir: "El mileurista ha dejado de tener edad. Gana mil euros, no ahorra, vive al día de trabajos esporádicos o de subsidios y, pese a todo, no se rebela".

Objetivo: la 'generación tapón'

Internacionalmente se les conoce como baby boomers. En España, le llaman generación tapón y abarca a los nacidos en las décadas de los cincuenta y sesenta, coincidiendo con un boom de la natalidad. Acaparan casi todos los puestos de responsabilidad en la política, los negocios e, incluso, la vida cultural, taponando el acceso a las nuevas generaciones, se supone que mejor formadas.

En el plano laboral, ocupan los trabajos fijos, mejor pagados, protegidos por derechos laborales y sindicatos poderosos, mientras los mileuristas sufren la precariedad y la temporalidad. Los trabajadores con un contrato temporal tuvieron un salario medio anual inferior en un 32,6% al de los indefinidos (Encuesta Estructura Salarial 2006).

Pero no todos los cuarentones son triunfadores o acomodados padres de familia. También ellos sufren su propia dualidad. Los salarios entre ejecutivos y empleados se han agrandado en los últimos años. El salario anual de los directores de empresas de más de diez trabajadores fue superior en un 206,6% al salario medio en 2006.

En tiempos de recesión, los ojos se vuelven hacia ellos. Además de ser el objetivo de los ERE, bajadas de salarios o el recorte de prestaciones, los baby boomers serán los principales paganos con sus impuestos del creciente endeudamiento que están acometiendo los Estados para sortear la crisis. Y eso sin contar la amenaza de la inviabilidad de sus pensiones cuando lleguen a la edad de jubilación, de la que no paran de advertir los malos augures como el FMI. Pero además de una carga laboral son también el principal sostén del consumo. Así que cuidado con quitar el tapón, no vaya a ser que se vaya el gas.

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