"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

miércoles, 25 de julio de 2012

Sí, en España las élites vivieron por encima de sus posibilidades, de Juan Laborda en vozpopuli.com

25/07/2012

El gobierno y sus círculos de poder además de justificar su ineficacia aduciendo que no hay alternativa a sus medidas económicas, tratan de introducir, sutilmente, un sentimiento de culpabilidad en la ciudadanía. Como los españoles han vivido muy por encima de sus posibilidades, ahora toca sangre, sudor, y lágrimas. De nuevo desconocen, o protegen, a quienes han llevado a este país a un endeudamiento neto externo récord: el sistema bancario y las grandes empresas no financieras.

La deuda total de la economía española, la suma de valores distintos de acciones y el saldo vivo de préstamos, ascendía a finales de 2011 a 4,3 billones €, o lo que es lo mismo, un 402% de nuestro PIB. Mientras que la deuda de las familias representaba a cierre de ese año el 83% del PIB, los empréstitos de las sociedades no financieras y de las entidades financieras alcanzaban, respectivamente, el 136%, y el 107% del PIB. El resto, alrededor del 77% del PIB, correspondía a las administraciones públicas.

La deuda de España es básicamente privada

Es curioso como desde ciertas esferas de poder se presenta la crisis actual como una consecuencia del endeudamiento del sector público. Además de un profundo desconocimiento de los datos reales, no comprenden que la relación causa-efecto es del sector privado al sector público, donde la quiebra del primero ha visto hundido los ingresos impositivos del segundo. Quien no entienda esto, no comprende nada de la actual crisis sistémica.

Han sido fundamentalmente las élites económicas y financieras, representadas por las sociedades no financieras y las instituciones bancarias, quienes, guiadas por su avaricia, se apalancaron sin ningún control del riesgo, o bien alrededor de un colateral cuyo precio acabó colapsando, o sobre un negocio cuyos retornos son y serán muy inferiores a los que se suponían por el precio pagado.
Como consecuencia, las empresas no financieras dejan de invertir, destruyen capital ya instalado, y despiden a trabajadores. Las entidades financieras, insolventes, cortan el grifo del crédito, en un contexto de incremento de la mora, y tratan de recapitalizarse a costa de los contribuyentes. 

Las familias y los trabajadores no tienen la culpa


Las familias fueron acumulando su deuda actual para la compra de vivienda. El precio de las casas por cualquier métrica de valoración sigue estando sobrevalorado, alrededor de un 50%, tanto si se mide en relación a los alquileres, como en función de la renta de los hogares. En un escenario de destrucción de empleo, descensos salariales, y caídas de la riqueza, como en el momento actual, a las familias no les queda más remedio que reducir consumo privado si quieren mantener su vivienda y disminuir las deudas.

Pero no han sido los trabajadores y sus familias quienes han cometido excesos. Al revés, el nivel de explotación de los asalariados ha llegado a extremos absolutamente intolerables. Ya no basta con tener más de 5,6 millones de parados, y unos míseros salarios, donde el 58% de los trabajadores, después de impuestos y cotizaciones a la seguridad social, ingresan menos de 1.000 euros mensuales. Ya ni siquiera vale que los trabajadores por cuenta ajena paguen cinco veces más de impuestos que las empresas que los contratan, tal como sucedió en 2011. ¡No! Era necesario apretar un poquito más. Y vaya si lo han conseguido.

Con la reforma laboral del gobierno del PP, en nombre del internacionalismo moderno y de las mentiras de la competitividad, los trabajadores perdieron la mayoría de sus derechos. La élite política y económica, con una formación académica y un bagaje intelectual en muchos casos inferior a la de sus empleados y electores, en vez de promover el talento, la innovación y el emprendimiento, decidieron, para el futuro de nuestros hijos, otra cosa bien distinta.

El sector privado empresarial y financiero es insolvente

Por el contrario, las élites financieras y empresariales sí que cometieron excesos, y están quebradas. Sin embargo, continúan a lo suyo, a campar a sus anchas por los ministerios, cambiar leyes, reducir el número de reguladores, acelerar la constitución de monopolios, monopsonios, y oligopolios. Y para colmo, tenemos que rescatarles.

Las empresas no financieras se endeudaron masivamente alrededor de dos conceptos: la vivienda y la diversificación internacional. Desde 1997 España vivió la generación de una burbuja alrededor de la vivienda. El sector inmobiliario aumentaba su peso en la economía, generaba mucho empleo y alimentaba una riqueza ficticia que produjo una sensación de ilusión monetaria. Esta dinámica se vio retroalimentada a través de su financiación por un enorme volumen de deuda. Cuando caen los precios de la vivienda y del suelo, los balances de la inmensa mayoría de las empresas inmobiliarias son insolventes. Este sector es el responsable directo e indirecto del 70% del incremento del paro.

Además del sector inmobiliario la segunda fuente de acumulación de deuda del sector empresarial español fue la diversificación internacional. Las inversiones directas de España en el exterior en los últimos 10 años, utilizando datos de Balanza de Pagos de Banco de España, se han cuadruplicado, alcanzando en de 2011 una cifra superior a los 480.000 millones de euros. Sin embargo, los retornos de esas inversiones directas apenas se han duplicado, reflejando una productividad decreciente del capital. De nuevo compraron tarde y caro.

Finalmente nos queda el sector bancario, que en períodos de auge económico o después de un largo período de crecimiento sostenido suele asumir más riesgo. Los bancos reducen sus exigencias para los préstamos, aceptan unas tasas de endeudamiento más elevadas, y se conformar con una menor proporción de activos líquidos.

La banca española expandió sus balances de manera incontrolada. Sus activos crecían mediante la concesión de créditos y préstamos, básicamente alrededor del sector inmobiliario, y se financiaba con deuda en el mercado de capitales. Las consecuencias ya las conocemos, un rescate bancario en toda regla, que al recaer sobre los contribuyentes se acaba trasladando a la deuda soberana. El proteger a una élite tiene esas consecuencias, la quiebra soberana.

Bajo este análisis, la economía española presenta una crisis de balances. Por lo tanto, el actual gobierno, al igual que tenía que haber hecho el anterior, y no lo hizo, debería haber acelerado la limpieza de los balances del sector privado, sin que finalmente fueran los contribuyentes quienes acabaran pagando los platos rotos. A su vez debería haber peleado por convencer a Europa que España no puede asumir más recortes y ajustes presupuestarios. Pero de todo esto, nada de nada.
Hoy en día una auténtica política reformista exige hacer frente a los monopolios empresariales y financieros, la especulación, la banca insensible, los antagonismos de clase, y el sectarismo. Por favor, dejen de echar la culpa a millones de españoles de los terribles excesos de unas élites empresariales y financieras quebradas, y que sean éstas quienes realmente asuman las consecuencias de sus actos.

¿Por qué la sabiduría convencional está equivocada?, de Vicenç Navarro en Público

25/07/2012

El editorial de El País del pasado 21 de julio (Situación crítica) presenta la postura que caracteriza el pensamiento dominante en el establishment español sobre la situación financiera del país. Tal editorial indica que los mercados financieros no están respondiendo a las medidas de austeridad muy marcada puestas en marcha por el gobierno español presidido por Rajoy. Por el tono del editorial, su autor parece asumir que los mercados deberían haber tomado nota de tales medidas y recuperar su confianza en el Estado español, exigiendo unos intereses más bajos a su deuda pública, los cuales han alcanzado niveles que son inasumibles. Este supuesto que asume que el Estado español “tiene que hacer sus deberes” (lo cual implica en el lenguaje del establishment español recortar y recortar gasto público, entre otras medidas, para reducir el déficit público) a fin de recuperar “la famosa confianza de los mercados” está justificando toda una serie de medidas que están llevando al país al desastre. Ignora, además, un hecho clave: el tamaño de la deuda pública y del déficit no es la causa de que la prima de riesgo esté ya por las nubes en España.

¿Cuál es, pues, la causa? Y la respuesta la hemos estado señalando unos pocos sin que se nos hiciera caso desde hace ya tiempo. El hecho de que España tenga una prima de riesgo tan elevada se debe a dos factores. Uno, a que España no tiene un Banco Central. Si lo tuviera, éste haría lo que hace un Banco Central digno de su nombre: imprimiría moneda y con ella compraría deuda pública, forzando la bajada de los intereses de su deuda. Esto es lo que hace el Banco Central estadounidense (The Federal Reserve Board), el Banco de Inglaterra, el Banco del Japón y un largo etcétera. El editorialista de El País no ha captado todavía (como tampoco lo ha captado el establishment español) que los intereses de la deuda pública no los determinan los mercados financieros, sino predominantemente el Banco Central del país que genera la deuda. Al no tener un Banco Central, consecuencia de estar en la Eurozona, España no puede regular los intereses de su deuda pública. Y como consecuencia, éstos suben y suben porque es lo que le conviene a los mercados financieros, que se ceban y enriquecen a base de tales escaladas en el precio de la deuda.

El segundo hecho que explica la elevada prima de riesgo de la deuda pública española es que, además de no tener un Banco Central, el que así se llama en la Eurozona (el Banco Central Europeo (BCE)) no es un Banco Central, sino que es predominantemente un lobby de la banca alemana. El establishment español parece que no ha captado esto tampoco. Si fuera un Banco Central imprimiría dinero y compraría la deuda pública de los Estados de la Eurozona que pagan unos intereses exagerados por su deuda. Con ello, los intereses bajarían. Pero el BCE no hace esto. Dice que lo tiene prohibido (aunque lo hace muy de vez en cuando, en situaciones extremas). Lo que sí hace es imprimir dinero y se lo presta a la banca privada a unos intereses muy bajos (0,75%) y con este dinero la banca compra deuda pública a unos intereses elevadísimos (un 7% y un 6% en el caso español e italiano). ¡Un negocio redondo!

Ahora bien, el BCE se pasó de rosca. Y ahora, la banca privada (incluyendo la alemana) está llena de bonos públicos y privados de los países periféricos y le preocupa que ahora los Estados de estos países no puedan pagar. Alemania posee la friolera cantidad de 770.000 millones de euros de deuda pública y privada de los países intervenidos (Grecia, Portugal, Irlanda y España). De ellos, 274.000 millones en España. Los dos bancos alemanes más importantes, el Deutsche Bank y el Commerzbank, tienen cada uno 14.000 millones de euros. La banca alemana tiene gran cantidad de deuda pública y privada española (que le ha proporcionado excelentes intereses, y por lo tanto, beneficios), y ahora quiere asegurarse de que España no colapse y se quede sin cobrar la deuda. De ahí la “ayuda” financiera, que en realidad es ayuda a la banca alemana. Y de ahí que el BCE esté presionando para que estos Estados paguen lo que deben a los bancos alemanes, entre otros. La famosa ayuda financiera a la banca española (100.000 millones de euros) es primordialmente una ayuda a la banca alemana (entre otros bancos) tal como indicó recientemente con toda franqueza Peter Bofinger, consejero económico del gobierno Merkel en su entrevista a Der Spiegel (14.07.12), señalando que “esta ayuda no es a estos países, sino a nuestros propios bancos, que tienen gran cantidad de la deuda privada en aquellos países” (ver mi artículo La economía alemana no es un ejemplo en www.vnavarro.org).

Una última observación. Creerse que el euro está en peligro porque la prima de riesgo española está en las nubes (como asume también el editorial de El País) es desconocer el sistema de gobierno de la Eurozona. El euro le está yendo pero que muy bien al Estado alemán y a la banca alemana. Como he detallado en otro artículo (ver artículo citado) a los mayores bancos alemanes les está yendo muy bien, y los bonos públicos del Estado alemán son los más seguros que hay en el mundo (junto con los estadounidenses). ¿Dónde está, pues, el problema del euro?

El problema para el euro y para la banca alemana sería si España se saliera del euro, que es lo último que el establishment alemán y europeo desearían, pero que España debería considerar seriamente como alternativa. El BCE no cambiará a no ser que perciba el peligro que supone para la banca alemana que España salga del euro. Y tal percepción no ocurrirá mientras el gobierno español siga dócilmente lo que le digan el BCE y la Comisión Europea, pues los intereses de éstos no son los intereses de la población española, sino los intereses financieros alemanes que dominan aquellas instituciones. Pedirle al BCE que ayude al Estado español porque éste “está haciendo sus deberes” (tal como termina el editorial de El País) es no entender quién y cómo la Eurozona está gobernada.
Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Es también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU).

lunes, 23 de julio de 2012

La jugada alemana para cobrar y mandar

LA VANGUARDIA 22/7/2012

Fernando Trias de Bes 

Las durísimas condiciones del rescate son la preparación del terreno para un eventual impago

En el derecho romano, a la hora de legislar los créditos y compraventas, existían una serie de pactos en relación con las garantías que aportaba el deudor. Uno muy extendido era el pacto de Vendendo: frente un impago, el acreedor podía optar por vender la cosa pignorada. Eso sí, renunciaba a cualquier otra acción personal correspondiente. Y, además, si al vender la cosa pignorada quedaba un sobrante… ¡debía restituir ese dinero extra (llamado superfluum) al deudor! 

El derecho romano entendía que tanto las pérdidas de un crédito insatisfecho como los eventuales remanentes de una ejecución de la garantía debían compartirse entre acreedor y deudor

Es decir, que quien recibe un préstamo asume una gran responsabilidad. Y también quien lo concede.

EL CASO ESPAÑOL 

No es este precisamente el caso entre Europa y España a la hora de repartir responsabilidades. El Memorándum de Entendimiento que fija las durísimas condiciones de nuestro rescate es, bajo mi parecer, la preparación del terreno para un eventual impago por parte del Estado español. ¿He dicho impago? Analizados 89 episodios de distintos países del mundo, los economistas Reinhart y Rogoff calcularon que cuando se produce un impago soberano la deuda total de ese país se halla entre el 250% y el 450% del producto interior bruto. España ha superado ya el umbral del 400%. No hay casos registrados de países que con tal nivel de endeudamiento hayan podido devolverlo todo. Para ser posible, deberíamos ser un país terriblemente competitivo, una potencia exportadora, disponer de moneda y banco central propios, estar en una senda de crecimiento económico o encontrar petróleo en los Monegros. No es el caso. Mi opinión personal, ojalá equivocada, es que, en algún momento de esta década, España deberá negociar una quita

No es preciso rasgarnos las vestiduras. En la historia de la economía casi todos los casos de impago soberano han sido parciales, muy pocas veces totales. Y lo que se condona es una parte menor.
Hay formas más o menos creativas de condonar. La más sutil es la de reestructurar la deuda sin alterar el principal (patada adelante). Se alarga mucho el plazo de devolución a un interés bajo y, gracias a la inflación, la deuda mengua. Esto lo vivieron nuestros padres cuando las inflaciones de doble dígito permitían que en pocos años desde la compra del pisito, el pago de la hipoteca pasara de angustioso a liviano. 

Luego está el impago bochornoso: directamente se solicita la condonación de una parte de la deuda. En sus negociaciones, a menudo se ha contado con la ayuda de terceros: el Fondo Monetario Internacional (FMI) o los gobiernos de los países de los acreedores asumen una parte del impago para favorecer el acuerdo. La pérdida, como vemos, se suele repartir

Por lo tanto, si un acreedor teme una quita de un país, debe, antes de que suceda, reducir al mínimo su exposición al riesgo de esa nación. 

LAS PÉRDIDAS DE NUESTROS ‘SOCIOS’

Los bancos alemanes y franceses mantienen un saldo aproximado de 70.000 millones de euros de deuda bancaria española que, en su día, se utilizaron para créditos a la construcción. Si un banco español cayese, habrían de asumir esa pérdida. 

¿Cómo reducir ese riesgo? 

Primero, obligando a la banca española a reforzar sus recursos propios: las exigencias de dotaciones y aumentos de capital básico de estos meses, las salidas a bolsa a lo Bankia o el no reintegro a particulares de híbridos como las preferentes. Si hay que proceder a la liquidación de un banco y ulterior concurso, esquilmados los inversores españoles, quedarán menos acreedores, entre ellos los internacionales. 

Segundo, interviniendo el Estado las entidades financieras bajo riesgo. Además de evitar un pánico entre los depositantes, para eliminar el miedo a un contagio entre la banca española y la europea: el Estado español interviene la entidad y responde. 

Tercero, canalizando el rescate de la Unión Europea a la banca española a través del FROB, que depende también del Estado. 

De estas tres formas se desembaraza Europa de su riesgo en la banca española. 

¿Y cómo minimizan también nuestros vecinos su riesgo de la deuda española que ostentan? Pues muy parecido: traspasando la deuda pública española en manos de no residentes a fondos de pensiones, fondos de inversión y bancos españoles. Desde hace meses, la banca internacional está reduciendo su exposición a la deuda pública española a una velocidad de vértigo. La está adquiriendo la banca española (¡que ya posee dos tercios del total!), gracias a las inyecciones del Banco Central Europeo (BCE). 

Para aclarar este galimatías: el riesgo se está desviando desde los distintos acreedores europeos hacia el Estado español a través de nuestro sistema financiero. Y con tal de que el Estado pueda asumir este peso, se le conceden 100.000 millones de euros a aplicar a la banca, de modo que parezca cosa del Gobierno imponer las condiciones de reestructuración de las entidades financieras, así como las subidas de impuestos y recortes. 

Pero con este mecanismo, la mayor parte de la responsabilidad de la deuda, ¡pública y financiera!, se está volcando sobre los españoles, que somos sólo una parte de los implicados, los deudores. ¿Dónde está la responsabilidad de los prestamistas que regulaba el sabio derecho romano? 

El rescate se está aprovechando para que, si llega un impago, la parte a soportar por los socios europeos sea mínima. Y esto no es justo porque también los bancos europeos han estado lucrándose de la burbuja inmobiliaria y de la deuda pública española.

UNA CARGA CRECIENTE

Por no aflorar una pérdida inmediata todos, y repartirla entre todas las partes, por evitar una intervención política (la económica ya está hecha), vamos a tener que ir asumiendo cada vez más y más carga. La crisis durará demasiado.

Europa se equivocará si trata de ahogar demasiado. Si los españoles no aguantamos, surgirán partidos extremistas (véase el caso de Grecia) y los votantes abominarán de los partidos políticos mayoritarios que regresan de las cumbres europeas con troikas enmascaradas. Si la voluntad popular rechaza al euro, Europa perderá mucho más dinero que condonando una parte razonable de la deuda. Fue una imprudencia tomar prestado el 400% del PIB. Pero fue también una imprudencia del BCE prestarlo. Ahora que se repartan las pérdidas. Alemania ya experimentó en sus carnes a qué conduce un castigo económico demasiado severo: fue el caldo de cultivo del nazismo. Debería echar mano de la memoria y recordar todo lo que en su país se produjo cuando, tras la Primera Guerra Mundial, fueron los aliados quienes quisieron apretar para cobrar y mandar.

miércoles, 18 de julio de 2012

Precedentes (reales y de ficción) de la crisis

No hace falta dominar el vocabulario especializado para intuir que los mecanismos de confianza fueron deliberadamente corrompidos y, al mismo tiempo, para darse cuenta de la complejidad filosófica y ética del capitalismo

LA VANGUARDIA 18/07/2012  Sergi Pàmies Sergi Pàmies

Lea la versión en catalán


Ya se puede comprar el DVD legal de la película Malas noticias, dirigida por Curtis Hanson. Si Inside job fue un documental fundamental para entender la actual estafa financiera, Malas noticias intenta, desde la ficción, reconstruir un relato similar. Método: grandes actores (William Hurt, Paul Giamatti, James Woods) y un guión que disecciona el pánico que, en 2008, inauguró otra era de hundimiento económico. De entrada, sorprende que, en tan poco tiempo, hayamos aprendido a convivir con conceptos tan desagradables com "activos tóxicos".

La histeria de los mercados preside todas las escenas de la película, más honesta que brillante, sobre una realidad demasiado inmediata para fascinar y que, pasada por el filtro de la ficción, no resulta tan convincente como desde la frialdad documental. Sin embargo, es un ejercicio útil y complementario a toda esa información que tanto nos estresa. Retratando los abusos de los grandes banqueros, compinchados con los políticos de Washington y con los organismos reguladores, la película describe con qué frialdad y codicia se decidieron ruinas y enriquecimientos amparados por las grandes palabras del deber patriótico y del mal menor.

No hace falta dominar el vocabulario especializado para intuir que los mecanismos de confianza fueron deliberadamente corrompidos y, al mismo tiempo, para darse cuenta de la complejidad filosófica y ética del capitalismo. Traicionando los preceptos teóricos de la ciencia económica, las intrigas de una minoría influyó sobre las propiedades y las vidas de millones de personas relativamente inocentes, ya que, desde la ignorancia, también fueron instrumentos y víctimas del desastre. Los diálogos reproducen las tensiones y angustias del momento y todo lo que vemos, tan bien resumido por la expresión contestataria de "economía de casino", confirma que la improvisación y la irresponsabilidad interesadas se impone en situaciones desesperadas.

La última escena -no desvelo nada: sabemos perfectamente como acabó todo- apuesta por la ficción pura. Cuando la Reserva Federal decide rescatar a los bancos heridos (a condición de reactivar el crédito) a cambio de dejar morir a los moribundos, uno de los responsables, hablando de los rescatados, dice: "Espero que usen el dinero para lo que se lo dimos. Porque lo prestarán, ¿verdad?" Y William Hurt, no sé si inocente o cínicamente, responde: "Por supuesto que sí".

domingo, 15 de julio de 2012

Pobre puede ser cualquiera, o casi

La pérdida del empleo acarrea impagos y pone en el disparadero a millones de personas

El tobogán de la pobreza se acelera

No todos tienen apoyo familiar

 “Tener que apañarme en la calle me da vergüenza”




Sin trabajo y sin casa, Yéssica y Anastasio duermen en un soportal y buscan trabajo en los ordenadores de una biblioteca pública. / SAMUEL SÁNCHEZ

Cada vez son más. Una muchedumbre silenciosa y a menudo inadvertida. Son las víctimas de la pobreza. Crece en una crisis sin fondo y se instala en una normalidad quebradiza. El paro, que ya lacera a 5,6 millones de personas, es un filo que se estrecha. Las facturas siguen, los subsidios se recortan; se agotan al igual que los ahorros, y el empleo no aparece. El techo peligra. O desaparece.

La casa de los familiares y los pisos compartidos —la calle en el peor de los casos— cobijan las vidas en la estacada, suspendidas en una precariedad que se extiende sin freno y que, si faltan redes de apoyo, como la familia, conduce a la exclusión social. La bajada es cada vez más acelerada, dicen los expertos, un tobogán cuyo descenso gana velocidad y al que se asoma un número creciente de personas.

Hay albergues con lista de espera.

España 2012. Más de 5,6 millones de empleos y decenas de miles de techos arrasados por el huracán de la crisis. Más de 300.000 ejecuciones hipotecarias iniciadas en los últimos cinco años, muchas de las cuales han derivado en desahucios —más de 100.000— a los que se suman los motivados por el impago de alquiler. Como el de Juan, el de Carmen... Los números tienen caras detrás y un detonante común: la pérdida de ingresos, el comienzo del tobogán.

“Las torres más altas pueden caer al piso”. Esa es una de las cosas que Carmen ha aprendido en los últimos tiempos. Esta mujer de 40 años era hasta hace uno y medio una empresaria de éxito. En 2005, recién llegada a España desde Estados Unidos, creó con su marido una firma de montajes eléctricos. Hasta 16 empleados llegaron a tener, relata. Tan bien iban las cosas que lograron comprarse un piso en un barrio caro de Madrid, Chamberí. Ahora la mujer almuerza cada día en un comedor social a tiro de piedra del piso que tuvo.

“Paró todo de la noche a la mañana”, reflexiona esta mujer que pide aparecer con otro nombre. La crisis de la construcción se llevó por delante su negocio. Dejó de haber cables que poner en casas o centros comerciales flamantes. “Tuvimos que despedir a los empleados, que eran como de la familia. Les dimos lo que les correspondía y un poco más. Dejamos al día las cuentas con Hacienda, con la Seguridad Social. Quedamos limpio con todos...”. Y sin un euro en el bolsillo.


Más de 5,6 millones de empleos y decenas de miles de techos han sido arrasados por la crisis
Adiós a los tiempos boyantes, cuando amortizaban la hipoteca con reembolsos anticipados y vertiginosos. “En cuatro años habíamos logrado pagar 29 de los 30 años del préstamo”, relata Carmen a la entrada del comedor. Hasta que llegó el hachazo, en marzo pasado: “Nos quedaba un año por pagar, pero el banco se quedó con el piso”, explica Carmen, de origen uruguayo.

La crisis se llevó la empresa, el piso, el bienestar, pero el zarpazo no paró ahí. El hijo de Carmen está ahora en un centro de menores: “Robó para intentar ayudarnos”. El marido sobrevive en una granja, “ordeñando vacas”. Y Carmen duerme en uno de los pocos albergues que en Madrid admiten a mujeres —disponen de un cuarto de las 1.200 plazas, según el Ayuntamiento—. “Al principio crees que te vas a volver loca”, dice esta mujer que sueña con abandonar España para volver a empezar lejos con su familia. “Lo más duro de perder el nivel de vida es no tener un lugar propio, aunque fuera una habitación”, asegura. Así evitaría tener que pasar el día en la calle: el albergue cierra desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. “En mi situación se sufre mucho, pero se aprende mucho. La gente no debe olvidar que, por muy arriba que esté, se puede caer muy abajo. Todos somos seres humanos y esto le puede tocar a cualquiera”, recapitula.
Cualquiera puede ser Juan. Este madrileño de 38 años se ha instalado en un soportal de Chamberí. Su título de Formación Profesional de segundo grado no le sirve para encontrar un trabajo desde que lo perdió en 2008, cuando se encargaba de tareas técnicas en una fábrica de ladrillos. Cobró el paro hasta que se acabó. Luego fallaron las chapuzas. En 2010 perdió el piso que pagaba al banco y se instaló en el asfalto. “No hay albergues suficientes.

Me dicen que me vaya con mi hermano a su casa, pero está hasta el cuello. Va a tener que vender el camión y tiene dos hijos”, explica. Así que él sigue en la calle mientras “tres millones de pisos están vacíos”. Sí, pero la vivienda social escasea, tal como denuncia desde Cáritas España la experta Sonia Olea.

Juan comparte soportal con compañeros como Yésica y Anastasio, ella española de origen argentino, de 28 años; él, griego, de 38. Vinieron en agosto pasado, cuando desesperaron de encontrar empleo en tierras helenas. Traían una oferta de trabajo que resultó no ser tal. Cuando acabaron los ahorros solo quedó la intemperie. Cada día van por turnos —hay que vigilar los enseres— a la biblioteca pública. En los ordenadores, envían currículos y buscan trabajo. “Mando 300 y, con suerte, recibo una respuesta”, detalla Yésica. También cargan allí el móvil: hay que tenerlo listo por si, a través de la llamada, llega la esperanza. Una esperanza que “cada día se pierde más”. Cada día es igual que el anterior, sin futuro. Aunque muchos pobres lleven móvil y se manejen con Internet incluso en los albergues.


Los nuevos pobres se suman
a los veteranos porque ni siquiera
en los tiempos de bonanza
España erradicó la pobreza

Con esas dos armas se enfrenta también un hispanoperuano que elige el alias de Bersix para hablar en el albergue San Martín de Porres, en un barrio del extrarradio madrileño. Desde que perdió el empleo pone anuncios para hacer chapuzas, esas que le salvaron un tiempo. “Cayeron las chapuzas y caí yo”, dice este universitario de 50 años que trata de aprender sueco para emigrar. Como él, en este albergue —con “tres meses de lista de espera” para poder pernoctar en él, según su director, Francisco Rodríguez— el 12% de los acogidos tienen estudios universitarios. Antes de la crisis eran “el 3% o el 4%”, recuerda el director. Y aumenta la proporción de españoles; ya son la mitad. “La gente que viene no está deteriorada. Son hombres de clase media y media baja, preparados para trabajar y que se han quedado sin empleo”, describe Rodríguez. Pero el trabajo, el bálsamo de Fierabrás, no llega. Y la pobreza crece y se cronifica.

“Cada vez hay más gente pasándolas moradas. Si esta crisis aguda dura mucho, las consecuencias pueden ser irreversibles, sobre todo para la gente joven. Una generación se queda fuera”, advierte Pedro Cabrera, experto en pobreza y estructura social en la Universidad de Comillas. Hace un diagnóstico “terrible” de la situación: “Tenemos una fiscalidad regresiva, por austeridad se recortan los servicios sociales, que no estaban medianamente dotados, y encima el mercado de trabajo no da respuesta a millones de personas”.
Así las cosas, los nuevos pobres se suman a los veteranos, porque ni siquiera en los tiempos de bonanza España erradicó la pobreza, que no es monopolio de marginados, aunque genere una enorme exclusión social. “Nunca llegó a bajar del 20% la proporción de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza [perciben menos del 60% de la renta mediana]. Ahora estamos en el 23%”, afirma Cabrera. El paro no es la fuente única de esta situación: también lo son los bajos salarios, que crean trabajadores pobres, matiza. “De cada 100 empleados, 14 son pobres. Es algo que ya ocurría antes de la crisis, pero el fenómeno se ha expandido al sector servicios [el que ofrece más empleo]”. Además, el recorte de las políticas sociales reduce la posibilidad de atenuar los efectos del deterioro económico en los ciudadanos desfavorecidos. “Se ha pasado del silencio de las Administraciones ante las situaciones de vulnerabilidad social al ‘no tenemos dinero”, denuncia Sonia Olea, responsable del programa de vivienda y personas sin hogar de Cáritas España.

Lavinia Mingu y su vecina española en la cola para recoger alimentos en Chamberí lo saben bien. A la primera, que empuja el cochecito de su bebé y está separada con dos niñas, le acaban de denegar la guardería pública para la pequeña. “¿Cómo podré tener trabajo si no tengo dónde dejar a la cría?”, se pregunta. La escasez de servicios públicos es otra dificultad más para salir de la pobreza para esta mujer que carece de subsidios pero no de arrojo. En parecida situación está su compañera, que pide anonimato y tiene tres hijos a su cargo. Ha trabajado en supermercados, aunque desde hace dos años no encuentra dónde. “Intento apañarme, pero es imposible”, dice. Las dos luchan por mantener sus casas, pero sobre ellas pende la amenaza del desahucio por impago. También sobre el de otra española igualmente treintañera en esta fila abundante en carritos de la compra para transportar la comida a casa y de cochecitos de bebé. Tiene dos hijos a su cargo y un empleo de limpiadora tres horas diarias. “No me llega para el alquiler y los gastos de casa. Estoy completamente sola y tan deprimida que a veces no quiero subir a casa”. Hay, también, quien evita dar detalles en este lugar, sobre todo aquellos que acaban de pisarlo por primera vez y son incapaces de superar el sentimiento de vergüenza.

“El tobogán que lleva de ser alguien a no ser nada, a sentirse mobiliario urbano, cada vez es más corto, más rápido”, afirma Olea, experta de Cáritas. Con todo, en esta crisis, como en las anteriores, el colchón familiar es la protección más fuerte. “En muchos casos, quienes soportan la situación son los abuelos”, describe. Abuelos que acogen a hijos y nietos en casa, que tratan de cubrir también las necesidades ajenas con sus propios ingresos.


Españoles e inmigrantes empobrecidos acuden en masa a los servicios de atención de emergencia
Como la madre de Gregorio, un ferrallista “en paro desde hace tres años y sin cobrar desde hace uno”. “Con los 270 euros de pensión de mi madre tenemos que vivir y ayudar a mis sobrinos, de 16 y 11 años”, relata antes de echar cuentas. “Tengo 48 años y empecé a trabajar a los 14. Tenía mi coche, iba al gimnasio. Tenía una vida normal, como cualquier ser humano. Quedarme sin empleo fue un corte radical”.
Gregorio tuvo que acabar por acudir a un comedor social de su barrio de siempre, Vallecas, donde echa una mano a las monjas de la Obra Social Santa María Josefa que lo gestionan. Organiza el acceso y ve cómo se alinean las bolsas con tarteras mientras sus dueños buscan la sombra. Antes de abrir, ya hay más de 40. Las religiosas ofrecen 600 raciones diarias, el doble que hace un año.

Españoles e inmigrantes empobrecidos acuden en masa a los servicios de atención de emergencia, como el reparto de alimentos, los comedores o la ayuda puntual para el pago de alguna factura. La red social y estas ayudas, especialmente de Cáritas y Cruz Roja, registran una demanda creciente. Son claves para intentar evitar la caída definitiva por el tobogán que acaba en la gran exclusión, un descenso impulsado por la pérdida de vivienda. “O pagan el piso, o comen”, describe la hermana Josefina, que regenta el comedor donde echa una mano Gregorio.

“No es que la gente pierda el empleo, deje de pagar la hipoteca o el alquiler y se vea a continuación en la calle, aunque hay casos, pero lo determinante para eso es que se sumen otros factores añadidos, la mochila que tiene cada uno”, dice Olea. Enumera elementos de ese petate: escasa formación, empleo previo poco cualificado, problemas de adicciones o salud mental (en el 60% de los casos), baja autoestima, pobreza o falta de red familiar y social. Este último, el gran colchón, “es cada vez menos mullido”, sobre todo por el individualismo y la falta de convivencia vecinal en las grandes ciudades, pero es aún un gran colchón, apunta Olea.

Pero el perfil de pobre ha cambiado respecto a las crisis anteriores. El título universitario ha dejado de ser un gran escudo y en un país de hipotecados, los ciudadanos tratan de mantener la vivienda a toda costa. Perderla es el último peldaño en una caída para la que muchos carecen red.

jueves, 12 de julio de 2012

El diario de la lenta y agónica debacle del continente, a través de tres sugerentes libros recién editados de España

La euro-Europa no va al cataclismo

EL PAÍS  26 MAY 2012 

Acaban de aparecer tres sugerentes libros centrados en la fase europea de la crisis mundial. Tres textos, tres estilos, tres enfoques distintos. Uno se debe a la pluma del profesor francés de Economía Jean-Pisany-Ferry, director del laboratorio de ideas bruselense Bruegel. Es El despertar de los demonios, la crisis del euro y cómo salir de ella, que se asienta sobre la crónica, el análisis y la prospectiva: tiene el empaque severo del académico, pero suavizado por una agilidad inhabitual en el ramo. Otro, a la del periodista norteamericano Michael Lewis, quien alcanzó la celebridad por su novela autobiográfica El póquer del mentiroso sobre su periodo de bróker en Wall Street, se titula Boomerang, viajes al nuevo tercer mundo europeo, y es lo que indica, un reportaje de viajes al interior de la crisis. Y el tercero y más singular se debe a un actor del mercado y agudo articulista: el matemático, estadístico y financiero en el sector público, el privado y el pluscuamperfecto Juan Ignacio Crespo, titulado Las dos próximas recesiones.

Lewis desmenuza con testigos-protagonistas de primera fila la crisis en Islandia, en Grecia, en Irlanda; también desde Alemania, y con una propina, EE UU. Quizá no hace ninguna gran revelación, pero agarra al lector como quien agarra el volante, porque va de lo concreto —la especulación de los monjes de Vatopedi, en el monte Athos— a lo global, la descripción detallada del casi fallido Estado griego. Aquí confiesa a los patrocinadores de la conversión de Islandia de un país de pescadores en otro de multimillonarios. Allá dialoga muy fluidamente con el hoy miembro de la ejecutiva del Banco Central Europeo, Jörg Asmussen, y concluye con gracejo que los alemanes demuestran un “extraordinario amor por las reglas, casi porque sí”. En la misma tónica, sentencia que Islandia “no es tanto una nación como una gran familia”. Apasionará a todos, también al lector temeroso de sumergirse en un libro económico.

Los actores del libro de Pisany son, más que pescadores, ciudadanos y profesores como en el caso de Lewis, los políticos y las instituciones europeas. A ellos dedica su crítica frontal, por no haber previsto los desequilibrios de los socios de la zona euro, haber creado sus instrumentos con tardanza, salvo el BCE, y gestionar con irritante lentitud la crisis de la deuda abierta con el caso griego en 2010. El profesor explica bien la génesis, características, carencias y desarrollo de la moneda única. Y oscila, quizá por designio de equilibrio, entre el pesimismo y un timidísimo optimismo. Aquél le hace concluir que la moneda “no está sólo huérfana” del gran proyecto europeo al que debía servir, sino que no es el desencadenante de nada: “Es también estéril, puesto que, contrariamente a las expectativas, no provoca toma de conciencia, no impulsa reformas y no suscita cooperaciones”. Por no lograr, ni siquiera ha conseguido que “el rigor alemán” se imponga a los socios. Pese a todo, reconoce, y esta es la parte esperanzada de su visión, que el edificio de la unión económica y monetaria se ha ido llenado “pieza a pieza” de nuevos y necesarios instrumentos no previstos. Algunos, para servir a la política de la austeridad, que asume; mientras queda pendiente la otra pata, la del crecimiento, que suscribe —propugnando “políticas públicas de gran magnitud” para la Europa del Sur—.

Apasionamiento y fría estadística palpitan en el extraordinario texto de Crespo, quien apoya todas sus tesis en sugestivos gráficos, en la convicción de que las secuencias de las crisis son concomitantes. Aunque el objetivo del autor es predecir cómo y cuándo se producirán las próximas recesiones, el grueso del libro se centra en la crisis mundial, particularmente europea: su tercio final es una miscelánea de temas también interesante, de los emergentes a la tensión mercados/democracia o la culpa de la crisis de las cajas de ahorros españolas. Tras analizar las carencias del BCE en relación con la Reserva Federal, y sus errores (algunas subidas del tipo de interés) y aciertos (entre estos, las dos últimas barras de liquidez por un billón de euros), Crespo sostiene su tesis principal: “La guerra del euro no tendrá lugar”, porque tras el abismo al que se vieron sometidas en 2011, quedó claro que la moneda y la eurozona “sobrevivirán” y seguirán siendo internacionalmente relevantes, aunque se instalen temporalmente en una suerte de crisis crónica. Entre sus recetas, destacan la emisión de eurobonos a través de un Tesoro único, del que el actual fondo de rescate supone un embrión, y la ampliación del repertorio de funciones del BCE, con el horizonte de completar la austeridad fiscal mediante nuevas políticas de crecimiento. El texto es tan frondoso que uno cae en la tentación de subrayar todas sus líneas.

El despertar de los demonios. La crisis del euro y cómo salir de ella. Jean-Pisany-Ferry. Traducción de Manuel Serrat. Antoni Bosch. Barcelona, 2012. 176 páginas. 18 euros. Boomerang. Viajes al nuevo tercer mundo europeo. Michael Lewis. Traducción de Marta Torrent. Ediciones Deusto. Barcelona, 2012. 256 páginas. 19,95 euros. Las dos próximas recesiones. Cómo, dónde y por qué se producirán. Juan Ignacio Crespo. Ediciones Deusto. Barcelona, 2012. 200 páginas. 18,95 euros (electrónico: 13,99).


Boomerang: una crisis de ida y vuelta

Michael Lewis explica en un libro, de modo comprensible y cómico, las manías locales que llevaron a la hecatombe financiera a Islandia, Irlanda y Grecia





Boomerang: una crisis de ida y vueltaEL FARO DE VIGO, 
LUIS M. ALONSO Incialmente se creyó que la crisis financiera se aplacaría con el rescate de los bancos, pero los gobiernos dejaron de tener crédito. Michael Lewis, ex bróker y autor de algunos de los libros más leídos en Estados Unidos, viajó a los países arruinados para comprobar la especialidad local. Pudo ver cómo en Islandia los pescadores que habían decidido probar fortuna en la banca quemaban sus flamantes todo terreno para cobrar el seguro; se metió en las entrañas del monasterio de Vatopedi para testar el colapso moral de Grecia, y asistió al drama de unos irlandeses que quisieron ser ricos por una vez en la vida. El viaje a la ruina no incluye a España, que se ha asomado al abismo.

El modo de resumirlo sería decir que todo se debió a la ceguera y a la codicia. Pero en "The Big Short", Michael Lewis, editor de "Vanity Fair" economista, experto en Wall Street de "The New York Times" y autor de algunos de los libros de más éxito de las dos últimas décadas en Estados Unidos, se dio cuenta de que resultaba excitante documentar la brutal crisis financiera desde la perspectiva de aquellos que primero la vieron venir y obtuvieron el mayor beneficio. En "Boomerang", su último libro, desvió el enfoque a Europa y, con ello, el curso tragicómico que han tomado los acontecimientos.

En 2008, se pensó que la crisis del crédito se aplacaría únicamente porque los inversionistas creían que los gobiernos podrían pedir lo que fuese necesario para rescatar a sus bancos. Pero ¿qué pasó cuando los propios gobiernos dejaron de ser creíbles? Entonces la situación económica entró en una fase verdaderamente peligrosa. Los dólares de los contribuyentes sólo detuvieron entonces momentáneamente la carnicería y, al igual que un boomerang, la crisis ha vuelto como si se tratase de un ajuste de cuentas.
Lewis, en un libro conmovedoramente cómico, de 212 páginas, al que apenas le sobra una línea, escribe su diario de viaje a través de las ruinas económicas del globo. Nos introduce en las vidas de los desafortunados y equivocados funcionarios gubernamentales, banqueros y especuladores, quienes avivaron los incendios financieros de 2008 y creyeron ilusoriamente que habían sido apagados por los rescates gubernamentales masivos.

Aunque el viaje incluye Islandia, Grecia, Irlanda y Alemania, en Estados Unidos se ha dicho, sin embargo, que la visita guiada es un poco como ir de excursión a través de las remotas regiones gastronómicas del mundo de la mano de Anthony Bourdain. No se intranquilicen, simplemente es una metáfora. Del mismo modo que el mediático chef televisivo de Nueva York viaja a lugares lejanos a devorar, como si tratase de los mejores manjares, los testículos del alce que comen los inuit o las cabezas de ovejas que tanto gustan a los marroquíes, Lewis levanta acta de sus impresiones sobre la crisis económica dándose un banquete. Al igual que Bourdain con las criadillas, aplica un ingenio mordaz al raro placer de digerir sombríos cuentos económicos y dramas personales. Cada caso es distinto, producto de la temperatura local.

Islandia se volvió loca con la banca. Siendo una nación de pescadores, sus habitantes se creyeron lo suficientemente listos y dotados para la inversión. Demasiado inteligentes y preparados para dedicarse por vida a la pesca o a la fundición del aluminio, las dos actividades productivas esenciales de la isla. No habían obtenido todos sus títulos universitarios y masters para resignarse a tirar la red al mar y, además, un enraizado sentido varonil islandés del riesgo les guiaba. De hecho, inmediatamente después, la alternativa al descalabro consistió en sustituir a todos los políticos machos por hembras.

En Irlanda se obsesionaron con comprar casas. La propiedad y la abundancia eran el escape para un pueblo acosado por siglos de opresión y explotación terrateniente. Sus habitantes pasaron de muy pobres a muy ricos, exhibiendo una especie de arrogancia gaélica que les llevó a ellos mismos a definirse como "el tigre celta". Lewis lo explica en muy pocas palabras: los irlandeses simplemente quisieron dejar de ser irlandeses.
Los griegos se empeñaron en evitar durante décadas el pago de los impuestos, empezando por el principal armador y terminando por el último empleado. Tratándose Grecia de una nación construida sobre la enemistad, el nepotismo y la corrupción, nadie confiaba en nadie. Allí cada uno era un griego dispuesto a cuidar de sí mismo. Allí, el acatamiento de las normas, entre ellas las tributarias, ha sido tradicionalmente una cuestión de deshonra. Al que cumple lo llaman estúpido.

Alemania, por su parte, se cansó de pagar la factura de la locura. Con un comportamiento colectivo que la ha llevado otras veces a buscarse problemas con los vecinos y siendo un pueblo obsesionado por la limpieza y el orden, los alemanes tienen, a la vez, una especial debilidad por la basura y el caos ajenos. No hay limpieza sin suciedad, ni pureza sin impureza, escribe Lewis. Por eso, viven obsesionados con el desordenado patio de los griegos.

-Los pescadores que quisieron ser inversores. A los tres días de estar en Reikiavik a Lewis le llamaron de la productora de un programa líder de actualidad para que les explicara a los islandeses su propia crisis financiera. Ellos mismos sencillamente no entendían lo que había pasado. Para el autor de "Boomerang", Islandia era una caja de sorpresas, sus habitantes lunáticos y nuevos ricos se habían dedicado a jugar a banqueros y comprar casas y coches a crédito; ahora ante la garantía de poder cobrar un seguro preferían quemar sus Range Rover por la noche antes de embarcarlos con destino a algún punto de Europa donde poder venderlos a cambio de una moneda que aún tuviese valor.

-En la cuna de las mates. Lo de Grecia hay que verlo de modo distinto. Allí, el protagonista de la ruina no fue específicamente el sistema bancario, que tuvo la precaución de evitar los activos tóxicos con préstamos de alto riesgo, pero sí, en cambio, la mala suerte de confiar créditos peligrosamente grandes a un gobierno que nunca abrigó la esperanza, o, probablemente, la intención de poder pagar sus gigantescas deudas. En Grecia, al contrario que en otros lugares, los bancos no hundieron al país; el país hundió a los bancos. En realidad fue la peculiar manera de entender el erario lo que acabó con todo. En el momento en que estalló la crisis, el empleado promedio público ganaba el triple que su equivalente del sector privado, y las nóminas de las empresas estatales, como las del ferrocarril nacional, superaban cuatro veces los ingresos anuales por este tipo de transporte.

-El pecado original. Para explicarse por qué Irlanda llegó adonde llegó se han barajado todas las teorías: la eliminación de las barreras arancelarias, la decisión de ofrecer una enseñanza superior pública gratuita y el tipo de gravamen bajo en el impuesto sobre sociedades introducido en la década de los ochenta que convirtió a Irlanda en un paraíso fiscal para las empresas extranjeras. La firme voluntad de resarcirse de la pobreza y la penuria hizo de los irlandeses "tigres celtas". Pero Lewis considera que la más interesante de las explicaciones es la que ofrecieron un par de demógrafos de Harvard, David E. Bloom y David Canning, con su teoría de la anticoncepción. Estos dos profesores sostenían que una de las causas principales del boom irlandés era el espectacular aumento del ratio de hombres irlandeses en edad de trabajar con respecto a los que no lo estaban debido al tremendo descenso de la tasa de natalidad. Había de este modo una correlación inversa entre el sometimiento de la nación a los edictos del Vaticano y su capacidad de salir de la pobreza. Es decir, de la muerte lenta de la iglesia católica irlandesa habría surgido el milagro económico.

El fuerte patriotismo es otra de las causas de que el desafiante "tigre celta" se haya convertido finalmente en un gato mohíno. Lewis en seguida supo darse cuenta de que los políticos perdían demasiado tiempo en el parlamento repitiéndolo todo dos veces, una en inglés y otra en gaélico, cuando todos hablaban perfectamente el primer idioma y sólo se defendían a duras penas con el segundo.

-La limpieza y la suciedad. El recorrido a través de la economía más dinámica de Europa, la alemana, parece de todos el que menos perspicacia arroja. Cautivado por la obsesión del país con la limpieza y la fascinación por la suciedad de otros, Lewis se pregunta sin encontrar explicaciones por qué una nación tan organizada continúa apoyando a sus socios manirrotos del euro. Pero no acaba de concretar por qué los alemanes se esfuerzan tanto por mantener fracturada a la Unión Europea, probablemente una de las claves para entender la trágica zozobra de los últimos tiempos.

En el viaje de "Boomerang" hay muchos personajes pintorescos pero ninguno tiene madera de héroe y en una era de capitalismo disfuncional, Lewis recuerda que los ganadores pueden ser tan desquiciados como los perdedores.

lunes, 9 de julio de 2012

Se agudiza la crisis más ignorada: la demográfica, de Alejandro Macarrón Larumbe en Expansión 9/7/2012

OPINIÓN: VISIÓN PERSONAL

España padece otra crisis tan profunda como la económica, a la larga mucho más grave que ésta, pero a la que apenas se presta atención: la demográfica. Según datos recién publicados por el INE, en 2011 nacieron 3,5% menos niños que en 2010. La fecundidad cayó hasta la raquítica tasa de 1,35 hijos por mujer. En veintiuna provincias murió más gente de la que nació, y sin la aportación de los inmigrantes en bebés, serían unas cuarenta. Los españoles autóctonos, y la población en general, aunque todavía por poco, ya están menguando, en un proceso que tiende a acelerarse, al tiempo que España se encanece más y más, ya que la edad promedio del pueblo español crece de forma imparable, a ritmo de un año más cada cuatro años. Es el suicidio demográfico de España.

Con un poco de suerte, mucho esfuerzo y reformas de calado, en 2014 ó 2015 viviremos una situación económica con perspectivas mucho menos agobiantes que las actuales. Si triunfan meritorias iniciativas como “Reconversión” (a la que se puede adherir en www.reconversion.es quien crea que hay que reformar integralmente en España cosas como las autonomías o el funcionamiento interno de los partidos políticos), en unos años podríamos disfrutar de un entramado político-jurídico mejor que el actual, que nos ha llevado a la ruina económica y a serios riesgos de fractura nacional.

Pero si no se recupera la natalidad en España, y pronto, nadie nos librará de la espiral de la muerte demográfica a la que estamos abocados desde que, como pueblo, decidimos ignorar, por no tener apenas hijos, el más elemental de los instintos: el de supervivencia.

Con tan baja natalidad, la sociedad libera y se ahorra en el presente los recursos que habría dedicado a la crianza de los pequeñines y jóvenes que nos faltan, simplemente, para asegurar el reemplazo de la población. Esto permitió a nuestra economía crecer en los 80 y 90 del siglo XX bastante más que de no haber caído a plomo la natalidad en esos años. Pero, por esta misma razón, pasada una generación con baja natalidad en España, empiezan a escasear los jóvenes y, más allá de la crisis económica del momento, se deteriora año a año la proporción entre activos y retirados, por lo que nuestras perspectivas a largo plazo se parecen, por esta causa, a las de una empresa que lleva bastantes años sin reinvertir parte de sus recursos en la reposición de aquellos de sus activos que van quedando obsoletos, lo que equivale a comerse el futuro en aras del “carpe diem”, o al comportamiento estival de la cigarra de la fábula.

Por cierto, Alemania está aún peor que nosotros en demografía. En 1910, en tiempos de la Belle Époque, en Alemania nacían dos millones de niños al año. Un siglo después, con un 50% más de población, nacen menos de 700.000, y de ellos más de 200.000 tienen padres de origen extranjero. Y en los últimos cuarenta años murieron cuatro millones de alemanes de los que nacieron. También Italia, Grecia, Portugal yAustria, entre otros países, presentan un lamentable perfil demográfico. Ningún país europeo, salvo Irlanda y no del todo, está medianamente bien en demografía y natalidad, lo cual está influyendo, y mucho, en el bajo crecimiento estructural de la economía europea desde hace varios lustros, y en la crisis actual del euro. No hay vuelta de hoja. O nacen más niños en España y los demás países con una carencia similar, o el futuro de nuestra sociedad tiene un nítido color gris, el de las canas, en muchos sentidos. De la crisis económica podremos salir con reformas de enjundia y mucho esfuerzo. De la demográfica, sin más hijos, no es posible. Y sin el recurso más valioso que existe, el humano, en el futuro no habrá en España ni prosperidad ni nada de nada. Como en los cementerios, o en los pueblos abandonados.

Alejandro Macarrón Larumbe. Consultor de Estrategía Empresarial. Autor del libro “El suicidio demográgico de España

sábado, 7 de julio de 2012

¿Salvar al euro?, de Vicenç Navarro en Público 5-7-2012

Se está promoviendo en los medios de mayor difusión del país el mensaje de que los países de la periferia de la Eurozona, Portugal, Irlanda, Grecia y España, (llamados PIGS, ahora conocidos, al añadirse Italia, como GIPSI) tienen que hacer grandes sacrificios a fin de garantizar la existencia del euro, el cual se presenta como en peligro de desaparecer. Aparecen impactantes titulares en tales medios que señalan la cercana muerte del euro o que la última reunión del Consejo Europeo salvó al euro (implicando que de no tomarse las decisiones que se tomaron, el euro habría desaparecido). Existen variaciones de este mensaje. Una de ellas es la que afirma que, para salvar al euro, Alemania tendrá que presionar para que se expulse a Grecia. O al revés, se afirma que Alemania, cansada de ayudar a los países periféricos, saldrá del euro y recuperará su propia moneda, el marco, matando así al euro.

El euro, sin embargo, nunca ha estado en peligro de desaparecer, y continúa con buena salud, sin ningún peligro de fallecer. Veamos los datos. Cuando fue establecido, un euro valía un dólar. Hoy el euro está sobrevalorado, siendo su valor monetario superior al del dólar. El hecho de que haya bajado algo durante estos últimos tres años no quiere decir que esté desapareciendo. En realidad, no les iría mal a los sectores exportadores que hoy están teniendo dificultades, que el euro bajara más. Las exageraciones (parte del lenguaje sensacionalista que caracteriza a la mayoría de los medios) que acentúan que el euro está en peligro de desaparecer no tienen ninguna base real. Miren la evolución del precio del euro en los últimos cuatro años y lo verán. El euro no está en peligro. Ahora bien, les aseguro que este mensaje de que el euro está en peligro continuará promoviéndose, pues tiene como objetivo promover un miedo que haga más fácil aceptar las medidas altamente impopulares que se están imponiendo a la población.

Otra aseveración que carece de credibilidad es que puede llegar un momento en que Alemania presione para que se expulse a Grecia. Lo último que el capital financiero alemán desea, es que este país deje el euro, por la sencilla razón de que el impacto contaminante que tal salida tendría en los países GIPSI sería devastador para el sistema financiero alemán. La banca alemana tiene invertido, por ejemplo, en España, 146.000 millones de euros, y en Italia 134.000 millones. La salida de cualquiera de estos países GIPSI del euro afectaría muy negativamente el pago de tal deuda a Alemania y la banca alemana y su gobierno son plenamente conscientes de ello. En realidad, es sorprendente que los gobiernos de estos países periféricos no hayan utilizado la amenaza de salirse del euro como medida negociadora con el gobierno Merkel. Sea como sea, pueden estar seguros que para bien o para mal (según usted valore los beneficios o perjuicios que el euro haya tenido) ningún país será expulsado del euro.

Alemania es el país de la Eurozona que se ha beneficiado más de la existencia del euro

Pero lo que hace incluso más inverosímil la observación de que Alemania deje el euro es que este país, es el que más se ha beneficiado de la existencia del euro, beneficio que se ha centrado primordialmente en su banca y en su sector exportador. Como reconoció el dirigente socialdemócrata alemán, el Sr. Sigmar Gabriel, en su crítica al comportamiento del gobierno Merkel, Alemania, desde que se estableció el euro, ha ganado la friolera cantidad de 556.000 millones de euros más de lo que se ha gastado en lo que se conoce como “ayuda financiera”. En realidad, Alemania no ha gastado en este último capítulo, “ayuda financiera”, lo que le correspondería por el nivel de riqueza que tiene. Paga incluso menos, proporcionalmente, de lo que paga España. Alemania da un porcentaje a los fondos de rescate financiero MEDE menor que España (un 27% versus un 29.8%).

Esta percepción de Alemania como la gran pagadora de los gastos de ayuda (promoviendo un “victimismo” muy rentable políticamente en su propio país) no se corresponde con la realidad. Toda la evidencia científica muestra que Alemania es el país más beneficiado por la existencia del euro. Y, siendo el país que tiene mayor capacidad decisoria en la Eurozona (en gran parte debido al dominio del capital financiero alemán en el BCE y en la Comisión Europea), les garantizo que habrá euro para años, y los países periféricos continuarán sufriendo las políticas de austeridad que se les imponen, no para salvar al euro, que tiene buena salud, sino para pagar la deuda a la banca alemana, todo ello presentado con una narrativa de que el sufrimiento de la población les hará mejores y más competitivos, ignorando con ello un hecho evidente: el euro ha sido un enorme obstáculo para que estos países GIPSI puedan competir con los productos alemanes, pues no pueden devaluar su moneda para abaratar sus exportaciones y competir así con Alemania.

Y por si ello no fuera suficiente, la banca alemana, que controla el BCE, utiliza este banco (que como he señalado repetidamente, no es un banco central sino un lobby de la banca alemana) y chantajea a los estados GIPSI condicionando la compra de su deuda pública a que se hagan más competitivos bajando los salarios y reduciendo su Estado del Bienestar, conduciendo a estos países a marchas forzadas hacia la Gran Recesión, camino de la Gran Depresión. Y todo ello, en teoría, “para salvar el euro”, todo ello dicho y hecho con la gran complicidad de los mayores medios de información y persuasión, influenciados por (o endeudados con) el capital financiero.

Una última observación. Cuando digo Alemania me estoy refiriendo a la estructura de poder de aquel país, es decir, a los establishments financieros, empresariales del sector exportador, mediáticos y políticos del país. Este establishment es responsable, no sólo de la austeridad impuesta (con la complicidad de los mismos establishments de los países GIPSI) a las clases populares de los países periféricos, sino también a la clase trabajadora alemana, cuyo standard de vida, nivel y masa salarial y protección social ha ido descendiendo en los últimos años de gobiernos socialdemócratas-verdes y gobiernos cristianodemócratas-liberales. Fue Oskar Lafontaine, una de las mentes más lúcidas hoy en Europa, quien, siendo Ministro de Finanzas durante el gobierno del canciller Schröder, propuso aumentar los salarios y la protección social como medida de estimular la economía alemana y europea, lo cual no se hizo, escogiéndose, en su lugar, imponer las políticas de austeridad que han beneficiado al sector exportador y a la banca alemana. Si Oskar Lafontaine hubiera ganado aquel pulso, Alemania y Europa estarían hoy en otra situación.

El trabajador alemán tiene mucho en común con el trabajador griego, español, italiano, portugués e irlandés, aunque al establishment alemán le aterra la idea de que esta coincidencia de intereses se traduzca en un movimiento opositor a nivel europeo, trabajando cuarenta y ocho horas al día, a través de los medios, para evitar el desarrollo de esta concienciación de intereses colectivos, utilizando el nacionalismo (refiriéndose a Alemania como “victima”) y el racismo (refiriéndose a los trabajadores griegos como “vagos”) para evitar esta coalición de intereses. Así de claro.

Vicenç Navarro. Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University.

LETONIA. Laboratorio de “rescate”

Fuente:  http://blogs.lavanguardia.com/diario-itinerante/laboratorio-de-rescate/

Riga,- Ante una foto tamaño pared de las afiladas torres medievales y los puentes de acero soviético de Riga, Christine Lagarde se dirigía a una sala llena de ejecutivos y funcionarios de traje gris. El eslogan Letonia: against all odds (contra todos los pronósticos) que anunciaba la conferencia recordaba una película de Rambo. Y, efectivamente, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) había venido a Letonia para anunciar misión cumplida tres años después de acordar el rescate de la economía letona. “¿Quién se habría imaginado en el 2009 que estaríamos aquí celebrando el logro de Letonia, tras un viaje tan duro? –dijo–. Es un tour de force; habéis enseñado el camino a la zona euro…”.

¿Por qué tantos elogios a un pequeño país postsoviético de dos millones de habitantes en el mar Báltico, cuya principal exportación es madera talada en los bosques oscuros que se extienden desde la capital hasta la frontera con Rusia? Pues porque “somos el experimento en el laboratorio de la devaluación interna”, ironizó Serguéi Acupov, ex asesor del Gobierno que, tras gestionar la transición relámpago a la economía de mercado en 1990, parece ya mucho menos convencido por la ideología del short, sharp shock. “Quieren un ejemplo para Grecia, Portugal… España”. Con devaluación interna, Acupov se refiere a la política de ajustes mediante recortes de salarios y del gasto público. Aunque Letonia no es miembro de la zona euro, rechazó devaluar su divisa, el lats, y se convirtió en el conejillo de indias de la terapia shock, un poco como Chile en los años anteriores a la llamada revolución neoliberal en el Reino Unido y Estados Unidos . “Hemos escrito un nuevo capítulo en los libros de texto”, dijo un participante en la conferencia del FMI.

Tras el pinchazo de su propia burbuja inmobiliaria y una crisis de financiación de la deuda , Letonia firmó un acuerdo de rescate en diciembre del 2008 con la Unión Europea y el FMI. A cambio de recibir créditos por 7.500 millones de euros, el gobierno puso en marcha la madre de todos los ajustes presupuestarios, equivalente al 17% del valor de su economía, en sólo dos años. Letonia se sometió a la peor recesión económica registrada jamás en Europa, igualando la Gran Depresión estadounidense con un desplome del PIB del 23% en dos años. Los salarios se recortaron entre el 25% y el 30%. Mientras el paro subía del 5% a 20%, se recortó la prestación por desempleo hasta sólo 40 lati (57 euros) mensuales. La pobreza alcanzó a cuatro de cada diez familias, pero se amplió el impuesto plano sobre la renta (el 25%) hasta incluir las rentas de 60 euros al mes.

Ni tan siquiera Grecia había aniquilado una cuarta parte de su economía como hicieron los letones. Pero ahora la devaluación interna da sus frutos, sostienen Lagarde y los diseñadores del ajuste. Letonia crece el 6% este año, más que ninguna otra economía europea, y ha eliminado sus déficit exteriores. Ahora Letonia es el role model europeo. “Hicimos lo que debimos –dijo Ilmars Rimsevics, el severo gobernador del Banco de Letonia–. Diría que hemos desrabado al perro, pero mis asesores me aconsejaron hablar de podar el árbol”, añadió con un sentido del humor muy letón.

 A unos 12 kilómetros del centro de Riga, Diana Vasilane entiende lo que se siente uno al ser podado“Mi hija se fue a Roma hace tres meses cuando su empresa Statoil (Noruega) le cortó el salario de 600 a 400 lats al mes; mi hijo se ha ido a Suecia; el hijo del vecino se marchó para Australia; aquí estamos rezando para no vivar hasta muy viejos porque nadie nos va cuidar”, dijo. La marcha de jóvenes al extranjero ya había empezado tras la caída del comunismo. Pero desde el inicio del llamado rescatedel 2009 se ha convertido en una hemorragia. Un 10% de la población en general (230.000 de una población de 2,2 millones en el 2008) se ha marchado. El 30% –uno de cada tres– de los letones menores de 30 años se fueron, la mayoría para jamás regresar.

Hasta las ciudades británicas más pobres han sido destino para letones en busca de trabajo. El vuelo de Ryanair Liverpool-Riga iba abarrotado de jóvenes letones que visitaban a sus familias, y cada vuelo de vuelta la semana pasada estaba completo. Esto se suma a los graves problemas demográficos en Letonia, debido a una tasa de fecundad baja y a una esperanza de vida baja (un problema agravado por un sistema de sanidad en crisis presupuestaria). “La población envejece rápidamente; y la gente que se va en esta última ola son principalmente jóvenes con estudios”, dijo el demógrafo Mihail Hazans. Esto “ya amenaza el desarrollo económico y la seguridad social”.

Los hijos no son la única parte de la vida de Vasilane que ha sido podada. Hasta hace año y medio era directora de la oenegé Risk Berni (Riskchild.org) que prestaba apoyos a niños de familias marginadas (casi todas) en el barrio destartalado de etnia rusa de Moscow Worstadt en el centro de Riga. Moscow Worstadt era antes un distrito industrial de la economía soviética. Ahora es un foco de prostitución, drogadicción y actividades delictivas.

En el centro infantil de Riska Berni daban de comer a entre 20 y 30 niños al día y repartían ropa. Organizaban actividades –remar en el río, patinar, partidos de fútbol– para adolescentes. El Estado letón les pagaba una ayuda de 2.000 lati (2,400 euros) al mes. El hotel Radisson aportaba las sobras de su cocina, quizás de las cenas del mismísimo equipo de la UE y del FMI que llegaban a Riga de cuando en cuando. Pero luego el mega ajuste llegó a Riska Berni. El gobierno podó la subvención hasta la mitad y Riska Berni cerró el año pasado en muy mal momento. “Con tanta emigración se han ido las madres de muchos niños al extranjero y muchos niños ahora viven con sus hermanos mayores o sus abuelos”, dijo. Durante una parada en Moscow Worstadt, un joven de cabeza rapada irrumpió en el bar donde hombres con cara de pocos amigos tomaban cerveza en silencio. “Acabo de pegarme con uno; él me pegó primero”, dijo. Fuera en la calle, jóvenes prostitutas –quizás de 17 o 18 años– esperaban.

Exceptuando Moscow Worstadt, la crisis brilla por su ausencia en el centro de Riga, recorrido por manadas de turistas nórdicos que interrumpen sus giras de las iglesias para tomar sopa de remolacha en las terrazas donde un grupo toca Knocking on heaven’s door. Pero en el extrarradio donde vive Diana, las puertas no son del paraíso sino de cientos de infraviviendas, habitadas en muchos casos por familias desahuciadas tras el pinchazo. “Muchas de las casas buenas ya pertenecen a los bancos, y sus ex habitantes acaban aquí”, añade Vasilane mientras el coche sube por una carretera sin asfalto. Nos adentramos en una urbanización de chabolas de madera que se extiende hasta el río, muchas de ellas con parcelas cultivadas que los nuevos pobres de Letonia combinan con la pesca para sobrevivir. No tienen electricidad, pese a temperaturas invernales de 20 grados bajo cero. “En tiempos soviéticos, la gente tenía su pequeño huerto aquí para los fines de semana con un cobertizo para guardar las herramientas –dice el conductor–. Ahora la gente vive en los cobertizos”.

 Konstance Bondare, de 80 años, es uno de los residentes del distrito de infraviviendas . Vive en una cabaña destartalada de madera sin luz y sin agua, tal vez uno de esos cobertizos que los hortelanos de Riga usaban en tiempos soviéticos para almacenar las herramientas. Konstance dice que vino a vivir aquí hace año y medio tras ser desahuciada por un banco que tomó posesión de su apartamento en Riga. Había avalado la hipoteca del piso que compró su hija unos años antes, pero cuando esta perdió su trabajo el banco embargó los dos pisos. Siguiendo los pasos de uno de cada tres jóvenes letones que han emigrado desde el inicio del ajuste, la hija se marchó. Konstance se vino a vivir aquí con su perro. Recibe una pensión de unos 180 euros al mes. Baja todos los días a por agua al río y dice que la bebe. Ante la incredulidad de quienes la entrevistaban, dijo que paga alquiler por esta infravivienda de unos 12 metros cuadrados, aunque no dice a quién se lo paga. “El banco me echó a la calle y me dijeron que debería envenenar a mi perro; prefiero envenenarme a mí misma –dice–. ¡Miren cómo los letones vivimos en nuestro propio país!”

Hay cientos de viviendas como esta en este extrarradio rural de Riga abierto por las víctimas del ajuste. Curiosamente muchas de las callejuelas entre las infraviviendas lucen candados antirobo. “La gente tiene muy pocos bienes, pero hay muchos robos y tiene miedo”, dice. Una señora de la edad de Konstance fue asesinada a hachazos hace unas semanas en una barriada cerca de aquí. Le robaron su pensión de unos 100 euros.

* Para un análisis de por qué la devaluación interna no funciona ni en Letonia, ver La Vanguardia 6/7/2012

miércoles, 20 de junio de 2012

"Quanta gent pot viure al planeta Terra?"

Font: Els documentals 60 minuts


Emissió: dimarts 19 de juny

La setmana que comença la cimera de l’ONU sobre canvi climàtic Rio+20, aquest 60 minuts presentat pel prestigiós naturalista sir David Attenborough investiga si el món s'encamina cap a una crisi de la població. Si no es limita el nombre de naixements – cada dia n’hi ha 400.000 - tindrem una crisi d’aliments, aigua i energia. Aquesta és el punt de partida d’un reportatge que es pregunta com serà el futur de la humanitat.

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Durant la seva llarga carrera, Attenborough ha vist com la població humana s’ha doblat i ha passat dels 2 mil milions i mig de persones l’any 1950 a gairebé 7 mil milions de persones avui dia. El nombre no para de créixer i es preveu que es sobrepassin els 9 mil milions de persones en els pròxims quaranta anys. Amb aquest context, el reportatge reflexiona sobre els profunds efectes d'aquest ràpid creixement, tant en els éssers humans com en el medi ambient.

http://www.tv3.cat/videos/4135190/Quanta-gent-pot-viure-al-planeta-Terra


 

Una producció de la BBC. Presentat per David Attenborough. Dirigit i produït per Helen Shariatmadari. Productor executiu, Andrew Cohen. » Veure més

sábado, 16 de junio de 2012

Rescate vergonzoso, de Manuel Castells en La Vanguardia 16-6-2012


OBSERVATORIO GLOBAL

Rajoy ha hecho el ridículo ante el mundo asegurando primero que España no necesitaba rescate, nacionalizando Bankia sin tener dinero para pagarla y, finalmente, apelando a un rescate diciendo que no era tal sino tan sólo ayuda financiera para los bancos y no al Gobierno, sin consecuencias sobre las políticas económicas. Siendo así que los fondos de recapitalización van al FROB, o sea al Gobierno, y que, como le han recordado desde la Comisión Europea, el Gobierno es el responsable en último término de la deuda contraída. Es más, la troika supervisora (BCE, CE y FMI) ha condicionado la continuidad del crédito de 100.000 millones al cumplimiento de objetivos macroeconómicos y a la continuidad de las “reformas” (léase más recortes de prestaciones sociales y empleo público). Alusiones irónicas al orgullo español, que se niega a aceptar la realidad de economía asistida (de hecho intervenida desde mayo del 2010), llenan páginas de la prensa internacional. Lo que sería simplemente un nuevo episodio tragicómico de nuestra impresentable clase política si no fuera porque tiene consecuencias graves sobre la credibilidad del rescate con relación a mercados e inversores. Así que tras haber hipotecado aún más el país, asumiendo desde el Estado la insolvencia de la gran mayoría de las instituciones financieras, la prima de riesgo sigue por encima de los 500 puntos de diferencial con Alemania y el tipo de interés de los bonos a diez años cerca del nivel de alarma del 7%. Y la jactancia de que hemos conseguido mejores condiciones que Grecia, Portugal e Irlanda ha provocado la lógica demanda de dichos socios de obtener condiciones equivalentes, reabriendo la negociación de sus rescates.

Es cierto, sin embargo, que la debilidad de la economía española no está en la economía propiamente dicha, una vez superada la burbuja inmobiliaria, sino en el nivel de endeudamiento privado, en la insolvencia de entidades financieras, de empresas y de hogares. Y como la huida hacia delante de Zapatero gastándose lo que no tenía para sostener la ficción de que no había crisis endeudó también al Estado, hemos acabado sepultados por esa masa de deuda cuyas proporciones ni siquiera se conocen por la opacidad de las instituciones financieras y por el trapicheo de las cuentas de gobiernos central y autonómicos. Deuda impagable en las actuales condiciones de recesión económica. Tanto más cuanto que el Gobierno se ha comprometido irresponsablemente a reducir el déficit público, que era del 8,9% del PIB en el 2011, al 3% en el 2014. Y aunque no será capaz de cumplirlo, simplemente hacer como que lo intenta implica redoblar recortes hasta dejarnos en los huesos e imponer condiciones draconianas a los trabajadores públicos y privados so pena de despido. De forma que el rescate de la banca se hace a través del Gobierno, gravando aún más los intereses de la deuda pública, que pagan los ciudadanos, endureciendo las condiciones sociales y laborales y profundizando la recesión por la caída de la demanda interna.

Lo único que aún mantiene el pulso económico es la actividad exportadora, pero con tendencia decreciente porque cae la demanda en la eurozona, nuestro mercado principal, y se cierra el grifo del crédito a las empresas. Es decir que el rescate de los bancos, indispensable para evitar una catástrofe financiera y un eventual corralito, se ha hecho de tal forma que agrava todavía más la situación de la economía real sin introducir perspectivas de salida de la crisis a corto plazo. Más aún: como no hay posibilidad de reducir el déficit al nivel que se ha prometido y como poco más se puede ya ajustar en condiciones laborales, ni siquiera es seguro que los controladores teutones acepten mantener hasta el final la línea de crédito de financiación bancaria. Y todo ello sin explicación honesta a los ciudadanos de cuáles son los datos del rescate ni sus implicaciones. Sin explicación del monumental fallo en las tareas de supervisión del Banco de España, dejando que su expresidente se vaya de rositas diciendo que nadie sabía la gravedad de la crisis (por cierto, yo sí…) y echándoles la culpa a los políticos. ¿Y por qué, entonces, no se explican los políticos? ¿Por qué no hacemos como en Islandia cuando, tras el colapso bancario del 2008, se convocaron nuevas elecciones porque banqueros y políticos habían tejido una madeja de intereses que no se podía desenredar?

Ante todo este sacrificio, todo este secretismo en aras de la supervivencia del euro y hasta de la UE, recordemos que hay diez países en la Unión que no están en el euro y que están mejor que la eurozona. ¿O es que el ideal europeo se reduce a la unión bancaria y monetaria? ¿Se está intentando crear una federación europea sin decirlo y sin someterlo a referéndum popular? Si la única salida de la crisis de la economía real a corto plazo es la exportación y la única forma inmediata de estimular la competitividad es devaluar saliendo del euro, habrá que elegir en su momento entre extinguirnos paulatinamente con un euromarco que no podemos sostener o reconvertirnos a la peseta y rehacer la economía y la vida con autonomía de país y gobernantes democráticos que acepten corregir un error histórico que benefició sobre todo al sistema financiero y a Alemania y su entorno. Como es Alemania quien de verdad necesita el euro, si lo quiere que pague por él mutualizando la deuda, invirtiendo en la reconstrucción económica de la periferia y compartiendo poder en las instituciones europeas. Federalismo sí, pero no en sentido único. Y si los ciudadanos tienen que sacrificarse por el euro, que se sepa por qué, que se abra un debate real, que se sepan los costes y los beneficios en lugar del actual terrorismo ideológico de amenazar con catástrofes innombrables a quienes se atreven a poner en duda el pensamiento único del euro. La disolución del euro es ahora la hipótesis más probable. Hagámoslo ordenadamente, en función de los intereses de los ciudadanos y bajo su control.