"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

"El capitalismo se ha hecho hostil a la vida"


El sociólogo estadounidense habla de su última obra, 'El artesano', basad en una conversación con su profesora Hannah Arendt

JUSTO BARRANCO | Barcelona | 23/12/2009 | La Vanguardia | Cultura

EL PERFIL


Del violonchelo a la sociología
Su padre fue voluntario de la Brigada Lincoln en la guerra civil española y además tradujo poesía popular catalana y autores como Unamuno. "No es el filósofo que yo hubiera elegido, pero…", bromea Richard Sennett (Chicago, 1943) sentado en el archivo del CCCB. Su padre regresaría a España poco después de nacer Richard y él crecería con su madre en un suburbio de Chicago, vivienda pública para familias pobres, sobre todo negras, en el que imperaba la ley del más fuerte, pero en el que aun así creció dentro de una cierta bohemia intelectual izquierdista. Iba para violonchelista hasta que una enfermedad en la mano le apartó de la música. Y acabó en la sociología, donde se ha convertido en una figura internacional gracias a obras como El declive del hombre público o La corrosión del carácter, en las que ha examinado desde la permanencia oculta de las clases sociales en la sociedad opulenta a los efectos del sistema económico en la narración de nuestra vida. Fundador del New York Institute for Humanities, actualmente es profesor de la London School of Economics.

El capitalismo financiero ha cambiado el mundo. Y no para mejor, opina el sociólogo Richard Sennett. La aversión al largo plazo de este capitalismo ha sido uno de los factores que han originado la crisis actual y que ha cambiado radicalmente nuestras vidas en las últimas décadas. Sennett estuvo el lunes en Barcelona para hablar en el CCCB de su último libro traducido en España, El artesano (Anagrama), que parte de una vieja conversación con su profesora Hannah Arendt, la autora de La condición humana, en la que ella separaba la producción física, en la que seríamos poco más que bestias de carga, de la creación mental. Para Arendt, la mente entra en funcionamiento una vez terminado el trabajo. Para Sennett, en el proceso de producción del artesano –todo aquel que desea realizar una tarea bien hecha, y que incluye no sólo la producción manual, sino también a programadores, médicos, artistas o padres– están integrados el pensar y el sentir. La mano y la cabeza no están separadas, aunque nuestra sociedad sólo valore una.

¿Por qué la relación entre la mano y la cabeza es básica?
Nuestra potencia mental se desarrolló a través de las manos, de la manipulación de cosas. Hoy pensamos en las actividades materiales como cosas estúpidas, percibimos nuestros cerebros como una maquinaria autosuficiente. Es erróneo. Hay un proceso abierto entre mejorar las capacidades físicas y el pensamiento, una relación estrecha entre la mano, la cabeza y el corazón. Pensamos un diseño y creemos que esa imagen mental puede proyectarse al mundo. Una política malísima: no aprendemos de la práctica.

Parece aquella vieja división filosófica entre alma y cuerpo.
No es la filosofía sólo, la política también. El capitalismo ha alentado esta división. En las últimas décadas los bancos han negociado con abstracciones, teorizan sobre los valores y pierden el contacto con lo que es una fábrica, una tienda. Muchos compran y venden empresas que no entienden. Ni lo necesitan, porque compran su valor monetizado. Y no hay posibilidad, artesanía, de hacer que la empresa sea buena o mala, no hay conocimiento. Compran una empresa de colchones y la venden a otra pero con más deuda, esta hace lo mismo. La empresa cada vez tiene menos capital y tiende a la quiebra. Le pregunté a uno de los compradores: ¿Has visto cómo se fabrica un colchón? Me dijo que para qué, si sólo iba a ser propietario tres meses. Así se desarrolla ahora la economía capitalista, se desprecia la praxis, las manos en la masa, no saben qué hacer porque de hecho nunca han gestionado nada.

¿Es la explotación actual?
Sí, la dominación de las finanzas sobre la economía real. Las finanzas son una operativa abstracta. Siempre pensamos que el capitalismo es hostil a la artesanía porque discapacita al artista, pero es más sofisticado: no está implicado en la práctica. Teoriza. Por ejemplo, con la deuda. Es una de las razones de la crisis actual.

¿Y las otras?
Otra es la forma del tiempo en el capitalismo hoy: todo es a corto plazo. La economía global se reorienta al comercio del precio de las acciones más que a sus beneficios finales. La noción de gestionar una empresa para tener beneficios a largo plazo ha desaparecido. Puedes ganar dinero con empresas que están perdiendo. De manera que cuando llegas a una economía como esta no tienes ningún interés en lograr que la economía real funcione.

¿Qué piensa el autor de La corrosión del carácter de la alarma por la alta tasa de suicidios en empresas como Renault o France Télécom?
En mi equipo estamos estudiando el desempleo a largo plazo en Wall Street y encontrando cosas muy similares. Alcohólicos y suicidios no sólo entre los que pierden el trabajo sino entre los que se quedan, que están tan estresados porque para conservar el puesto de trabajo tienen que hacer cada vez más. El capitalismo en los últimos veinte años se ha hecho completamente hostil a la construcción de la vida. En el antiguo capitalismo corporativo de mediados del siglo XX podías sufrir injusticias pero construirte la vida. En los últimos 20 años se ha convertido en algo inhumano y la izquierda tan contenta de ser hombres prácticos que pueden hablar con los banqueros. De hecho, el primer movimiento en la crisis ha sido ayudar a los bancos. En Inglaterra se compraron cuatro y aun así se decidió no interferir en lo que hicieran.

¿Cuál es su alternativa?
No podemos volver al antiguo capitalismo. La izquierda debe reflexionar sobre cómo hacer crecer empresas que realmente permanezcan. Empresas de tamaño pequeño como las del norte de Italia y sur de Alemania, con trabajos muy especializados. No fabrican en masa y trabajan más a largo plazo, desde la formación de los trabajadores a sus relaciones de exportación. Un trabajo artesanal, que puede ser muy avanzado, como pantallas de enorme definición para operaciones quirúrgicas.

El artesano es el inicio de una trilogía de despedida.
Quería unir las preocupaciones básicas de mi obra, la relación entre lo material y lo social, lo concreto y lo abstracto. Luego me dedicaré al violoncelo, he recuperado la posibilidad de tocarlo, pero sólo me quedan diez años en la mano. Por cierto: todos los músicos son artesanos, saben que no existe una idea musical sin base física. El segundo libro estará dedicado a la relación entre lo material y lo social: la confianza, el respeto, la cooperación, la autoridad, la artesanía de las relaciones sociales. Y el tercero, a nuestra relación con el medio ambiente.

Usted rechaza lo que implica la idea de sostenibilidad.
Porque no somos propietarios de la naturaleza. Sostenibilidad significa mantener las cosas como están. Es una metáfora errónea. Podemos funcionar con mucho menos. Menos tráfico, menos carbono. Distintos tipos de edificio. Debemos cambiar la noción de la modernidad de que el ser humano siempre dominaría la naturaleza. Produce autodestrucción. Copenhague ha sido terrible, especialmente los chinos, que cinco días antes decían verde verde, y luego que no, que no quieren que nadie interfiera con ellos ni conozcan su tecnología. Aterrador. Y los europeos, fuera de juego.


 "La desglobalización ha empezado, no volveremos al viejo régimen"

J. M. MARTÍ FONT - EL PAÍS -  Barcelona - 22/12/2009 



"La desglobalización ya ha comenzado", asegura el sociólogo Richard Sennett (Chicago, 1943); la salida de la crisis será lenta y en ningún caso volveremos al "ancient régime", al espumoso paisaje de las dos últimas décadas en las que el sistema estaba creando su propio colapso porque había "abandonado la economía real, la que se nutre de trabajadores cualificados, de artesanos".
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"Los jefes no tienen autoridad y sus trabajadores los ven incompetentes"

"¿A quién llamar cuando algo se rompe? Eso es la artesanía"


El artesano (Anagrama) es precisamente el título de su último libro, el primer volumen de una trilogía dedicada, según sus palabras, a la "cultura material". Para este discípulo de Hannah Arendt que ayer estuvo en Barcelona, "hacer es pensar" y la palabra artesanía (craftmanship) designa "un impulso humano, duradero y básico; el deseo de realizar bien una tarea, sin más". Esto supone, explica, dedicación para aprender y para desarrollar las habilidades, para crecer como un trabajador competente, un concepto que ha brillado por su ausencia estos los últimos 20 años en los que no se invirtió en los trabajadores, sino que lo que se hacía era comprar lo más barato que había. El resultado, concluye, es que cuando llegó el colapso, "la economía real no tenía ningún tipo de resistencia para enfrentarse a la explosión financiera".

Pero cuando habla de artesanos, Sennett no sólo se refiere al estereotipo del trabajador altamente cualificado de una empresa tecnológica, sino a los conocimientos adquiridos, por más simples o banales que parezcan, que forman la textura misma de la sociedad y de la economía. Uno de los efectos del sistema imperante estas últimas décadas, denuncia, ha sido "la ceguera" ante las habilidades de la gente a la que denominamos como poco cualificada, pero de cuyas capacidades somos "socialmente dependientes".

"Si usted es cuidador en un hospital o trabaja en la limpieza, su ficha laboral le definirá como no cualificado, pero no será cierto. Se trata de gente con muchas habilidades: conocen el hospital, saben a quién llamar cuando hay una emergencia, saben cómo conservar el lugar limpio, incluso detectan si alguien ha empeorado súbitamente y llaman al médico o la enfermera. Hay muchos trabajadores así. Parece muy simple, pero esto se va adquiriendo con tiempo y dedicación y no se valora. La visión neoliberal consistía básicamente en que el trabajo era una serie de tareas sin relación.Las habilidades pueden ser simples, pero las instituciones son complejas. ¿A quién llamar cuando algo se rompe? Eso es artesanado. Olvidarlo es olvidar que la vida tiene una narración, que la competencia en algo es una narración, no sólo para el individuo, sino también para la sociedad".

Hombre de izquierdas, desencantado de la práctica política de los partiodos socialistas europeos y concretamente del laborismo británico en el que ha dejado de militar, Sennett considera que en nuestras sociedades hay una profunda desconfianza ante las clases dirigentes. En el trabajo de campo que está realizando para el segundo libro de esta trilogía entrevistó a trabajadores de niveles medios de Wall Street en paro. "Los jefes no tienen ninguna autoridad", descubrió, "son muy ricos, pero quienes trabajan para ellos en la sala de máquinas creen que son muy incompetentes, que no sabían lo que estaban haciendo y tampoco les importaba con tal de que siguiera entrando dinero".

Sin embargo, el poder político, incluida la izquierda, denuncia, sigue pensando "que todo sigue igual que en los años locos del boom y que lo más importante es salvar al sector financiero porque es lo que hace funcionar a la economía real. Hay una ironía en todo esto, creo que la izquierda debe centrarse mucho más en las empresas locales, hay que desglobalizar, focalizarse en los pequeños negocios. Vamos a entrar en un largo periodo de actividad económica deprimida y es una fantasía que se vende a la gente eso de que una vez que los banqueros recuperen sus bonos la economía se reactivará".




2010, del revés

MARGARITA RIVIÈRE EL PAÍS 19/12/2009 


Dicen algunos gurús que 2010 va a ser peor que el año que ahora dejamos. Quién sabe. Quizá consideremos que la profecía de Jeremy Rifkin El fin del trabajo, hecha en 1995, se ha ido cumpliendo paso a paso y nos preguntemos, una vez más, por qué tropezamos tantas veces con la misma piedra. Si no somos capaces de inventarnos un trabajo para todos y cada uno deberíamos, al menos, intentar hallar la fórmula para vivir sin tener que trabajar. No parece que tanto sabio, con sus pretensiones a cuestas, sea capaz de sentenciar que el consumo indiscriminado, por ejemplo, se ha terminado. Y no hay Gobierno que admita, siquiera, un cambio de lenguaje. ¿Qué es, por ejemplo, crear riqueza si no lograr que la vida de todos sea mejor?
 
Sólo con la economía no vamos a ninguna parte: eso es aún un tabú por derribar. Necesitamos a artistas, a gente sensible, a esos individuos que viven la vida al margen de la feroz competencia para que nos ayuden a encontrar un humanismo afable y acogedor. Como ha recordado el sociólogo Richard Sennet en El artesano (Anagrama), ese humanismo se crea en torno a lo que él llama cultura material, es decir, algo tan real como la necesidad de comer para vivir. Nada de divagaciones, que ésas quedan para los profetas, los tecnócratas y los jeques del dinero, es decir, para quienes juegan al cuento de la lechera con la grandilocuencia de la globalización y la cultura del conocimiento. Tan grandes palabras -junto con innovación y liderazgo- son hoy sinónimo de la nada.

Se trata, simplemente, de sobrevivir al derroche de fuegos artificiales bajo el que se oculta la corrupción, la estulticia y una ignorancia tan absoluta que es capaz de creer que ha inventado la pólvora. Internet está plagada de estos inventores, de profesores Franz de Copenhague, de plagiadores y los piratas de ideas circulan, ufanos de sí mismos. Tal futuro es el que se vislumbra: está claro que se trata de profundizar en la gran tarea de volvernos todos un poco más tontos. Desocupación + televisión, ¿es ése el futuro que aguarda a la mayoría? Que 2010 demuestre todo lo contrario.



OTROS ENLACES:

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