"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

jueves, 18 de marzo de 2010

Dos crónicas sobre la clase media en "EL PAÍS" ( 18-3-2010 y 31-5-2009)

REPORTAJE: Tendencias del nuevo siglo 

¡Burgueses del mundo, uníos!

Las clases medias crecen a un ritmo de vértigo en los países emergentes, pero no combaten a los regímenes autoritarios que los gobiernan

ANDREA RIZZI - Madrid - 18/03/2010
 
La expansión de las clases medias en los países emergentes avanza a un ritmo vertiginoso. El crecimiento económico sostenido de muchos países muy poblados está impulsando el ascenso social de grandes masas. Más de 1.840 millones de personas viven ya en hogares con una renta por habitante de entre 10 y 100 dólares al día, según un estudio publicado recientemente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En 2000, eran 1.360, sólo 140 millones más que en 1992, aclara Homi Kharas, economista autor del estudio. Utilizando otros parámetros, algunos analistas calculan que la mitad de la población mundial pertenece a la clase media. Los datos difieren según el criterio elegido, pero nadie discute la tremenda aceleración del avance burgués en la última década.
1.840 millones de personas tienen una renta de entre 10 y 100 dólares al día
El número de democracias es hoy igual que en 1995: 116

Muchos analistas y políticos vinculan a esta histórica y asombrosa elevación social esperanzas de una expansión y arraigamiento de la democracia y las libertades civiles. En Occidente, en siglos pasados, precisamente las clases burguesas fueron alma y músculo del desarrollo liberal. Sin embargo, tras una etapa de notable crecimiento a principios de los noventa, el número de democracias en el mundo es hoy igual que en 1995: 116, según la prestigiosa Freedom House, institución fundada en 1941 y con sede en Washington.
Al final de una década de fuerte desarrollo, las clases medias de países tan relevantes como China o Rusia siguen pareciendo más aquiescentes ante regímenes autoritarios que garanticen estabilidad, que ansiosas por conquistar nuevas parcelas de libertad. ¿Por qué no siguen el camino de sus antecesores occidentales?
"Estas nuevas clases medias en países emergentes son todavía frágiles y temen la inestabilidad. Están dispuestas a aceptar regímenes autoritarios que ofrezcan orden, a cambio de que éstos no frustren con excesiva corrupción y clientelismo su ambición de avance social, su aspiración a competir en igualdad de condiciones y su deseo de transmitir a los hijos un futuro mejor", opina el historiador británico Lawrence James, autor de The middle class: a history, en conversación telefónica desde Oxford.

Cada país tiene sus características, y los obstáculos al camino democrático en un país islámico no son los mismos que en un régimen comunista o una dictadura militar. Pero existen rasgos comunes en un grupo social que, en el fondo, persigue los mismos intereses en todas partes. La preocupación de los neoburgueses por conservar los logros recientes, por ejemplo, es un esquema clásico. Como señala James, oficinistas y profesionales chinos, rusos o vietnamitas deben de sentir ahora algo muy parecido a lo que muchos españoles sintieron en los años sesenta.

Los neoburgueses, sin embargo, tienen un potencial obstáculo ulterior en el camino a la plenitud democrática y al Estado de derecho. Las burguesías occidentales que arrollaron inexorablemente un régimen tras otro son cuerpos sociales dotados de una profunda espina dorsal, que tiene su raíz en el pensamiento griego y el derecho romano; continúa con la Carta Magna británica, el Renacimiento y la Ilustración; y culmina con las revoluciones francesas y americanas. La falta de ese bagaje podría complicar el viaje de los nuevos burgueses.






Una encuesta del Pew Global Attitudes Project publicada el año pasado ofrece datos interesantes al respecto. El estudio, centrado en 13 países emergentes, sugiere que sus clases medias desean con mayor intensidad que sus conciudadanos más pobres el establecimiento de la democracia y el respeto de las libertades civiles. El desfase entre el grupo social medio y el bajo se repite con distancias significativas en casi todos los apartados del sondeo. En Rusia, por ejemplo, el 51% de la clase media cree que es "muy importante" que las elecciones sean limpias. Sólo el 37% de la clase baja lo cree así.

Sin embargo, las variaciones entre países son muy grandes. Al 51% de Rusia o de Egipto, se corresponde un 80% en Chile y un 69% en Brasil. La base de impulso de reformas democráticas en algunos países es muy inferior que en otros. El bienestar va acompañado de una mayor sensibilidad democrática y liberal, pero el punto de partida sí pesa para alcanzar una masa crítica, un umbral que desencadene la lucha política.
"El desarrollo económico es naturalmente un aspecto de importancia fundamental, pero no lo es todo. El bagaje cultural también importa", considera Richard Wike, director adjunto del Pew Global Attitudes Project, desde Washington. "El desarrollo facilita y sostiene la democracia, pero no la garantiza".

Homi Kharas -que trabaja en The Brookings Institution y ha publicado de The emerging middle class in developing countries en enero- considera, sin embargo, que la cuestión cultural no es muy relevante. "Creo que en definitiva siempre son los intereses materiales los que empujan a luchar. Las clases medias que han luchado en el pasado no lo han hecho por ideas abstractas, sino en vista de beneficios concretos", dice Kharas, desde Washington. "Es cierto que estas clases no han cosechado claros avances políticos, pero sí han logrado la expansión de las libertades económicas, que es lo que más les ha interesado hasta ahora. Han tenido un impacto, aunque no han hecho que cayeran regímenes".

"La herencia cultural tiene su importancia", argumenta James, "y algunos países emergentes cuentan con la semilla de los valores del Estado de derecho sembrada desde la etapa colonial. Pero para que se produzcan empujones contra regímenes a menudo dispuestos a utilizar la fuerza son necesarios puntos de ruptura, elementos de exasperación. Un caso típico es la excesiva corrupción de un régimen, que afecta a la vida cotidiana, obstaculiza los negocios y desata la rebelión", apunta James. Es significativo recordar en esa óptica el actual esfuerzo del Kremlin y del Partido Comunista chino para frenar la corrupción local.

Con inteligencia, muchos regímenes han ablandado puntos de fricción con esas clases que pueden arrasarlos con la fuerza de una oleada. La exitosa fase de expansión de la democracia en Europa del Este tras la caída del muro de Berlín -en la que el número de países democráticos pasó de 76 a 118 entre 1990 y 1996- fue un abrazo deseado durante décadas de opresión y penurias. Ahora, una mezcla hábil de creciente bienestar y formas de control menos opresivas pueden garantizar a los regímenes autoritarios que las clases medias se queden mansas en el plano político.

Historias positivas no faltan, las clases medias tienen mucho que ver con el admirable rumbo democrático seguido por grandes países como Brasil o Indonesia, pero el dato estadístico de Freedom House pesa como una piedra: 116 democracias hoy, igual que en 1996. Entonces, había 600 millones de burgueses menos en el mundo.




Adiós, clase media, adiós

La recesión golpea con dureza al principal sustento del Estado de bienestar

RAMÓN MUÑOZ 31/05/2009


Ridiculizada por poetas y libertinos; idolatrada por moralistas; destinataria de los discursos de políticos, papas, popes y cuantos se suben alguna vez a un púlpito en busca de votantes o de adeptos; adulada por anunciantes; recelosa de heterodoxias y huidiza de revoluciones; pilar de familias y comunidades; principal sustento de las Haciendas públicas y garante del Estado de bienestar. La clase media es el verdadero rostro de la sociedad occidental. En un mundo globalizado, en el que hasta en el más mísero país siempre se puede encontrar a alguien con suficientes medios para darse un paseo espacial, sólo la preeminencia de la clase media distingue los Estados llamados desarrollados del resto. Los países dejan de ser pobres no por el puesto que ocupan sus millonarios en el ranking de los más ricos -de ser así, México o la India estarían a la cabeza del mundo dada la fortuna de sus potentados-, sino por la extensión de su clase media.
Los 'mileuristas' bien pudieran ser la nueva clase social dominante
Incluso en el periodo de mayor bonanza económica los sueldos cayeron
"Un magma social, consumista, sin ideología, a imagen de las 'low cost"
En Francia se les llama 'baby losers' y en Grecia "los de los 700 euros"
Un 20% de la población está por debajo del umbral de la pobreza
Los jóvenes económicamente autónomos han caído hasta el 21%
Más de la mitad de los parados quiere convertirse en funcionario
La división estará entre unos pocos que generan PIB y los innecesarios
Pero parece que la clase media está en peligro o, al menos, en franca decadencia. Eso piensan muchos sociólogos, economistas, periodistas y, lo que es más grave, cada vez más estadísticos. Como los dinosaurios, esta "clase social de tenderos" -como la calificaban despectivamente los aristócratas de principios de siglo XX- aún domina la sociedad, pero la actual recesión puede ser el meteorito que la borre de la faz de la Tierra. Siguiendo con la metáfora, el proceso no será instantáneo sino prolongado en el tiempo, pero inevitable. La nueva clase dominante que la sustituya bien pudieran ser los pujantes mileuristas, los que ganan mil euros al mes. Tal y como sucedió cuando los mamíferos sustituyeron a sus gigantes antecesores, los mileuristas tienen una mayor capacidad de adaptación a circunstancias difíciles. También se adaptan los pobres, pero no dejan de ser excluidos, mientras que los mileuristas son integradores de la masa social. Por eso se están extendiendo por todas las sociedades desarrolladas.

El mileurismo -un término inventando por la estudiante Carolina Alguacil, que escribió una carta al director de EL PAÍS en agosto de 2005 para quejarse de su situación laboral- ha dejado de ser un terreno exclusivo para jóvenes universitarios recién licenciados que tienen que aceptar bajos salarios para hacerse con un currículo laboral. En los últimos años ha incorporado a obreros cualificados, parados de larga duración, inmigrantes, empleados, cuarentones expulsados del mercado laboral y hasta prejubilados. Se estima que en España pueden alcanzar en torno a los doce millones de personas.

Su popularidad es tan creciente que ya hay varios libros dedicados exclusivamente a los mileuristas, tienen web propia y hasta película. Se llama Generazione 1.000 euro, una producción italiana que se acaba de estrenar. Cuenta la historia de un joven licenciado en matemáticas que malvive en una empresa de mercadotecnia y se enamora de otra mileurista. Basa su argumento en el libro con el mismo título que triunfó gracias a las descargas gratuitas de Internet (la gratuidad de la Red es una de las pocas válvulas de escape de los mileuristas).

Hasta los políticos comienzan a mirar hacia ellos. Las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el debate del estado de la nación, aunque luego descafeinadas, parecen ser las primeras especialmente diseñadas para mileuristas: equiparar las ayudas al alquiler, eliminar para las rentas medias la desgravación de la vivienda (¡el pisito, icono de la clase media española!), bonos de transportes desgravables y, sobre todo, máster gratis sin límite para graduados en paro. Másteres, estudios de posgrado, doctorados, idiomas..., el signo de identidad de esta generación Peter Pan, dicen que la mejor preparada de la historia pero cuya edad media de emancipación del hogar familiar está a punto de alcanzar los 30 años.

La estadística da cuenta cada vez de forma más fehaciente de la pujanza del mileurismo frente a la bendita clase media. Uno de los datos más reveladores se encuentra en la Encuesta de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE), un informe cuatrienal pero que desnuda la realidad sociolaboral como ninguna otra. Según la misma, el sueldo medio en España en 2006 (última vez que se realizó) era de 19.680 euros al año. Cuatro años antes, en 2002, era de 19.802 euros. Es decir, que en el periodo de mayor bonanza de la economía española, los sueldos no sólo no crecieron, sino que cayeron, más aún si se tiene en cuenta la inflación.

Si nos remontamos a 1995, la primera vez que se llevó a cabo la encuesta, la comparación es aún más desoladora. El salario medio en 1995 era de 16.762 euros, por lo que para adecuarse a la subida de precios experimentada en la última década, ahora tendría que situarse en torno a los 24.000 euros. Se trata del sueldo medio, que incluye el de los que más ganan. Por eso convendría tener en cuenta otro dato más esclarecedor: la mitad de los españoles gana menos de 15.760 euros al año, es decir, son mileuristas.
Los sueldos se han desplomado pese a la prosperidad económica e independientemente del signo político del partido en el poder en los últimos años (desde 1995 han gobernado sucesivamente PSOE, PP y nuevamente PSOE). La riqueza creada en todos esos años ha ido a incrementar principalmente las llamadas rentas del capital.

Algunos dan definitivamente por muerta la clase media. Es el caso del periodista Massimo Gaggi y del economista Eduardo Narduzzi, que en su libro El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste (Lengua de Trapo) vaticinaban la aparición de un nuevo sistema social polarizado, con una clase tecnócrata reducida y crecientemente más rica en un extremo, y en el otro un "magma social" desclasado en que se confunden las antiguas clases media y baja, definidas por una capacidad de consumo muy limitado, a imagen y semejanza de los productos y servicios que les ofrecen las compañías low cost (bajo coste) como Ikea, Ryanair, Mc Donald's, Zara o Skype.

"Nosotros hablábamos de la aparición de una clase de la masa, es decir, de una dimensión social sin clasificación que de hecho contiene todas las categorías, con excepción de los pobres, que están excluidos, y de los nuevos aristócratas. La clase media era la accionista de financiación del Estado de bienestar, y su desaparición implica la crisis del welfare state, porque la clase de la masa ya no tiene interés en permitir impuestos elevados como contrapartida política que hay que conceder a la clase obrera, que también se ha visto en buena parte absorbida por la clase de la masa. La sociedad que surge es menos estable y, como denunciábamos, potencialmente más atraída por las alarmas políticas reaccionarias capaces de intercambiar mayor bienestar por menos democracia. También es una sociedad sin una clara identidad de valores compartidos, por lo tanto, es oportunista, consumista y sin proyectos a largo plazo", señalan los autores a EL PAÍS.

El declive de la clase media se extiende por todo el mundo desarrollado. En Alemania, por ejemplo, un informe de McKinsey publicado en mayo del año pasado, cuando lo peor de la crisis estaba aún por llegar, revelaba que la clase media -definida por todos aquellos que ganan entre el 70% y el 150% de la media de ingresos del país- había pasado de representar el 62% de la población en 2000 al 54%, y estimaba que para 2020 estaría muy por debajo del 50%.

En Francia, donde los mileuristas se denominan babylosers (bebés perdedores), el paro entre los licenciados universitarios ha pasado del 6% en 1973 al 30% actual. Y les separa un abismo salarial respecto a la generación de Mayo del 68, la que hizo la revolución: los jóvenes trabajadores que tiraban adoquines y contaban entonces con 30 años o menos sólo ganaban un 14% menos que sus compañeros de 50 años; ahora, la diferencia es del 40%. En Grecia, los mileuristas están aún peor, ya que su poder adquisitivo sólo alcanza para que les llamen "la generación de los 700 euros".

En Estados Unidos, el fenómeno se asocia metafóricamente a Wal-Mart, la mayor cadena de distribución comercial del mundo, que da empleo a 1,3 millones de personas, aplicando una política de bajos precios a costa de salarios ínfimos -la hora se paga un 65% por debajo de la media del país-, sin apenas beneficios sociales y con importaciones masivas de productos extranjeros baratos procedentes de mercados emergentes, que están hundiendo la industria nacional. La walmartización de Estados Unidos ha sido denunciada en la anterior campaña presidencial tanto por los demócratas como por los republicanos. El presidente Barak Obama creó por decreto la Middle Class Task Force, el grupo de trabajo de la clase media, que integra a varias agencias federales con el objeto de aliviar la situación de un grupo social al que dicen pertenecer el 78% de los estadounidenses. El grupo tiene su propia página web y su lema: "Una clase media fuerte es una América fuerte".

Hacen falta más que lemas para salir de la espiral que ha creado la recesión y que arrastra en su vórtice a una clase media debilitada hacia el mileurismo o tal vez más abajo. En Nueva York, 1,3 millones de personas se apuntaron a la sopa boba de los comedores sociales en 2007. Apenas un año después, tres millones de neoyorquinos eran oficialmente pobres. Los pobres limpios, como se denomina a los que han descendido desde la clase media, también comienzan a saturar los servicios sociales en España. Las peticiones de ayuda en Cáritas han aumentado un 40%, y el perfil social del demandante empieza a cambiar: padre de familia, varón, en paro, 40 años, con hipoteca, que vive al día y que ha agotado las prestaciones familiares.

Con el propósito de tranquilizar a la población, los dirigentes han comenzado a hablar de "brotes verdes" para designar los primeros signos de recuperación. Pero ésta no es una crisis cualquiera. Howard Davidowitz, economista y presidente de una exitosa consultora, se ha convertido en una estrella mediática en Estados Unidos al fustigar sin piedad el optimismo de la Administración de Obama. "Estamos hechos un lío y el consumidor es lo suficientemente listo para saberlo. Con este panorama económico, el consumidor que no se haya petrificado es que es un maldito idiota. Esta crisis hará retroceder al país al menos diez años y la calidad de la vida nunca volverá a ser la misma".

La marcada frontera que separaba la clase media de la exclusión y de los pobres se está derrumbando a golpes de pica como lo hizo el muro de Berlín, y algunos se preguntan si tal vez la caída del telón de acero no haya marcado el inicio del fin de conquistas sociales y laborales que costaron siglos (y tanta sangre), una vez que el capitalismo se encontró de repente sin enemigo.

Al margen de especulaciones históricas, lo cierto es que la desigualdad crece. En España, la Encuesta de Condiciones de Vida, realizada en 2007 por el INE, señalaba que casi 20 de cada 100 personas estaban por debajo del umbral de la pobreza. El último informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España, de Cáritas, resaltaba que hay un 12,2% de hogares "pobres integrados", esto es, sectores integrados socialmente pero con ingresos insuficientes y con alto riesgo de engrosar las listas de la exclusión. Su futuro es más incierto que nunca, y muchos hablan de un lento proceso de desintegración del actual Estado de bienestar.
Otros expertos son mucho más optimistas y descartan que se pueda hablar del fin de clase media. "Es una afirmación excesivamente simplista que obvia algunos de los grandes avances que ha registrado la sociedad española en el largo plazo. Las crisis comienzan perjudicando a los hogares con menores ingresos y menor nivel formativo, para extender posteriormente sus efectos al resto de grupos. Y aunque mantenemos niveles de desigualdad considerablemente elevados en el contexto europeo estamos todavía lejos de ser una sociedad dual", señala Luis Ayala, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos y uno de los autores del informe FOESSA.

El catedrático de Estructura Económica Santiago Niño Becerra ha saltado a la fama editorial por su libro El crash de 2010 (Los Libros del Lince), en el que afirma que la crisis no ha hecho más que empezar y que será larga y dura. A la pregunta de cómo va a afectar esta debacle a la clase media, contesta: "El modelo de protección social que hemos conocido tiende a menos-menos porque ya ha dejado de ser necesario, al igual que lo ha dejado de ser la clase media: ambos han cumplido su función. La clase media actual fue inventada tras la II Guerra Mundial en un entorno posbélico, con la memoria aún muy fresca de la miseria vivida durante la Gran Depresión y con una Europa deshecha y con 50 millones de desplazados, y lo más importante: con un modelo prometiendo el paraíso desde la otra orilla del Elba. La respuesta del capitalismo fue muy inteligente (en realidad fue la única posible, como suele suceder): el Estado se metió en la economía, se propició el pleno empleo de los factores productivos, la población se puso a consumir, a ahorrar y, ¡tachín!, apareció la clase media, que empezó a votar lo correcto: una socialdemocracia light y una democracia cristiana conveniente; para acabar de completar la jugada, esa gente tenía que sentirse segura, de modo que no desease más de lo que se le diese pero de forma que eso fuese mucho en comparación con lo que había tenido: sanidad, pensiones, enseñanza, gasto social... que financiaban con sus impuestos y con la pequeña parte que pagaban los ricos (para ellos se inventaron los paraísos fiscales). Todo eso ya no es necesario: ni nadie promete nada desde la otra orilla del Elba, ni hay que convencer a nadie de nada, ni hay que proteger a la población de nada: hay lo que hay y habrá lo que habrá, y punto. Por eso tampoco son ya necesarios los paraísos fiscales: ¿qué impuestos directos van a tener que dejar de pagar los ricos si muchos de ellos van a desaparecer y si la mayoría de los impuestos de los que quieren escapar van a ser sustituidos por gravámenes indirectos?".
Y es que frente a la extendida idea de que la mejor forma de favorecer el bienestar es conseguir altas tasas de crecimiento y de creación de empleo, en los momentos de máxima creación de empleo la desigualdad no disminuyó. Al contrario, desde el primer tercio de los años noventa la pobreza no ha decrecido. Los salarios crecen menos que el PIB per cápita. El último informe mundial de salarios de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) destaca que entre 2001 y 2007 crecieron menos del 1,9% en la mitad de los países. En España, el aumento real fue casi cero, como en Japón y Estados Unidos. Para 2009, la OIT pronostica que los salarios crecerán sólo un 0,5%.

En España hay un dato aún más revelador del vértigo que siente la clase media cuando se asoma al abismo de inseguridad que le ofrece esta nueva etapa del capitalismo. El número de familias que tiene a todos sus miembros en paro ha sobrepasado el millón. Y peor aún, la tasa de paro de la persona de referencia del hogar -la que aporta más fondos y tiene el trabajo más estable- está ya en el 14,5%, muy similar a la del cónyuge o pareja (14,4%), cuyo sueldo se toma como un ingreso extra, mientras que la de los hijos se ha disparado cinco puntos en el primer trimestre y está en el 26,8%.

Luis Ayala constata que, por primera vez desde mediados de los años noventa, al inicio de esta crisis hemos asistido a tres cambios claramente diferenciales respecto al modelo distributivo en vigor en las tres décadas anteriores: la desigualdad y la pobreza dejaron de reducirse (aunque no aumentaron) por primera vez desde los años sesenta; por primera vez en muchos años la desigualdad no disminuyó en un contexto de crecimiento económico, y a diferencia de lo que sucedió con la mayoría de los indicadores macroeconómicos (PIB per cápita, déficit público, desempleo, etcétera), durante este periodo se amplió el diferencial con la UE desde el punto de vista de desigualad.

"Si en un tiempo de mareas altas no disminuyó la desigualdad, cabe contemplar con certeza su posible aumento en un periodo de mareas bajas. La evidencia que muestran varios estudios de cierta conexión entre determinadas manifestaciones del desempleo y la desigualdad y la pobreza obligan, inevitablemente, a pensar en un rápido aumento de la desigualdad y de las necesidades sociales. Así, tanto el número de hogares en los que todos los activos están en paro como la tasa de paro de la persona principal del hogar son variables más relacionadas con la desigualdad que los cambios en las cifras agregadas de empleo. La información más reciente que ofrece la EPA deja pocas dudas: en ninguno de los episodios recesivos anteriores crecieron tan rápido ambos indicadores, por lo que cabe pensar en aumentos de la desigualdad y de la pobreza monetaria muy superiores a los de cualquier otro momento del periodo democrático", afirma Ayala.

En efecto, estos datos demolen en parte el viejo bastión español frente a la crisis: el colchón familiar. ¿Cómo van a ayudar los padres a los hijos si comienzan a ser los grandes protagonistas del drama del desempleo? El profesor Josep Pijoan-Mas, del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), en el artículo Recesión y crisis (EL PAÍS, 15 de marzo), observaba una preocupante similitud entre esta recesión y la de 1991-1994, cuando el paro trepó hasta el 24%. "Los datos muestran que el aumento de la desigualdad en el ámbito individual se amplifica cuando agrupamos los datos por hogares. Esto sugiere que, contrariamente a la creencia popular, la familia no es un buen mecanismo de seguro en España: cuando un miembro del hogar experimenta descensos de renta, lo mismo sucede al resto de miembros del hogar", indica.

Afirmar a simple vista que, por primera vez desde la II Guerra Mundial (la Guerra Civil en España), las nuevas generaciones vivirán peor que la de sus padres puede parecer osado. Nunca tantos jóvenes estudiaron en el extranjero (gracias a las becas Erasmus), viajaron tanto (gracias a las aerolíneas low cost) o prolongaron tanto su formación. Pero se trata de una sensación de riqueza ilusoria, apegada al parasitismo familiar. El número de jóvenes españoles que dispone de una independencia económica plena disminuyó desde el 24% en 2004 al 21% en 2008, según el último informe del Instituto de la Juventud (Injuve). El proceso es general en toda Europa. El número de "viejos estudiantes" ha crecido a un ritmo vertiginoso en los últimos años. Así, el 15% del total de estudiantes de la Unión Europea (entendiendo por tales los que dedican todo su tiempo a la formación) tiene ya más de 30 años, según el Informe de la Juventud de la Comisión Europea de abril pasado.

Cuando esos maduros estudiantes se incorporan al mercado laboral les esperan contratos temporales, tal vez para siempre. Y es que según el informe de la UE, el porcentaje de personas que tenía un contrato temporal y no podía encontrar uno fijo se incrementa con la edad. Del 37%, entre los 15 a los 24 años, hasta el 65%, entre los 25 los 29. Atrapados en la temporalidad de por vida, van desengañándose de encontrar algo mejor a medida que envejecen. Muchos cuando rondan la treintena ya están resignados a su suerte.

"Desde luego es la generación que menos periodos de adultez va a tener. Pueden entrar en el mercado laboral a los 33 años y encontrarse con un ERE a los 50 o directamente con la prejubilación. El problema es que ofertamos puestos de trabajo que puede hacer cualquiera. Por eso, curiosamente, los jóvenes van a responder a la crisis dependiendo de las posibilidades que tengan de esperar y formarse adecuadamente. Y en eso es decisivo el poder adquisitivo de los padres y su nivel educativo", señala el sociólogo Andreu López, uno de los autores del último informe de Injuve.

El drama laboral no sólo lo sufren los jóvenes. Puede que los miles de trabajadores que están perdiendo su empleo vuelvan al mercado laboral cuando la crisis escampe, pero no con las mismas condiciones. Por ejemplo, la ingente masa laboral de la construcción que ha sostenido la economía española deberá ocuparse en otros sectores. "Todo lo que aprendieron a hacer trabajando en los últimos años les valdrá de poco o nada. Por tanto, no es de esperar que sus salarios sean muy altos cuando encuentren nuevos empleos. De hecho, la evidencia empírica disponible para Estados Unidos muestra que los desempleados ganan menos cuando salen de un periodo de desempleo y que dicha pérdida salarial es mayor cuanto más largo ha sido el periodo de desempleo", indicaba el profesor Pijoan-Mas.

Los gobernantes han encontrado un bálsamo de Fierabrás contra el paro y la precariedad laboral: innovación y ecología. Los empleos que nos sacarán de la crisis estarán basados en el I+D+i. Es lo que Zapatero ha llamado el nuevo modelo productivo. Sin contar con que los sectores tecnológicos no son muy intensivos en mano de obra, la premisa parte en cierta forma de una falacia: la de pensar que los países emergentes se quedaran parados mientras convertimos los cortijos andaluces en factorías de chips ultraconductores y laboratorios genéticos.

La globalización también ha llegado al I+D+i. La India, por ejemplo, produce 350.000 ingenieros al año (los mejores en software de todo el mundo), anglófonos y con un salario medio de 15.000 dólares al año, frente a los 90.000 que ganan en Estados Unidos. Por su parte, China está a punto de convertirse en el segundo inversor mundial en I+D. "Cuando despertemos de la crisis en Europa, descubriremos que en la India y en China producen muchas más cosas que antes", avisa Michele Boldrin, catedrático de la Washington University.

Ante este clima de inseguridad y falta de perspectivas, no es de extrañar que el 45,8% de los parados esté considerando opositar y el 14,6% ya esté preparando los exámenes, según una encuesta de Adecco. Ser funcionario se ha convertido en el sueño laboral de cualquier español, y puede ser el último reducto de la clase media. El único peligro es que su factura es crecientemente alta para un país en el que se desploman los ingresos por cotizaciones sociales y por impuestos ligados a la actividad y a la renta. La última EPA refleja que los asalariados públicos han crecido en un año en 116.200 personas, sobrepasando por primera vez la cifra de tres millones.

El coste total de sus salarios alcanzará este año los 103.285 millones de euros, según datos del Ministerio de Política Territorial. Cada funcionario le cuesta a cada habitante 2.400 euros, el doble si consideramos sólo a los asalariados. ¿Puede permitirse una economía tan maltrecha una nómina pública que consume el equivalente al 10% de la riqueza nacional en un año?

Un panorama tan sombrío para amplias capas de la población puede sugerir que pronto se vivirán enormes convulsiones sociales. Algunos advierten de un resurgimiento de movimientos radicales, como el neofascismo. Por el momento, nada de eso se ha producido. Las huelgas generales convocadas por los sindicatos tradicionales en países como Francia o Italia no han tenido consecuencia alguna, porque los más damnificados -parados y mileuristas- no se sienten representados por ellos.

En España, ni siquiera se han convocado paros. Y los llamados sindicatos de clase van de la mano del Gobierno al Primero de Mayo e invitan al líder de la oposición a sus congresos. Un marco demasiado amigable con el poder político teniendo detrás cuatro millones de parados y casi un tercio de los asalariados con contrato temporal.

Puede que no sea muy romántico advertir de que, tampoco esta vez, seremos testigos de una revolución, pero es muy probable que la caída del bienestar se acepte con resignación, sin grandes algaradas, ante la indiferencia del poder político, que llevará sus pasos hacia la política-espectáculo, muy en la línea de algunas apariciones de Silvio Berlusconi o Nicolas Sarkozy, cuya vida social tiene más protagonismo en los medios de comunicación que las medidas que adoptan como responsables de Gobierno.

En esa línea, Santiago Niño Becerra considera que hoy por hoy "la ideología prácticamente ha muerto", y gradualmente, evolucionaremos hacia un sistema político en el que un grupo de técnicos tomará las decisiones y "la gente, la población, cada vez tendrá menos protagonismo.

"Conceptos como funcionarios, jubilados, desempleados, subempleados, mileuristas, undermileuristas irán perdiendo significado. Con bastante aceleración se irá formando un grupo de personas necesarias que contribuirán a la generación de un PIB cuyo volumen total decrecerá en relación al momento actual, personas con una muy alta productividad y una elevada remuneración (razón por la cual su PIB per cápita será mucho más elevado que el actual), y el resto, un resto bastante homogéneo, con empleos temporales cuando sean necesarios, dotados de un subsidio de subsistencia (el nombre poco importa) que cubra sus necesidades mínimas a fin de complementar sus ingresos laborales. La recuperación vendrá por el lado de la productividad, de la eficiencia, de la tecnología necesaria; pero en ese trinomio muy poco factor trabajo es preciso. Pienso que la sociedad post crash será una sociedad de insiders y outsiders: de quienes son necesarios para generar PIB y de quienes son complementarios o innecesarios".

Una impresión bastante similar a la de los italianos Gaggi y Narduzzi que, en su último libro, El pleno desempleo (Lengua de Trapo, 2009), dibujan un marco sociolaboral sin beneficios contractuales, baby boomers (la generación que ahora tiene entre 40 y 60 años) resistiéndose a jubilarse, contratos temporales de servicios y autónomos sin seguridad. Y pese a todo, una masa social amorfa y resignada.

"La masa del siglo XXI es una forma social figurada no material en el sentido de que no es fácil ver las concretas manifestaciones políticas o sociales en la calle, mientras que es normal identificar conductas o comportamientos masificados como la utilización de Google o la pasión por el iPhone. Esto significa que cuatro millones de desempleados son hoy menos peligrosos de lo que lo eran en 1929, porque no hay una ideología política que contextualmente cohesione y aglutine el malestar y la disensión. Y también los sindicatos se han debilitado. La crisis actual rechaza amablemente lo que decíamos en nuestro ensayo del año pasado: el mercado de trabajo se desestructura y se flexibiliza hasta el punto de que aparecen como desocupados de hecho la mayoría de los trabajadores. Es el triunfo del factor de la producción capital, que aparentemente está en crisis, pero que en realidad se aprovecha de la crisis para dar el empujón final a las últimas, y pocas, certezas de los trabajadores", señalan.

Hace cuatro años, Carolina Alguacil hizo una definición precisa y certera cuando acuñó el término de mileurista. "Es aquel joven licenciado, con idiomas, posgrados, másteres y cursillos (...) que no gana más de mil euros. Gasta más de un tercio de su sueldo en alquiler, porque le gusta la ciudad. No ahorra, no tiene casa, no tiene coche, no tiene hijos, vive al día... A veces es divertido, pero ya cansa". Si hubiera que reescribir ahora esa definición sólo habría que añadir: "El mileurista ha dejado de tener edad. Gana mil euros, no ahorra, vive al día de trabajos esporádicos o de subsidios y, pese a todo, no se rebela".

Objetivo: la 'generación tapón'

Internacionalmente se les conoce como baby boomers. En España, le llaman generación tapón y abarca a los nacidos en las décadas de los cincuenta y sesenta, coincidiendo con un boom de la natalidad. Acaparan casi todos los puestos de responsabilidad en la política, los negocios e, incluso, la vida cultural, taponando el acceso a las nuevas generaciones, se supone que mejor formadas.

En el plano laboral, ocupan los trabajos fijos, mejor pagados, protegidos por derechos laborales y sindicatos poderosos, mientras los mileuristas sufren la precariedad y la temporalidad. Los trabajadores con un contrato temporal tuvieron un salario medio anual inferior en un 32,6% al de los indefinidos (Encuesta Estructura Salarial 2006).

Pero no todos los cuarentones son triunfadores o acomodados padres de familia. También ellos sufren su propia dualidad. Los salarios entre ejecutivos y empleados se han agrandado en los últimos años. El salario anual de los directores de empresas de más de diez trabajadores fue superior en un 206,6% al salario medio en 2006.

En tiempos de recesión, los ojos se vuelven hacia ellos. Además de ser el objetivo de los ERE, bajadas de salarios o el recorte de prestaciones, los baby boomers serán los principales paganos con sus impuestos del creciente endeudamiento que están acometiendo los Estados para sortear la crisis. Y eso sin contar la amenaza de la inviabilidad de sus pensiones cuando lleguen a la edad de jubilación, de la que no paran de advertir los malos augures como el FMI. Pero además de una carga laboral son también el principal sostén del consumo. Así que cuidado con quitar el tapón, no vaya a ser que se vaya el gas.
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miércoles, 17 de marzo de 2010

¿NEOLUDISMO?

Crisis (18): neoluddismo
Xavier Sala i Martín
La Vanguardia / 17-III-2010

Nottingham, Inglaterra, 11 de marzo de 1811. Son los albores de la revolución industrial y las empresas del textil están adoptando una nueva tecnología de tejido. Miles de artesanos entran en las fábricas y destruyen las nuevas tejedoras. Las manifestaciones se generalizan por todo el país en lo que se da en llamar "movimiento luddita" (llamado así porque aseguran estar liderados por un tal Ned Ludd a quien, todo sea dicho de paso, nadie ha visto jamás). El rey inglés, temiendo una revolución parecida a la que acabó guillotinando a sus aristocráticos colegas franceses, envía 35.000 soldados a Nottingham. Las batallas campales se saldan con cientos de trabajadores ejecutados o desterrados a Australia. El movimiento luddita desaparece trágicamente.

A raíz de la crisis económica actual, sin embargo, una especie de neoluddismo parece haber reaparecido con fuerza, pero no entre los ignorantes artesanos del siglo XIX que defendían sus puestos de trabajo, sino entre economistas serios del siglo XXI. Los intelectuales dicen que la modernización y el cambio tecnológico hacen que las máquinas produzcan lo que antes hacían los trabajadores y eso genera desempleo crónico. El luddismo del siglo XIX era comprensible porque defendía sus puestos de trabajo. El del siglo XXI carece de sentido porque se basa en una falacia económica.

Me explicaré con un ejemplo: imaginemos un país con 6 millones de trabajadores que sólo produce dos bienes, pan y tomate (resulta que a los ciudadanos les encanta comer las dos cosas juntas ya que han inventado el "pan con tomate"). Las empresas panaderas emplean a 3 millones de trabajadores, cada uno de los cuales produce una barra cada día. Las tomateras emplean a los otros 3 millones de trabajadores y cada uno produce un tomate diario. Total, cada día se producen 3 millones de panes y 3 millones de tomates. Hasta aquí todo es sencillo.

Imaginemos ahora que al sector pan llega una máquina que permite a cada trabajador producir no una sino dos barras al día. La productividad de los trabajadores se dobla y eso es fantástico, ¿no? Pues no: un catedrático neoluddita explica que, dado que el sector tomate no ha mejorado y seguirá produciendo sólo 3 millones de tomates al día y dado que, con la nueva tecnología, el sector pan puede producir los 3 millones de panes con la mitad de trabajadores, los empresarios despedirán a la mitad de sus empleados. Es decir, el progreso tecnológico habrá destruido 1,5 millones de puestos de trabajo y el paro subirá hasta el 25%. ¡La innovación es una tragedia!

Todo esto sería correcto si no fuera por el hecho de que es incorrecto. Y es que el catedrático debería saber que, en un mundo donde los ciudadanos se buscan la vida, aparecerán emprendedores que verán una buena oportunidad de negocio: si crean nuevas empresas de tomate que contraten a un millón de trabajadores y crean nuevas empresas de pan que contraten al medio millón restante, podrán producir y vender en total un millón adicional de unidades de pan con tomate y el paro desaparecerá. El progreso tecnológico, pues, no habrá generado desempleo sino que la producción (el PIB) habrá aumentado en un… ¡33%! Los neoludditas, pues, caen en la "falacia de la composición" que dice que lo que es verdad en un sector, también lo es para la economía en su conjunto. En realidad, aunque es cierto que el sector del pan pierde empleo en primera instancia, una vez producidos los ajustes, la macroeconomía no pierde empleo sino que gana riqueza.

Naturalmente, el ejemplo es muy sencillo y no refleja completamente la compleja realidad de nuestro país, pero si ustedes sustituyen la palabra pan por la palabra industria y la palabra tomate por la palabra servicios verán que eso es más o menos lo que ha pasado en nuestra economía en los últimos cien años: el progreso tecnológico en la industria ha hecho que el empleo en ese sector haya ido cayendo. Pero, a diferencia de lo que dicen los neoludditas, eso no ha provocado masivas tasas de paro, sino que los trabajadores se han ido recolocando en el sector servicios al tiempo que la riqueza del país aumentaba.

Todo esto es todavía más cierto si tenemos en cuenta que la mayor parte del progreso tecnológico no consiste en aumentar la productividad en sectores tradicionales, sino en crear nuevos productos que requieren trabajo: desde iPods hasta Nespressos pasando por Googles, Viagras o YouTubes. Ahora bien, el ejemplo demuestra que, incluso cuando el cambio tecnológico tiende a ahorrar mano de obra, se crea riqueza y el desempleo no aumenta. Aquí es donde ustedes se preguntan: si cuando hay desempleo, rápidamente aparecen empresas nuevas que crean puestos de trabajo, ¿por qué hay un 20% de paro en España? Pues porque en España esas empresas no aparecen rápidamente. Y no lo hacen porque existen muchas barreras prohibitivas, entre las que destacan el exceso de regulación, la rigidez de los convenios, una banca excesivamente obsesionada con el negocio hipotecario ignorando a los emprendedores y un sistema educativo que permite a los trabajadores adaptarse a los cambios impuestos por la innovación. Y todo eso no sólo hace que las tasas de paro sean altas, sino que hace que sean crónicas. Para arreglarlo hay que liberalizar esos mercados, facilitar la actividad empresarial y conseguir que los trabajadores sean más productivos. La productividad, pues, no sólo no es el problema que causa el paro, sino que es exactamente la solución… por más que digan los intelectuales del neoluddismo.
X. SALA I MARTÍN, Columbia University, Fundació Umbele y UPF

lunes, 15 de marzo de 2010

Tecnocapitalismo y ciudad del futuro


Tecnocapitalismo

JOSEP MARIA MONTANER EL PAÍS 15/03/2010
 
El buen uso de la tecnología sigue siendo la clave del futuro de la vida humana en el planeta. Sin embargo, desde hace siglos la rentabilidad capitalista ha impuesto la tecnología aplicada como medida de todo. Por ello, la alternativa radica en su utilización responsable y socializada; en recuperar y continuar las tradiciones que entienden la modernidad como promesa de liberación e igualdad, tal como han sido las construcciones de Konrad Wachsmann y João Filgueiras Lima Lelé o como plantea el pensamiento activista de Vandana Shiva y Rosi Braidotti.
Lamentablemente, lo que hoy hay detrás de muchas de las presuntas arquitecturas avanzadas es la primacía del saber científico-técnico por encima de lo social-artístico. En La ciudad del futuro que publicaba el Ciberpaís del 28 de enero sigue dominando la idea impositiva y deshumanizadora de una tecnología que se pretende autónoma e igual en cualquier lugar, cuando cada sociedad es distinta. Por mucho que se diga, estas arquitecturas verticales no son sostenibles, y estas ciudades no son inteligentes, sino urbanizaciones exclusivas. Por mucho que se argumente, lo que quieren es homogeneizar; su objetivo es implantar una nueva versión de la sociedad de la seguridad y el control; una nueva forma de tecnofascismo que cuele como vanguardia.
Estos proyectos empresariales no ponen en duda el dominio del negocio y del consumo, las exigencias de una movilidad insostenible, la urbanización de lo que queda de campo y de naturaleza, y un gasto energético suicida. Sus imágenes son las de unas sociedades elitistas, que marginan la pobreza que recorre el mundo. La tecnología se sigue pretendiendo imponer con criterios instrumentales por encima de los humanos y culturales y, aunque se presente con nuevas apariencias, aumentará la desigualdad y el riesgo. En el fondo del conocimiento instrumental de la tecnología hay siempre una voluntad de poder que, o se deja en manos de los que quieren dominar para aumentar su riqueza, o se exige que revierta en toda la sociedad para facilitar el acceso a la calidad de vida, vivienda digna y redes de infraestructuras.

La ciudad del futuro. Urbanismo innovador

ene 
2010

IBM, Cisco, HP, el MIT y universidades de medio mundo  y universidades de medio mundo planean otros modelos de urbe – La edificación de Songdo, en Corea del Sur, y de Masdar City, en Abu Dabi, ejemplos inmediatos – Todas se piensan verticales y sostenibles.

Si el cine, desde Metrópolis aBlade Runner,fue el primero en imaginar el futuro, los arquitectos, ingenieros e investigadores se han encargado de añadir pragmatismo al asunto. Nadie lo duda, la tecnología estará en el centro de las ciudades del mañana. Pero habrá que esperar 30, 50 o más años para pilotar coches voladores, habitar edificios flotantes o ver a androides deambular por la calle.Los últimos proyectos para diseñar la urbe del siglo XXII, a cargo de IBM, Cisco y el MIT, tienen más de realismo que de ciencia ficción. La mayoría apunta a dos grandes objetivos: conseguir ciudades ecoeficientes en consumo de agua, electricidad y otros recursos, y dotar de inteligencia a todo lo que nos rodea (edificios, coches, objetos…).
IBM ya prueba en una docena de lugares, desde Nueva York a Hangzhou (China), estas ideas. En Malta, la compañía diseña una red inteligente de abastecimiento de agua y electricidad. Instalarán 250.000 lectores integrados con programas de análisis en tiempo real para detectar y prevenir fugas de agua y energía. Estará listo en 2012 y convertirá al país en el primero con un sistema capaz de ahorrar y administrar recursos de forma automatizada.
“La clave está en unir la infraestructura física a la tecnológica para obtener información en tiempo real y actuar sobre ella, anticiparse”, explica Elisa Martín Garijo, directora de innovación de IBM España y una de las responsables de la iniciativa de Malta. La empresa está aplicando el mismo concepto para prevenir crímenes en Nueva York y reducir el tráfico en Estocolmo. Es el inicio de la urbe del futuro.
Fuente: Ciberpaís



jueves, 11 de marzo de 2010

China pone en duda que el hombre cause el cambio climático

Trabajadores chinos ante una planta

El Gobierno de Pekín asegura que no dejará de luchar contra el calentamiento

JOSE REINOSO - Pekín

EL PAÍS - 11-03-2010

China se sumó ayer al agitado debate sobre el origen del calentamiento global, que se dio por superado en 2007 con apoyo de la mayoría de los científicos pero que resurge. Xie Zhenhua, negociador sobre el cambio climático y vicepresidente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma (órgano responsable de la planificación económica del país), afirmó que aún existen muchas discrepancias sobre las causas del calentamiento, pero aseguró que Pekín mantendrá su compromiso para luchar contra el mismo.

"Aún hay dos puntos de vista distintos en la comunidad científica sobre la causa del calentamiento. Mucha gente, la corriente principal, afirma que la quema de grandes cantidades de combustibles fósiles durante el proceso de industrialización ha causado un incremento de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento", declaró en la sesión anual del Parlamento chino, informa Reuters. "Otro punto de vista mantiene que la razón principal es cambios en las manchas solares o cambios naturales del medio ambiente. E incluso hay un punto de vista más extremo que dice que la influencia del hombre en la modificación de la naturaleza sólo puede ser minúscula".

Xie, sin embargo, defendió que, "en lo que respecta a los Gobiernos, dado que el desarrollo a largo plazo del cambio climático causará un gran daño a la humanidad, es mejor creer que está ocurriendo que creer que no está ocurriendo". La declaración llegó sólo un día después de que China e India suscribiesen el Acuerdo de Copenhague, el vago texto que acordaron los países en la capital danesa y que sólo fija objetivos voluntarios.

Las palabras de Xie suponen un nuevo varapalo a la lucha contra el cambio climático, en caída libre desde noviembre. Entonces, el pirateo de correos electrónicos entre científicos de élite reveló el uso de un lenguaje poco apropiado -en el mejor de los casos- o de un intento por exagerar el calentamiento -según los críticos-. Después llegó el fracaso de Copenhague y el Panel Intergubernamental de Cambio Climático admitió errores en su informe de 2007. Ese informe, que fue aprobado en Valencia con presencia de todos los Gobiernos, incluido el chino, confirmó que el calentamiento era "inequívoco" y que con más del 90% de probabilidades se podía atribuir a la emisión de gases de efecto invernadero, como defiende la gran mayoría de la comunidad científica. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, anunció ayer una revisión independiente del informe del IPCC: "Tenemos que saber con claridad qué es lo que sabemos y también las incertidumbres".

La esperanza de lograr un tratado vinculante para contener estas emisiones se diluye cada día. El martes, la Comisión Europea admitió que no era realista esperar ese tratado en la Cumbre del Clima de Cancún, en noviembre.

El negociador chino instó a EE UU a que adopte un mayor compromiso contra el calentamiento, y afirmó que Pekín acepta "consultas y análisis de la comunidad internacional, pero no un escrutinio invasivo" de sus emisiones.

martes, 9 de marzo de 2010

Desempleo juvenil y formación



José García Montalvo EL PAÍS 07/03/2010

Las cifras del desempleo en España son preocupantes. Podríamos decir que España a comienzos del año 2010 cumple una especie de regla del dos: ha duplicado su tasa de desempleo desde 2007 y duplica la tasa de la zona euro (9,9%). Pero si una tasa global de desempleo del 18,8% es muy elevada, todavía es más preocupante la tasa de desempleo de los jóvenes menores de 25 años, que alcanza el 39,6%. El gobierno ha incluido específicamente el asunto del desempleo juvenil en la mesa del diálogo social e incluso la CEOE se ha descolgado esta semana con una precipitada propuesta de nuevo contrato para jóvenes. El nivel del desempleo de los jóvenes en España es tan llamativo que hasta el New York Times ha publicado un largo artículo sobre este tema.

Con todo, el problema más importante no es el nivel de desempleo juvenil hoy sino sus repercusiones futuras. Los jóvenes que acceden al mundo laboral en un momento de recesión económica tienen, a lo largo de su carrera laboral, menores salarios, más periodos de desempleo y mayor sobrecualificación que los que acceden en un momento de expansión.

Vale la pena poner las cifras de desempleo juvenil en perspectiva histórica y compararlas con otros países. En primer lugar, el desempleo de los jóvenes españoles siempre aumenta muy rápidamente cuando la economía sufre un parón. Baste recordar que el desempleo de los menores de 25 años subió hasta el entorno del 45% en 1984-85 (como consecuencia de la crisis de principios de los 80) y en 1994-96 (consecuencia de la crisis de 1991-92). Por tanto, el rápido aumento del desempleo juvenil en España en respuesta a una caída del crecimiento económico no es un fenómeno nuevo sino recurrente. Esto quiere decir que tiene unas causas estructurales que persisten en el tiempo.

En segundo lugar, algunos analistas señalan como algo asombroso el hecho de que el desempleo juvenil español duplique el desempleo general. Sin embargo, si comparamos la ratio del desempleo juvenil frente al desempleo general en otros países vemos que se cumple otra regla del dos: normalmente los jóvenes tienen una tasa de paro algo más del doble de la tasa general. Éste es el caso del conjunto de países de la OCDE. En la UE el desempleo de los menores de 25 años es del 20.9% mientras el paro general alcanza al 9,9% de la población activa. Sin embargo, en países con un nivel de formación elevado como Noruega y Suecia, la ratio supera ampliamente el doble hasta acercarse al triple. Esta comparación internacional muestra que la tasa española de desempleo juvenil no es particularmente alta respecto al desempleo general. Por tanto el problema no es tanto el desempleo juvenil como el elevado desempleo general y sus causas estructurales.

En tercer lugar, se argumenta que la falta de formación es la causa principal del desempleo juvenil. Esta explicación no se corresponde con los datos. Tradicionalmente, entre los jóvenes las tasas de desempleo no disminuyen a medida que aumenta la formación pues las mayores tasas se observan entre los jóvenes que no han completado la enseñanza secundaria (nivel inferior) y los universitarios (nivel superior).

Es cierto que para la población en general (entre 16 y 64 años) las tasas de desempleo disminuyen con la formación. Los universitarios son, en conjunto, los que gozan de menores tasas de desempleo. Pero concluir de esta observación que la solución al problema del paro en España es tan simple como aumentar la formación es una visión simplista e ingenua. El economista clásico Say propuso a finales del siglo XVIII el principio de que la oferta crea su propia demanda. La ciencia económica ha avanzado mucho desde entonces pero algunos analistas y políticos parecen pensar la ley de Say cuando hablan de la formación: el aumento de la oferta de universitarios creará su propia demanda, lo que reducirá el desempleo.

Desafortunadamente la solución no es tan simple. La oferta de trabajadores cualificados no crea necesariamente su demanda. Todo depende de la calidad de la formación, de su correspondencia con las necesidades del mercado laboral y de la actitud de los formados. Los datos disponibles indican que la calidad de la formación en España es cuestionable. Los resultados de estudios como el PISA muestran que los estudiantes españoles tienen un nivel sustancialmente inferior al que les correspondería por el volumen de recursos que se invierten en educación. La OCDE señala que la rentabilidad absoluta de la educación en España está cayendo de manera significativa desde mediados de los 90. Además la OCDE muestra que la rentabilidad relativa de los más formados también está cayendo frente a otros niveles educativos: en ocho años la ventaja salarial de los universitarios españoles frente a los graduados de secundaria cayó un 40%, la mayor caída de todos los países analizados.

En segundo lugar, la formación será un antídoto para el desempleo en la medida en que esté orientada, en habilidades y conocimientos, a las necesidades del mercado laboral. Tampoco se puede decir que la formación en España cumple en la actualidad este segundo requisito. Los datos de la OCDE muestran que España es, con diferencia, el país con mayor nivel de sobrecualificación en su población laboral (más del 25%). Entre los jóvenes la sobrecualificación se acerca al 40%. El informe europeo CHEERS mostraba que a finales de los 90 el 17,9% de los graduados universitarios españoles desarrollaban trabajos para los que no se requería ningún estudio universitario, frente al 7,7% de la media europea. Otro 11,5% de los graduados españoles señalaban que su trabajo requiere un nivel de estudios universitarios inferior al que poseían.

Además, en las recesiones se observa que el grado de sobrecualificación aumenta. El motivo es doble: por una parte los trabajadores, ante las dificultades de encontrar un trabajo adecuado a su cualificación, aceptan empleos claramente por debajo de su nivel. Por otra parte, las empresas, que en una situación normal tendrían algunas reticencias a contratar un trabajador excesivamente cualificado para el puesto por la posibilidad de perderlo en poco tiempo, no tienen tantas reticencias cuando el desempleo es muy elevado. Aunque los universitarios tengan un desempleo inferior al resto de los niveles educativos, ¿tendría sentido generar un ejército de trabajadores sobrecualificados donde su formación no tuviera reflejo en su productividad? Y esto sin contar el gran malestar psicológico que produce la sobrecualificación.

Finalmente, hay un tercer factor que es la actitud de los formados, condicionada por el contexto social y la impronta de un sistema educativo anquilosado. Los datos del Observatorio de la Inserción Laboral de los Jóvenes españoles (Bancaja e IVIE), que codirijo con el profesor José María Peiró desde el año 1996, muestran que incluso los trabajadores jóvenes tienen una enorme aversión a la movilidad geográfica, una gran preferencia por el trabajo de funcionario y rechazan mayoritariamente el autoempleo y la creación de empresas. La resistencia a la movilidad dificulta la disminución del desempleo y multiplica la sobrecualificación al impedir el ajuste entre la oferta y demanda de trabajadores con alto nivel de cualificación. La preferencia por el trabajo como funcionario y la aversión al autoempleo es especialmente intensa en los niveles superiores de formación. La situación no parece mejorar: hace unas semanas en una oposición para auxiliar administrativo del Ayuntamiento de Madrid en que se requería solo el graduado escolar, se presentaron miles de universitarios. Confirmado: la oferta de trabajadores con una alta cualificación no genera su propia demanda.

Por tanto, el "más de lo mismo" en formación no producirá los efectos deseados. Aumentar simplemente los indicadores educativos no será suficiente para mejorar la productividad ni reducir el desempleo estructural. El Pacto por la Educación debería basarse en el conocimiento científico acumulado sobre los efectos de la formación y no en posiciones ideológicas predeterminadas. Por su parte la financiación universitaria debería crear fuertes incentivos que favorezcan a los centros y departamentos que muestren mejores niveles de calidad docente e investigadora, así como adecuación de sus graduados a las necesidades del mercado laboral. Puede hacerse, aunque por lo visto hasta ahora mucho me temo que el resultado final podría volver a ser más de lo mismo.

domingo, 7 de marzo de 2010

Culturas: los árabes


FUENTE: http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=13865&num=938&sec=32

Hace muchos años que doy clases de español para extranjeros, y durante ese tiempo he tenido muchos alumnos árabes. Los árabes tienen, por lo general, la piel oscura y los ojos velados como por la fiebre o la melancolía. Pero también hay algunos de piel pálida, ojos claros y cabellos castaños. Los árabes son, casi siempre, exquisitamente amables. Miran directamente a los ojos, y cuando lo hacen uno siente toda la intensidad de su persona volcada de forma natural en su mirada. Cuando dan la mano, toman la mano de verdad, y uno siente en su contacto la presencia indudable de otro ser humano. Los árabes son enormemente cálidos y amistosos. Les gusta reír. Les gusta mucho hablar. Cuando escriben, apenas ponen puntos y comas. Sus escritos suelen adoptar la forma de un chorro, un chorro de ideas y de pensamientos.

Muchas mujeres árabes, de acuerdo con sus ideas o las costumbres de sus países, llevan un pañuelo que cubre sus cabellos y su cuello. He conocido a muchas mujeres árabes de distintos países y niveles culturales, estudiantes universitarias, esposas de diplomáticos, médicos, amas de casa, que llevaban el pañuelo. Lo que siempre me sorprende es la enorme seguridad en sí mismas que tienen estas mujeres, con independencia de que lleven pañuelo o no. Evidentemente estoy a favor de la igualdad de derechos de hombres y mujeres y en contra de cualquier forma de discriminación contra las mujeres, pero la idea de que las mujeres musulmanas que llevan el velo son unos seres débiles, asustados y sin criterio, no puede estar más lejos de la verdad. Siempre me sorprende en ellas su buen humor, la intensidad de su sonrisa, la determinación con que hacen las cosas. Hay algo limpio, fuerte y optimista en las mujeres árabes que he conocido.

No existen las normas. Los árabes son bastante imaginativos en sus explicaciones. Para ellos las normas no existen. Siempre intentan salirse con la suya. Son pícaros, y como todos los pícaros, enormemente suaves, amables y encantadores. Viven, por lo general, en países donde las cosas no funcionan bien y donde uno no puede confiar en la organización existente. Están acostumbrados a hacerlo todo hablando. Si se les dice que el examen es el día 15, por ejemplo, volverán a preguntarlo muchas veces para asegurarse de que la fecha no ha cambiado o que les han dicho la verdad. Todo han de hacerlo hablando de persona a persona. Están convencidos de que sólo el contacto personal, el diálogo, la mirada, la amabilidad, son reales. Las normas, horarios, folletos, carteles, etc., no significan nada para ellos. A menudo preguntan, desconsolados, si no hay «excepciones». La idea de una norma que se aplica ciegamente a todo el mundo les resulta absurda.

La cultura más generosa. Pero los árabes, y esto es lo último que quería decir (y, en realidad, lo único que quería decir), son verdaderas personas. Son personas que viven en los ojos y en el corazón, en un mundo de personas y de relaciones personales. No beben alcohol y no comen chorizo, pero saben disfrutar de los placeres de este mundo. Les gusta dedicar tiempo a la comida. Les encantan las fiestas, los regalos, la risa, las bromas. Siempre están dispuestos a dar. No conozco ninguna cultura más generosa. Lo que dan, sobre todo, porque lo tienen, porque todavía lo tienen, es tiempo. Hay una cosa que necesita el corazón: necesita tiempo. Los árabes tienen tanto corazón porque tienen mucho tiempo. Aunque también es posible que tengan tanto tiempo porque tienen mucho corazón.

Para la mayoría de ellos, el Corán es una fuente de valores tales como la tolerancia, la amistad, la compasión. Al mismo tiempo, uno percibe que su religión, que les dicta desde la forma de saludar hasta la forma de alimentarse, también les da miedo. Dios les inspira una especie de temor reverente. Hablan de Dios o del Corán con entusiasmo, con orgullo, con admiración. Admiran a su Dios, pero no le aman.

Uno no puede dejar de pensar en lo que perderán los árabes cuando se modernicen. Perderán, quizá, gran parte de su seguridad en sí mismos, de su calidez, de la intensidad de su mirada, de su generosidad. Uno se preguntan si lo que ganarán a cambio merece realmente la pena. Sin duda la respuesta es que sí, sí, que merece la pena. Pero no deja de ser una pena que merezca la pena.

jueves, 4 de marzo de 2010

WEB 192021 SOBRE LA POBLACIÓN URBANA Y LAS CIUDADES DEL MUNDO

19 Ciudades del Mundo con 20 Millones de personas en el siglo 21

las mayores ciudades del mundo a traves del tiempo

Las mayores ciudades del mundo a traves del tiempo

19 20 21 es una web de analisis sobre la poblacion urbana en este siglo (y en los anteriores). La web esta hecha en flash y nos permite ver datos muy curiosos. Por ejemplo, en el año 1000 la ciudad mas grande del mundo era nuestra amada Córdoba, con 450000 habitantes. En esta época, ninguna de las otras 10 grandes urbes estaban en Europa !!, y la poblacion urbanita se concentraba en nucleos de población de Asia, África, e incluso América. El cristianismo occidental parece que no funcionaba a nivel demografico.
Incluye también otros temas como el agua, o el desarrollo sostenible. Una de las mejores webs sobre población urbana.

ENLACE: http://www.192021.org/

FUENTE:  http://teimagino.com/grandes-ciudades-192021org-un-analisis-demografico-de-la-poblacion-urbana-en-el-siglo-xxi/

miércoles, 3 de marzo de 2010

Los jóvenes españoles, a la cola de la UE para independizarse

J. ANDREU - EL PAÍS,  Madrid - 28/02/2010
 
A los 30 años, seguir en casa puede resultar frustrante. Lo suscribe Samuel, un oficinista de esa edad que oculta su nombre real. Lo hace porque sus padres -es decir, sus compañeros de piso- se sentirían heridos si conocieran su reacción cuando se van de fin de semana: "Lloro de alegría: ¡por fin solo!". Samuel suscribe la opinión del 50% de los españoles entre 15 y 30 años que recoge la encuesta europea Eurostat: ni por vagancia ni por mamitis; la falta de vivienda es la razón por la que se alarga la estancia en el domicilio familiar. Pese al desplome del ladrillo, los precios de compra y alquiler son insostenibles para las economías más verdes.

Con 27 y en casa; tampoco es lo ideal. Sobre todo teniendo a las espaldas dos carreras y una oposición aprobada. Es lo que le ocurre a Miguel Alba, gaditano y compañero de piso vitalicio de su madre. Es filólogo y lingüista. Buscando refugio en la Administración, aprobó las oposiciones a profesor de literatura en 2008, "pero la lista corrió poco, y diciembre ha sido el primer mes en que han llamado", explica. En esas circunstancias, imposible asegurarse los 699 euros mensuales en los que está un alquiler en Cádiz, según el portal inmobiliario enalquiler.com (la media en Madrid es de 1.085 euros). Y a esa cifra habría que añadirle avales y fianzas, que no dinamizan el proceso.

El problema del ladrillo

La Eurostat, que representa la opinión de 96 millones de jóvenes en los 27 países de la Unión Europea, refleja que el 28% de jóvenes piensan que el precio del ladrillo es un problema en su país. Sólo los lituanos están por encima de los españoles en su descontento ante la dificultad de encontrar un techo asequible. La diferencia radica en que, mientras ellos también se sitúan entre los que más problemas tienen para comprar un ordenador o un coche, los españoles están entre los que menos. La sobredimensión del mercado inmobiliario patrio asusta.

Las entidades financieras recomiendan no invertir más del 35% de los ingresos en la vivienda si se quieren evitar riesgos para la economía doméstica. Un joven destina el 54% al alquiler, según el último informe del Observatorio Joven de la Vivienda del Consejo de la Juventud de España (CJE). Por mucho que las autoridades siguen cantando las virtudes del alquiler frente a la compra, sin ayudas continúa sin representar la solución definitiva.

Microsoft vuelve a arremeter contra Google

La compañía insiste en acusar al buscador de prácticas "potencialmente anticompetitivas"

REUTERS / EL PAÍS - Washington / Madrid - 27/02/2010
 

Dos días después de que la Comisión Europea pidiera a Google explicaciones por el abuso de posición dominante que denuncia Microsoft , la compañía de Bill Gates ha lanzado este viernes su ataque más feroz al buscador, a quien, instado a presentar denuncias ante las autoridades reguladoras, ha acusado de prácticas "potencialmente anticompetitivas".

"Nuestras preocupaciones se refieren únicamente a las prácticas de Google encaminadas a blindar a sus compañeros de negocio -como Google Books- y excluir a sus competidores, socavando ampliamente la libre competencia", ha afirmado el abogado de Microsoft Dave Heiner en un blog publicado en el sitio web de la compañía. "En última instancia, serán los organismos de Derecho de la Competencia los que tendrán que decidir si las prácticas de Google debe ser vistas o no como ilegales", ha añadido.

Tres son las compañías que requerieron esta semana el amparo de Bruselas: el sitio británico de comparación de precios Foundem, el buscador jurídico francés ejustice.fr -ambos relacionados con Microsoft- y la web de compras Ciao!. Los dos primeros alegan que Google les coloca muy abajo en la lista de resultados de búsqueda porque son competencia del propio Google. Ciao! mantiene que las tarifas publicitarias de Google son artificialmente altas en Internet.

En respuesta a las acusaciones, Julia Holtz, abogada de Google, ha hecho notar en conferencia con Bruselas que Foundem pertenece a un lobby parcialmente financiado por la compañía de Bill Gates y que Ciao! fue comprada en 2008 por Microsoft, rival que intenta a la desesperada entrar unido a Yahoo! en el universo de los buscadores.

Holtz arguye que es muy difícil encontrar un sistema perfecto de clasificación de las entradas y asegura que Google sólo busca dar prioridad a las entradas que parecen más útiles a los usuarios.

El ciudadano se aleja de sus líderes


Caricatura de Barack Obama


 

La crisis abre un desafío colosal al ejercicio del poder, desata desconfianza en las élites y abre un nuevo flanco a los populistas - La excepcional tensión entre las necesidades de largo plazo y el castigo electoral a corto dificulta la acción de gobierno

ANDREA RIZZI EL PAÍS 27/02/2010

Abatido el muro de Berlín, el avance progresivo de la democracia liberal pareció en los años noventa una fuerza tan incuestionable como una ley física. El irresistible atractivo de la mezcla de libertad y bienestar propia de Occidente conquistó países como ningún ejército nunca pudo. Entre 1990 y 2006 el número de democracias pasó de 76 a 123. Nada parecía capaz de cuestionar los logros y los cimientos políticos liberales. Francis Fukuyama insinuó provocativamente en 1989 que el mundo se hallaba ante "el fin de la historia", como "punto final de la evolución ideológica humana y universalización de la democracia liberal como forma final de gobierno humano".

Desde 2006, el número de democracias ha bajado de 123 a 116
Los dirigentes parecen paralizados entre negociaciones y rabia popular
40 países sufrieron un deterioro de las libertades en 2009, dice Freedom House
"Mucha gente cree que el modelo chino tiene sus ventajas", comenta Krastev

Veinte años después, esa fuerza expansiva se halla en un grave estancamiento. Las democracias llevan tres años retrocediendo, y se han reducido a 116, según calcula la prestigiosa Freedom House, un centro de estudios independiente estadounidense fundado en 1941 que analiza la situación mundial de libertades y democracia. A los factores específicos, nacionales, de cada colapso, se suma ahora un preocupante temblor global: la crisis económica. Incubada y estallada en el seno del capitalismo, se abate ahora sobre el modelo político liberal con agresividad, alimentando frustración popular y evidenciando fragilidades de su sistema de gobierno. A la ineptitud para regular adecuadamente los mercados financieros, los gobiernos democráticos suman ahora tremendas dificultades para paliar el desastre y tomar medidas necesarias pero impopulares. ¿Está a punto de resucitar la historia?

Puede que no, pero el final se hizo repentinamente turbulento. Las consecuencias de la Gran Recesión no se limitan a decenas de millones de empleos perdidos. En las democracias más maduras, la crisis abre la enésima brecha de la historia a francotiradores populistas, mientras los dirigentes renquean semiparalizados por extenuantes negociaciones o por el cobarde temor a perder consenso. En las más pobres, directamente agrieta los frágiles pilares del sistema, ya acosado por otros factores locales. Y, fuera del perímetro democrático, amenaza con empañar la capacidad de atracción de ese modelo político, el motor que convenció a tantos pueblos a abrazar sus valores.

El desafío no es ideológico. Empaquetado el telón de acero, la liberal democracia no tiene alternativas realmente competidoras. El desafío es funcional. En los últimos meses se ha quedado en la retina de muchos el contraste de imagen entre los dirigentes chinos, que han esquivado ágil y exitosamente la embestida de la crisis, y sus colegas occidentales, que se hallan ahogados en una maraña de negociaciones, explicaciones y precauciones. Éstas son el fundamento de la grandeza de la democracia pero también, en ocasiones, un frustrante límite a la eficacia de su gobierno.

"La crisis, de momento, no ha producido una ola de cambios de régimen, pero ha puesto en el foco la cuestión de la gobernabilidad", considera Ivan Krastev, analista político y miembro fundador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

El modelo chino -con su falta de libertad- no se convierte por ello repentinamente en una alternativa irresistible, pero contribuye a evidenciar las arrugas del liberal. Las tremendas dificultades legislativas de Barack Obama -que ganó holgadamente la presidencia y cuenta con mayoría en ambas cámaras del Congreso estadounidense, pero se encuentra frenado por el exigente sistema de mayorías requeridas- son quizá el paradigma de ciertas potenciales degeneraciones de la fenomenología democrática. Lo que es prudencia a largo plazo puede ser un estorbo a corto.

Para más inri, los dirigentes democráticos deben enfrentarse ahora no sólo a problemas titánicos, sino hacerlo ante un horizonte de movimientos populistas que aparecen o repuntan y condicionan con fuerza la escena política. Como el Tea Party estadounidense -con su retórica anti-Estado y antiélites- o las formaciones con discursos xenófobos que agitan varios países europeos -Holanda, Italia, Grecia...-. El populismo es una vieja y conocida plaga de las democracias, y los colapsos económicos son su caldo de cultivo preferido. En otras décadas parieron monstruos.

"Yo creo que el mayor impacto de la crisis actual consiste en una profunda transformación interna a los regímenes democráticos", argumenta Krastev. "Somos testigos de un colapso de la confianza en las élites políticas y empresariales y de la emergencia de una nueva oleada populista global. Ahora, las tensiones estructurales en las democracias modernas no son tanto entre izquierda y derecha, sino entre pueblo y élite. Las elecciones están perdiendo su significado de opción entre alternativas y se transforman en procesos a las élites. Así, la democracia ya no es una cuestión de confianza, sino más bien de gestión de la desconfianza", concluye Krastev.

La escalada de la desconfianza complica ulteriormente la tarea de los líderes de tomar medidas necesarias pero impopulares. Éstas son siempre maniobras difíciles, pero más cuando la tropa no confía de antemano en los generales. Entre las reformas sociales que inflaman las opiniones públicas y las financieras que preocupan los mercados, muchos líderes occidentales dan más que nunca la sensación de no saber cómo moverse. En el primer mundo esto puede suponer una pérdida de competitividad, conflictos sociales, pero no una amenaza existencial. En otros lugares, el tema es más grave.

Si las democracias ricas titubean, las pobres tiemblan. "En el análisis del impacto de la crisis es fundamental dividir entre esos dos grupos. En el primero, por ejemplo, se extiende el caldo de cultivo para el populismo; pero en el segundo, directamente hay riesgos de colapso del sistema político", argumenta Ignacio Urquizu, profesor de Sociología de la Universidad Complutense, remitiendo a un interesante estudio de Adam Przeworski y Fernando Limongi, Modernization: theories and facts.

Przeworski y Limongi han observado 101 democracias entre el año 1950 y el 1990. Ninguna de las 32 con renta per cápita superior a los 6.055 dólares colapsó en todo el periodo estudiado; entre las restantes 69, cayeron 39. De ellas, 18 lo hicieron al año siguiente de un retroceso de la renta per cápita. "Las democracias, especialmente las pobres, son extremadamente vulnerables en los ciclos económicos negativos", concluyeron los dos profesores sobre la base de contundentes datos. El ensayo es de 1997.

El panorama sobre el que se abate ahora la tormenta económica no es tranquilizador. Freedom House considera en su informe sobre el año 2009, publicado en enero, que la "erosión de la libertad se está intensificando". Es el cuarto año consecutivo que esta organización registra un retroceso, porque el número de países que sufren un deterioro supera a los que mejoran. Desde 2005, las democracias electorales han pasado de 123 a 116; 40 países han experimentado retrocesos en el respeto de libertades y derechos fundamentales en 2009, frente a sólo 16 que lograron avances.

Naturalmente, cada país tiene circunstancias específicas que provocan el retroceso, pero en el conjunto los datos sugieren que una crisis excepcional se materializa en un momento ya de por sí negativo.
"En los ochenta, la ecuación parecía infalible: abraza la democracia liberal, y tendrás crecimiento económico", dice en conversación telefónica Arch Puddington, director de investigación de Freedom House. Eso atraía. "El riesgo ahora es que las democracias liberales resulten menos atractivas y que ciertos países puedan mirar con mayor interés a otros modelos. La situación actual puede aumentar la credibilidad del modelo chino ante la mirada de algunos observadores. Aun así, no creo que se pueda recrear una situación de bipolaridad como en la guerra fría. El modelo chino es difícil de copiar. Y, en fin, China no es y no parece el país más feliz del mundo", apunta Puddington.

"No es que haya un nuevo entusiasmo por el autoritarismo, pero después de la crisis mucha gente cree que el capitalismo autoritario tiene sus ventajas", considera Krastev. "Aun así, creo que incluso los admiradores del modelo chino tienen sus dudas en imitarlo", coincide.

En el pasado, algunos analistas han considerado provocativamente la diferencia en la tasa de crecimiento de China (10% anual de media en la última década) y de India (6%) como el precio de la democracia. Sea cierto o no, el avance económico supone un fuerte respaldo psicológico para el modelo chino y sus defensores, así cómo la recesión es un mazazo para las opiniones públicas de las democracias.

Según un estudio del Pew Center, en el baricentro mundial de las democracias liberales, Estados Unidos, los ciudadanos consideraron la actual década la peor desde los sesenta por abrumadora mayoría, opinaron que el liderazgo mundial de EE UU está en claro declive y, por primera vez, la mayoría consideró que China es la principal potencia económica mundial. Un dato sorprendente, ya que el PIB de EE UU es todavía el triple del chino.

No va mucho mejor entre los nuevos adeptos de la democracia. Entre 1991 y 2009, el porcentaje de ciudadanos que aprueban la adhesión al sistema capitalista ha retrocedido drásticamente en los nueve países de Europa del Este sometidos a una encuesta del Pew Center. Sorprendentemente, incluso el cambio a la democracia ha perdido adeptos en seis de nueve.

Las opiniones son volátiles, y un leve cambio de viento económico soplará sin duda hacia arriba ciertas encuestas. Pero hasta entonces, será necesario cuidar un sentimiento más profundo e importante para las sociedades: la pérdida de la sensación de progreso. La revista The Economist le dedicó en diciembre un interesante artículo de portada.

"La idea de progreso es la espina dorsal de una sociedad. En el extremo, sin la posibilidad de progreso, el avance de uno es la pérdida de otro", escribía el rotativo británico. El problema es acuciante en una etapa de alto paro y recorte de derechos sociales. La falta de progreso agudiza el instinto de mors tua, vita mea sobre el que juegan xenófobos y populistas. Quienes intentan dividir las sociedades entre "nosotros" y "ellos", sobre la base de la raza, o de la clase social.

"Esta crisis económica, como todas, dará un nuevo impulso al populismo", comenta en una conversación telefónica Michael Kazin, profesor de Historia de la Universidad de Georgetown. "Lo bueno, en esta ocasión, es que no hay alternativas tan preocupantes como las de los años treinta. Pero incluso si contenidos en el seno de los regímenes democráticos, los movimientos populistas pueden tener efectos sensibles. El Tea Party, en EE UU, creo que afectará sobre todo al Partido Republicano. Pero a través de esa influencia, polarizará la escena política nacional, y cobrará resultados, como ya está haciendo con la reforma de la sanidad", dice Kazin, autor de The populist persuasion: an American History.

En Italia, la Liga Norte cabalga el malestar de la crisis y fuerza al Gobierno del que es parte a tomar medidas durísimas en política de inmigración. En Holanda, la formación derechista y populista liderada por Geert Wilders gana enteros a gran ritmo. En Francia, Nicolas Sarkozy ha logrado marginar al Frente Nacional, pero impulsa periódicamente iniciativas que muchos analistas consideran populistas y estudiadas para desinflar la bolsa de votos de la derecha lepenista. La última, el debate sobre identidad nacional, sobre qué es ser francés en el siglo XXI.

Las distintas arquitecturas constitucionales responden de diferente manera a la presión. Ciertas leyes electorales favorecen el populismo, obligando a los principales partidos a cubrir las alas extremas; otras estimulan las carreras al centro. Ciertos reglamentos parlamentarios, como el estadounidense, fuerzan una laboriosa búsqueda de consensos; otros, menos. Ciertas constituciones dan más margen a los Gobiernos, otras, más poder de marcaje a los parlamentos.

La libertad es, en todas ellas, un activo inigualable. En perspectiva amplia, además, frenos y garantías favorecen la prudencia y ahorran errores. La cuestión es reflexionar sobre las respuestas de cada arquitectura constitucional al test de la crisis, y reflexionar, a la luz de los nuevos retos socioeconómicos, si el equilibrio es el más adecuado, estable y ágil para generar progreso y consenso. Y capacidad de seducción, que es lo que en el fondo mejor tumba a las dictaduras.