Cuando los asesores de Clinton descubrieron que la clave para ganar las elecciones era la economía, el uno le dijo al otro, dándose un fuerte bofetón en la frente: “It´s the economy, stupid!”. La llave era la economía.
De ahí el título que encabeza las consideraciones que siguen, que pudiera haber sido: “¡El tema es Europa, estúpido!”. En efecto, en cierto sentido el tema central hoy es Europa, no es ni España ni Catalunya. Me explico. Catalunya y España se la juegan en Europa. No es el enfrentamiento Catalunya / Centro, ni Norte / Sur, ni Euskal Herria / España el que va a decidir la mayor parte de nuestro futuro. Es nuestro papel en Europa. O mejor dicho: la clave de nuestra calidad de vida está en Europa. En Europa y en la buena marcha de nuestras ciudades. Las naciones y los estados, y las comunidades autónomas, tienen mucho que ver con la redistribución de la renta - tema importantísimo- pero no tanto con la generación de la renta. Por supuesto que hacer o no hacer el Eix Transversal en Catalunya, sacar o poner peajes, invertir más o menos en educación, salud, etcétera, son opciones que tienen mucho que ver con el crecimiento y la felicidad, pero creo que algunos de los grandes temas se van a jugar en Europa o con fondos europeos de por medio. Y otros en cambio en el perfil que vayan adoptando las ciudades, las áreas metropolitanas o las comarcas en que vivimos. Es decir, en nuestro lebensraum,en nuestro escenario vital habitual. Aún admitiendo que cada vez más vamos a haber vivido cada cual en varios sitios o incluso continentes distintos en el curso de nuestras vidas.
Empecemos por Europa.
Vamos hacia una Europa americana con dos grandes partidos, el demócrata y el popular. Pero con interesantes mutaciones, como la liberal que puede representar un Gallardón (que era el tapado de Rajoy) o un Bayrou en Francia, o alguno de los nuevos ingleses que todavía no conocemos bien.
Pero sigamos por las ciudades.
Al nivel local, las ciudades deberían ir recuperando competencias de las naciones. Miren: Europa es nuestro nuevo Estados Unidos particular. Y si eso es así, si Bruselas es nuestro Washington, y Londres, Frankfurt o París son nuestros Nueva York, Chicago o San Francisco, entonces Madrid y Barcelona deberían ser como mínimo nuestro Los Ángeles.
Si las empresas son ya transnacionales, las naciones van a contar menos. No es que lo desee, pero no me parece mal. El siglo XX ha sido el siglo de las naciones. Y de las guerras entre naciones. El XXI va a ser distinto. Sí, hay conflictos, los va a seguir habiendo, pero la simplificación de un mundo con siete, ocho o diez grandes bloques, como mucho, ayudará a que el guirigay de las Naciones Unidas se convierta en eso que de forma algo beatífica se ha denominado el concierto de las naciones. La victoria de Obama ayudaría mucho, aun suponiendo que la realidad de sus actos acabe siendo inferior a las esperanzas que infunde este hombre.
Lo interesante será ver quién gobernará en Madrid y Barcelona. Zapatero ganó sus elecciones generales en Barcelona, habiendo perdido en Madrid y Valencia, y bajando algo en Andalucía. A Hereu se le ve tranquilo y con proyectos en marcha, si bien difíciles, como el de la plaza Lesseps (una nueva Sagrada Família), la conexión del tranvía de la Diagonal en el trozo que falta, entre Francesc Macià y la invariable plaza de las Glòries Catalanes, y un montón de nuevas vías de metro. Hay quien piensa que en las próximas elecciones habrá menos partidos. No estaría mal.
¿Qué más falta? En Barcelona sin duda restablecer el Área Metropolitana, la aglomeración de 4 millones y pico de habitantes en la que realmente vivimos. Y la conexión puerto-ferrocarril-aeropuerto-Zona Franca, que propiciaría un clúster de actividades sólo superado por Rotterdam, Hamburgo y Londres en Europa. Joaquín Coello, el dirigente de la potentísima empresa de certificación Applus, maneja datos importantes al respecto.
Por supuesto que todos (mejor dicho, algunos) tenemos parte de la culpa en no haber avanzado suficientemente en esa línea. Cuando la Generalitat suprimió la AMB que habían fundado Serratosa y Vilalta, y en la que yo trabajé como funcionario, se cruzó un Rubicón del que no ha habido vuelta atrás: el nacionalismo veía la AMB como una amenaza a la nación, y el socialismo, asentado en las diputaciones provinciales poco después, como una amenaza al sistema de partidos, muy ligado a las provincias.
Cuando a cambio tal vez de una importante financiación para los Juegos Olímpicos del 92, años antes de los mismos, el Ayuntamiento admitió que la alta velocidad ferroviaria no empezase por el tramo Madrid-Barcelona, que era lo lógico, sino por el Madrid-Sevilla, cometimos otro error. Se aceptó además que Barcelona-Valencia sería “velocidad alta” en vez de “alta velocidad”: 200 en vez de 300 kilómetros por hora. Luego llegó el PP y Aznar impuso el eslogan “de Madrid a cada capital de provincia en alta velocidad”. Y Barcelona-Bilbao igual o peor que el tren Barcelona-Valencia.
Parte de esos errores (ojo, errores para Catalunya pero probablemente también desde la óptica de la maximización de beneficios en el conjunto de España) se cometieron siendo yo alcalde. Pido excusas por ello.
PASQUAL MARAGALL, ex presidente de la Generalitat de Catalunya.
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