Responsabilidad de la empresa, DANIEL ARENAS, profesor del Instituto de Innovación Social de Esade (URL)
Fuente: La Vanguardia (17-10-2008)
Algunos se preguntan si la crisis financiera global va a acabar con la responsabilidad social de la empresa (RSE). Esperan que se demuestre que esto era una moda pasajera, argumentando que las empresas van a tener menos recursos para ocuparse de algo secundario como el impacto social y medioambiental de sus actuaciones. Efectivamente, es probable que, como en otros aspectos, la crisis tenga un efecto limpieza también en el campo de la RSE y que esto permita separar el grano de la paja. Los sacrificados serán los programas costosos, mal ideados, meramente decorativos y que crean poco valor para la sociedad y para la empresa.
Sin embargo, puede plantearse al revés: ¿la crisis es el resultado de demasiada responsabilidad social o de demasiado poca? Algunas de las causas profundas de esta crisis, tanto aquí como en Estados Unidos, tienen que ver con viejos conocidos como la avaricia, la imprudencia y la negación de la evidencia. Su prolongación (empezó en abril del 2007 en EE. UU. y ya veremos) se debe en parte a la falta de transparencia de las grandes entidades financieras internacionales y al temor de los bancos centrales a exigírsela. Ha fallado también el control que deben ejercer los consejos de administración. Y en vez del enfoque de la triple cuenta de resultados, se ha impuesto una visión estrecha y ambiciosa de los objetivos empresariales, ejerciendo una presión demasiado grande sobre los empleados para que los cumplan y desestimando las consecuencias.
Por todo ello, las expectativas y demandas de la sociedad irán hacia una mayor exigencia en la rendición de cuentas. Tampoco va a disminuir la sensibilidad social hacia la crisis medioambiental, la pobreza, las desigualdades, la identidad y la diversidad. Y la mirada se continuará dirigiendo hacia las grandes empresas, puesto que ellas tienen la tecnología, los recursos y el alcance para aportar soluciones.
Lo que está en juego, pues, no es la necesidad de la RSE, sino cómo se entiende y se aplica. Los programas, auditorías, certificaciones e informes son instrumentos que pueden ser bien o mal utilizados. Pero hay tres conceptos que son relevantes: riesgo, confianza e innovación. Para ello, se necesitan mecanismos de control interno y externo, transparencia y honestidad con los grupos de interés, y buscar procesos y productos que generen valor social, medioambiental y empresarial.
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