La izquierda se enfrenta a un "elector exquisito" más exigenteLa huida de jóvenes por el precio de la vivienda, el peso de una inmigración que no vota, el miedo y el envejecimiento explican el voto urbano más conservador
FERNANDO GAREA / GABRIELA CAÑAS, EL PAÍS, 07/05/2009
Hubo un tiempo, gobernando aún Felipe González, en que los socialistas españoles sólo lograron ser los más votados en cinco de las 52 capitales de provincia. Fue un duro golpe que no se ha repetido, pero lo cierto es que las ciudades españolas siguen siendo mayoritariamente de derechas. El voto urbano es conservador y es, según los analistas, el que ha devuelto el poder al PP en Galicia. Todo parece indicar que vivir en la gran ciudad nos hace más conservadores, aunque es muy probable que el fenómeno no sea general, sino exclusivamente español y especialmente contundente en Madrid. Las razones, al margen de la gestión de unos partidos y otros, se entroncan con los vertiginosos cambios sociales que ha vivido nuestro país.
En un colegio del castizo barrio madrileño de Lavapiés hay carteles en varios idiomas; incluido el chino. En sus aulas estudian chavales de 32 nacionalidades distintas. De hecho, el 90% de ellos son extranjeros. Es obvio que estos niños no votan, pero también lo es que sus padres y otros familiares adultos tampoco se acercan a las urnas. Por ahora.
Pero los inmigrantes no son los culpables de los descalabros de la izquierda en las ciudades, aunque entre ambos haya un vínculo evidente que pasa, por cierto, por la carestía de la vivienda. No es un galimatías. Carlos Llés, profesor de sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, lo explica así: "La población joven de rentas bajas, cuyo voto es más proclive a la izquierda, ha abandonado las grandes ciudades en busca de vivienda asequible en la periferia y la vieja clase obrera, también votante de izquierdas, ha vendido sus modestos pisos al calor del boom inmobiliario o los han alquilado a población inmigrante, que no vota".
El voto urbano tiene una enorme trascendencia para los contendientes políticos por su valor cualitativo. Actúa como barómetro social que mide el grado de aceptación o rechazo de una opción política y las tendencias globales. Son graneros de votos que, además, según los expertos, son más volátiles y menos consolidados, lo que significa que son más susceptibles de cambiar y de desequilibrar la balanza a favor de una u otra opción política.
Volátil o no, lo cierto es que en España el PP puede presumir de tener un "perfil urbano" frente al PSOE, con especial implantación en clases medias profesionales y autónomos, como se jacta Juan Manuel Moreno, secretario de Política Municipal y Autonómica del PP. Los datos de las últimas elecciones municipales indican que (al margen de los cinturones industriales, tradicionalmente de izquierdas) el PSOE domina en municipios de hasta 20.000 habitantes, pero que el PP dobló en victorias (32) al PSOE en capitales de provincia (16). En Madrid, Valencia y Málaga los conservadores mantienen una hegemonía aplastante.
Si del voto urbano hubiera dependido, José Luis Rodríguez Zapatero habría sufrido un severo correctivo el año pasado. Fueron su tabla de salvación Cataluña y el País Vasco, donde se sigue una lógica distinta a la del voto de izquierdas contra el voto conservador.
Los datos, en fin, son inapelables. Las razones que los explicarían, no tanto. Algunos analistas aluden a la crisis. Sostienen que afecta especialmente a los trabajadores de las capitales, dedicados al sector servicios y susceptibles de castigar al Gobierno de Zapatero. Han calado las ideas liberales y neoconservadoras, especialmente en las nuevas clases medias urbanas "agobiadas", explica Carlos Lles. Son ciudadanos que cuentan a veces con dos sueldos, pero también que afrontan hipotecas, colegios, transporte... "La solidaridad no es un valor al alza", según Lles, "y si se ejerce no es apoyando políticas urbanas de expansión del gasto público para favorecer las rentas más bajas".
Antonio Hernando, responsable de Ciudades y Política Municipal del PSOE, rechaza el argumento de la crisis y un patrón único de tendencia de voto. Para él, es evidente que los ciudadanos responden cada vez más a lo que se les pregunta y optan por una elección determinada cada vez. Eso explica que los resultados de una elección de presidente de la Xunta de Galicia sean diferentes de los obtenidos en las generales de 2008. "En Galicia obtuvimos muy buenos resultados en las elecciones generales en las siete grandes ciudades gallegas y, además, gobernamos en todas ellas, a excepción de Pontevedra".
Tanto Fernando Vallespín, politólogo y anterior director del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), como José Ignacio Wert, sociólogo y presidente de Inspira Consultores, coinciden, sin embargo, en señalar que la tendencia del voto urbano en las últimas citas electorales es conservadora, con excepciones como Barcelona. Respecto a Andalucía, comunidad tradicionalmente de izquierdas, Vallespín asegura que el voto rural es más sensible a las políticas sociales. Todo lo contrario de lo que sienten esas clases medias "agobiadas" de las ciudades.
En esas urbes, el precio de la vivienda se ha disparado y ni siquiera la crisis ha logrado todavía que pierda su nivel prohibitivo. Los dos grandes partidos están de acuerdo en que el boom inmobiliario ha sido crucial en la huida de las clases profesionales y rentas bajas hacia las periferias, dejando el campo expedito a los inmigrantes que, de momento, se abstienen de votar. Ambos fenómenos -boom inmobiliario e inmigración- son extraordinario el primero y muy reciente el segundo, lo que nos distingue del resto de los países de nuestro entorno y lo que podría explicar por qué frente a nuestro voto urbano conservador hay grandes ciudades como París o Berlín que están en manos de la izquierda.
En el año 2000 vivían en España 924.000 extranjeros de un total de 40,5 millones de habitantes. O sea, el 2,28 de la población española era de origen extranjera. Según el censo del pasado año, esta proporción se ha disparado hasta el 11,3% (5,2 millones de un total de 46). Es sabido que la mayoría de los inmigrantes se asientan en las ciudades. Muchas veces, en el centro más deteriorado del casco urbano. La proporción de extranjeros supera con creces a la media en las grandes urbes: casi el 17% en Madrid y Barcelona y el 14% en Valencia.
A favor de la derecha juega una doble abstención: la de los extranjeros, que, aunque puedan votar, se sienten todavía muy poco implicados en la política, y la de los tradicionales votantes de la izquierda, que en la ciudad suelen ser más sensibles al contexto de cada elección y cada candidato y se abstienen de forma mucho más pronunciada que el votante de derechas. Algunos autores han acuñado el término de "votante exquisito". Es un elector de izquierdas que jamás girará a la derecha pero que, afectado por escándalos y por las crisis, opta por otras opciones distintas a la socialista y se decanta, sobre todo, por la abstención.
A favor de la derecha juega en España la gran movilización del votante del PP, especialmente importante ahora que está en la oposición a nivel nacional, y que raramente se abstiene. A ello se le añade, según el diputado popular por Málaga Juan Manuel Moreno, lo que él denomina "acción-reacción" motivada por iniciativas "muy de izquierdas" de Zapatero, como el matrimonio homosexual o la reforma de la ley del aborto; decisiones que, según Moreno, movilizan especialmente al electorado urbano del PP.
Pero todavía hay una circunstancia más que podría explicar el conservadurismo del voto urbano: el miedo. Un estudio realizado por el centro de estudios sociales italiano Censis demostró el pasado año que la angustia domina en las poblaciones urbanas. El análisis se hizo mediante encuestas hechas en 10 grandes ciudades (Londres, París, Roma, Moscú, Bombay, Pekín, Tokio, Nueva York, São Paulo y El Cairo). Aunque la gente no se deja arrastrar por el pánico, lo cierto es que el 90% de los habitantes metropolitanos declara que sufre al menos algún tipo de miedo y que éste es más acusado entre las mujeres y, sobre todo, entre los que tienen menos medios, menos cultura y más años. Por cierto, el envejecimiento de la población no es fenómeno exclusivamente rural. En las ciudades ya se está notando. En Madrid, la edad media se ha elevado en los últimos veinte años de 37 a 42 años.
El tipo de miedos no es similar en todas las ciudades, pero la inseguridad de los ciudadanos viene, en general, dada por la tecnología, el terrorismo, la muerte, la violencia física, la exclusión, la marginalidad o la pérdida de la posición social.
El miedo y la consecuente sensación de inseguridad deben ser mayores en las ciudades. Aunque no hay datos sobre la percepción subjetiva del ciudadano, sí los hay en España sobre el problema objetivo. Según datos del Ministerio del Interior, las tasas de criminalidad (número de delitos y faltas por 1.000 habitantes) son más elevadas en las comunidades autónomas eminentemente urbanas. Baleares, Madrid, Ceuta, Melilla y Comunidad Valenciana están muy por encima de la media (47,6) española, mientras que se sitúan muy por debajo Extremadura, Galicia, Cantabria y La Rioja. El turismo, y no la dimensión de sus urbes, es lo que explica que Baleares encabece la lista negra, de la misma manera que Ceuta y Melilla presentan particularidades fronterizas distintas a las que sufre una gran ciudad. "No obstante, la media española está muy por debajo de la media europea, que es del 70,4", advierte una fuente oficial.
Frente a la pérdida del sentido de la solidaridad y a un discurso de la izquierda que se percibe difuso, la derecha contará con mejores bazas si es capaz de ofrecer al ciudadano garantías de gestión y de mayor seguridad. Jacques Chirac, que fue alcalde de París, ganó las elecciones presidenciales de 2002 con su lema Tolerancia 0 con la delincuencia y Nicolas Sarkozy tuvo el mismo éxito en 2007 tras su autoritaria gestión en los suburbios de la capital.
¿Pesará el voto conservador urbano en la próxima cita electoral? Los analistas consideran que los electores críticos y exquisitos de las ciudades son los que dieron la espalda a los socialistas en las europeas de 1994. Wert considera que también esta vez ganará claramente el PP porque los votantes de izquierdas no van a encontrar razones para ir a las urnas, salvo que percibieran que una derrota pondría en peligro al Gobierno de Zapatero.