Es una irresponsabilidad no contar todas las previsiones, que se supone que Zapatero conoce perfectamente
Alguien debería convocar solemnemente a los ciudadanos españoles y contarles que dentro de 40 años la edad media de la población africana será de 18 años.
Alguien debería contarles que en el mismo plazo de tiempo la economía china será ya el 40% de la economía mundial. Alguien debería contarles que mantener el sistema de bienestar español dentro de 40 años requerirá quince millones de nuevos trabajadores.
Alguien debería explicar que mientras España mantenga la tasa de natalidad más baja de Europa deberá buscar estos trabajadores en países extranjeros, aunque desde un punto de vista de equilibrio social resulte insoportable.
Alguien debería decirles a los ciudadanos que todos hemos gastado más de lo razonable y que nuestras deudas, las de las familias, son muy superiores a las de las administraciones públicas y las empresas.
Alguien debería decirles que las hipotecas de sus casas en realidad no están en manos de las cajas y bancos que les prestaron un dinero que no tenían y que fueron a buscar a bancos franceses y alemanes.
Alguien debería aventurar que quizás ahora sus hipotecas ya están en manos del Tesoro chino, que ha empezado a comprar deuda soberana de la zona euro.
Alguien debería hablarles abiertamente de las crecientes transferencias de poder, que ya no se dan de un país occidental a otro, sino de Occidente a otras partes del planeta.
Alguien debería reconocer ante ellos que los gobiernos mandan menos de lo que mandaban.
Alguien debería preguntar crudamente a los ciudadanos si Europa debe seguir abriendo sus concursos de obras públicas a países no comunitarios para que los acabe ganando China, un país que a menudo no cumple con las directrices de la Organización Mundial del Comercio.
Alguien debería tener la valentía de reconocer que probablemente la crisis nació con la presidencia de Bill Clinton y con el mandato de Lawrence Summers al frente del Tesoro norteamericano, cuando con la voluntad de dar casa a los que no tenían, promovieron hipotecas para los que no podían pagarlas.
Alguien debería advertir que California, el estado más rico del mundo, no logra salir del colapso: para aprobar los presupuestos anuales necesita una mayoría imposible de dos tercios de los diputados, mientras que con sólo unos miles de firmas todas las minorías pueden presentar iniciativas legislativas –algunas oportunas, otras sumamente estrafalarias– que se acaban aprobando con costes inasumibles.
Es posible que algunos de los enunciados anteriores no se cumplan. Hasta es posible que algunas políticas derivadas de este tipo de previsiones retrasen la salida de la crisis, como ha dicho el Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Pero para buscar alternativas, primero es imprescindible conocer las hipótesis que manejan los expertos. Las que Jordi Pujol, Felipe González, Javier Solana, Enrique Iglesias y otros líderes políticos y empresariales nos contaron la semana pasada en el monasterio de Sant Benet de Bages, alrededor de una gran mesa rectangular a la que nos sentamos un centenar de privilegiados convocados por la cátedra Lideratges i Governança Democràtica de Esade, cuyo titular es el propio Pujol y que dirige el profesor Àngel Castiñeira.
Así nos lo contaron a nosotros, pero alguien con autoridad y legitimidad suficientes debería contárselo también a los ciudadanos. En todos los países occidentales lo han explicado directamente los presidentes del Gobierno. No ha sido el caso de Zapatero, que aún no ha comparecido solemnemente ante las cámaras desde que en mayo fue obligado a rectificar de la noche a la mañana su política económica. Es una irresponsabilidad no contar todas estas previsiones, que se supone que conoce perfectamente. Aunque tratándose de Rodríguez Zapatero, tampoco puede descartarse totalmente que haya preferido no enterarse.
En cualquier caso, parece que no podemos contar con el presidente para contarles a los ciudadanos que cuando Javier Solana dice que hoy los gobiernos mandan menos que antes quiere decir que el Gobierno de España y todos los gobiernos europeos mandan menos que antes, pero que seguramente el Gobierno chino y otros gobiernos asiáticos mandan más que nunca. Tanto, que últimamente Felipe González ha encontrado a algunos de sus interlocutores americanos fascinados con el mandarinato chino. Así lo confesó fríamente la otra noche, durante la cena en el monasterio, cuando acababa de encender un puro habano que parecía de primera categoría:
–Algunos líderes empiezan a envidiar a los chinos su sistema por la facilidad con la que pueden tomar decisiones. Solana ya me dijo algo parecido hace un par de años cuando me invitó a una inquietante comida mano a mano:
–Cuando cayó el Muro, supusimos que era cuestión de pocos años que la democracia se extendiera como una mancha de aceite por todo el planeta. Ahora ya sabemos que no será así e incluso veremos algunos pasos atrás: China y Rusia ya han decidido que nunca van a seguir nuestro modelo.
¡Alguien debería advertir a nuestros ciudadanos! Tienen derecho a dormir tan mal como dormimos algunos después de pasar por Sant Benet de Bages.
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