¿Demasiada información?
Prominentes escritores, emprendedores, académicos y artistas reflexionan sobre la revolución de las comunicaciones: lo que hace la tecnología por nosotros, y a nosotros, y lo que podemos hacer acerca de ello
El mundo que viene
LA VANGUARDIA 23/12/2010
Varios autores
RICHARD BRANSON Empresario británico, fundador de The Virgin Group
La tecnología moderna realmente ha revolucionado la forma en que realizamos los negocios cotidianos, y ha mejorado radicalmente la forma en que vemos el contenido, la información y el entretenimiento en nuestra vida personal.
Desde una perspectiva personal, amo la libertad y el movimiento que da trabajar en forma remota en mi Blackberry. Encuentro liberador que este aparato mepermita hacer negocios desde cualquier parte del mundo con un clic en un botón, lo que es especialmente útil si se tienen en cuenta los largos periodos de tiempo que yo paso viajando.
Utilizar mi Blackberry me permite seguir en contacto constante con mis equipos de administración, estar al día de los sucesos en todo el mundo y hablar con mi familia – todo gracias a un aparato–. ¡Es fantástico!
En cuanto a desconectarme –soy bastante bueno y me aseguro de recargar mis baterías en la isla Necker–, nadar, hacer kitesurf o un partido de tenis me dan los respiros que necesito. No soy muy bueno para mantener bien cargados todos mis aparatos electrónicos, así que debo admitir que me tomo algunos descansos obligados en una semana ocupada para recargarlos.
RECEP TAYYIP ERDOGAN Primer ministro de Turquía
Los progresos en la tecnología de la información sin duda han transformado la naturaleza de la política. Los políticos hoy en día tienen un verdadero cuerno de la abundancia en cuanto a nuevas plataformas para llegar hasta los públicos con los que pretenden estar conectados: teléfonos móviles, internet, sitios de trabajo en las redes sociales, y todos sus derivados y permutaciones. Se puede argumentar, no obstante, que la proliferación de la tecnología lleva a un abaratamiento de las interacciones humanas.
En consecuencia, damos una gran importancia a las interacciones cara a cara y a las personales. Las formas tradicionales de comunicación, que algunos califican despectivamente de “anticuadas”, siempre tendrán un papel central en la política. Personalmente, yo trato de extraer el beneficio máximo de las nuevas herramientas de comunicación con la ayuda de mis colegas. Pero nunca olvidamos que nuestros valores tradicionales de cordialidad y humanismo pueden ser salvaguardados sólo si no descartamos las interacciones cara a cara, al mismo tiempo que aprovechamos la nueva gama de tecnologías.
Conforme viajo por mi país y por todo el mundo y me reconecto con viejos amigos por correspondencia y veo el brillo en sus ojos, recuerdo una y otra vez que la tecnología no puede ser un sustituto para el calor que engendra esta interacción humana.
PICO IYER Escritor y autor de The open road: the global journey of the fourteenth Dalai Lama
Hay actualmente casi más teléfonos móviles que personas en el mundo (frente a las 10 por cada móvil que había hace sólo una década). Una adolescente de California envió 300.000 mensajes de texto en un mes –equivalentes a 10 cada minuto que estuvo despierta en un mes, suponiendo que estuvo despierta (oficialmente, al menos) durante 16 horas cada día–. Incluso la empresa Intel, la firma de alta tecnología, experimentó con “tiempo silencioso”, un programa según el cual, durante cuatro horas consecutivas cada semana, no se permiten e-mails o llamadas telefónicas. También ha intentado “días sin e-mails” y ha dicho a sus empleados que tienen 24 horas –no minutos– en los cuales pueden contestar mensajes internos.
Nuestras inquietudes acerca de lo que la tecnología le está haciendo a nuestra cabeza han empezado a alcanzar una masa crítica: cada día, al parecer, se informa de nuevos males –apnea de e-mail, adicción a internet, nomofobia (el temor de estar fuera de cobertura del teléfono móvil)– y han empezado a proliferar los libros sobre silencio, atención y sobrecarga digital. Según una encuesta fiable, el 28 por ciento de cada día de trabajo se pierde debido a exceso de información. Pero aún más profunda que esa es la sensación de que toda la información del mundo no puede ayudarnos a encontrar sentido a la propia información. Tenemos más y más formas de comunicarnos, al parecer, y cada vez menos que decir.
Nadie puede negar que la tecnología ha expandido infinitamente nuestras posibilidades. Pero cada vez más gente se está preguntando por qué estas herramientas de conexión nos están dejando tan agotados, desconectados y solos. Sólo alejándonos de nuestras máquinas, después de todo, podremos empezar a ver cómo hacer mejor uso de ellas. La tecnología nos ha dado el mundo; a nosotros corresponde ver lo que podemos aportar y aportaremos a la tecnología.
SYLVIE KAUFMANNEditora ejecutiva de Le Monde
Anotar más eventos, reuniones, plazos y listas de lo que debo hacer en mi iPhone realmente no me hace más eficiente, sólo me hace sentir más culpable cuando paso por alto alguno de ellos. ¡No hay excusa! (Lo siento terriblemente. Mi iPod se comió mi tarea.)
Así estamos en este final del año 2010. La mayoría de nosotros, en la comunidad global, estamos conectados a aparatos emocionantes. Estamos enganchados, son divertidos, son extraordinariamente útiles, ya no podemos vivir sin ellos. Son maravillosos para mantener conectada a la gente aislada. ¿Hacen más fácil nuestra vida? Por supuesto que no. Han llevado el arte de realizar múltiples tareas simultáneamente hasta nuevas alturas, pero no le ayudarán si usted no está adecuadamente organizado.
Limitan nuestro periodo de atención en el trabajo. Violan nuestra privacidad en el sentido de que aceptamos que nuestros momentos íntimos, conversaciones importantes o cenas familiares sean interrumpidas por teléfonos móviles, SMS y e-mails, o incluso por twits.
Manejar todos esos canales de comunicación el día entero puede convertirse en nuestro peor desafío, al consumir cada vez más de nuestro tiempo, en lugar de ahorrarlo. Criticamos a nuestros adolescentes por dedicar tanto tiempo al Facebook, pero nosotros estamos igualmente enganchados a nuestras propias redes. Un amigo mío acostumbraba a tener una “semana de no pantalla” –nada de televisión, nada de ordenadores– para toda la familia de vez en cuando, para conservar la cordura. Los niños y los padres se dedicaban a leer, a hablar más en la hora de la cena, escuchar música, salir a ver una película o hacer sus deberes. Esto no sería realista hoy en día. Pero quizá ha llegado el momento de inventar otra cosa. Como “veladas sin e-mail, sin Facebook”.
BERNARD- HENRY LÉVYFilósofo y periodista francés
Ahora puedo contestar a montones de mensajes que antes nunca hubiera contestado (porque soy un poco descortés), gracias a mi pequeña Blackberry y a los taxis que se quedan embotellados en el tráfico.
Cuando mi avión tiene la mala suerte de aterrizar en Nueva York cinco minutos después del vuelo de un jumbo Boeing, y debo esperar una hora antes de pasar por el control de inmigración, ahora puedo leer el Huffington Post o el International Herald Tribunal en línea, evitando la mirada de los empleados aduaneros que exigen que los teléfonos móviles estén apagados (aunque nunca he entendido por qué).
Y luego está la “máquina de guerra”, mi capacidad de usar internet para llevar al mundo mis ideas y las de mis colegas y despertar interés en numerosas causas, un esfuerzo en el que tengo la enorme ayuda de Jean-Baptiste Descroix-Vernier. Mi revista literaria y filosófica, La Regle du Jeu, por ejemplo, está en el proceso de convertirse en una revista electrónica de ideas en Francia.
Es aquí donde la batalla por Polanski se libró y venció: aquí es donde el egipcio Farouk Husni, el incendiario de libros, fue derrotado metódicamente en su candidatura para el puesto de director general de la Unesco; es aquí donde he encabezado la lucha para conservar la vida de Sakineh Ashtiani-Mohammadi, la mujer iraní declarada culpable de adulterio y sentenciada a morir por lapidación. En mi país se me da crédito por haber entendido muy pronto –hace 30 años– el “buen uso” de los medios de comunicación. Quizá. Pero de lo que estoy más orgulloso es de haber captado, ahora, mucho antes que otros, la maravillosa utilidad de internet para un intelectual como yo, su efectividad en la batalla de las ideas, su uso en cuanto a conservar y perpetuar permanentemente las pistas de un pensamiento. ¿Internet, el cubo de basura del mundo? ¿El reino de lo instantáneo y efímero? No, al contrario. Es el mármol para todo lo que está escrito, el gran conservador, y por tanto el amigo de la reflexión.
Así que, ¿por qué debemos asustarnos por esta nueva fuerza? ¿Deseo algunas veces que pudiéramos cerrarlo todo? ¡No! Es mi nuevo aliado, esta nueva fuerza. Y sin ella, hoy en día funcionaría con gran dificultad y nostalgia.
EVGENY MOROZOV Académico y autor de The net delusion: the dark side of internet freedom
Comoalguien que eligió pasar el verano pasado viviendo en un bosque en el centro de Bielorrusia, estoy dentro del perfil del personaje promedio irascible y enemigo de la tecnología. Pero no dé mucha importancia a mi rebelión: no quise huir de la “sociedad de la información” sino, más bien, disfrutar de su principal elemento –la información– sin ser interrumpido por el e-mail y los twits.
Sentía que me era necesario algún tipo de ejercicio urgente de restauración de la atención. Mantenerme lejos de cualquier aparato conectado con internet parecía ser la única forma de lograrlo. Esto resultó muy fácil en mi nativa Bielorrusia. El wi-fi escasea e instalar acceso a internet en mi dacha sería extremadamente costoso y muy poco práctico.
Una vez que decidí pasar el verano en el bosque, procedí, de hecho, a rodearme de tecnología. Yo rechazaba totalmente la conectividad, pero no tenía intenciones de renunciar a la productividad. De forma que nunca me aislé. Si bien no tenía conexión con internet, tenía mi Kindle, mi portátil, mi disco duro lleno de textos para leer y películas que disfrutar –y una televisión de plasma obscenamente grande para acompañar todo eso–.
Sólo me conectaba en línea durante una hora más o menos durante mis viajes semanales a la ciudad. Era entonces cuando bajaba todas mis suscripciones de Kindle –media docena de diarios, una docena de revistas semanales y mensuales y un puñado de blogs–. Estaba atrasado una semana respecto de la mayoría de las noticias y carecía de la riqueza de los comentarios que están disponibles inmediatamente en Twitter: pero, por primera vez en muchos años, me sentí controlando mi dieta de información.
¡La ironía es que, de no ser por la tecnología, nunca me hubiera atrevido a tomarme un verano de descanso y vivir en el bosque de Bielorrusia! Gracias a la tecnología, ya no enfrentaba la dura elección entre vivir en el apagón total de información durante tres meses –algo a lo que no podría sobrevivir– o conectar todo mi refugio en el bosque, privándome así de la capacidad de concentrarme que me ha acosado en la ciudad. De forma que, al menos en un sentido limitado, siento que si la tecnología es el problema, es también la solución.
RENE REDZEPI Chef del Noma (Copenhague)
En nuestro restaurante vemos que los clientes cada vez traen consigo un número mayor de cámaras, aparatos de vídeo, etcétera, a sus cenas. Es natural que nuestros invitados deseen tener un registro y un recuerdo de una velada especial. Lo que usualmente pasa es que las grabaciones acaban por estar on line, casi siempre en un blog o una comunidad basada en la red, para que otros puedan compartir la experiencia. Nadie se puede oponer a eso. Por otra parte, la calidad única del restaurante se torna tan ampliamente publicitada y registrada, que un nuevo cliente bien podría saber todo lo que puede esperar antes de entrar al establecimiento. En cierta forma, eso es una lástima, pero por otra parte nos presiona para repensarnos y renovarnos constantemente.
Desde un punto de vista personal, adoro la tecnología que ha llegado a través de teléfonos móviles. Los uso ampliamente en nuestro trabajo en el restaurante. Mensajes cortos para los otros gerentes, pero, más importante aún, todos los empleamos como mapas virtuales de productos agrícolas. Cuando estamos fuera, en la naturaleza, y encontramos algún lugar donde crece en abundancia un ingrediente de alta calidad, la tecnología me permite compartir ese lugar específico con otros miembros del equipo. Localizar exactamente el área en un mapa, difundir la información a través del ciberespacio y explicar qué es lo que se puede encontrar con mensajes cortos e imágenes es tan asombroso como útil. Antes de eso, era casi imposible dar las direcciones correctas.
DONALD J. TRUMP Empresario
Creo que lo que está pasando con la tecnología hoy en día es emocionante, y me gusta estar al tanto de los nuevos adelantos. Por supuesto, uso un teléfono móvil y especialmente me agradan las actualizaciones de las noticias y el rápido acceso a la información que está disponible actualmente. También utilizo Twitter y Facebook. Toda la tecnología nueva es eficiente, eficaz y entretenida, pero algo que no quiero que me suceda es distraerme tanto que no pueda levantar la mirada, y eso es algo que se ve cada vez más estos días.
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