"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

viernes, 3 de octubre de 2008

"Acabaremos ahogados en una deuda sin precedentes que durará mucho tiempo"


Jose Luis de Haro EL ECONOMISTA 3/10/2008

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Joseph Stiglitz, premio Noberl de Economía. Foto: Archivo

En plena incertidumbre sobre qué sucederá con el plan de rescate propuesto por la Administración Bush, el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, se suma a la larga lista de académicos que consideran la propuesta como una medida poco eficiente. Stiglitz no dudó en compartir con elEconomista sus opiniones sobre el polémico Acto de Emergencia de Estabilización Económica de 2008 y el rumbo que tomará la economía norteamericana en los próximos meses.

¿Qué opinión le merece el plan de rescate presentado por la Administración Bush?

El plan propuesto está mal diseñado y pone de manifiesto que la falta de entendimiento es el principal problema que existe actualmente. Los bancos tienen un agujero en sus balances de cuentas que necesita ser reparado inmediatamente a través de una inyección de capital. Pero, después de este descomunal rescate, continuará la necesidad de inyectar a escala masiva más dinero federal. Pese a todo, dada la incompetencia del presidente George Bush y del secretario Paulson, este plan es lo mejor que podemos hacer y es mejor que nada.

Entonces, ¿usted cree que es mejor invertir casi un billón de dólares en una medida ineficaz?

Debo rectificar (risas). No estoy seguro que sea mejor que nada. Es muy triste que en este momento de crisis tengamos un liderazgo tan empobrecido en la Casa Blanca. Este es un plan verdaderamente nefasto, pero dada la incompetencia del Gobierno parece que es lo mejor que vamos a conseguir sacar de todo esto.

¿Qué piensa de las rencillas políticas desatadas por los republicanos en el Congreso el pasado lunes?

En cierta forma es un especie de paradoja. Por un lado, la ideología republicana es la que ha provocado este desastre, pues esa idea pro mercado ha sido la causa de esta situación. Por otro, parece que los políticos han decidido escuchar a los ciudadanos, que están muy enfadados, y han manifestado el sentimiento popular, mientras que el presidente no ha conseguido convencer de que éste sea un buen plan. Bush ha utilizado el miedo para conseguir todo lo que le ha venido en gana durante los últimos ocho años y como alguien dijo ya no es un pato atontado sino un pato muerto. Existe un gran odio alrededor de esta propuesta.

¿Cree que los anteriores rescates de compañías, como Freddie Mac, Fannie Mae o AIG, están justificados? ¿Debería el Gobierno federal haberlas dejado quebrar?

Si hubiéramos tenido la administración y el liderazgo necesarios, podríamos haber dejado que Freddie y Fannie fueran a la bancarrota para crear un nuevo sistema hipotecario que copiase, por ejemplo, el de los bancos daneses, y que hubiera asegurado todo el dinero invertido. Sin estas circunstancias de liderazgo, al no rescatar ambas compañías, lo más probable es que hubiéramos sufrido una congelación de la industria hipotecaria, y eso, sin duda, habría sido un verdadero desastre. Con una administración tan incompetente, rescatarlas fue lo mejor que se podía hacer.

¿Considera que la Administración Bush es la única culpable o debemos buscar otros responsables entre los ejecutivos de Wall Street, Alan Greenspan??

Los que han fomentado esta situación son la Casa Blanca, la Reserva Federal, Alan Greenspan, los reguladores y, sobre todo, Wall Street, porque al fin y al cabo fueron los que juzgaron erróneamente. Diseñaron esquemas de incentivos que fomentaban enormemente el riesgo y encima contrataron gente que no entendía ni sabía controlarlo. La agencia de calificación no supo juzgar el riesgo. Wall Street no hizo lo que debía y los reguladores, que supuestamente deberían haberles frenado por hacer lo que no debían, se quedaron de brazos cruzados. Los ciudadanos odian esta propuesta, porque parece que están dando dinero a los responsables de esta catástrofe.

Muchos contribuyentes se quejan porque no existe una pena para los responsables. Usted que cree, ¿se debería castigar a los ejecutivos o a las entidades financieras?

El problema es que tenemos unas leyes muy estrictas que básicamente dicen que alguien sólo puede ser castigado si hace algo considerado ilegal en el momento de hacerlo. Lo que debemos hacer es asegurarnos de que esto no ocurra otra vez. Sin embargo, algunos de los implicados en todo este asunto seguramente realizaron algún tipo de fraude y si es así deberían ser duramente castigados. Pero soy consciente de que en muchas de estas áreas estuvieron actuando de forma ilegal sin incurrir en un delito.

¿Qué tipo de cambios de regulación deberían implementar las autoridades federales?

Básicamente necesitamos no sólo una mayor transparencia en la revelación de información, sino que también debemos cambiar la estructura de incentivos, reducir el conflicto de intereses, los incentivos derivados de los riesgos a corto plazo, una comisión de estabilidad financiera? existe una agenda completa para llevar a cabo una reforma reguladora.

¿Cuál va a ser el impacto a medio plazo de esta crisis en la economía estadounidense?

A la economía norteamericana todavía le espera una caída mucho más seria. EEUU se encamina hacia una contracción económica, al igual que el resto del mundo, y probablemente acabará sufriendo una recesión importante. Estamos inyectando mucho dinero para corregir el problema, pero vamos a acabar ahogados en una deuda sin precedentes que va a seguir con nosotros mucho tiempo.

¿Cuándo cree que los precios inmobiliarios van a tocar fondo?

Depende de lo rápido que caigan. Yo diría que en uno o dos años.

De los dos candidatos presidenciales de Estados Unidos, ¿quién se muestra más preparado para resolver esta crisis?

No existe una comparación posible, ya que McCain ha manifestado que no entiende de economía y Obama ha dejado claro la necesidad de crear e implantar una nueva estructura reguladora. El plan que tenemos hoy es mucho mejor que el presentado inicialmente por Paulson y eso es gracias a la intervención de Obama.

¿Cómo va a afectar este supuesto rescate a la política económica del próximo presidente de EEUU?

Las ambiciones económicas del próximo inquilino a la Casa Blanca tendrán que ser modificadas. Sin embargo, cuando la economía está débil es un momento perfecto para que el gobierno cambie las normas de inversión, así que algunos de los planes de Obama se podrían implantar sin problema.

Postfordismo y negociación colectiva

José Luis Carretero Miramar
Rebelión

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73621&titular=postfordismo-y-negociación-colectiva-


Que la arquitectura de la normativa laboral española no ha sido diseñada, precisamente, para favorecer un sindicalismo combativo y antagonista es algo que, a día de hoy, resulta cuando menos notorio. Sin embargo, lo que no ha recibido tanta atención es cómo la modificación de las circunstancias reales del modo de producción capitalista en los últimos decenios ha afectado también a la estructura configuradora del derecho sindical y del fenómeno de la negociación colectiva. Aparte de los análisis que puedan hacerse sobre la siempre polémica figura de los llamados liberados sindicales, los créditos horarios y demás, resulta hoy en día irrenunciable posar la mirada sobre las contradicciones y desajustes que, para el ejercicio del sindicalismo, han devenido de unas modificaciones productivas que no se han visto acompañadas de las concomitantes transformaciones normativas.
La mutación acelerada del tejido empresarial, de las formas en que se expresa y organiza el proceso de reproducción ampliada del capital, ha conllevado la popularización de fenómenos de descentralización productiva como las contratas y subcontratas, la cesión legal de trabajadores (E.T.T.s), etc. Frente a la empresa fordista que operaba el conjunto de la cadena del valor de una manera centralizada y en base a unas relaciones laborales concentradas, que implicaban, también, una negociación unitaria de las condiciones de trabajo, el posfordismo ha potenciado todo tipo de operaciones de segmentación del proceso de producción, mediante una ingeniería jurídica que busca las lagunas de la ley en aras de conseguir una separación y división de la masa proletaria bajo su mando (mando centralizado que, sin embargo, no ha dejado de existir).

Así, la empresa se convierte en empresa-red, en grupo de empresas, incluso en empresa hueca o virtual, parcializando las operaciones productivas y subcontratándolas en una cadena de negocios jurídicos mal asumidos y mal comprendidos por el ordenamiento jurídico laboral. La ley reacciona tarde, siguiendo con retraso la senda marcada por la inventiva de la ingeniería jurídico-empresarial, poniendo parches mientras asume que, en definitiva, el proceso de despliegue de la lógica neoliberal es imposible de detener, así que sólo puede ser mínimamente limitado.

Y en todo este proceso, por supuesto, un objetivo central a batir desde la lógica empresarial ha sido el poder de representación sindical en la empresa, así como los mecanismos de negociación colectiva. Doblegar a los sindicatos que, aún cuando, oficializados y corrompidos en gran parte (aunque con honrosas excepciones), dejaron de actuar como parteras de un nuevo mundo, sí que venían constituyendo una barrera mínima de contención de la lógica de la acumulación capitalista, era una meta central a coronar por la dinámica de la descentralización productiva.

Así, el sindicalismo debería estar muy atento a la obsolescencia provocada de los marcos de representación legal de los trabajadores en la empresa, así como de los ámbitos de negociación colectiva. Como han puesto de manifiesto profesores de Derecho del Trabajo como Fernando Valdés Dal-Ré, Miguel Cuenca Alarcón o Jesús Lahera Forteza, la inadaptación de la regulación legal de estas materias a la nueva configuración empresarial es simplemente notoria.

Comencemos por el principio, por el marco legal de representación de los trabajadores en la empresa en nuestro país.

Encontramos un modelo con dos estructuras de representación unitaria basadas, esencialmente, en el centro de trabajo. Comité de Empresa y delegados de personal representan a los trabajadores, respectivamente, en centros de trabajo de más y de menos de cincuenta trabajadores. Pese a su nombre, pues, el Comité de Empresa no es realmente un comité representativo de todos los trabajadores de la empresa, sino tan sólo de los de un centro productivo concreto. Las limitaciones de este modelo son claras: las dificultades para establecer un comité intercentros imposibilitan constituir una representación de los trabajadores que, realmente, pueda encarar con garantías a la dirección empresarial, operando a su mismo nivel. Pero el asunto no se detiene ahí: la descentralización productiva ha sido un desarrollo consciente encaminado a oscurecer y opacar los centros reales de decisión de la maquinaria empresarial. La red de contratas y subcontratas, formalmente independientes pero que operan de facto un proceso productivo cuyo mando unitario se esconde en algún lugar; los grupos de empresas, declarados o convenientemente agazapados tras miríadas de relaciones internas muchas veces difícilmente reconocibles; las empresas de dimensión supranacional, con centros ajenos al Estado Español, y a veces incluso móviles y cambiantes; todo ello dibuja un panorama donde la representación sindical no juega y no se expresa al mismo nivel en el que se produce la dirección efectiva del proceso productivo. Negociar con el sargento suele ser una mala táctica y la obsolescencia provocada de la normativa laboral que nos ocupa garantiza a la gerencia que el nivel estratégico del Estado Mayor empresarial no se vea nunca encarado con oponentes de su tamaño. Los representantes de los distintos centros pueden ser mareados, enfrentados entre sí o pueden permanecer incomunicados mientras la dirección unitaria empresarial, se conduce con una visión estratégica global.

Y lo que ocurre con la representación sindical, ocurre también con la negociación colectiva: el marco de negociación, íntimamente ligado al de representación, difícilmente se corresponde con el marco de análisis y control centralizado del mando gerencial. Pensemos tan sólo en una cadena de contratas y subcontratas, y en la miríada de diferentes convenios que pueden operar en dicho proceso. Mientras la dirección real del mismo abstrae una estrategia global y unitaria de lo que, realmente, es un único proceso productivo, la atomizada representación obrera negocia en pequeños ámbitos (realmente, eslabones de la cadena) e incluso, normalmente, ni siquiera alza la mirada para ver más allá de ellos. Otro tanto ocurre con los grupos de empresas o con las empresas multinacionales: la parcialización de la negociación, el establecimiento de convenios separados, conlleva una potencial descoordinación e incomunicación de la fuerza negociadora sindical y una obstrucción de la posibilidad misma de pensar y sentir el proceso negociador al mismo nivel de totalidad que la contraparte empresarial.

Así pues, los oponentes no juegan con las mismas armas, o al menos el sindicalismo se ve siempre obligado a aceptar enfrentarse con adversarios que, en definitiva, no son más que subordinados. El poder real está en otra parte, muchas veces convenientemente ocultado por una maraña espesa de interrelaciones accionariales o de facto.

Sólo podemos, entonces, encarecer la necesidad de pensar globalmente, desde el sindicato, unos procesos productivos cuya escala ha alcanzado unos niveles nunca antes vistos. En el mundo del mercado global y la empresa-red, debemos estar dispuestos a generar mecanismos de solidaridad que nos permitan reconocer la auténtica dimensión de las apuestas. Iniciativas como los intentos de forzar convenios y representación a nivel de lugar de trabajo (es decir, no de centro, sino de espacio, lo cual incluye también a las contratas, subcontratas y ETT´s que operan en el mismo), así como el intento de dotar de dimensión supranacional a las redes de apoyo mutuo sindical, deben de ser consideradas en su justo valor.

Aquí, como en tantos otros aspectos, levantar el velo sobre la estructura real del poder capitalista y sobre la génesis sustancial del orden normativo, exige ir más allá de la pura apariencia. Aprender es una exigencia irrenunciable de la vida.

José Luis Carretero Miramar, autor del libro Contratos temporales y precariedad

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