"El comercio grande engulle al pequeño".
Madrid es la región con más centros comerciales por habitante, la que más festivos abre y donde la tienda de proximidad está más amenazada
ELENA G. SEVILLANO -EL PAÍS, Madrid - 26/05/2008
"Acercarse a Islazul es muy fácil", reza la publicidad. Dispones, dice, de tres paradas de metro para llegar a este megacentro comercial, el último inaugurado en Madrid. La más cercana, según el mapa, es La Peseta, (línea 11). "Uuuuuy, qué va. No, no. Hay media hora andando. Coge el 155, que te acerca", avisa un vecino bien informado a la salida del metro. Siete minutos de trayecto, más otros 10 a pie, bordeando el cementerio y cruzando un descampado. Al fin, Islazul. 256.000 metros cuadrados. 180 locales comerciales. Suelos relucientes y palmeras de pega. Y un aparcamiento para 4.100 plazas.
Los edificios de los nuevos barrios se construyen sin locales comerciales
Los desarrollos urbanísticos se financian con hipermercados
Madrid abre 22 domingos al año; la mayoría de regiones, sólo ocho
El 86% de los consumidores está contento con los horarios actuales
Acercarse a Islazul es fácil... en coche. Se sitúa justo al lado de la salida 27 de la autovía M-40. A pesar de estar el PAU de Carabanchel, un barrio en construcción que albergará a 40.000 habitantes, casi nadie está dispuesto a darse el paseo. La entrada a pie de calle está desierta. Dentro, las rampas mecánicas escupen a decenas de compradores que emergen de las profundidades del aparcamiento. "Vengo a comprar al supermercado, con los niños", dice Aurora un martes a mediodía, mientras Javi y Manuel le tiran cada uno de una mano. "Me pedirán que comamos aquí, así que ya echaremos la tarde". Posibilidades de ocio no les faltan: tiendas, un parque infantil, un cine de 13 salas... "La verdad es que es muy cómodo", admite Aurora.
De camino hacia Islazul, por la avenida de la Peseta, el panorama comercial era otro. Muchos edificios ni siquiera tienen en sus bajos locales comerciales. Y cuando los hay, son oficinas bancarias. Dos en un mismo edificio. Una panadería, un Telepizza. Nada más. Es lo que Eduardo de Santiago, arquitecto, urbanista y profesor asociado de la Universidad de Alcalá, llama "la ciudad introvertida, autista".
"En los nuevos barrios, el 75% de los edificios carece de locales comerciales. A pesar de ello, la dotación de comercio por vivienda es elevada", asegura De Santiago, cuya tesis doctoral versa sobre este tema. La explicación está en que, cada vez más, los nuevos desarrollos urbanísticos incluyen una gran superficie para ayudar a financiarlos. Sus habitantes disponen de oferta, sí, pero concentrada en un único punto. Y ni siquiera cerca. Así, el comercio de proximidad languidece. Un ejemplo, que cita De Santiago: en Torrejón (112.000 habitantes) el centro comercial Parque Corredor tiene más superficie comercial que todas las tiendas del municipio.
La densidad de centros comerciales de la región, 441 metros cuadrados por 1.000 habitantes, casi duplica la media española, que está en 263, según datos de la Asociación Española de Centros Comerciales (AECC). Se considera centro comercial tanto una galería que agrupa diversas tiendas como el modelo de Islazul o Xanadú o los parques comerciales al estilo de Parque Oeste, en Alcorcón, donde se juntan varias grandes superficies, sin tiendas pequeñas.
En cambio, la densidad comercial total es la más baja de España: 12,57 comercios por 1.000 habitantes, según datos de la Confederación Española de Comercio. El modelo que gana terreno es el de los centros ubicados en la periferia, con un gran hipermercado, tiendas de moda, pequeños comercios y establecimientos de restauración y ocio, como multicines. Es el triunfo del "modelo de ciudad dispersa", afirma Elena Méndez, geógrafa especialista en ordenación de territorio y medio ambiente.
Un modelo de "binomio espacio residencial-centro comercial que se repite a lo largo de la primera y segunda corona metropolitana", detalla. Méndez califica el impacto sobre el territorio de "desequilibrador" y la repercusión sobre el comercio tradicional de "preocupante". La calle, como espacio público de convivencia, se sustituye por "los pasillos de estos grandes contenedores privados". Pasillos impersonales, en los que se repiten las mismas marcas. La sensación, al final, es que todos son iguales.
Este modelo, opuesto al de la ciudad compacta o consolidada, tiene varios inconvenientes, según Méndez: el consumo de materiales y de suelo (los edificios dispersos necesitan más infraestructuras) y el energético. La relación de los centros comerciales con el transporte privado, afirma, es "casi obligada". Está de acuerdo en eso Javier García Renedo, presidente de la AECC, que sin embargo disiente de la visión alienadora de los centros comerciales: "Juegan un papel socioeconómico básico; son áreas de encuentro donde se puede hacer vida social a la vez que se dispone de una oferta completa de servicios". El modelo madrileño, opina, está equilibrado: "Los centros comerciales sólo representan el 12% del comercio y han obligado a la competencia a reposicionarse. El pequeño comercio de ciudad es el más eficiente de España porque es el que menos se ha protegido artificialmente".
Los datos de la Cámara de Comercio muestran que el número de locales comerciales, lejos de disminuir, ha aumentado en la región un 11% en el periodo 2000-2007. "Muchos centros están integrados por pequeño comercio, lo que equilibra su desaparición en la calle", explica Francisco Espasandín, director de Comercio y Servicios.
La falta de accesibilidad que critica Méndez genera un "riesgo de exclusión" para, por ejemplo, la población anciana, la más joven o la que no tiene recursos. Es también una de los peros de Florencio Delgado, presidente de la Federación de Comerciantes Madrid Centro. "La exagerada proliferación de grandes superficies ha hecho desaparecer muchos comercios del centro, sobre todo de alimentación. Lo nota especialmente la gente mayor".
María Dolores ilustra con un ejemplo el cambio del panorama comercial: "El otro día necesitaba comprar un bolígrafo. Pues no hubo manera. Me tenía que ir a la calle Mayor o al Corte Inglés". María Dolores ha vivido 76 de sus 79 años en la calle del Príncipe, en pleno barrio de Huertas. Recuerda que antes compraba ropa, zapatos, comida, ramos de flores, pan y pasteles sin salir de su calle. ¿Y ahora? "Ahora todo son bares", contesta con un mohín de desdén. La tienda de ultramarinos del número 12 es hoy la disco Black Jack, la misma que la tiene despierta a deshoras. Donde antes estaba la tienda de medias Virginia, ahora el bar Mikonos. La floristería se ha convertido en un chino al que María Dolores no entra. "Prefiero el mercado de Antón Martín", dice.
La geografía comercial ha cambiado mucho en las últimas décadas. Antes de 1981, el 94% de la superficie bruta alquilable de los centros comerciales madrileños estaba en la almendra central (dentro de la M-30). En 2004, esa proporción se había reducido hasta el 30%, según recoge la tesis de De Santiago. Paralelamente, el pequeño comercio ha ido perdiendo cuota de mercado frente a supermercados e hipermercados, lo que pone cifras a la experiencia de María Antonia. Si en 1986 las tiendas tradicionales vendían el 48% de la comida, en 2000 ya sólo era el 15%.
El crecimiento de las grandes superficies preocupa al pequeño comercio, que teme que el desarrollo de este modelo sea imparable. A su inquietud se suma la intención del Gobierno regional de liberalizar los horarios, en la Comunidad en la que más festivos se abre (22 domingos, cuando la mayoría abren sólo ocho), algo que critican en masa sindicatos, pequeños empresarios y los propios consumidores. "¿Realmente hay demanda de más horas para comprar?", se pregunta Elena Méndez. No, según una encuesta reciente del Observatorio de Precios del Ministerio de Agricultura. El 86,3% de los consumidores aseguraron que los horarios actuales son adecuados. Méndez también responde: "Las empresas más interesadas en la liberalización son aquellas en las que la compra requiere más tiempo y desplazamiento, o sea, los centros comerciales".
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