"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

sábado, 15 de enero de 2011

EL MUNDO QUE VIENE | 14 ¿Qué nos depara el 2011?

Ilustración

En EE.UU. los republicanos prefieren ver fracasar a Obama a un éxito económico; en Europa, 27 países tiran en direcciones diferentes | El crecimiento se desacelerará, los ingresos por impuestos disminuirán y la reducción de los déficits será decepcionante | Un programa de inversión pública a gran escala estimularía el empleo a corto plazo y el crecimiento a largo plazo

El mundo que viene | LA VANGUARDIA 02/01/2011 
Joseph Stiglitz

La economía global termina el 2010 más dividida que a comienzos del año. Por un lado, los países con mercados emergentes como India, China y las economías del Sudeste Asiático están experimentando un crecimiento fuerte. Por otro lado, Europa y Estados Unidos afrontan un estancamiento –de hecho, un malestar al estilo japonés– y un desempleo tenazmente altos. El problema en los países avanzados no es una recuperación sin empleo, sino una recuperación anémica. O peor, la posibilidad de una recesión de doble caída.

Este mundo de dos pistas plantea algunos riesgos inusuales. Mientras que la producción económica de Asia es demasiado pequeña para impulsar el crecimiento en el resto del mundo, puede bastar para hacer subir los precios de las materias primas.

Mientras tanto, los esfuerzos de parte de Estados Unidos por estimular su economía a través de la política de “alivio cuantitativo” pueden fracasar. Después de todo, en los mercados financieros globalizados, el dinero busca las mejores perspectivas en todo el mundo, y estas perspectivas están en Asia, no en Estados Unidos. De manera que el dinero no irá adonde se lo necesita, y gran parte de ese dinero terminará donde no se lo quiere, causando mayores incrementos en los precios de los activos y las materias primas, especialmente en los mercados emergentes.

Dados los altos niveles de desempleo en Europa y en Estados Unidos, es poco probable que el “alivio cuantitativo” suponga un brote de inflación. Podría, en cambio, aumentar las ansiedades sobre la futura inflación, derivando en tasas de interés más altas a largo plazo, precisamente lo contrario del objetivo de la Reserva Federal.

Este no es el único riesgo de impacto negativo, ni siquiera el más importante, que afronta la economía global. La mayor amenaza surge de la ola de austeridad que arrasa al mundo, mientras los gobiernos, particularmente en Europa, afrontan los grandes déficits originados por la Gran Recesión y mientras la ansiedad sobre la capacidad de algunos países para cumplir con sus pagos de la deuda contribuye a la inestabilidad de los mercados financieros.

El resultado de una consolidación fiscal prematura está casi anunciado: el crecimiento se desacelerará, los ingresos impositivos disminuirán y la reducción de los déficits será decepcionante. Y, en nuestro mundo globalmente integrado, la desaceleración en Europa exacerbará la desaceleración en Estados Unidos, y viceversa.

En una situación en la que Estados Unidos puede pedir prestado a tipos de interés bajos sin precedentes, y frente a la promesa de altos beneficios por las inversiones públicas después de una década de negligencia, resulta claro lo que se debería hacer. Un programa de inversión pública a gran escala estimularía el empleo a corto plazo, y el crecimiento a largo plazo, lo que al final redundaría en una deuda nacional menor. Pero los mercados financieros demostraron su miopía en los años que precedieron a la crisis, y lo están volviendo a hacer, al ejercer presión para que se realicen recortes del gasto, incluso si eso implica reducir marcadamente las inversiones públicas necesarias.

Es más, el atasco político asegurará que sea poco lo que se haga respecto de los otros problemas acuciantes que tiene ante sí la economía estadounidense: las ejecuciones hipotecarias probablemente sigan con toda su furia (dejando de lado las complicaciones legales); es probable que las pequeñas y medianas empresas sigan privadas de fondos, y es posible que los bancos pequeños y medianos que tradicionalmente les ofrecen créditos sigan luchando para sobrevivir.

En Europa, mientras tanto, es poco probable que las cosas vayan mejor. Europa finalmente logró salir al rescate de Grecia e Irlanda. En las vísperas de la crisis, ambos países estaban regidos por gobiernos de derecha marcados por un capitalismo de connivencia o peor, lo que demostraba una vez más que la economía de libre mercado no funcionaba en Europa mejor de lo que lo hacía en Estados Unidos.

En Grecia, como en Estados Unidos, la tarea de limpiar el desorden recayó sobre un nuevo gobierno. Tal vez como era de esperar, el Gobierno irlandés que alentó un préstamo bancario imprudente y la creación de una burbuja inmobiliaria no fue más apto para manejar la economía después de la crisis que antes.

Dejando la política de lado, las burbujas inmobiliarias dejan tras de sí un legado de deuda y de sobrecapacidad productiva en el mercado de bienes raíces que no se puede rectificar fácilmente, sobre todo cuando bancos políticamente conectados rechazan reestructurar las hipotecas.

En mi opinión, intentar discernir las perspectivas económicas para el 2011 no es una cuestión particularmente interesante: la respuesta es sombría, con escaso potencial alcista y mucho riesgo bajista. Más importante es: ¿cuánto tiempo les llevará a Europa y a Estados Unidos recuperarse y pueden las economías de Asia aparentemente dependientes de las exportaciones seguir creciendo si sus mercados históricos languidecen?

Mi mejor apuesta es que estos países mantendrán un crecimiento rápido en la medida en que viren su foco económico hacia sus mercados internos, vastos e inexplorados. Esto exigirá una reestructuración considerable de sus economías, pero tanto China como India son dinámicas y dieron pruebas de resiliencia en su respuesta a la Gran Recesión.

No soy tan optimista respecto de Europa y EE.UU. En ambos casos, el problema subyacente es una demanda total insuficiente. La máxima ironía es que existen simultáneamente una capacidad productiva excesiva, vastas necesidades insatisfechas y políticas que podrían restaurar el crecimiento si usaran esa capacidad para satisfacer las necesidades.

Tanto Estados Unidos como Europa, por ejemplo, deben adaptar sus economías para encarar los desafíos del calentamiento global. Hay políticas factibles que funcionarían en el contexto de limitaciones presupuestarias de largo plazo. El problema es la política: en Estados Unidos, el Partido Republicano preferiría ver fracasar al presidente Barack Obama antes que ser testigo de un éxito económico. En Europa, 27 países con diferentes intereses y perspectivas tiran en direcciones diferentes, sin suficiente solidaridad para compensar. Los paquetes de rescate son, desde esta perspectiva, logros impresionantes.

Tanto en Europa como en Estados Unidos, la ideología de libre mercado que permitió que crecieran las burbujas de activos de manera descontrolada –los mercados siempre saben más, así que el gobierno no debe intervenir– ahora les ata las manos a los responsables de formular las políticas a la hora de articular respuestas efectivas a la crisis. Uno podría haber pensado que la crisis en sí misma socavaría la confianza en esa ideología. Por el contrario, ha vuelto a salir a la superficie para arrastrar a gobiernos y economías por el sumidero de la austeridad.

Si la política es el problema en Europa y Estados Unidos, sólo cambios políticos probablemente los vuelvan a colocar en el sendero del crecimiento. De lo contrario, pueden esperar hasta que la amenaza de sobrecapacidad productiva disminuya, los bienes de capital se vuelvan obsoletos y las fuerzas restauradoras internas de la economía pongan a funcionar su mágica gradual. En cualquiera de los casos, la victoria no está a la vuelta de la esquina.
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Distribuido por The New York Times Syndicate

EL MUNDO QUE VIENE / 2 La fe en esta era globalizada

Los líderes religiosos tienen que aceptar una nueva responsabilidad: defender el respeto hacia quienes tienen creencias diferentes

Mientras la tasa de natalidad de Europa está estancada, la población árabe va a duplicarse en las próximas décadas | Los líderes religiosos tienen que aceptar una nueva responsabilidad: defender el respeto hacia quienes tienen creencias diferentes | Este tipo de mundo exige sustituir el recelo común por el respeto mutuo, pone del revés las tradiciones y desafía la forma de pensar

LA VANGUARDIA 19/12/2010

Tony Blair
Ex primer ministro del Reino Unido
Los gobiernos de todo el mundo deben empezar a tomar en serio la cuestión de la religión en el diseño de sus políticas
Durante años se pensó, sobre todo en Occidente, que la religión desaparecería a medida que la sociedad se desarrollara. Pero no ocurrió así, por lo que en el comienzo de una nueva década es el momento de que los responsables del diseño de políticas tomen en serio la cuestión de la religión.

En todo el mundo el número de personas que proclaman su fe está creciendo. Un ejemplo de ello es el mundo islámico. Mientras la tasa de natalidad de Europa está estancada, la población árabe va a duplicarse en las próximas décadas y en muchos países asiáticos de mayoría musulmana la población aumentará. La cristiandad también está creciendo de manera extraña y en lugares inesperados.

El mayor crecimiento de la religión se da en China. En efecto, vale la pena reflexionar sobre la religiosidad de los chinos. Hay más musulmanes en China que en Europa, más protestantes practicantes que en Inglaterra y más católicos practicantes que en Italia. Además, de acuerdo con estudios recientes, aproximadamente cien millones de chinos se identifican como budistas. Y, por supuesto, el confucianismo –que es una filosofía más que una religión– se venera fervientemente.

En Brasil y en México hay un enorme movimiento evangélico. En Estados Unidos la fe sigue siendo para muchos una parte esencial de sus vidas. Incluso en Europa el número de personas que dicen creer en Dios es elevado. Y, por supuesto, hay cientos de millones de hindúes y numerosos sijs y judíos.

Los que tienen fe hacen un gran trabajo gracias a ella. Alrededor del 40% del servicio de salud en África se ofrece a través de organizaciones basadas en la religión. Los grupos de asistencia musulmanes, hindúes y judíos están activos en todo el mundo combatiendo la pobreza y la enfermedad. En cualquier país desarrollado se ve este tipo de atención altruista ofrecida a los discapacitados, los moribundos, los necesitados y los desfavorecidos por parte de personas que actúan bajo el impulso de su fe. Un elemento común de todas las grandes religiones es el amor al prójimo y la igualdad entre los seres humanos ante Dios.

Desafortunadamente, la compasión no es el único contexto en el que la religión motiva a las personas. También puede promover el extremismo e incluso el terrorismo. Es aquí donde la fe se convierte en una marca de identidad para distinguirse de los que no la comparten, un tipo de nacionalismo espiritual que considera a los que no creen –incluso a los que tienen una creencia pero la ven de forma distinta– como no creyentes, infieles y, por consiguiente, enemigos.

En cierta medida, siempre ha sido así. Lo que ha cambiado es la presión que supone la globalización, la cual está acercando a las personas a medida que la tecnología avanza y encoge el mundo. Hace cincuenta años los niños raramente podían conocer a alguien de otra cultura o con otra religión. Ahora, cuando veo jugarami hijo de diez años en el patio o a sus amigos en su fiesta de cumpleaños, observo innumerables idiomas, creencias religiosas y colores.

Personalmente, me alegro de ello. Sin embargo, este tipo de mundo exige sustituir el recelo común por el respeto mutuo. Este mundo pone del revés las tradiciones y desafía la forma de pensar pasada, obligándonos conscientemente a adoptarlo. O no.

Ahí está el problema: para algunos esta fuerza es una amenaza. Amenaza seriamente a las sociedades conservadoras. Y para los que la religión es importante, algunas veces la globalización puede ir acompañada de un secularismo agresivo o hedonista que incomoda a muchos.

Entonces, debemos entender cómo el mundo de la fe interactúa con el proceso compulsivo de la globalización. Sin embargo, es increíble el poco tiempo político o la escasa energía que dedicamos al tema. La mayor parte de los conflictos del mundo actual tienen una dimensión religiosa. El extremismo basado en una perversión del islam no da señales de disminuir; en efecto, no lo hará hasta que no se aborde desde el punto de vista religioso, así como con medidas de seguridad.

Este extremismo está produciendo lenta pero contundentemente su propia reacción, como vemos con las victorias electorales de los partidos islamofóbicos en Europa y las declaraciones de los líderes europeos en el sentido de que el multiculturalismo ha fracasado.

Por supuesto, con el paso del tiempo la religión ha sidoamenudo parte de un conflicto político. Sin embargo, ello no significa que la religión debe ser desatendida. Al contrario, requiere de atención especial. Lo veo muy claramente después de pasar tanto tiempo en Jerusalén, donde –en Oriente y Occidente– hay un marcado aumento de la religiosidad. Creé mi Faith Foundation precisamente para facilitar un mayor entendimiento entre las creencias. Mi razonamiento es simple. Los que son partidarios del extremismo en el nombre de la religión están activos, tienen suficientes recursos y –a pesar de la naturaleza reaccionaria de su pensamiento– son brillantes en el uso de la tecnología y comunicaciones modernas. Estimamos que miles de millones de dólares se dedican cada año a promover este punto de vista de la religión.

Así, mi fundación tiene un programa universitario –ahora en preparación en nueve países– que está diseñado para llevar a la religión más allá del dominio de las escuelas teológicas y empezar a analizar su papel en el mundo actual. Tenemos otro programa –en quince países y otros que se unirán– que vincula a los estudiantes de secundaria de todo el mundo a través de tecnología interactiva para hablar de su religión y lo que significa para ellos. Además, tenemos un programa de acción mediante el cual los jóvenes trabajan con otros que tienen distintas creencias con el fin de crear conciencia sobre los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas para combatir la pobreza en el mundo.

Somos sólo una organización. Hay otras que se están creando. Sin embargo, los gobiernos deben empezar a tomar el asunto en serio. La Alianza deCivilizaciones que crearon España y Turquía es un ejemplo. El rey de Arabia Saudí también ha mostrado un gran liderazgo en el tema. No obstante, no se trata únicamente de reunir a altas personalidades. Se tiene que llegar a las raíces de las naciones, especialmente a los medios de comunicación de sus jóvenes.

Finalmente, los líderes religiosos tienen que aceptar una nueva responsabilidad: defender firme y decisivamente el respeto hacia quienes tienen creencias diferentes de las suyas. Los secularistas y extremistas agresivos se alimentan mutuamente. En conjunto, constituyen un verdadero desafío para las personas de fe. Debemos demostrar la naturaleza bondadosa de la fe genuina; de lo contrario, la religión será definida por una batalla en la que los extremistas toman el control de las comunidades religiosas y en la que los secularistas afirman que esas actitudes son intrínsecas a la religión.

Eso sería una tragedia. Porque, sobre todo, en esta era de la globalización esa fe puede representar razón y progreso. La religión no está muriendo ni debería. El mundo necesita fe.
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© Project Syndicate. www.project-syndicate.org
Traducción: Kena Nequiz

EL MUNDO QUE VIENE / 6 ¿Demasiada información?

EL MUNDO QUE VIENE / 6
¿Demasiada información?

Prominentes escritores, emprendedores, académicos y artistas reflexionan sobre la revolución de las comunicaciones: lo que hace la tecnología por nosotros, y a nosotros, y lo que podemos hacer acerca de ello


El mundo que viene
LA VANGUARDIA 23/12/2010
Varios autores
RICHARD BRANSON Empresario británico, fundador de The Virgin Group

La tecnología moderna realmente ha revolucionado la forma en que realizamos los negocios cotidianos, y ha mejorado radicalmente la forma en que vemos el contenido, la información y el entretenimiento en nuestra vida personal.

Desde una perspectiva personal, amo la libertad y el movimiento que da trabajar en forma remota en mi Blackberry. Encuentro liberador que este aparato mepermita hacer negocios desde cualquier parte del mundo con un clic en un botón, lo que es especialmente útil si se tienen en cuenta los largos periodos de tiempo que yo paso viajando.

Utilizar mi Blackberry me permite seguir en contacto constante con mis equipos de administración, estar al día de los sucesos en todo el mundo y hablar con mi familia – todo gracias a un aparato–. ¡Es fantástico!

En cuanto a desconectarme –soy bastante bueno y me aseguro de recargar mis baterías en la isla Necker–, nadar, hacer kitesurf o un partido de tenis me dan los respiros que necesito. No soy muy bueno para mantener bien cargados todos mis aparatos electrónicos, así que debo admitir que me tomo algunos descansos obligados en una semana ocupada para recargarlos.

RECEP TAYYIP ERDOGAN Primer ministro de Turquía

Los progresos en la tecnología de la información sin duda han transformado la naturaleza de la política. Los políticos hoy en día tienen un verdadero cuerno de la abundancia en cuanto a nuevas plataformas para llegar hasta los públicos con los que pretenden estar conectados: teléfonos móviles, internet, sitios de trabajo en las redes sociales, y todos sus derivados y permutaciones. Se puede argumentar, no obstante, que la proliferación de la tecnología lleva a un abaratamiento de las interacciones humanas.

En consecuencia, damos una gran importancia a las interacciones cara a cara y a las personales. Las formas tradicionales de comunicación, que algunos califican despectivamente de “anticuadas”, siempre tendrán un papel central en la política. Personalmente, yo trato de extraer el beneficio máximo de las nuevas herramientas de comunicación con la ayuda de mis colegas. Pero nunca olvidamos que nuestros valores tradicionales de cordialidad y humanismo pueden ser salvaguardados sólo si no descartamos las interacciones cara a cara, al mismo tiempo que aprovechamos la nueva gama de tecnologías.

Conforme viajo por mi país y por todo el mundo y me reconecto con viejos amigos por correspondencia y veo el brillo en sus ojos, recuerdo una y otra vez que la tecnología no puede ser un sustituto para el calor que engendra esta interacción humana.

PICO IYER Escritor y autor de The open road: the global journey of the fourteenth Dalai Lama

Hay actualmente casi más teléfonos móviles que personas en el mundo (frente a las 10 por cada móvil que había hace sólo una década). Una adolescente de California envió 300.000 mensajes de texto en un mes –equivalentes a 10 cada minuto que estuvo despierta en un mes, suponiendo que estuvo despierta (oficialmente, al menos) durante 16 horas cada día–. Incluso la empresa Intel, la firma de alta tecnología, experimentó con “tiempo silencioso”, un programa según el cual, durante cuatro horas consecutivas cada semana, no se permiten e-mails o llamadas telefónicas. También ha intentado “días sin e-mails” y ha dicho a sus empleados que tienen 24 horas –no minutos– en los cuales pueden contestar mensajes internos.

Nuestras inquietudes acerca de lo que la tecnología le está haciendo a nuestra cabeza han empezado a alcanzar una masa crítica: cada día, al parecer, se informa de nuevos males –apnea de e-mail, adicción a internet, nomofobia (el temor de estar fuera de cobertura del teléfono móvil)– y han empezado a proliferar los libros sobre silencio, atención y sobrecarga digital. Según una encuesta fiable, el 28 por ciento de cada día de trabajo se pierde debido a exceso de información. Pero aún más profunda que esa es la sensación de que toda la información del mundo no puede ayudarnos a encontrar sentido a la propia información. Tenemos más y más formas de comunicarnos, al parecer, y cada vez menos que decir.

Nadie puede negar que la tecnología ha expandido infinitamente nuestras posibilidades. Pero cada vez más gente se está preguntando por qué estas herramientas de conexión nos están dejando tan agotados, desconectados y solos. Sólo alejándonos de nuestras máquinas, después de todo, podremos empezar a ver cómo hacer mejor uso de ellas. La tecnología nos ha dado el mundo; a nosotros corresponde ver lo que podemos aportar y aportaremos a la tecnología.

SYLVIE KAUFMANNEditora ejecutiva de Le Monde

Anotar más eventos, reuniones, plazos y listas de lo que debo hacer en mi iPhone realmente no me hace más eficiente, sólo me hace sentir más culpable cuando paso por alto alguno de ellos. ¡No hay excusa! (Lo siento terriblemente. Mi iPod se comió mi tarea.)

Así estamos en este final del año 2010. La mayoría de nosotros, en la comunidad global, estamos conectados a aparatos emocionantes. Estamos enganchados, son divertidos, son extraordinariamente útiles, ya no podemos vivir sin ellos. Son maravillosos para mantener conectada a la gente aislada. ¿Hacen más fácil nuestra vida? Por supuesto que no. Han llevado el arte de realizar múltiples tareas simultáneamente hasta nuevas alturas, pero no le ayudarán si usted no está adecuadamente organizado.

Limitan nuestro periodo de atención en el trabajo. Violan nuestra privacidad en el sentido de que aceptamos que nuestros momentos íntimos, conversaciones importantes o cenas familiares sean interrumpidas por teléfonos móviles, SMS y e-mails, o incluso por twits.

Manejar todos esos canales de comunicación el día entero puede convertirse en nuestro peor desafío, al consumir cada vez más de nuestro tiempo, en lugar de ahorrarlo. Criticamos a nuestros adolescentes por dedicar tanto tiempo al Facebook, pero nosotros estamos igualmente enganchados a nuestras propias redes. Un amigo mío acostumbraba a tener una “semana de no pantalla” –nada de televisión, nada de ordenadores– para toda la familia de vez en cuando, para conservar la cordura. Los niños y los padres se dedicaban a leer, a hablar más en la hora de la cena, escuchar música, salir a ver una película o hacer sus deberes. Esto no sería realista hoy en día. Pero quizá ha llegado el momento de inventar otra cosa. Como “veladas sin e-mail, sin Facebook”.

BERNARD- HENRY LÉVYFilósofo y periodista francés

Ahora puedo contestar a montones de mensajes que antes nunca hubiera contestado (porque soy un poco descortés), gracias a mi pequeña Blackberry y a los taxis que se quedan embotellados en el tráfico.

Cuando mi avión tiene la mala suerte de aterrizar en Nueva York cinco minutos después del vuelo de un jumbo Boeing, y debo esperar una hora antes de pasar por el control de inmigración, ahora puedo leer el Huffington Post o el International Herald Tribunal en línea, evitando la mirada de los empleados aduaneros que exigen que los teléfonos móviles estén apagados (aunque nunca he entendido por qué).

Y luego está la “máquina de guerra”, mi capacidad de usar internet para llevar al mundo mis ideas y las de mis colegas y despertar interés en numerosas causas, un esfuerzo en el que tengo la enorme ayuda de Jean-Baptiste Descroix-Vernier. Mi revista literaria y filosófica, La Regle du Jeu, por ejemplo, está en el proceso de convertirse en una revista electrónica de ideas en Francia.

Es aquí donde la batalla por Polanski se libró y venció: aquí es donde el egipcio Farouk Husni, el incendiario de libros, fue derrotado metódicamente en su candidatura para el puesto de director general de la Unesco; es aquí donde he encabezado la lucha para conservar la vida de Sakineh Ashtiani-Mohammadi, la mujer iraní declarada culpable de adulterio y sentenciada a morir por lapidación. En mi país se me da crédito por haber entendido muy pronto –hace 30 años– el “buen uso” de los medios de comunicación. Quizá. Pero de lo que estoy más orgulloso es de haber captado, ahora, mucho antes que otros, la maravillosa utilidad de internet para un intelectual como yo, su efectividad en la batalla de las ideas, su uso en cuanto a conservar y perpetuar permanentemente las pistas de un pensamiento. ¿Internet, el cubo de basura del mundo? ¿El reino de lo instantáneo y efímero? No, al contrario. Es el mármol para todo lo que está escrito, el gran conservador, y por tanto el amigo de la reflexión.

Así que, ¿por qué debemos asustarnos por esta nueva fuerza? ¿Deseo algunas veces que pudiéramos cerrarlo todo? ¡No! Es mi nuevo aliado, esta nueva fuerza. Y sin ella, hoy en día funcionaría con gran dificultad y nostalgia.

EVGENY MOROZOV Académico y autor de The net delusion: the dark side of internet freedom

Comoalguien que eligió pasar el verano pasado viviendo en un bosque en el centro de Bielorrusia, estoy dentro del perfil del personaje promedio irascible y enemigo de la tecnología. Pero no dé mucha importancia a mi rebelión: no quise huir de la “sociedad de la información” sino, más bien, disfrutar de su principal elemento –la información– sin ser interrumpido por el e-mail y los twits.

Sentía que me era necesario algún tipo de ejercicio urgente de restauración de la atención. Mantenerme lejos de cualquier aparato conectado con internet parecía ser la única forma de lograrlo. Esto resultó muy fácil en mi nativa Bielorrusia. El wi-fi escasea e instalar acceso a internet en mi dacha sería extremadamente costoso y muy poco práctico.

Una vez que decidí pasar el verano en el bosque, procedí, de hecho, a rodearme de tecnología. Yo rechazaba totalmente la conectividad, pero no tenía intenciones de renunciar a la productividad. De forma que nunca me aislé. Si bien no tenía conexión con internet, tenía mi Kindle, mi portátil, mi disco duro lleno de textos para leer y películas que disfrutar –y una televisión de plasma obscenamente grande para acompañar todo eso–.

Sólo me conectaba en línea durante una hora más o menos durante mis viajes semanales a la ciudad. Era entonces cuando bajaba todas mis suscripciones de Kindle –media docena de diarios, una docena de revistas semanales y mensuales y un puñado de blogs–. Estaba atrasado una semana respecto de la mayoría de las noticias y carecía de la riqueza de los comentarios que están disponibles inmediatamente en Twitter: pero, por primera vez en muchos años, me sentí controlando mi dieta de información.

¡La ironía es que, de no ser por la tecnología, nunca me hubiera atrevido a tomarme un verano de descanso y vivir en el bosque de Bielorrusia! Gracias a la tecnología, ya no enfrentaba la dura elección entre vivir en el apagón total de información durante tres meses –algo a lo que no podría sobrevivir– o conectar todo mi refugio en el bosque, privándome así de la capacidad de concentrarme que me ha acosado en la ciudad. De forma que, al menos en un sentido limitado, siento que si la tecnología es el problema, es también la solución.

RENE REDZEPI Chef del Noma (Copenhague)

En nuestro restaurante vemos que los clientes cada vez traen consigo un número mayor de cámaras, aparatos de vídeo, etcétera, a sus cenas. Es natural que nuestros invitados deseen tener un registro y un recuerdo de una velada especial. Lo que usualmente pasa es que las grabaciones acaban por estar on line, casi siempre en un blog o una comunidad basada en la red, para que otros puedan compartir la experiencia. Nadie se puede oponer a eso. Por otra parte, la calidad única del restaurante se torna tan ampliamente publicitada y registrada, que un nuevo cliente bien podría saber todo lo que puede esperar antes de entrar al establecimiento. En cierta forma, eso es una lástima, pero por otra parte nos presiona para repensarnos y renovarnos constantemente.

Desde un punto de vista personal, adoro la tecnología que ha llegado a través de teléfonos móviles. Los uso ampliamente en nuestro trabajo en el restaurante. Mensajes cortos para los otros gerentes, pero, más importante aún, todos los empleamos como mapas virtuales de productos agrícolas. Cuando estamos fuera, en la naturaleza, y encontramos algún lugar donde crece en abundancia un ingrediente de alta calidad, la tecnología me permite compartir ese lugar específico con otros miembros del equipo. Localizar exactamente el área en un mapa, difundir la información a través del ciberespacio y explicar qué es lo que se puede encontrar con mensajes cortos e imágenes es tan asombroso como útil. Antes de eso, era casi imposible dar las direcciones correctas.

DONALD J. TRUMP Empresario

Creo que lo que está pasando con la tecnología hoy en día es emocionante, y me gusta estar al tanto de los nuevos adelantos. Por supuesto, uso un teléfono móvil y especialmente me agradan las actualizaciones de las noticias y el rápido acceso a la información que está disponible actualmente. También utilizo Twitter y Facebook. Toda la tecnología nueva es eficiente, eficaz y entretenida, pero algo que no quiero que me suceda es distraerme tanto que no pueda levantar la mirada, y eso es algo que se ve cada vez más estos días.

EL MUNDO QUE VIENE / 5: Las civilizaciones de choques

EL MUNDO QUE VIENE / 5

Las civilizaciones de choques

Subrayar nuestras diferencias nos permite asignar poder y recursos en formas repugnantemente discriminatorias

La idea de que nos clasificamos en civilizaciones, en plural, es meramente un mito políticamente conveniente


LA VANGUARDIA  22/12/2010
Mohsid Hamid, escritor pakistaní, autor de The reluctant fundamentalist y Moth smoke
Recientemente estaba paseando por los canales de Amsterdam con un par de amigos, inmigrados de Pakistán. Estaban preocupados. El líder del tercer partido más representado en el Parlamento holandés había hecho un llamamiento a prohibir el Corán. La actitud hacia los musulmanes se estaba volviendo tóxica. Una extraña idea pesaba sobre mí al vagar por las cafeterías donde venden marihuana y los escaparates con prostitutas legales: la idea de que Anna Frank, como recordatorio permanente de la intolerancia hecha locura, podría ser el ángel guardián de los musulmanes en Amsterdam. ¡Qué triste que en esta ciudad una minoría religiosa pueda sentir una vez más la necesidad de un ángel guardián!

La desconfianza hacia los musulmanes no tiene lugar sólo en Europa. Este mismo año, en un viaje de Pakistán a Nueva York con mi esposa y mi hija pequeña, tuve mi acostumbradoyprolongado encuentro en el aeropuerto JFK con la versión estadounidense del mismo tema. Enviado a inspección secundaria, rodeado de otras personas con nombres que sonaban a musulmanes, esperé mi turno de ser interrogado. Finalmente llegó y el funcionario que me preguntó cosas como si había estado en México alguna vez o había recibido entrenamiento de combate, escribía lentamente en mi archivo electrónico, en continua expansión. Debido a ello fuimos los últimos pasajeros de nuestro vuelo que recogieron el equipaje, un solitario juego de maletas y un cochecito plegable en la cinta de la zona de llegadas, para entonces parada. Y hasta que salimos de la terminal aérea a la luz del sol, no me dejó de latir el corazón de una manera incongruente con mi condición de visitante con documentos en regla.

Cuando regresamos a Pakistán, la onda de choque de un hombre bomba suicida –el más reciente ataque mortal lanzado por los militantes empeñados en desestabilizar al país– había pasado por la oficina de mi hermana en Lahore. La explosión mató a varias personas en un edificio del Gobierno, pero estuvo bastante lejos de la universidad donde ella da clases como para lastimar a alguien o romper sus ventanas. Empero, sí logró abatir la puerta de su oficina, abriéndola de par en par, como fantasma que saliera al pasillo.

No faltará quien argumente que episodios como estos son indicios del choque de civilizaciones. Pero yo creo que no. Los individuos tienen cosas en común que pasan a través de los países, las religiones y las lenguas; y hay diferencias que dividen a quienes comparten un país, una religión y una lengua. La idea de que nos clasificamos en civilizaciones, en plural, es meramente un mito políticamente conveniente. Tomemos dos civilizaciones hipotéticas, concretamente las de “musulmanes” y “occidentales”. ¿A cuál de ellas pertenecen mis amigos pakistaníes en Amsterdam, o yomismo? Por ejemplo, ellos son seculares y creen en la igualdad de derechos, sin importar el sexo ni la orientación sexual. Yo, como ciudadano y residente de Pakistán, he pasado 17 años en Estados Unidos, un periodo más largo que la vida de los más de 70 millones de estadounidenses nacidos después del año 1983.

Musulmanes occidentalizados, occidentales islamizados: ¿están seguros de que la gente como nosotros puede ser descartada por formar una minoría reciente, pequeña y no representativa? De hecho, no. Si viajamos de Lahore a Madrid, veremos que las palabras que designan la camisa, el pantalón y el jabón son prácticamente las mismas en ambos lugares, testimonio lingüístico del hecho de que los pueblos siempre se han entremezclado.

Sí, hay asesinos pakistaníes que hacen explotar bombas que matan a miles de personas al año. Y sí, hay pakistaníes que se apegan al estereotipo del militante pobre, radicalizado y con estudios en escuelas religiosas. Pero viven en una nación donde menos del 10% de la población vota por partidos de la derecha religiosa, donde una mayoría que está en rápido aumento mira la televisión.

La programación de la televisión pakistaní es increíblemente diversa por una buena razón: también lo es el país. La onda de choque que pasó por la oficina de mi hermana sin duda pasó por musulmanes devotos, musulmanes ateos, musulmanes gais, musulmanes divertidos ymusulmanes enamorados, por no hablar de los pakistaníes cristianos, los ingenieros chinos, los contratistas de seguridad estadounidenses y los indios sij en peregrinaje. ¿Contra qué civilización, pues, se dirigió esa bomba? ¿Y en qué civilización se originó?

Las civilizaciones son ilusorias. Pero son ilusiones útiles. Nos permiten negar nuestra humanidad común y asignar poder, recursos y derechos de una manera repugnantemente discriminatoria.

A fin de mantener la efectividad de estas ilusiones, estas deben ir asociadas con algo innegablemente real. Ese algo es la violencia. Nuestras civilizaciones no nos hacen chocar. No, nuestros choques nos permiten pretender que pertenecemos a alguna civilización.

En Pakistán, en cierto sentido vivo de manera tradicional: como parte de una familia extendida. Mis padres construyeron su casa aledaña a la de mis abuelos. Mi esposa y yo construimos nuestro departamento encima de la casa de mis padres.

Nuestra hija necesitaba una habitación. Así que reconvertimos el balcón, instalando un techo de metal con espuma aislante y algunas ventanas bien sombreadas con doble vidrio.

La habitación era luminosa, barata, eficiente en energía y fue rápida de construir. En otras palabras, exactamente lo que queríamos. Pero después nos dimos cuenta de que las ventanas de nuestra hija daban a una avenida principal. A unos cientos de metros de distancia había oficinas, tiendas y bancos. El tipo de lugares que a veces son objeto de ataques en nuestra ciudad.

Decidí preguntarle a un arquitecto amigo mío si valía la pena considerar  una protección antiexplosiones para las ventanas de mi hija. A pesar de que  cuatro generaciones de mi familia han vivido en el mismo lugar, esta era una pregunta que ninguno de nosotros se había planteado antes. Yo no tenía ni idea de si tales películas protectoras eran efectivas o de cuánto podrían costar.

No me preguntaba si eran fabricadas en plantas de Occidente, por  trabajadores que fueran musulmanes ni ninguna de esas cosas. No, más bien me preguntaba si tales películas serían realmente transparentes. Pues afuera de la ventana de mi hija hay un árbol de cañafístula del que florecen flores amarillas, hermoso y poderoso, y mucho más viejo que todos nosotros.

Yo esperaba no tener que taparle esa vista a mi hija.

© Mohsid Hamid
Distribuido por The New York Times Syndicate

"Tenemos más desinformación que nunca, ¡y gratis!", El crash de la información***

Max Otte, pensador y economista; dirige un fondo de inversión; predijo la crisis 'subprime'

LA CONTRA, LA VANGURDIA 09/01/2011   Lluís Amiguet

Tengo 46 años. Retrocedemos a un capitalismo salvaje que degrada la democracia para reinstaurar el feudalismo. Tengo dos hijos. Soy democristiano de la CDU, que me encargó reorganizar el Ministerio de Economía. Dirijo un fondo de inversión con once empleados.
Pensador de centro
Max Otte no es ningún alarmista rojoide, sino un destacado militante democristiano dedicado a la inversión en bolsa. Tras doctorarse en Princeton y reorganizar el servicio de estudios del Ministerio de Economía alemán, Otte alcanzó notoriedad al publicar en el 2006 '¡Que viene la crisis!' y profetizar el tsunami de las 'subprime' que todavía pagamos. Ahora publica 'El crash de la información', donde explica la degradación de los media (hoy 'Gran Hermano' ocupa el canal que la semana pasada emitía un buen informativo) e, invitado por La Fundació Consell de la Informació de Catalunya, anticipa un futuro que nos exige rearmar nuestra democracia o resignarnos a acabar subempleados en una franquicia.
Hoy disponemos de decenas de cadenas de televisión; miles de portales de internet y decenas de miles de blogs, pero estamos peor informados que hace 30 años: más desinformados y por ello más manipulables.

Hemos pasado de los medios de masas a la masa de medios.
Pero masa no quiere decir calidad. Al contrario: se han multiplicado, pero también empobrecido los contenidos. La mayor parte de los textos e imágenes que nos sirven –gratis– en todo tipo de pantallas ni aportan nada ni son fiables. Constituyen una cacofonía insulsa de mensajes caóticos y banales.

¿No cree que hay de todo como antes?
Antes las empresas informativas de referencia servían información-interpretación jerarquizada por periodistas serios, bien pagados y relativamente independientes.

¿Y ya no quedan periodistas de esos?
Están amenazados por la separación de publicidad y contenidos. Sobre esa unión se fundó la prensa de calidad, pero hoy la gente ya no mira anuncios, sino que busca lo que quiere comprar directamente en internet y, por eso, la publicidad, que antes financiaba la información rigurosa, ya no se invierte en los grandes medios de referencia. Los diarios serios son más necesarios que nunca, pero han dejado de ser rentables.

Habrá de todo...
Esa degradación es la tónica dominante en EE.UU., donde me doctoré en Princeton, y en Alemania, cuyo Ministerio de Economía ayudé a reestructurar. Y en todo el mundo.

¿Qué futuro nos aguarda?
Los periodistas están siendo sustituidos por una nueva ola de meros gestores de contenidos, aleccionados para limitarse a obtener más clics en las noticias. Ya no deben interpretar y jerarquizar contenidos por importancia o interés, sino sólo por su audiencia inmediata. De esa forma nos  desinforman.

Espero que nos dé tiempo a jubilarnos.
No es sólo un problema corporativo de los periodistas. El hundimiento de la información se inscribe en la regresión de la historia: el capitalismo total nos hace retroceder a un neofeudalismo, que concentra el poder y el dinero en pocas manos y condena al resto a la desinformación, la deseducación y, a la larga, la servidumbre y la pobreza.

¿Es una conspiración?
No creo en conspiraciones. Es una lógica, la de la selva capitalista, que se impone poco a poco y empobrece primero el criterio, la educación y la información de las clases medias; después limitará sus rentas. Y eso que sucede con la información, ocurre también con la formación, los servicios públicos y la representación política. Y su correlato empresarial es la economía franquiciada.

Cada vez hay más franquicias, pero...
La franquicia es deconstrucción de un proceso productivo. La central concentra todo el poder de decisión y condena al resto a ejecutar como robots tareas que no requieren formación. En McDonald's un puñado de directivos deciden en la central hasta el tamaño de los pepinillos que  servirán en todo el planeta y a los miles de empleados de cada restaurante franquiciado no les queda margen para el aprendizaje o el progreso.

Es un modelo.
Es el modelo. Esos empleados no necesitan formarse sino desinformarse para no sentirse frustrados por una vida en la que no controlan nada y no aprenden nada al trabajar.

Pero aún tenemos democracias.
¿No ha visto cómo se ha resuelto esta crisis que pronostiqué? Se nos ha culpabilizado a todos de los abusos de unos aprovechados y estamos pagando sus desmanes con recortes en sueldos y servicios públicos. Y fíjese dónde acaban los ex políticos a cambio del favor: a sueldo de las multinacionales.

Se habló de nueva regulación bancaria.
Han hecho lo contrario, se ha reforzado el capitalismo total. Se acata la lógica de la pretendida eficiencia cuantificable y se condena de antemano cualquier otra consideración intelectual, humanística o de justicia.

Suena apocalíptico y marxistoide.
Pues soy socialcristiano y moderado. Sólo constato el sentido de la historia: avanzamos en el capitalismo total hacia un nuevo feudalismo que liquida los derechos de las clases medias. Y la política se ha rendido a esa lógica. Cuando estaba en el Ministerio de Economía, un alto funcionario veterano me explicó cómo los presidentes de las multinacionales hacían cola para ver al ministro Erhard: ¡hoy son los ministros los que hacen cola para mendigar favores a banqueros y presidentes de empresa!

¿Y la desinformación de las clases medias forma parte de ese proceso?
Es su consecuencia y a su vez lo acelera. Pronto verá cómo, una vez liquidados o reducidos a la banalidad más o menos rentable los medios privados de calidad, las empresas informativas públicas serán tachadas de ineficientes y obsoletas.

Al menos tienen rentabilidad política.
Algunos medios sobreviven al vender su independencia a un partidismo político cada vez más descarado a cambio de subvenciones y concesiones. A su vez esos políticos sirven a los nuevos señores feudales de la banca y la empresa, que no necesitan ganar elecciones para mandar.

Llámeme ingenuo, pero creo que el buen contenido siempre halla su lector.
Ambos están desapareciendo: el lector desinformado acaba por conformarse con los contenidos más superficiales.

domingo, 9 de enero de 2011

Comprar, tirar, comprar


En Portada
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Emitido el domingo 9 de enero a las 22:00 h en La 2 y en RTVE.es
 
Comprar, tirar, comprar, un documental sobre obsolescencia programada, o lo que es lo mismo, la reducción deliberada de la vida de un producto para incrementar su consumo.
Fabricados para no durar

Fabricados para no durar

Baterías que se 'mueren' a los 18 meses de ser estrenadas, impresoras que se bloquean al llegar a un número determinado de impresiones, bombillas que se funden a las mil horas... ¿Por qué, pese a los avances tecnológicos, los productos de consumo duran cada vez menos? ¿Quieres saber dónde terminan?
Una bombilla, en los orígenes de la obsolescencia programada
<strong>Las pruebas documentales</strong>

Las pruebas documentales


En 1911 se anunciaban bombillas con una duración certificada de 2500 horas pero en 1924 los principales fabricantes pactaron limitar su vida útil a 1000.
El cártel que firmó este pacto, llamado Phoebus, oficialmente nunca existió pero en 'Comprar, tirar, comprar' se nos muestran pruebas documentales del mismo como origen de la obsolescencia programada
Una bombilla centenaria

Una bombilla centenaria


En Livermore, California, encontramos la bombilla más antigua del mundo.

Encendida sin interrupción desde 1901, está en internet 24 horas al día. De momento se han agotado ya dos webcams y la bombilla va por la tercera.

¿Quieres verla?
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En directo, en la web
Comprar, tirar, comprar también se podrá ver y comentar en directo en RTVE.es y permanecerá on line durante las dos semanas posteriores a su emisión en televisión
Dirigido por Cosima DannoritzerLa directora

La directora responde

El lunes 10 de enero, a las 16:00 h, tras la emisión del documental, Cosima Dannoritzer responderá las preguntas de los usuarios. Envía la tuya

"Comprar, tirar, comprar" en "Asuntos Propios"

Joan Úbeda y Cosima Dannoritzer, productor y directora del documental, nos hablan de la trastienda de su trabajo
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Algunas voces del documental
Marcos López

Marcos López

Técnico informático

Los problemas de este barcelonés con una impresora son el hilo conductor de Comprar, tirar, comprar
<strong>Marcos López</strong>

Casey Neistat

Videoartista

Él y su hermano pusieron contra las cuerdas a Apple con la realización de un corto-denuncia sobre la corta vida de las baterías del iPod
<strong>Caseu Neistat</strong>

Elizabeth Pritzker

Abogada

Oyó hablar del vídeo de los Neistat y decidió demandar a Apple. Su idea se extendió por Internet y captó la atención de miles de afectados
En Portada

Mike Anane

Periodista y activista

Este ghanés lucha contra la obsolescencia programada desde el final de la cadena. Recopila información sobre los residuos que llegan a su país
<strong>Serge Latouche<strong>

Serge Latouche

Profesor Emérito de Economía
Propone emprender la revolución del 'decrecimiento' para conjugar economía y sostenibilidad
En Portada

Michael Braungart

Químico

Autor del concepto 'de la cuna a la cuna'. Propone rediseñar la industria imitando el ciclo virtuoso de la naturaleza
En Portada

John Thackara

Diseñador y filósofo

Ayuda a gente de todo el mundo a compartir ideas de negocio y de diseño más sostenibles
En Portada

Warner Philips

Biznieto de los fundadores de Philips

Plantea alternativas desde el mundo empresarial. Fabrica una bombilla LED que dura 25 años

Espacio reservado para promoción