Sanou Mbaye
La caída de los precios de los recursos naturales de África,que produjo déficits crónicos en el pasado, se ha revertido. El consumo, impulsado por la enorme demanda asiática de productos básicos africanos, aumenta en todo el continente. Para gran parte de África,este giro de los acontecimientos debería suponer marcar una distancia decisiva con la pobreza endémica. Sin embargo, a menos que los líderes africanos modifiquen su manera de actuar, eso no ocurrirá.
Se estima que Áfricaposee más de un 10% de las reservas globales de petróleo y un tercio de las de cobalto y metales básicos. Por sí sola, Sudáfrica posee un 40% del oro mundial, cuyo valor está por las nubes desde el comienzo de la crisis financiera mundial. Apenas se ha aprovechado el potencial agrícola de África.
Es improbable que disminuya la demanda de largo plazo de productos básicos, tierras y mano de obra africanas. China, que ha quintuplicado el comercio con África desde el 2003, ha tenido un papel fundamental en este giro, que ha llevado a los inversionistas de otros lugares, incluidos Europa y EE. UU., a reconsiderar su forma de invertir en África.Esto se ha traducido en un flujo constante de inversiones por valor de muchos miles de millones de dólares en la región. Como resultado, el FMI pronostica un crecimiento del 4,7% del PIB en el Áfricasubsahariana este año, y de casi un 6% en el 2011.
Lamentablemente, si bien la dirección del comercio africano puede estar cambiando, no ocurre así con su composición: exportaciones de materias primas e importaciones de bienes manufacturados. Hace cientos de años, los reyes africanos de hecho colaboraron con las potencias imperiales occidentales en ascenso para detener el crecimiento de la industria local en el África precolonial. En lugar de hacer que sus pueblos comenzaran a manufacturar sus propios productos, estos gobernantes prefirieron importarlos desde Europa a cambio de sus propios súbditos, que exportaron como esclavos.
En ese entonces, los productos importados eran principalmente abalorios, alcohol y - lo más importante-armas, que permitían a estos gobernantes ejercer una extrema violencia sobre sus pueblos. Sin duda, se trataba de un sistema que beneficiaba a los socios de África,pero no habría existido sin la participación activa y voluntaria de las elites africanas.
Cuando se abolió la esclavitud a mediados del siglo XIX, los términos de las relaciones de colaboración de estos gobernantes con los colonizadores occidentales pasaron del comercio de esclavos al de productos básicos. Tras la independencia, a principios de los años sesenta, en plena guerra fría, varios gobernantes africanos aprovecharon el enfrentamiento de Occidente contra el bloque socialista para mantener sus economías predatorias. Hoy buscan lo mismo con la ayuda principalmente de China, pero también de Irán, Venezuela y ocasionalmente India y Brasil.
Las redes de las elites siguen conspirando con los intereses extranjeros para canibalizar sus economías y conservar las prebendas del poder. Su falta de valoración de los productos locales se extiende a la salud y la educación: en lugar de invertir en estos sectores vitales, los gobernantes africanos utilizan los servicios de centros hospitalarios y de formación para ellos mismos y sus hijos.
Esta cultura de explotar a voluntad los recursos humanos y naturales de África- no con un espíritu de empresa y la creación de riqueza, sino mediante políticas predatorias-está profundamente arraigada. De hecho, los pocos sindicalistas, intelectuales y demás que desafían a estos regímenes no intentan cambiar la manera en que funciona el Estado, sino asegurarse de, en sus palabras, lograr su "turno de comer".
Se podría esperar que las oenegés cubrieran la brecha. No es así. Si bien unas pocas han logrado grandes resultados en el combate de los males que sufren los pobres de África,se percibe a la vasta mayoría como una quinta columna de Occidente o un refugio para miembros alternativos de la elite, que usan la pobreza generalizada como otra fuente de lucro.
Según las estimaciones publicadas en el Financial Times el 1 de junio, al menos 854 millardos de dólares (702,6 millardos de euros) han salido de África desde 1970 como fuga acumulada de capitales. Sin embargo, esta suma es nada en comparación con las cicatrices asociadas con la visión que se tiene de los africanos como los "desdichados del mundo". Aparte de las regiones asoladas por la guerra, sólo África posee tantos jóvenes - cerca del 60% de la población-dispuestos a correr cualquier riesgo por escapar de sus países. Al inicio del nuevo milenio, un grupo de líderes religiosos africanos se reunió en la isla senegalesa de Gorée para invitar a los africanos a evaluar su parte de responsabilidad en el tráfico de esclavos.
El llamamiento cayó en saco roto, a tono con la atmósfera de autoengaño que existe sobre el asunto. Sin embargo, no se puede cerrar los ojos a la verdad. Áfricaafronta una crisis de liderazgo y gobierno, debido a un carácter esencialmente disfuncional. Si los africanos quieren cambiar esta situación, no pueden cerrarse a un debate colectivo acerca de la complicidad de sus elites en el empobrecimiento general.
LA VANGUARDIA 21-XI-10
Sanou Mbaye, economista senegalés, ex miembro equipo alta gerencia Banco Africano Desarrollo, lavanguardia
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario