DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO
Los hombres y las mujeres podemos realizar y compartir todas las tareas, porque las únicas limitaciones relevantes que nos impone nuestro sexo biológico es la de no poder gestar a los hijos en el caso de los hombres, o la de no tener la capacidad de fecundar en e caso de las mujeres.
El hecho de asociar unas tareas a los hombres y otras a las mujeres es algo que depende más de factores económicos, religiosos y culturales, que de las diferencias sexuales. Aunque la división sexual del trabajo ha constituido una estrategia universal en la historia de la humanidad, las formas que adoptado han variado enormemente de una sociedad a otra. Ni siquiera la habitual división entre hombres cazadores y mujeres dedicadas a la crianza de los hijos y a la recolección (atribuida a los condicionantes biológicos de uno y otro sexo), puede considerarse universal. De hecho, hay pueblos como los mbuti de Ituri en que las mujeres participan junto con los hombres en la captura de animales con redes y trampas. Entre los agta de Filipinas, las mujeres se dedican a la caza menor y, además, participan en grupos de caza de los hombres. Y, entre los tinglit de Alaska, las mujeres acompañaban a los hombres en su expediciones comerciales y con frecuencia eran las que actuaban como negociadoras y administradoras del dinero.
Una mujer agta de Filipinas con los utensilios típicos de la caza menor: flechas y lanzas.
FUENTE: MARTIN CASARES, Aurelia: Antroplogía de Género, Cátedra PUV, Valencia, 2006.
La división sexual del trabajo puede adquirir formas tan diversas que presentarla como la consecuencia natural de las diferencias biológicas carece de justificación suficiente. Todo apunta a que esa división es una realidad culturalmente construida y mantenida, exagerando y distorsionando las capacidades y limitaciones reales que se derivan del sustrato biológico de cada sexo.
Con ello, no se pretende negar la existencia circunstancias condicionantes como la maternidad y la crianza de la prole que limita la movilidad de las mujeres durante ciertos períodos, o de ciertas aptitudes diferenciadas en hombres y las mujeres como han demostrado las ultimas investigaciones en el campo de la neurología. Hoy sabemos que la idea de un cerebro unisex era errónea. El cerebro masculino y el femenino son ligeramente diferentes y esas diferencias se traducen en ciertas aptitudes y comportamientos. Los hombres en general tienen más capacidad para apreciar el espacio y las situaciones como un conjunto, es decir, se fijan más en el todo que en las partes, al contrario que las mujeres, que suelen tener más capacidad analítica y perciben mejor los detalles. Y como explica LouannBrizendine: “ellas parecen estar especialmente preparadas para la comunicación, la empatía y la percepción de las emociones”; y ellos lo están la acción –las emociones "disparan en ellos menos sensaciones viscerales y más pensamiento racional", escribe–.
Pero estas pequeñas diferencias no son significativas cuando se evalúan globalmente las capacidades de cada sexo, porque destrezas y limitaciones se compensan en cada uno de ellos, lo que les permite realizar indistintamente la mayoría de las tareas con niveles de eficacia muy parecidos. Sin embargo, como ya hemos dicho, en la mayoría de las culturas se ha impuesto hasta tiempos muy recientes una rígida división sexual del trabajo, sin justificación suficiente en la biología.
GÉNERO
Junto a la atribución de determinadas tareas, a cada sexo también se le asocian una serie de rasgos distintivos que y recalcan y polarizan las diferencias entre hombres y mujeres. Se entiende que los hombres y las mujeres tienen y han de tener aptitudes, pautas de comportamiento, gustos, expectativas y formas de relación claramente diferenciados. Ese conjunto de atribuciones que definen el estereotipo femenino y el estereotipo masculino es lo que entendemos por género, y como no se trata de una realidad biológica sino de una construcción cultural puede variar de una sociedad a otra y también a lo largo del tiempo y es susceptible de transformación en el futuro.
En nuestro entorno cultural, tradicionalmente, el papel o rol de género que se ha asignado a las mujeres ha sido el de responsabilizarse de las actividades domésticas y de la educación de los hijos, mientras que para el hombre se han reservado las actividades profesionales en el ámbito público. El feminismo ha cuestionado esta separación entre familia y trabajo (entre la esfera pública y la esfera privada) en que se ha basado la división de los roles de género.
Una propuesta interdiciplinar de activiades sobre la perspectiva de género***
http://biblioteca-digital.ucentral.cl/documentos/ministerio/Femenino/indice.htm
Paternidad y cuidado. Serie Trabajando con Hombres Jóvenes. www.metabase.net/docs/gensalud-ciem/03002.html
Taller "educación y ecofeminismo" http://www.fyl.uva.es/~wceg/articulos/Eugenia1.pdf
Proyecto Galeón
http://proyecu.galeon.com/cuadernos/modulo1_2/cuad2/index.html#Contenido
Bibliografía:
BRIZENDINE, Luhan: El cerebro femenino, RBA Libros, Barcelona, 2007. Veáse también la sugerente entrevista que mantuvo con Euard Punset en
http://www.eduardpunset.es/charlascon_detalle.php?id=25; y la de Muy Interesante en: http://www.muyinteresante.es/index.php?option=com_content&Itemid=35&task=view&id=271
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA:
El catedrático de Psicobiología Ignacio Morgado resume lo que de momento sabemos sobre el cerbro masculino y femenino:
Todo parece indicar que... estructuras como la amígdala y la corteza prefrontal, relacionadas, respectivamente, con el reconocimiento y expresión de las emociones y con su control racional, parecen estar organizadas y funcionar de manera diferente en el hombre y la mujer. Hace ya varios años que un equipo de investigadores alemanes ha obtenido neuroimágenes de resonancia magnética que muestran que en las mujeres la amígdala, al igual que la corteza cingulada anterior, se activa más para los estímulos emocionales negativos que para los positivos. En los hombres no se observó esa diferencia. Parece pues que el cerebro emocional femenino...responde con mayor vigor ante las circunstancias amenazantes...
Agresividad
...El estrés y las emociones negativas producen respuestas físicas agresivas más fuertes en los hombres que en las mujeres. El hecho de que los hombres manifiesten generalmente más agresividad que las mujeres, y que muchas de éstas toleren mayores niveles de enfado que los hombres antes de perder los nervios, parece indicar que las mujeres controlan los impulsos agresivos mejor que los hombres. Son además más propensas que ellos a sentir la agresión como una pérdida de autocontrol emocional más que como un modo de imponerse y controlar a los demás. ...Las mujeres son más sensibles que los hombres a las amenazas y las sienten como más negativas y desagradables. (...su mayor sensibilidad a las amenazas podría hacerlas a ellas mismas menos amenazadoras y agresivas e inducirlas a controlar más ese tipo de impulsos por considerarlos perjudiciales.)
Emociones
(Las mujeres demuestran) mayor capacidad de las mujeres para expresar emociones como la alegría o la tristeza y también para ser influidas por la prosodia, el mensaje emocional que puede llevar el tono de voz de una persona. Eso las hace más sensibles a las insinuaciones sutiles. Algunos estudios psicológicos han demostrado igualmente una mejor memoria femenina para los estímulos y circunstancias emocionales.
Habilidades espaciales, pensamiento sistémico y capacidad analítica
Los hombres en general tienen más capacidad mental para apreciar el espacio y las situaciones como un conjunto, es decir, se fijan más en el todo que en las partes, al contrario que las mujeres que suelen tener más capacidad analítica y perciben mejor los detalles. No es extraño entonces que tanto en lo emocional como en lo racional el cerebro del hombre tienda a utilizar el hemisferio derecho, que trabaja de forma más integrada, y el de las mujeres el hemisferio izquierdo, que trabaja de forma más analítica.
FUENTE: MORGADO, Ignacio: Emociones e Inteligencia social. Las claves para una alianza entre los sentimientos y la razón, editada en castellano por la Editorial Ariel (en catalán: editorial Mina), Barcelona, 2007, páginas 75-78.
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