"Quiero hablar de un viaje que he estado haciendo, un viaje más allá de todas las fronteras conocidas..." James Cowan: "El sueño del cartógrafo", Península, 1997.

lunes, 20 de abril de 2009

La feria de los parados. "Job fairs"


Si el icono de la gran depresión fueron las colas de desempleados, hoy son las pujantes 'job fairs' | Son mercadillos donde los parados contactan con empresas que necesitan personal | "Odio decíroslo, pero hoy sois vendedores; os vendéis a vosotros mismos"


Marc Bassets | Boston |LA VANGUARDIA 25/03/2009 | Actualizada a las 03:31h | Internacional

En el sexto piso de un hotel de Boston, ochenta personas -la mayoría hombres blancos de entre cuarenta y sesenta años, con traje y corbata, y una carpeta bajo el brazo- escuchan a Jay Wallus. Wallus gesticula, grita, se ríe frente a una pantalla donde proyecta fotografías y aforismos.

"Me parece que esta os encantará, tíos", repite cada vez que se dispone a contar otra anécdota.

El discurso salta del maratón de Boston a un restaurante de béisbol de Florida, de las galletas de queso Cheez-it a la vida de un pescador, del inventor del Starbucks a una mujer que tuvo la idea de escribir un libro titulado Todo lo que los hombres saben de las mujeres,con las páginas interiores en blanco, y vendió un millón de ejemplares.

"No me digáis que esto no se puede hacer en América. ¿Qué necesitó? ¿Un currículum?".

"¡Noooooo!", responden varias personas entre el público.

"¿Qué necesito?", insiste Wallus.

"Una idea", responde un hombre.

"¡Una ideeea!", aprueba Jay Wallus, motivador profesional de 44 años, showman y predicador, conferenciante por los cuatro rincones de EE.UU., vendedor de fórmulas mágicas para curar el mal de un país que padece una de las peores recesiones de las últimas décadas.

Son las 10.30 de la mañana y Wallus está aquí para preparar a quienes van llegando a un hotel de la cadena Radisson en Boston para participar en una job fair:literalmente una feria laboral, una especie de mercadillo en el que los parados contactan con empresas que necesitan personal.

El currículum vitae es el gran enemigo del gurú Wallus. "Lo que ellos necesitan es a alguien que les resuelva un problema, no un currículum", les dice a los aspirantes. "Odio tener que decíroslo, pero hoy sois vendedores. Os vendéis a vosotros mismos". Y más: "Sois cazadores de empleos, no distribuidores de currículum".

Al final de la charla, Walles muestra las cartas: "Yo soy un vendedor". Y vende su paquete pedagógico -cómo tener éxito buscando trabajo- que cuesta 242 dólares (178 euros) pero hoy sólo 97 (71 euros). "Y si lo compráis y no os gusta, os devuelvo el dinero".

Si en los años treinta las colas del paro se convirtieron en una de las imágenes icónicas de la gran depresión, ahora la imagen de la recesión son las job fairs. En los últimos años han proliferado en todo el país y ahora atraen a cada vez más personas, con el señuelo de "conectar cara a cara", como reza el lema de National Career Fairs, la empresa que organiza el encuentro de Boston.

La job fair comienza a las 11.00. La charla de Jay Wallus sólo es un calentamiento para los primeros en llegar. Durante las tres horas siguientes, 750 personas desfilarán por una sala contigua, más amplia, en la que una treintena de empresas han instalado tenderetes donde ofrecen información y reciben solicitudes de empleo.

Ahí, detrás de una mesa, está Dave Griswold, pelo blanco, sonrisa de galán, especialista en redactar ¡currículum! Los aspirantes se le acercan, le muestran el currículum y él sugiere cambios. Unas mesas más allá, el sargento Bryan Fletcher recluta a soldados para la Guardia Nacional de Massachusetts, el estado del que Boston es la capital. En total, recibirá más de diez currículum.

Y más allá se encuentran dos empleados del banco de inversiones Merrill Lynch, otra víctima de la crisis: ahora forma parte de Bank of America. Ellos no reclutan. Los bancos, y menos este, no están para contratar a nadie.

Robert Edmunds y un colega suyo de Merrill Lynch han venido en misión filantrópica, para aconsejar a los parados y ayudarles a "evitar la catástrofe durante la etapa de transición".

Cuando uno se queda en paro de golpe, la catástrofe acecha en cada esquina, advierte Edmunds. En cuatro días, los bancos dejan de darte crédito. Uno puede caer en la tentación de retirar dinero ahorrado para la jubilación. Yel retraso en el pago de la hipoteca puede desembocar en el desahucio.

A unos metros de la mesa de Merrill Lynch, Demetrios Salpoglou, bostoniano de padres griegos y consejero delegado de la inmobiliaria Boardwalk Properties, no ve desahucios por ninguna parte. Como mínimo, en Boston.

Salpoglou, 39 años y cráneo rasurado, necesita más agentes. Su empresa tiene ya 120 empleados y prevé contratar a 30 más cada año. Dice que, al contrario que en el resto de Estados Unidos, el mercado inmobiliario de Boston está "a prueba de recesión", gracias, en parte, a que es una capital universitaria -Harvard y el MIT están en la región de Boston-, donde los estudiantes y profesores vienen y van, haya o no recesión.

"Dave y yo -dice refiriéndose al empleado que le acompaña- tenemos la seguridad laboral garantizada para el resto de nuestras vidas".

En la próspera Boston, seguramente la más europea de las grandes ciudades norteamericanas, la tasa de paro ha pasado en un año del 4,5% al 7,2%. En Estados Unidos, la tasa supera el 8%, el nivel más alto desde la recesión de principios de los años ochenta.

Es casi mediodía, y la job fair es una danza. Los parados buscan pareja, pero hay demasiados pretendientes para tan pocas novias.

"¿Esta cola para qué empresa es?", pregunta una mujer.

"No lo sé", responde un hombre que espera en la misma cola. Simplemente probará suerte.

El hombre se llama Joseph -no da su apellido- y hasta hace tres semanas trabajaba en una imprenta. Tiene una hija de 16 años. Ha dejado su currículum en el tenderete de un hospital -la empresa ante la que se forman más colas de la feria- y en el de la empresa telefónica Verizon. No le importaría cambiar de oficio ni cobrar menos. "Tengo 56 años. Un tipo mayor", sonríe.

Steve Green, de 48 años, trabajaba desde hacía 16 en el departamento de tecnología de una firma inversora. "No encuentro nada en mi sector. Aquí ofrecen sobre todo empleos de vendedores", constata. "Tengo tres hijos, así que necesito encontrar un trabajo", añade, confiado en que en seis meses las cosas mejorarán.

"De momento aún conservo el nivel de vida anterior. Recibí una indemnización decente", asegura Christopher Ramsden, de 44 años. "Pero incluso si trabajas dejas de ir a cenar o de vacaciones". Hace un mes perdió el empleo en el departamento de publicidad del banco bostoniano Fidelity Investments. "Nunca había estado sin trabajo más de una semana", dice.

A la job fair de Boston asisten muchos de estos nuevos parados, miembros de la clase media más o menos acomodada que hasta hace unos meses no se habrían imaginado a sí mismos repartiendo su currículum en un hotel.

"Habitualmente vienen personas con empleo de nivel básico o medio. En las ferias no se contrata a ejecutivos ni consejeros delegados. Pero estamos empezando a ver a personas más experimentadas", explica Diana Richardson, de la empresa que organiza el evento.

Los aspirantes, según Richardson, no suelen estar preparados para venderse en una feria laboral. El mayor error, prosigue, es "no vestirse profesionalmente, venir con jersey y tejanos".

La job fair toca a su fin. La sala empieza a vaciarse. En unos días, estos parados sabrán si, en contra de la marea nacional de despidos, alguien los contrata.

En la entrada, una fotógrafa hace retratos a los asistentes en un estudio improvisado. En la pared cuelga un cartel: "Cómo te ven socialmente es cómo te juzgan profesionalmente".

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