Fuente: papeles CRISTIANISME I JUSTÍCIA; Suplemento del Cuaderno núm. 154 de CiJ - (n. 190) - Juny, 2008
África sigue sangrando, y los medios de comunicación nos siguen destilando sus dolores. A las miserias del Darfour, de Somalia y de la Región de los Grandes Lagos, a la continua llegada de cayucos a las costas canarias,se añade estos días la inesperada crisis de Kenya. Florón de la colonización británica, Kenya sigue siendo el paraíso exótico y la “capital del safari” para miles de turistas.
El sueño kenyata se convirtió en pesadilla el mismo día de las elecciones presidenciales, el 27 de diciembre pasado, cuando la Comisión Electoral proclamó la victoria del presidente saliente Mwai Kibaki. Su opositor Raila Odinga puso en cuestión los resultados y se lanzó a la calle con sus partidarios. La violencia ganó la capital, Nairobi, y las principales ciudades del país. Según las estimaciones de las Naciones Unidas, las revueltas se saldaron en más de un millar de muertos, un número indeterminable de desplazados y grandes perturbaciones en el sistema económico.
Así pues, otro de los baobab africanos se tambalea, como lo hicieron en su tiempo el Congo y Costa de Marfil y como le podrá ocurrir a Nigeria, donde las tensiones religiosas y las frustraciones económicas de la población continúan subiendo de tono.
¿Qué pasa en África y por qué? Los titulares de la prensa lo tienen claro. ¿Qué? Conflictos tribales, guerras, hambrunas, VIH, malaria, cayucos… ¿Por qué? Todo a causa del mal gobierno, la corrupción, la incompetencia y la irresponsabilidad. Esta manera de enjuiciar le viene bien a cierta prensa. Poco importa si la ligereza con que se tratan estos dramas deforman la verdad, dan una imagen incorrecta de África y de los africanos. Y sin embargo, las cosas no son tan sencillas…
1. Un África mal parida
En noviembre de 1884, se reunían en Berlín catorce estados europeos para debatir un problema urgente. Europa estaba iniciando un proceso de expansión económica importante. El objetivo que estaba en el punto de mira de todos era África, una selva virgen y con mil promesas. Se trataba de repartirse la gestión de este continente de 30.272.922 km2. En tres meses llegaron a las conclusiones siguientes:
– Se proclamó la libre navegación marítima y fluvial, así como el libre comercio en todo el Continente.
– Se decretó el derecho a colonizar un territorio por el mero hecho de haber ocupado una parcela de su costa.
– Se aceptó la ocupación efectiva y física, por medios militares, de dichos territorios, lo que dió por buena la conquista militar del Continente.
Resulta asombroso constatar que en la citada conferencia de Berlín no hubiera ninguna representación de ninguno de los reinos constituidos ni de ningún otro estamento africano. África se hizo a golpe de regla y cartabón, en función de los intereses europeos, que trazaron las fronteras, muchas veces, siguiendo los meandros de los filones de diamantes, cobre, oro y otras materias primas, sin consultar para nada a los interesados,dividiendo culturas, etnias, familias.
Rara es la frontera del sur del Sahara que no cobije, a uno y otro lado de sus flancos, hijos de las mismas etnias y familias pero dediferentes estados. África fue concebida y engendrada en función de los intereses económicos expansionistas de Europa.
2. Un África mal criada
Siguiendo los criterios de la Conferencia de Berlín, la era de las dependencias se organizó pensando más en los intereses de las metrópolis que de los africanos. Europa supo encontrar el lenguaje idóneo para cada situación.
Y usaron las conocidas palabras de colonización y civilización, y las vistieron de desarrollo, de progreso y de cultura para esconder los antiguos diablos de invasión, explotación y manipulación.
En la colonización, la presencia europea se impuso por las armas, se instaló con sus infraestructuras administrativas y políticas y se organizó para explotar las riquezas del lugar. Colonizar equivalía a conquistar(¿quién llevo la guerra a África?) invertir lo necesario y obtener el mayor beneficio posible para la metrópoli.
En cuanto a la civilización las cosas van en el mismo sentido. El Diccionario de la RAE dice que civilizar es sacar a algo o alguien de un estado bárbaro o salvaje, instruyéndole en las artes de la vida de modo que pueda progresar en la escala humana. Civilización es igual a instrucción y progreso.
Pero los países colonizadores instruyeron al hombre africano solo lo necesario para hacer de él un instrumento útil para sus fines. Así, en su acceso a la independencia, la República del Congo no tenía ningún ciudadano con titulo universitario superior y la mayoría de los países independizados tuvieron que solicitar a antiguos seminaristas católicos para confiarles cargos políticos de importancia. En cuanto al progreso en la escala humana, la colonia dejó claros los límites.
El apartheid no fue exclusivo de África del Sur. Las ciudades se construyeron de forma que los blancos estuviesen entre ellos, en las zonas privilegiadas, y los africanos “en los barrios indígenas”, desde donde se desplazaban todos los días a las zonas de los patronos miles de “boys”, jardineros, lavanderas, niñeras y demás mano de obra que hacía placentera la vida del colono. Había una “escala humana” para unos y otra para otros.
Y puesto que hablamos de la noble tarea de civilización emprendida en África por Europa, no pasaremos por alto la “contribución” de este continente al desarrollo del arte africano... poniendo a salvo en los museos franceses, belgas, ingleses, máscaras, estatuillas, cerámica, utensilios y un largo etcétera de objetos traídos a la metrópoli al mismo tiempo que los cargamentos de ébano, cacao, café, cobre, oro y diamantes.
3. Un África mal liberada
Tomando como punto de partida la Conferencia de Berlín y como punto de llegada el año 1960, la aventura colonial duró 75 años. Los países colonizadores no se retiraron del continente de buen grado, sino forzados por las circunstancias. La presión de los jóvenes pueblos se hizo sentir. Los grandes motivos fueron, una vez más, la situación geopolítica mundial y los intereses económicos de los colonizadores. Estados Unidos, Rusia y sus países satélites respectivos tuvieron el mal gusto de tomar la costumbre de dirimir sus diferencias y defender sus intereses sobre las espaldas del TercerMundo, de forma muy notable en África.
Las armas empezaron a circular en todo el continente, desde entonces hasta nuestros días (hoy se pueden encontrar en gran parte de las megápolis africanas un “Kalash” por cincuenta dólares). Las guerras llamadas de liberación empezaron a hundir sus garras en las sociedades africanas; Rusia apoyaba grupos revolucionarios en contra del imperialismo americano. La idílica África colonial se empezó a desgarrar y su explotación se convirtió en un lujo muy caro, tanto en personas como en finanzas.
África dejó de ser un lugar placentero de explotación y aventura para convertirse en un lugar inseguro y desagradable. El slogan“África para los africanos” convirtió el continente para unos en cementerio y para otros en calvario. Se trataba de seguir teniendo acceso a sus riquezas, pero con menos gasto económico y político.
Esta descolonización, por lo menos precipitada, dejó a África en manos de políticos inexpertos, sin ejercito, y sin cuadros formados para asumir la responsabilidad de la “res publica”, y lo que es peor, un tejido social inconsistente que se desgarraría con la explosión de las primeras tensiones étnicas, provocando las guerras que conocemos.
4. África y los predadores
El tiempo de las independencias va a inaugurar una nueva etapa en la historia africana. Con el neo-colonialismo, Europa aprendió a seguir enriqueciéndose con menos coste. El secreto consistía en poner y sostener regímenes que favoreciesen sus intereses y facilitasen la tarea de seguir drenando las materias primas hacia los puertos del norte. No se trata aquí de hacer un estudio profundo sobre la explotación de la que fueron victimas los países africanos. Yo sólo recuerdo cómo, en la época que viví en Kananga, los japoneses explotaban las minas de Kasumbalesa: excavaban el mineral, lo lavaban, lo ponían en trenes y se lo llevaban al Japón sin ningún otro tipo de elaboración.
¿Y qué decir del pequeño tren de Kamsar, en la República de Guinea, que transporta la bauxita de sus minas hasta las barrigas de los barcos que la llevan, sin mayor control, a Estados Unidos? ¿Y de los contubernios organizados por la petrolera Total en Angola, o de países donde el interés por el petróleo se mezcla con los dólares de la corrupción, las armas de la guerra y la sangre de las victimas? Les invito a leer el informe de la ONU sobre el saqueo de las materias primas del Congo por ruandeses y ugandeses y por multinacionales canadienses, americanas y australianas, algunas de las cuales financiaron la guerra de Ruanda.
5. Algunas reflexiones
Alguno puede considerar parcial la opinión aquí expuesta,desculpabilizadora paracon África. No se trata de eximirla de sus responsabilidades. Todos somos conscientes de que nada de lo que pasa en este continente no hubiera podido tener lugar sin la complicidad de africanos, de políticos codiciosos y corruptos que actúan escondidos detrás de una pantalla patriotera, africanista, manipulando los nobles sentimientos de pertenencia, los patrimonios culturales, y el no menos noble sentimiento de identidad.
Solamente queremos dejar bien claros algunos puntos de importancia. En primer lugar creo que hay que corregir la imagen de África transmitida por cierta prensa.
1. África no se resigna a ser el lugar natural de hambrunas, guerras, corrupción y derramamientos de sangre.
2. África tampoco se resigna a ver cómo se reduce su riqueza únicamente a sus materias primas.
3. Ante un Mundo Occidental que se construye para el disfrute de sus “estados de bienestar”, África se sabe portadora de valores de trascendencia (es raro, rarísimo, encontrar ateos en el continente, aunque podríamos discutir mucho sobre su experiencia religiosa).
4. Ante un Occidente replegado sobre símismo, celoso de su desarrollo, África es rica en acogida: el huésped es rey.
5. Ante un mundo occidental que hace abortar la vida en favor del placer y de la no-responsabilidad, África sigue considerando la vida como su valor primordial.
A nadie se le escapan las responsabilidades africanas citadas más arriba, pero habría que decir claramente que los africanos no son los únicos responsables de sus guerras.
Un estudio serio nos obligaría a poner en evidencia el peso de las petroleras, traficantes de armas, los consorcios mineros y demás predadores del Continente africano. Habría, también, que enjuiciar la responsabilidad de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y últimamente de China.
Y hablemos por fin de los cayucos. Uno tiene la impresión de que lo único que nos llega de África es gente hambrienta, que huye de sus países en guerra, para aprovecharse del bienestar que nosotros hemos construido durante tantos años de trabajo.
Sin embargo, nadie nos habla de otros “cayucos”, los grandes navíos que surcan nuestros mares trayendo de todo: madera para nuestros muebles, coltán para nuestros teléfonos, cobre para nuestras instalaciones eléctricas, caucho para nuestros coches… Si se creasen empresas de elaboración y puestos de trabajo en el lugar de origen de estas materias, en Canarias tendríamos menos cayucos y en África habría menos hambre y menos guerras…
Preguntémonos: ¿Qué pasaría si nuestra prensa diese una visión más completa de África? ¿Qué ocurriría si los políticos del norte dejasen de mirar a África únicamente como la reserva de filones a compartir y descubriesen personas, con raíces, valores y derechos a respetar y promover? ¿Y qué pasaría si las altas finanzas y las multinacionales aprendiesen, por lo menos, a enriquecerse enriqueciendo a los que las enriquecen?
Mateo Aguirre, sj. Antiguo director regional del JRS en los Grandes Lagosy África Occidental (1994-2000)