CLARA BLANCHAR - Barcelona
EL PAÍS - 26-05-2008
Ha estudiado el impacto del turismo sobre las ciudades y ha empleado con frecuencia conceptos como la conversión de los centros históricos en "parques temáticos", la actitud aborregada de algunos visitantes, la MacDonaldización de las ciudades y las que se convierten en "postales de sí mismas". Sin embargo, resulta chocante que la catedrática de Urbanismo de Harvard Susan Fainstein (Ohio, 1938) no considere estos fenómenos negativos, sino algo intrínseco al turismo. Es lo que hay en el mundo globalizado, viene a decir. Y también tiene efectos positivos, agrega. Fainstein participó hace unos días en una jornada sobre el Modelo Barcelona, celebrada en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.
Pregunta. En una ciudad de éxito, ¿es posible lograr un equilibrio en la convivencia entre sus ciudadanos y los turistas?
Respuesta. Sí. El turismo provoca en las ciudades fenómenos como la commodification; sus focos de interés se convierten en bienes de consumo, en mercancías. Pero, por otra parte, el turismo es una importante industria y fuente de creación de empleo.
P. Otra cosa es la calidad de esos puestos de trabajo.
R. Eso es un problema, suelen ser empleos poco cualificados, mal pagados y estacionales. En realidad, muchas ciudades ahora turísticas han reciclado a los trabajadores menos cualificados que trabajaban en las fábricas, y también emplean a los inmigrantes.
P. ¿La presión del turismo puede llevar a una ciudad a morir de éxito?
R. Hay ejemplos como Venecia o quizá Las Vegas, que han llegado a ser postales de sí mismas. Pero grandes ciudades como Nueva York, París, Londres y seguro que Barcelona son capaces de absorber y gestionar los efectos del turismo. Entre otras cuestiones, porque dependen de él.
P. En Barcelona, los ciudadanos hemos acabado por aborrecer y evitar los focos de mayor atracción turística, como La Rambla. ¿No es una pena?
R. Vosotros no vais a La Rambla y yo, que vivo en Nueva York, no voy a Times Square. Pero, todavía hay otras muchas zonas a salvo. Además, que los turistas se concentren también tiene ventajas, así están más controlados.
P. ¿Y qué piensa de la expulsión de los vecinos de las zonas de éxito por la subida de los precios?
R. No creo que sea realmente preocupante; la mayor parte de las ciudades turísticas siguen estando al margen del turismo. Además, éste también ofrece a las familias locales oportunidades para crear pequeños negocios, como restaurantes o apartamentos y pensiones. No sólo las grandes cadenas resultan beneficiadas.
P. ¿Ha estudiado el caso de Barcelona?
R. No. Conozco más los casos de Londres y Amsterdam. Sí me consta que la ciudad despegó a partir de los Juegos Olímpicos, sobre todo en Europa, y que despierta interés por su cultura y cuenta con mucho turismo de negocios. También sé que la gente ha comenzado a quejarse por la invasión de turistas de fin de semana que llegan en vuelos chárter o de bajo coste, que no necesariamente se alojan en hoteles y que pasan el día en la calle. Suelen ser gente de clase baja, beben, visten pantalón corto...
P. ...comen en McDonalds y toman café en Starbucks, como en su casa. En Barcelona este turismo da miedo.
R. Claro. Pero, ¿qué se puede hacer? No lo sé. Lo que no se puede hacer es ser elitista y vetar a los turistas vulgares. Si quieres ser demócrata, tienes que aceptar un turismo democrático. La gente tiene sentido de la propiedad sobre su ciudad, cuando debería ser más flexible. No sólo los vecinos tienen derechos sobre sus ciudades, también hay usuarios de las ciudades.
"No se puede vetar a los turistas vulgares"
CLARA BLANCHAR - Barcelona
Ha estudiado el impacto del turismo sobre las ciudades y ha empleado con frecuencia conceptos como la conversión de los centros históricos en "parques temáticos", la actitud aborregada de algunos visitantes, la MacDonaldización de las ciudades y las que se convierten en "postales de sí mismas". Sin embargo, resulta chocante que la catedrática de Urbanismo de Harvard Susan Fainstein (Ohio, 1938) no considere estos fenómenos negativos, sino algo intrínseco al turismo. Es lo que hay en el mundo globalizado, viene a decir. Y también tiene efectos positivos, agrega. Fainstein participó hace unos días en una jornada sobre el Modelo Barcelona, celebrada en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.
Pregunta. En una ciudad de éxito, ¿es posible lograr un equilibrio en la convivencia entre sus ciudadanos y los turistas? Respuesta. Sí. El turismo provoca en las ciudades fenómenos como la commodification; sus focos de interés se convierten en bienes de consumo, en mercancías. Pero, por otra parte, el turismo es una importante industria y fuente de creación de empleo. P. Otra cosa es la calidad de esos puestos de trabajo. R. Eso es un problema, suelen ser empleos poco cualificados, mal pagados y estacionales. En realidad, muchas ciudades ahora turísticas han reciclado a los trabajadores menos cualificados que trabajaban en las fábricas, y también emplean a los inmigrantes. P. ¿La presión del turismo puede llevar a una ciudad a morir de éxito? R. Hay ejemplos como Venecia o quizá Las Vegas, que han llegado a ser postales de sí mismas. Pero grandes ciudades como Nueva York, París, Londres y seguro que Barcelona son capaces de absorber y gestionar los efectos del turismo. Entre otras cuestiones, porque dependen de él. P. En Barcelona, los ciudadanos hemos acabado por aborrecer y evitar los focos de mayor atracción turística, como La Rambla. ¿No es una pena? R. Vosotros no vais a La Rambla y yo, que vivo en Nueva York, no voy a Times Square. Pero, todavía hay otras muchas zonas a salvo. Además, que los turistas se concentren también tiene ventajas, así están más controlados. P. ¿Y qué piensa de la expulsión de los vecinos de las zonas de éxito por la subida de los precios? R. No creo que sea realmente preocupante; la mayor parte de las ciudades turísticas siguen estando al margen del turismo. Además, éste también ofrece a las familias locales oportunidades para crear pequeños negocios, como restaurantes o apartamentos y pensiones. No sólo las grandes cadenas resultan beneficiadas. P. ¿Ha estudiado el caso de Barcelona? R. No. Conozco más los casos de Londres y Amsterdam. Sí me consta que la ciudad despegó a partir de los Juegos Olímpicos, sobre todo en Europa, y que despierta interés por su cultura y cuenta con mucho turismo de negocios. También sé que la gente ha comenzado a quejarse por la invasión de turistas de fin de semana que llegan en vuelos chárter o de bajo coste, que no necesariamente se alojan en hoteles y que pasan el día en la calle. Suelen ser gente de clase baja, beben, visten pantalón corto... P. ...comen en McDonalds y toman café en Starbucks, como en su casa. En Barcelona este turismo da miedo. R. Claro. Pero, ¿qué se puede hacer? No lo sé. Lo que no se puede hacer es ser elitista y vetar a los turistas vulgares. Si quieres ser demócrata, tienes que aceptar un turismo democrático. La gente tiene sentido de la propiedad sobre su ciudad, cuando debería ser más flexible. No sólo los vecinos tienen derechos sobre sus ciudades, también hay usuarios de las ciudades.> Ver versión con más información relacionada
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