Fuente: el ecologista, nº 55, invierno 2007/2008
http://www.ua.es/personal/fernando.ballenilla/Preocupacion/Pepa_Decrecimiento.pdf
Generar valor y felicidad, reduciendo la utilización de materia y energía
Pepa Gisbert Aguilar, bióloga y miembro de Ecologistes en Acció del País Valencià
Cuando parece socialmente aceptada la grave crisis ambiental a la que estamos sometiendo a nuestro entorno, el desarrollo sostenible resulta la receta mágica que nos permitirá seguir viviendo como lo hacemos sin hacer daño al planeta.
Pero, ¿esto es posible? Los avisos del Club de Roma en 1972 sobre los límites
del crecimiento parecieron exagerados a algunos, pero lo cierto es que fue el primer
aviso: un crecimiento económico continuo no es factible en un planeta limitado.
Ha llovido mucho desde entonces, este informe se ha actualizado 20 y 30 años
después y las tendencias parecen confirmarse, estamos en una situación ecológica
realmente delicada.
El informe Brundtland en 1987 y más tarde la Cumbre de Río en 1992 lanzaron
el término desarrollo sostenible como un camino que permitía seguir avanzando y
a la vez respetar los límites ambientales.
Algunos autores ven desde su inicio que el desarrollo sostenible está sirviendo para
mantener la fe en el crecimiento en los países industrializados [1], otros detectan
que se trata de una conjunción imposible: el desarrollo nunca podrá ser sostenible.
Así, según Ernest García llega un punto en que el desarrollo ya no aporta más beneficios
y se vuelve perjudicial. El “concepto de desarrollo sostenible es científicamente
inconstruible, culturalmente desorientador y políticamente engañoso” [2].
La realidad es que el uso del término sostenible se ha generalizado, se aplica ahora
a cualquier proyecto, aparece cada vez con más frecuencia en boca de gestores,
políticos, constructores, profesores… Vacío de contenido, el inicialmente bienvenido
desarrollo sostenible, empieza a quedar escaso para definir la respuesta al reto frente
al que nos encontramos.
Mientras todo esto ocurre, seguimos recibiendo datos alarmantes sobre el devenir
de nuestro planeta y “las tendencias en nuestra sociedad actual caminan en
sentido contrario: un nivel de consumo en continuo aumento, una diferencia cada
vez más grande entre los países desarrollados y los países empobrecidos… (en 1960
la brecha entre el 20% más rico y el 80 % más pobre del planeta era de 1 a 30,
mientras que ahora es de 1 a 80)” [3].
“Algunos datos sobre la huella ecológica resultan muy ilustrativos: desde el año
1990 estamos viviendo por encima de la capacidad de carga del planeta. En el año
2003, debido al crecimiento económico, se superó la capacidad de regeneración
del planeta en un 25%” [4]. Los países del Norte vivimos derrochando los recursos
que la naturaleza conservó durante millones de años, haciendo disminuir cada
vez más la biodiversidad e impidiendo el acceso igualitario de la población a estos
bienes. La crisis ecológica se hace patente en el agotamiento de los recursos naturales
(materias primas y combustibles fósiles), en la destrucción y fragmentación de los
ecosistemas y en el desbordamiento en cuanto a niveles de contaminación de los
sumideros; al ritmo de consumo actual nos queda petróleo para 40 años, uranio
para 70… y los efectos globales de la contaminación cada vez son más alarmantes:
cambio climático, etc.
No hay futuro en el crecimiento
Pese a ello la sociedad sigue impermeable a la realidad evidente: vivimos en un mundo
finito, en el cual la falacia del crecimiento continuo es imposible. No hay camino en
el crecimiento y cuanto antes nos demos cuenta de ello, mejor. Es importante conseguir
que se entienda el mensaje, evitar que se pervierta el lenguaje, intentar que
no se nos utilice para seguir manteniendo esta absurda huida hacia delante.
Es en este contexto de emergencia planetaria en el que cobra sentido hablar
de decrecimiento. Y en esta situación cabe preguntarse si el decrecimiento puede ser
un nuevo paradigma para el movimiento ecologista.
La palabra decrecimiento parece más adecuada que el término desarrollo sostenible
porque su significado es claro: sólo hay un camino posible, vivir con menos,
y el reto está ahora mismo en “vivir mejor con menos” [5]. El futuro está por hacer y
es urgente cambiar ese imaginario común en el que los que vivimos con todos los
lujos deseamos más y los que no los tienen. No es posible el crecimiento continuo en un planeta limitado. Cada vez es más claro que estamos superando muchos límites ambientales, por lo que la única estrategia que parece viable a medio y largo plazo es la del decrecimiento. No hablamos
de un concepto en negativo, sería algo así como cuando un río se desborda y todos deseamos que ‘decrezca’ para que las aguas vuelvan a su cauce. Cuanto antes seamos conscientes de la necesidad de desprendernos de un modo de vida inviable, mejor para todos y para el planeta.
Mantener las políticas propias del crecimiento (economía de escala, competitividad
y urgencia) más allá del clímax produce el deterioro de las condiciones de vida y dificulta la posibilidad de un descenso ordenado. En cambio, la aplicación de principios más adecuados
a una situación de recursos limitados (escala reducida, eficiencia, cooperación,
durabilidad) puede hacer que el descenso sea compatible con un nivel suficiente de
bienestar [6 y 7].
La historia nos demuestra que las crisis económicas engendran conflictos sangrantes,
que ponen en riesgo las democracias. Por ello es interesante que se planteen
nuevas propuestas, que la apuesta por el decrecimiento sostenible sea asumida democráticamente y empiece pronto, para evitar que aprovechando esta situación puedan
aparecer totalitarismos.
Orígenes de la idea de decrecimiento
La idea de crecimiento está unida a los planteamientos de la economía convencional
y hace referencia exclusivamente a parámetros económicos: las economías
sanas deben aumentar su PIB al menos un 3% anual, y esto es necesario para
mantener el bienestar, el empleo…
Algunos economistas atisbaron la inconsistencia ecológica de estas teorías del
crecimiento: planteándonos un crecimiento del 2%, ¡en el año 2050 estaríamos 30
veces más allá de un escenario viable!, mientras que un decrecimiento sostenible
del 5%, que cuide el bienestar y la calidad de vida de las personas, nos situaría en
un planeta durable [8]. En un mundo finito, cada vez que producimos, por
ejemplo, un coche, reducimos las posibilidades de supervivencia de nuestros
descendientes. El precio del crecimiento en la actualidad, son menos vidas en el futuro [9].
La idea del decrecimiento nace de pensadores críticos con el desarrollo y con
la sociedad de consumo, entre ellos Ivan Illich, André Gorz, Cornelius Castoriadus
o Francois Partant, incluyendo en esta crítica la del fracaso del desarrollo en el
Tercer Mundo, con autores como Vandana Shiva, Arturo Escobar, etc.
Del mismo modo, dentro del campo de la economía, tras el informe del Club de
Roma aparecen voces críticas al modelo de crecimiento. Herman Daly, economista
norteamericano que recibió el Nobel alternativo en 1996, propone la idea de que
es posible una economía estable, con unas condiciones estacionarias de población y
capital, el crecimiento 0 [10].
Georgescu Roegen, pionero del decrecimiento, mostró sus dudas respectó al
crecimiento cero y el estado estacionario. Este economista rumano, padre de la
bioeconomía, introduce en la ciencia económica aportaciones de la física y de la
biología. Desde la física la aportación más importante es la consideración del 2º Principio
de la Termodinámica, según el cual un sistema tiende a aumentar su entropía,
la energía tiende a disiparse, con lo cual se evidencia que cada vez vamos a tener más
problemas para conseguirla (él amplia este concepto a la materia, diciendo que los
recursos materiales que al principio están concentrados también tienden a presentarse
en forma más degradada, disipándose).
Desde la biología aporta un conocimiento del funcionamiento de la biosfera y sus
límites a la visión económica.
Según Georgescu Roegen, la termodinámica ilustra la insostenibilidad ecológica
de la economía neoclásica, el carácter ilusorio del crecimiento ilimitado. Añade
que el crecimiento, la gran obsesión de los economistas capitalistas y marxistas, tiene
que acabar, la pregunta es cuándo. Su apuesta por la bioeconomía intenta situar a
la economía en el sitio que le corresponde, como un subsistema de la biosfera. Ya en
los años 70 hace propuestas que en aquel tiempo resultaban muy premonitorias: dejar
de fabricar armamento para matarnos a nosotros mismos, ajustar la población
mundial a la cantidad de personas que podrían alimentarse en el planeta con
agricultura ecológica, permitir la libre circulación de personas entre países sin
ningún tipo de restricción, etc. [11] Así pues, el termino decrecimiento no
es nuevo. Empieza a tomar fuerza como movimiento en Francia en los años 90,
donde diversos autores trabajan en su desarrollo teórico: Latouche, Cheynet,
Schneider, Aryés… La revista del colectivo ecologista Silence le dedica ya un
monográfico en 1993 y otro más reciente en 2002. En Francia toma forma incluso
un partido político, que se presenta a las últimas elecciones, el PPLD (Partido por
el Decrecimiento). En París en 2002 la asociación Ligne d’Horizon organiza el
encuentro: Deshacer el Desarrollo, Rehacer el Mundo. El periódico semanal La
Décroissance alcanza una tirada de 50.000 ejemplares, y en el año 2003 el libro Objectif
décroissance marca un hito [12].
Este mismo año se crea el Institut d’Études Économiques pour la
Décroissance Soutenable, del que es presidente Serge Latouche, que es actualmente
la cara visible del decrecimiento. Al mismo tiempo este movimiento
empieza su andadura en Italia, con la publicación La decrescita. Poco a poco se
desarrolla el cuerpo teórico, y al mismo tiempo surgen en distintos países variadas
iniciativas sociales de consumidores críticos que convergen en el camino:
organizaciones de trueque, cooperativas agroecológicas… El Estado español es rico
en experiencias alternativas en esta línea, citaremos como ejemplos la aportación
crítica del colectivo ConsumeHastaMorir, de Ecologistas en Acción [13], así
como grupos más organizados en torno al decrecimiento, como la Entesa pel Decreixement
en Catalunya, que en marzo de 2007 organizó las jornadas Desfer el Creixement, Refer el Món [14]. Además existen importantes corrientes de opinión que quedan reflejadas en los foros de las
webs de Crisis Energética y del Observatori de la Crisi Energètica i les Alternatives de
Societat, OCEAS [15].
Dificultades para entenderel decrecimiento
Para entender el decrecimiento es necesario salir del paradigma económico
dominante y ser consciente de que se han sobrepasado los límites del planeta.
Cada vez resulta más claro que la eficacia económica no sirve para resolver
los problemas ambientales, además hemos de tener en cuenta el efecto rebote:
aunque disminuye el impacto en el consumo de recursos por unidad de producto, en términos
absolutos este consumo sigue incrementándose.
Se fabrican coches de bajo consumo y gasolina sin plomo, pero aumenta
el número de coches, de kilómetros recorridos y de autopistas; se generaliza
el uso de bombillas y electrodomésticos de bajo consumo, pero aumenta el gasto
eléctrico y el número de electrodomésticos por familia. Según Latouche no hay que entender
el decrecimiento como una alternativa concreta al modelo actual, sino una llamada
de atención sobre los riesgos de la situación que vivimos, un eslogan que
agita conciencias, un grito por el cambio.
Se plantea el decrecimiento como un paraguas donde poder empezar a deshacer
el imaginario común de que el crecimiento es necesario para seguir adelante, un
espacio donde desarrollar experiencias alternativas. Y es tarea de todos y todas
llenarlo de contenido, decidir como debe ser la sociedad del futuro.
Pero el término decrecimiento no es fácilmente aceptado. Al tiempo que
aparece, se empiezan a escuchar voces críticas por sus connotaciones negativas y
porque parece contradictorio que ahora se plantee decrecer también a los países en
los que la mayoría de la población no ha llegado a conocer ni los mínimos derechos
básicos, tales como alimentación, agua potable, vivienda digna… Además, según las
voces críticas el decrecimiento nos traería desempleo y otros problemas sociales.
Es interesante aquí recordar la diferencia entre crecimiento y desarrollo,
entendiéndose que desarrollo es un término más amplio que no sólo incluye
un aumento del bienestar material, sino también acceso a la salud y a la cultura, a
una mayor felicidad. Así, el decrecimiento material, el no crecimiento del PIB, puede
ser desarrollo, puede ser un crecimiento relacional, convivencial y experiencial.
El propio Latouche utiliza una metáfora para explicar que el decrecimiento no
tiene porque ser negativo: igual que cuando un río se desborda
todos deseamos que decrezca y cese la crecida,
que las aguas vuelvan a su cauce, lo mismo ocurre con la insostenibilidad de la
situación actual. Decrecer no es, entonces, algo negativo, sino algo necesario.
Por otro lado, las críticas que hacen referencia a que los habitantes de los
países desarrollados del Norte (y las elites privilegiadas del Sur) no tienen derecho
para exigir a los países del Sur que decrezcan, parece que no han profundizado
suficientemente en las propuestas del decrecimiento. La propuesta decrecentista
es que los países del Sur sigan su propio camino y que no imiten nuestro modelo
de desarrollo que se muestra poco válido para proporcionar bienestar a las personas
en armonía con la naturaleza.
En realidad el decrecimiento pretende “aprender a producir valor y felicidad,
pero reduciendo la utilización de materia y energía”. Se pretende salir de un modelo
económico que nos hace dependientes, redefinir la idea de riqueza, entendiéndola
como satisfacción moral, intelectual, estética, como un empleo creativo del ocio…
De ahí el lema del congreso realizado en París en 2002: “Deshacer el desarrollo,
rehacer el mundo”.
El propio Latouche ha vivido en África y aporta sus reflexiones sobre el fracaso al
querer implantar allí el modelo de desarrollo occidental, indicando que en África
existe un funcionamiento paralelo aeconómico, basado en lo social, las relaciones
con la familia, las amistades, la religión, los vecinos, la obligación de dar y compartir,
recibir y devolver, etc. las prácticas milenarias de negociación, donación, regateo,
intercambio [16].
Imaginando una era postdesarrollo
Las aportaciones de Giorgio Mosangini sobre decrecimiento y cooperación internacional
[4] nos muestran una nueva perspectiva. Considera que actualmente
nosotros somos los que tenemos una deuda de crecimiento con los países del
Sur por haber crecido por encima de las 1 y 3. Es claro que nuestra sociedad
consume mucho más de lo necesario.
Además, son los países del Sur los que sufren con mayor intensidad las consecuencias del
agotamiento irreversible de materia y energía, los que padecen con mayor fuerza
las consecuencias del cambio climático, las guerras por los recursos, etc. Tenemos pues
una deuda ecológica, moral, económica y social con los países y las personas más
pobres. Por ello los países empobrecidos son nuestros acreedores. También somos
deudores de las generaciones futuras e incuso una persona que se desplaza en
coche es deudora de otra que se desplaza en bicicleta.
La aportación más interesante es la idea de que Norte y Sur debemos afrontar un
futuro difícil y hemos de hacerlo conjuntamente. “El decrecimiento nos llevaría a
cambiar la manera de conceptualizar la cooperación, pasando de entenderla como
un mecanismo de transferencia de recursos y asistencia técnica de Norte a Sur, a
concebirla como la colaboración para la puesta en práctica del decrecimiento en
el Norte (intercambio de conocimientos y prácticas sostenibles que en el Sur no se
han perdido), así como de los mecanismos de compensación y devolución de la deuda
de crecimiento […]”. “Para construir las alternativas al crecimiento, el feminismo y las mujeres tendrán que jugar un papel determinante. El rol social de las mujeres las hace más proclives
a defender y valorar lo colectivo y la solidaridad así como el medio ambiente,
base del sustento de la familia […]”. “Más que construir una sociedad alternativa
concreta, el decrecimiento implica desaprender, desprenderse de un modo
de vida equivocado, incompatible con el planeta. Se trata de buscar nuevas formas
de socialización, de organización social y económica. Posibles caminos que Serge
Latouche […] intenta resumir de manera gráfica y parcialmente en su programa de
las 8 R: Revaluar (revisar nuestros valores: cooperación vs competencia, altruismo
vs egoísmo, etc.); Recontextualizar (modificar nuestras formas de conceptualizar
la realidad, evidenciando la construcción social de la pobreza, de la escasez, etc.);
Reestructurar (adaptar las estructuras económicas y productivas al cambio de valores);
Relocalizar (sustentar la producción y el consumo esencialmente a escala local);
Redistribuir (el acceso a recursos naturales y las riquezas); Reducir (limitar el consumo
a la capacidad de carga de la biosfera);Reutilizar (contra el consumismo, tender
hacia bienes durables y a su reparación y conservación); Reciclar (en todas nuestras
actividades)”. “Los posibles caminos del decrecimiento pasan por estrategias y elementos
tan diversos como la relocalización de la economía y la producción a escala local
y sostenible; la agricultura agroecológica; la desindustrialización; el fin de nuestro
modelo de transporte (automóvil, aviones, etc.); el fin del consumismo y de la
publicidad; la desurbanización; el salario máximo; la conservación y reutilización;
la autoproducción de bienes y servicios; la reducción del tiempo de trabajo; la
austeridad; los intercambios no mercantilizados; y un largo etcétera. Por otro lado,
las escalas de reflexión e intervención también son múltiples: el movimiento a favor
del decrecimiento tiene que trabajar en la articulación de tres niveles de resistencia:
el nivel de resistencia individual, la simplicidad voluntaria; el nivel de las alternativas
colectivas, que permiten inventar otras formas de vida para generalizarlas; el nivel
político, es decir el de los debates y de las decisiones colectivas fundamentales en la
definición de la sociedad” [4]. Vivimos momentos cruciales y tenemos
una gran responsabilidad. No podemos dejar que profetas como Al Gore se apropien
de nuestro espacio, vistiendo de verde el consumo sin cuestionar el orden económico
y social, sin un análisis riguroso de lo que ocurre. Es momento de hablar claro
y escoger las palabras adecuadas para expresar hacia dónde queremos caminar. Es
evidente que la sociedad occidental camina en sentido equivocado, sólo nos queda
darnos la vuelta y buscar otras sendas. ¿Nos indica, entonces, el decrecimiento el
camino hacia la sostenibilidad?
Notas y referencias
1 Naredo, J.M. Sobre el origen, el uso y el
contenido del término sostenible.
http://habitat.aq.upm.es/cs/p2/a004.html
2 García, E. (1999): El trampolín fáustico:
ciencia, mito y poder en el desarrollo sostenible.
Tilde. Valencia.
3 Attac France. Documento de trabajo: ¿Tiene
el desarrollo un porvenir? Reflexiones para una
sociedad solidaria y austera. www.france.attac.org
4 Mosangini, Giorgio y Col·lectiu d´Estudis
sobre Cooperació i Desenvolupame nt, 2007:
Decrecimiento y cooperación internacional.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=56547
5 Subi rana, Pere. Consumir menys per viure
millor. Ecoconcern. Papers d’innovació social.
octubre 1995.
6 Entrevista a Ernest García, profesor de
Sociología y Antropología social de la
Universidad de Valencia. “El crecimiento
desmedido primero se autocancela y luego
se torna destructivo”. Revista Teína, junio
2005.
http://www.revistateina.com/teina/web/teina8/dos5.htm
7 García, Ernest. 2005: El cambio social más
allá de los límites al crecimiento: un nuevo
referente para el realismo en la sociología
ecológica.
8 Schneider, F. “No hi ha eficàcia sense
sobrietat”, en Objectiu Decreixement. Ed
Leqtor. Barcelona 2006.
9 Latouche, S. “A baix el desenvolupament
sostenible! Visca el decreixement
convivencial”, en Objectiu Decreixement. Ed
Leqtor. Barcelona 2006.
10 Daly, H. La manía por el crecimiento.
http://www.eumed.net/cursecon/textos/Daly-mania.htm
11 Entrevista con Óscar Carpintero. “Nicholas
Georgescu Roegen: más que un economista
heterodoxo”. Salvador López Arnal. La
Insignia.
http://www.lainsignia.org/2006/mayo/econ_013.htm
12 Col.lectiu Revi sta Silence. Objectiu
decreixement. Publicado en catalán y en
castellano por la editorial Leqtor. Barcelona
2006.
13 www.consumehastamorir.org
14 www.decreixement.net
15 www.crisisenergetica.org, http://oceas.org
16 Latouche, S. La otra África: autogestión y
apaño frente al mercado global. Oozebap, 2007
Colección Pescando husmeos nº 2.
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