La geografía es una de las disciplinas más antiguas, pero también hay que señalar que ha experimentado un desarrollo muy complejo a lo largo de toda su historia. Básicamente, esta evolución se puede dividir en dos grandes periodos: un periodo premoderno que comenzaría en Grecia, y un periodo moderno a partir del siglo XIX donde se produce su institucionalización universitaria, lo que tuvo una influencia enorme en su desarrollo.
La geografía premoderna
La geografía antigua: Grecia y Roma
La cultura griega es la primera en desarrollar un conocimiento ordenado sobre un conjunto de fenómenos que atañen, en sentido amplio, a la Tierra. Esta descripción de la Tierra, desde la antigüedad, ha podido entenderse de dos formas: bien como descripción y estudio de toda la Tierra en cuanto cuerpo físico y celeste, o bien como descripción y estudio de alguno de sus territorios, incluyendo en éstos tanto sus características físicas (ríos, montañas…) como los pueblos que los habitaban. Existe así desde la Grecia clásica una perspectiva general y otra particular o regional, la primera más próxima a la matemática, a la astronomía y a la cartografía y la segunda a la historia, a la política y a lo que hoy se entiende por etnografía.
Es en Mileto donde los conocimientos que podrían calificarse de geográficos comienzan a sistematizarse y a tratarse de un modo más metódico y racional. Los periplos o descripciones de las costas realizadas por los marinos se convierten en una fuente de conocimiento fundamental. Anaximandro de Mileto (610-547 antes de nuestra Era) elaboró, seguramente, uno de los primeros mapas del mundo conocido por los griegos, además de varios cálculos sobre los equinoccios y solsticios. Hecateo de Mileto (entre los siglos VI y V antes de nuestra Era) mejoró el mapa de Anaximandro y escribió sobre las costas y pueblos que bordeaban el Mediterráneo. Heródoto de Halicarnaso (484-425 a. E.) realizó varios viajes que le acercaron a los confines del mundo conocido por los griegos. En su Historia describe con gran detalle territorios como Egipto, Persia o Asia menor.
Eratóstenes de Cirene (275-194 a. E.) es considerado propiamente como el “padre de la geografía”, pues fue el primero en acuñar el término, aplicándolo a una de sus obras (Hympomnemata geographica). Para Eratóstenes este término identificaba el objetivo esencial de su trabajo, la elaboración de una representación gráfica del mundo conocido, es decir, lo que hoy se entiende por cartografía. Partía para ello de la búsqueda de las dimensiones de la Tierra, tarea que llevo a cabo con sorprendente aproximación. Estrabón (60 a. E.- 21 d. E.) realizó en cambio una geografía plenamente corográfica o regional. Estrabón recoge de forma sistemática un gran número de informaciones acumuladas sobre los diversos territorios de la ecúmene. Su obra tenían un claro fin práctico pues interesaba sobre todo, “para los fines de gobierno”. Estrabón identificaba los distintos territorios y los caracterizaba de acuerdo a sus rasgos físicos, étnicos y económicos. En esta misma línea, Pomponio Mela (siglo I a. E.) realizó su obra Chorographia donde relata diversos viajes por las costas conocidas de la época describiendo las características físicas y humanas de los diversos territorios. Claudio Ptolomeo (90-168 d. E.), astrónomo y matemático realizó también una obra geográfica, Geographike hyphegesis. Esta obra se sitúa en la tradición de la geografía matemática y cartográfica. Proporcionaba tablas de posiciones que permitían realizar un mapa de la Tierra basado en la longitud y latitud de los lugares. También realizó cálculos sobre la dimensión de la Tierra.
La geografía en la Edad Media
Durante la Edad Media el conocimiento geográfico, al menos en las sociedades europeas, se vio prácticamente interrumpido con la decadencia y desaparición del Imperio Romano. Dominó una cosmografía religiosa en la que la Tierra se representaba como un disco circular y los continentes (África, Europa y Asia) se disponían en forma de T con centro en Jerusalén. En las sociedades árabes en cambio, se conservaron en gran medida los conocimientos clásicos. Las necesidades de gobierno y el activo comercio dentro de los territorios árabes facilitaron la recopilación de nuevos datos geográficos. Estos datos fueron sintetizados por grandes viajeros como Ibn Batuta, Ibn Jaldùn o sobre todo Al-Idrìsì (1099-1180) que realizó El libro de Rogerio donde reunió gran número de informaciones sobre las tierras conocidas y sobre diversos lugares, capitales y ciudades.
La geografía en los siglos XV al XVIII
El siglo XV representa un cambio radical en las condiciones de desarrollo de los conocimientos geográficos. Se recuperaron los conocimientos clásicos y además se conocieron nuevos territorios y pueblos. Autores muy distintos intervienen en la labor descriptiva de estos nuevos territorios. El modelo que se sigue es el proporcionado por Estrabón, cuya obra Geographiká se redescubre y se reedita. Al mismo tiempo fue necesario modificar también la imagen cartográfica del mundo. Juan de la Cosa es el primero que recoge las tierra americanas conocidas del área del Caribe (1500). Además la obra de Ptolomeo es corregida y ampliada y posteriormente superada por el Atlas de Mercator (1595) que encontró también nuevas soluciones al problema de proyectar la superficie esférica de la Tierra en una superficie plana.
En el siglo XVII, la geografía tuvo un lugar destacado en la revolución científica que sentó las bases de la ciencia moderna. La geografía como ciencia que se ocupaba de la descripción y de la representación cartográfica de la Tierra, formaba parte de las matemáticas. Era una ciencia matemática mixta al igual que la astronomía o la óptica. La Geografía General en la que se explican las propiedades de la Tierra de B. Varenio publicada en 1650 representa muy bien esta concepción. Según Varenio la geografía es “la ciencia matemática mixta que explica las propiedades de la Tierra y de sus partes”. Varenio dividía la Geografía en General y Especial, estudiando la primera la Tierra como cuerpo físico y celeste y la segunda “la constitución de cada una de las regiones”. En cada región Varenio consideraba tres tipos de propiedades: las celestes (la distancia del lugar desde el Ecuador y desde el polo, la inclinación del movimiento de las estrellas sobre el horizonte en el lugar, la duración del día más largo y más corto…), las terrestres (límites, montes, aguas, selvas y desiertos, animales…) y las humanas (trabajos y técnicas de la región, costumbres, formas de expresarse, ciudades…).
A lo largo del siglo XVIII se produce el desarrollo de las ciencias especializadas de la Tierra, lo que supuso una perdida de contenido para la geografía como ciencia general. La geología, la botánica y la química pasan a estudiar problemas que antes eran objeto de la geografía general. Al mismo tiempo, el aumento en la complejidad de las tareas cartográficas dio lugar a la aparición de corporaciones profesionales especializadas, con lo que la geodesia y la cartografía se configuran también como disciplinas independientes. La geografía, en definitiva, se divorcia progresivamente de las disciplinas matemáticas y el geógrafo se identifica con las tareas corográficas de descripción de países y regiones.
Los antecedentes de la geografía moderna
La primera mitad del siglo XIX será fundamental para el desarrollo de la geografía moderna y para su institucionalización universitaria. Varios autores han señalado diversas condiciones de posibilidad en su desarrollo:
- Los viajes de exploración que proporcionaron todo un caudal de nuevos datos y experiencias.
- La expansión colonial europea, muy vinculada con las sociedades geográficas que popularizaron los conocimientos geográficos y crearon un estado social de opinión favorable hacia la geografía.
- El desarrollo del nacionalismo, que dará a la disciplina una función social y política vinculada a la consolidación del sentimiento nacional.
- La elaboración de los proyectos conceptuales para la geografía desarrollados por Humboldt y Ritter.
- El reconocimiento de la geografía como una disciplina escolar que conllevará la creación de cátedras de geografía para formar profesores.
Para algunos autores (como H. Capel) es esta última condición el factor principal en el desarrollo de la geografía a finales del siglo XIX.
Alejandro de Humboldt (1769-1859) será reivindicado posteriormente como uno de los fundadores de la moderna geografía, aunque es dudoso que él se considerara a sí mismo como geógrafo. Humboldt pretendía fundar lo que él mismo denomina como “Descripción física de la Tierra”, es decir, lo que hoy se entiende como una geografía física integrada. Una disciplina capaz de integrar los distintos elementos del mundo natural. Este proyecto se plasmará en su gran obra Cosmos.
Carl Ritter (1779-1859) por su parte esbozará un proyecto muy diferente. Ritter ocupó un puesto de catedrático de geografía en la Universidad de Berlín desde 1820 hasta su muerte. Su obra principal la Geografía General Comparada constaba de 21 volúmenes con una ingente masa de informaciones. Para Ritter el objetivo de la geografía científica es “la organización del espacio en la superficie terrestre y su papel en el devenir histórico (del hombre)”, un proyecto que se situaba en el marco de la tradición intelectual alemana de la filosofía de la historia desarrollada por Herder y Hegel.
La obra de ambos autores aún teniendo gran importancia y ejerciendo una fuerte influencia posterior en muchos geógrafos, no tuvo continuidad en el tiempo. Autores como Paul Claval han señalado el fuerte retroceso que experimento la investigación geográfica entre la muerte en 1859 de estos dos grandes intelectuales y la década de 1870 cuando comienzan a crearse múltiples cátedras de geografía en Alemania.
La geografía moderna
La institucionalización de la geografía
En Alemania es donde la geografía experimentará un fuerte impulso, principalmente asociado a la enseñanza primaria y secundaría. En 1870 sólo existían en este país tres cátedras de geografía. Sin embargo para 1890 prácticamente todas las universidades alemanas poseían enseñanza especializada en geografía gracias a la decisión del Ministerio de Educación de Prusia. Alemania configurará en este aspecto un verdadero modelo para Europa, especialmente para Francia. Las cátedras serán ocupadas por estudiosos de diversa formación. Por ejemplo F. von Richthofen era un prestigioso geólogo, al igual que O. Peschel. Friedrich Ratzel era farmacéutico por formación y zoólogo por su trabajo posterior. A. Kirchoff era historiador y filólogo.
En Francia la institucionalización de la geografía seguirá los pasos de Alemania. Sin embargo, la geografía en Francia será desarrollada principalmente por historiadores como Paul Vidal de La Blache, Bertrand Auerbach o Émile Berlioux.
En Gran Bretaña, la institucionalización universitaria será más tardía con fuerte oposición de geólogos e historiadores. En este proceso desempeño un papel fundamental la Royal Geographical Society que ofreció a las universidades de Oxford y Cambridge una ayuda económica para la creación de plazas de profesor. Halford Mackinder, historiador de formación, ocupará el puesto en la universidad de Oxford logrando una gran popularidad. F.H Guillemard, médico y zoólogo lo hará por la de Cambridge.
El proyecto de una geografía científica: Geografía física y Antropogeografía [editar]
La geografía moderna no surge por lo tanto como una disciplina formada y definida. Las diversas propuestas que aparecen para delimitar el campo de la geografía no son coincidentes ni compartidas, hecho que se prolonga hasta la actualidad. En un primer momento, la geografía científica que se desarrolla en las universidades alemanas comienza a definirse sobre todo como geografía física y más concretamente como fisiografía o geomorfología. El trabajo de los geólogos y geógrafos alemanes, Richthofen, Peschel y Penck será fundamental en esta línea. De hecho será F. von Richthofen el primero en definir la geografía como la ciencia de la superficie terrestre con lo que eliminaba de la geografía moderna los temas preinstitucionales de la geografía astronómica, de la geografía matemática y de la cartografía. Así mismo la geografía dejaba de ser la ciencia que estudia el planeta entero, para centrarse en su superficie.
Sin embargo será el proyecto de F.Ratzel (1844-1904) el que alcanzará un mayor calado y difusión. Ratzel en el marco del positivismo de finales del siglo XIX y muy influido por la obra de Darwin, de Haeckel y de Ritter, realizará la propuesta de una disciplina centrada en las influencias del medio físico sobre el hombre, a la que denominará como Antropogeografía (1882). Será una disciplina puente entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, una explicación naturalista de los hechos sociales centrada en estudiar la naturaleza de las sociedades y sus diferencias y en describir la difusión de los rasgos culturales y los movimientos migratorios de los grupos humanos. En definitiva la Antropogeografía de Ratzel intentaba encontrar las causas naturales de los hechos humanos.
El éxito de esta propuesta para la geografía será bastante grande al menos en un primer momento. Influyo tanto en la geografía francesa a través de J. Brunhes y Vidal de la Blache como en la geografía inglesa a través de H. Mackinder y sobre todo en la naciente geografía estadounidense, hasta entonces fundamentalmente física y desarrollada por científicos de formación naturalista como William Morris Davis o R.Salisbury, a través de una discípula directa de Ratzel, Ellen Churchill Semple.
En Francia Élisée Reclus (1830-1905), discípulo de Ritter, realizará una obra profundamente personal y popular, pero que paradójicamente no obtendrá reconocimiento por parte de las instituciones oficiales francesas ni tendrá continuidad hasta su redescubrimiento por parte de los geógrafos radicales en la década de los 70. Desde una ética anarquista, Reclus se centrará en las relaciones entre los grupos humanos y el medio natural, en “reconocer el lazo íntimo que reúne la sucesión de los hechos humanos y la acción de las fuerzas telúricas”.
La geografía clásica: regiones y paisajes [editar]
En los últimos decenios del siglo XIX comienza a surgir una reacción contra el positivismo y el naturalismo. En geografía esto coincide con una fuerte crítica de las hasta entonces exitosas ideas ambientalistas provenientes de autores como F. Ratzel. La separación conceptual entre naturaleza y espíritu y correlativamente entre ciencias naturales y ciencias sociales se acentúa, lo que afecto al núcleo de la formulación geográfica como una ciencia puente centrada en las relaciones hombre – medio.
Como alternativa comienza a configurarse una nueva geografía que tendrá como conceptos centrales los de región y paisaje. Se afirma el carácter concreto (idiográfico) de la geografía frente a las pretensiones generalizadoras (nomotéticas) del ambientalismo y cobran mayor fuerza las explicaciones de tipo historicista y el inductivismo como método de conocimiento. Los protagonistas de esta verdadera transformación conceptual serán Alfred Hettner en Alemania, Paul Vidal de la Blache y Lucien Febvre en Francia y más tardíamente Carl Sauer y Richard Hartshorne en Estados Unidos, donde la tradición ambientalista tuvo un mayor arraigo.
Sin embargo la geografía regional y la geografía del paisaje se configuraron de forma independiente y en parte enfrentada. Puede decirse que mientras la geografía ambientalista configuraba una ciencia – relación centrada en la interacción entre los grupos humanos y el medio físico, la geografía regional configuraba una ciencia – método (la geografía como punto de vista). La geografía del paisaje se desarrollaría en cambio de una forma más ortodoxa como una ciencia – objeto (el paisaje como producto material o reflejo de un grupo humano).
Alfred Hettner (1859-1941) es quien da forma, de modo más sistemático, a la geografía regional. Para Hettner el estudio de la historia de la geografía mostraba la existencia de dos conceptos de esta ciencia. La de Erdkunde, es decir, la geografía como geografía general, y el de la Landerkunde o enfoque regional o corológico. Si anteriormente había sido posible aceptar a la geografía como una ciencia general de la Tierra, el nacimiento de disciplinas como la geología, la geofísica o la geodesia, hacían imposible esta formulación, con lo que el enfoque regional era el único posible. Así mismo Hettner criticó la definición de Richthofen de la geografía como ciencia de la superficie terrestre, ya que "estudios de la superficie terrestre como tal, es decir, sin tener en cuenta las diferencias locales, no son todavía geográficos". También descarto otras posibles visiones de la geografía como la propuesta de una ciencia del paisaje puesto que “la homogeneidad de la geografía […] no puede, por consiguiente, basarse en la unidad de paisaje, sino que sólo puede ser establecida a partir de la naturaleza interna de regiones, paisajes y localidades” y tampoco era partidario de entender la geografía como una ciencia de las distribuciones espaciales dado que “el dónde de las cosas es –al igual que su cuando, que la distribución y difusión local […]-, una característica, una cualidad de las cosas o fenómenos […] y tiene que ser por fuerza abarcada por las ciencias sistemáticas”. Así pues para Hettner: “únicamente cuando concibamos los fenómenos como propiedades de los espacios terrestres, estaremos haciendo geografía” y la geografía no era por lo tanto ni una ciencia natural ni una ciencia social, sino ambas cosas a la vez ya que “la naturaleza y el hombre forman parte inseparable de la caracterización de las regiones”. En Estados Unidos R. Hartshorne (1899-1992) introducirá, aunque tardíamente las ideas hettnerianas en su influyente obra The Nature of Geography (1939).
Será sin embargo en Francia con Vidal de la Blache (1845-1918) y sus múltiples discípulos (A. Demangeon, E. de Martonne, J.Sion, M.Sorre...) donde se popularizará en mayor medida esta nueva visión de la geografía. La geografía se transformaba en disciplina de los espacios únicos o regiones; en una ciencia de síntesis o en una ciencia que no se definía por objeto sino por su punto de vista. La geografía general se integraba como un simple instrumento preparatorio para realizar la síntesis regional como caracterización de los elementos inorgánicos (morfología, hidrografía, climatología…), orgánicos (fauna y flora) y humanos (poblamiento, población, organización política y económica…) de las distintas regiones. Además esta geografía regionalista será bastante critica con la geografía ambiental de estirpe ratzeliana aunque Vidal no dejará de reconocer y apreciar la obra de Ratzel por “reconstruir la unidad de la ciencia geográfica, sobre la base de la naturaleza y la vida”. Por lo tanto la geografía vidaliana no renunció en absoluto a la tradición ecológica, es decir, a ver al hombre inserto en el medio natural ya que según Vidal “la geografía humana no se opone en sí misma a una geografía de la que excluido el elemento humano; tal cosa no ha existido sino en las mentes de unos pocos especialistas exclusivos”, hecho que se concretó en la propuesta de L. Gallois de conceptualizar las regiones como regiones naturales sobre las que los grupos humanos desarrollarían sus géneros de vida.
Un importante historiador L. Febvre (1878-1956) será el que se encargará de “triturar” finalmente el ambientalismo en su obra La tierra y la evolución humana (1922). Febvre además será el introductor de la doctrina posibilista, es decir, se encargará de remarcar la libertad relativa de los grupos humanos frente al medio físico y realizará también una importante defensa de la geografía frente a la naciente sociología francesa liderada por E. Durkheim que pretendía sustituir a la geografía por una subdisciplina sociológica denominada morfología social.
Paralelamente a la configuración de la geografía regional, se propone la formulación de la geografía paisajística e incluso para muchos geógrafos se producirá una identificación entre los conceptos de paisaje y región. La propuesta del paisaje como objeto de la geografía está muy vinculado con una profunda corriente cultural del ámbito alemán con precedentes por ejemplo en Hegel. Su incorporación a la geografía se inicia en Alemania, con autores como S. Passarge y O. Schlüter. La geografía del paisaje se preocupa sobre todo por el resultado material de las transformaciones humanas en la superficie terrestre. En Francia fue el discípulo de Vidal, Jean Brunhes (1869-1930) el que primero incorporó a su obra el estudio del paisaje. Brunhes fue el autor del primer manual sistemático de geografía humana publicado en lengua francesa en 1910. En éste, Brunhes centra la atención en los productor materiales y visibles de la interacción entre hechos físicos y humanos: la casa, el camino, el campo de cultivo y la devastación animal y vegetal como resultados del trabajo serían el objeto de la geografía humana. En Estados Unidos las ideas alemanas fueron introducidas en 1925 por Carl O. Sauer. Éste veía a la geografía como una ciencia que estudiaba la morfología del paisaje y especialmente la transformación de los paisajes naturales en paisajes culturales por la acción de las diversas culturas.
La institucionalización de la geografía en España
En España, la institucionalización de la geografía fue considerablemente tardía con respecto a los países europeos más avanzados. Realmente esta institucionalización no comenzó hasta después de la guerra civil (1936-1939) aunque es cierto que anteriormente hubo importantes estudiosos de la geografía como Pablo Vila o Gonzalo de Reparaz que vieron interrumpida su labor por el exilio o por otras causas. La institucionalización de la geografía en la universidad se fundamentó básicamente en el cumplimiento de dos funciones: la formación de profesores para la enseñanza y el papel de soporte ideológico del régimen.
Los profesores que tendrán un papel más destacado en este proceso serán, José Manuel Casas Torres, catedrático de geografía en la Universidad de Zaragoza desde 1944 hasta 1966 y posteriormente catedrático en la Universidad Complutense de Madrid y Manuel de Terán Álvarez (1904-1984) catedrático de geografía en la universidad de Madrid desde 1951. También hay que destacar la importante labor del instituto Elcano del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) creado en 1940 y donde se publicó (y se continua publicando) la que sería la revista geográfica más importante de España, Estudios Geográficos.
La geografía española estará fuertemente influida por las ideas de la geografía francesa y en menor medida por las de la geografía alemana. Esta influencia se dejara notar tanto en las concepciones de la geografía española sobre la propia disciplina como en los métodos de trabajo. Para Manuel de Terán: “la región, los medios geográficos, el complejo o combinación de hechos de superficie, según la expresión de Allix, el paisaje, he aquí lo que asegura a la geografía su autonomía y el criterio de certeza para todo deslinde de campos y competencias con otras ciencias de la Tierra”. Los geógrafos españoles aceptarán en su mayoría, por lo tanto, la ideas de que la geografía es sobre todo una ciencia regional – paisajística. Las monografías regionales serán, así mismo, el método por excelencia de la primera geografía española.
La geografía teorético — cuantitativa [editar]
A partir de la década de 1950, la geografía conoció una profunda crisis en Inglaterra y Estados Unidos que desemboco en la creación de la denominada geografía teorético – cuantitativa o simplemente “nueva geografía”. La aparición de esta nueva geografía coincide con tendencias parecidas de crisis y cambio en otras disciplinas, especialmente dentro del campo de las ciencias sociales. La base común de todos esos cambios es el retorno a un neopositivismo filosófico, es decir, se reivindica un único método científico válido para todas las ciencias con independencia de su objeto de estudio, se rechazan los procedimientos cualitativos frente a los cuantitativos, se pone el énfasis en la construcción de modelos y la búsqueda de leyes y se aboga por cierto reduccionismo naturalista y más concretamente fisicalista.
Dentro de la geografía un hito significativo será la publicación en 1953 del artículo de F. K. Schaefer Excepcionalismo en Geografía. Schaefer atacaba duramente a la concepción regional, especialmente tal y como la expuso R. Hartshorne. Frente a esta concepción a la que denominaba como excepcionalista por centrarse en lo único (la región, el paisaje), Schaefer abogaba por una geografía estandarizada, en cuanto a los métodos, con el resto de las ciencias, que tuviera por objetivo fundamental “la formulación de leyes que rigen la distribución espacial de ciertas características en la superficie de la tierra”.
Otros hitos importantes en la revolución cuantitativa serán la publicación en 1962 de la obra Theoretical Geography de William Bunge. Para esta fecha la nueva geografía se había desarrollado bastante en los Estados Unidos a partir de las universidades de Wisconsin (Madison) y de Washington (Seattle), donde se formaron importantes geógrafos cuantitativos como Brian J.L. Berry y Richard L. Morrill. Desde Estados Unidos el movimiento se transmitió pronto a Gran Bretaña y a Suecia. En otros países como Francia o España, donde la concepción regionalista y paisajística tenía una fuerte influencia, la recepción de esta nueva visión de la geografía y de sus métodos fue mucho más tardía, ya que se prolongo hasta finales de los años 60 principios de los 70 y además su influencia fue considerablemente inferior. La geografía cuantitativa recuperará autores y obras más o menos olvidadas o no tenidas en cuenta antes por la geografía como la Teoría de los lugares centrales de Walter Christaller (Los lugares centrales en la Alemania meridional, 1933) o J. von Thünen (1783-1850) sobre la distribución de los usos agrícolas del suelo.
Pero la geografía cuantitativa no sólo incorporó nuevos métodos y un nuevo objeto de estudio (la explicación de la distribución de fenómenos sobre la superficie terrestre) sino que influyo también en la reformulación de la tradición ecológica y de la tradición regional que siguieron, por lo tanto, estando presentes en el trabajo geográfico desde estas nuevas posiciones y desde las concepciones tradicionales. Edward Ackerman en 1963 afirmaba que el problema fundamental de la geografía era “nada menos que la comprensión del enorme sistema de interacción que comprende toda la humanidad y su medio ambiente natural sobre la superficie terrestre”, con lo que reafirmaba, de forma renovada, un campo de estudio tradicional. Así mismo dentro de la geografía física se explora la utilidad de nuevas concepciones como la de ecosistema, geosistema o ecología del paisaje. El estudio de la región también se replantea. Aparece, en estrecha relación con el desarrollo de una subdisciplina económica, la ciencia regional, el concepto de región polarizada o funcional. La región deja de considerarse un paisaje homogéneo para empezar a caracterizarse como un sistema de relaciones funcionales, donde sus distintos elementos y muy especialmente la metrópoli regional, aparecen cohesionados por flujos de todo tipo (de gentes, bienes, capitales, información…). En el campo de la geografía urbana se dejará notar el influjo de la escuela de ecología humana de Chicago liderada por R. E. Park, especialmente por su atención a la organización espacial de las ciudades (modelo zonal de Burguess y Hoyt).
La geografía del comportamiento, la geografía radical y la geografía humanista
Durante la década de 1960, al mismo tiempo que se imponía la visión neopositivista de la geografía, comienzan a surgir las primeras críticas hacia esta visión de la geografía y empezarán a esbozarse propuestas alternativas. El eje común de todas las críticas será la aceptación, muchas veces poco reflexiva, de la filosofía neopositivista. Se criticará su excesivo formalismo, su reduccionismo fisicalista y su obsesión por buscar leyes y construir teorías generalizadoras. Las críticas comenzarán a converger en torno a tres alternativas: la geografía del comportamiento, la geografía radical y la geografía humanista.
Desde dentro del propio paradigma de la geografía cuantitativa se descubre la dimensión psicológica de los agentes humanos y se pone de manifiesto la insuficiencia de los modelos teóricos elaborados para explicar la localización de actividades y usos del suelo. Se plantea el problema de las desviaciones entre los comportamientos esperados, de acuerdo con los modelos existentes de corte economicista (hombre económico racional) y los comportamientos reales que necesariamente responden a otras variables. Todo este movimiento teórico condujo a una preocupación por la percepción humana, los mapas mentales, las imágenes públicas, etc.
En gran medida influidos por los movimientos sociales de finales de los 60 y principios de los 70, los geógrafos se sentirán profundamente descontentos con el estado de la geografía y su despreocupación por temas de relevancia social. Un importante teórico como David Harvey autor del manual de nueva geografía Explanation in Geography (1969) dirá en 1972 que “la revolución cuantitativa ha seguido su curso y aparentemente los resultados son cada vez menos interesantes” y que “nuestro paradigma no está a la altura. Está maduro para un derrocamiento”. Surge así la que se denominará geografía radical. Esta geografía alternativa pretende ser comprometida y contribuir a los cambios revolucionarios que la sociedad necesita. Critica la pretendida neutralidad y el cientificismo de la geografía cuantitativa y busca nuevos temas de estudio como la pobreza y los pobres, los ghetos, las condiciones de vida urbana (servicios públicos, crisis de la vivienda…), el bienestar social (a través de la geografía del bienestar), el imperialismo y neocolonialismo, etc. Una revista como Antipode: A radical Journal of Geography editada por Richard Peet será fundamental en todo este movimiento renovador.
Desde un plano más teórico, la geografía radical empezará a introducir el marxismo dentro de la geografía. Se configura progresivamente, una geografía marxista muy cercana a las ciencias sociales. Con grandes influencias del estructuralismo marxista francés (Lefebvre, Althusser, Castells) el espacio y las configuraciones espaciales de la vida social se definirán como un producto social, es decir, como un hecho social que debe entenderse en el marco de las estructuras sociales correspondientes y por lo tanto en el contexto de una geografía entendida como ciencia social. En Francia el movimiento radical también tendrá sus repercusiones y culminará en la creación, por iniciativa personal de Yves Lacoste, de la revista de geopolítica Herodote (1976).
Por último, la reacción antipositivista también inspiró otra corriente dentro de la geografía, la denominada como geografía humanista. La geografía humanista podrá el énfasis en los aspectos humanos de la geografía, es decir, en los significados, valores y propósitos de las acciones humanas. Se corresponde con las visiones centradas en el sujeto y más hermenéuticas de las ciencias sociales, frente a las visiones más estructurales de la geografía radical. La geografía humanista recibe fuertes influencias de filosofías como el existencialismo o la fenomenología de Husserl. Frente al espacio abstracto de la geografía cuantitativa o el espacio producto social de la radical, la geografía humanista se concentrará en el espacio vivido, en el lugar como ámbito afectivo de la experiencia humana. Además los geógrafos humanistas como Anne Buttimer recuperan la tradición teórica de la geografía clásica, espacialmente francesa, valorando muy positivamente las figuras de geógrafos como P. Vidal de la Blache, Jules Sion o Max Sorre.
Nueva Geografía Regional y otras líneas de investigación emergentes
Desde mediados del decenio de 1980 se han producido diversas propuestas para renovar la geografía regional, antiguo epicentro de la geografía. Ya desde finales de los setenta, D. Gregory calificaba de tarea vital el revitalizar los estudios regionales y la reformulación del concepto de región. En palabras del propio Gregory: “Necesitamos saber algo sobre la constitución de las formaciones sociales regionales, de las articulaciones regionales y de las transformaciones regionales”. Pero estas propuestas de recuperación de la geografía regional son diversas. Desde los que plantean una vuelta sin más a la síntesis geográfica clásica, hasta los que buscan una nueva geografía regional fundamentada en el marco de las ciencias sociales y de la teoría social. En esta última perspectiva, se subraya el carácter de construcción social de las regiones. Las regiones ya no serán entes permanentes que el geógrafo se encarga de identificar y describir, sino auténticas formaciones socioespaciales que se construyen, cambian y pueden desaparecer. La influencia de la teoría de la estructuración de A.Giddens en estas nuevas formulaciones será bastante marcada.
También durante la década de los 80 y la de los 90 se produce el surgimiento de nuevos campos de investigación geográfica. Destacan especialmente, la aparición de la geografía de género o feminista, los estudios poscoloniales, la nueva geografía cultural y la revitalización de una disciplina geográfica antigua pero largo tiempo marginada, la geografía política.
La geografía a comienzos del siglo XXI
En el siglo XXI la geografía se presenta como un campo amplio y variado con potencialidades y también con problemas. Tras más de cien años de desarrollo institucional, los geógrafos no han conseguido consensuar un marco teórico común ni unos objetivos generales de investigación que integre el desarrollo de las distintas subdisciplinas geográficas, por lo que muchos teóricos reconocen que más que haber geografía hay de hecho un conjunto de ciencias geográficas cada una con sus propios objetos y métodos. Persisten los dualismos y la separación tradicional entre una geografía general y una geografía regional así como entre la geografía física y la geografía humana. Las diversas concepciones de la geografía conviven en la investigación en una actitud de cierto eclecticismo. Pero, por otro lado, la geografía ha experimentado cambios importantes en su historia moderna. Se ha producido un gran desarrollo de las geografías sistemáticas, se ha profundizado en temas de investigación totalmente nuevos como el imperialismo, la desigualdad socioterritorial, la urbanización de los espacios rurales, los riesgos e impactos ambientales, etc y se han incorporado nuevas técnicas y métodos de gran valor (teledetección, SIG, estadística…).
Referencias
- CAPEL, H (1984): Filosofía y Ciencia en la Geografía contemporánea, Barcelona: Barcanova.
- GÓMEZ MENDOZA, J., MUÑOZ JIMÉNEZ, J. y ORTEGA CANTERO, N. (1988): El pensamiento geográfico. Estudio interpretativo y antología de textos (De Humboldt a las tendencias radicales), Madrid, Alianza Editorial, 2º Ed.
- ORTEGA VALCÁRCEL, J. (2000): Los horizontes de la geografía. Teoría de la Geografía. Ariel Geografía.
- GONZALEZ FLORES, ELSY. (1991) : El universo dela geografia.
- UNWIN, T (1995): El lugar de la Geografía. Cátedra. Madrid.
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