FUENTE: EL PERIÓDICO LOS DÍAS VENCIDOS, 21/11/2008
El nuevo aprendiz JOAN BARRIL
Lo que el aprendiz ignora es que está condenado a serlo de por vida. La fragilidad del tejido productivo ha acabado con lo que hasta ahora era un valor del sistema. Que ninguno de esos chavales espere emular a sus antecesores, aquellos trabajadores longevos que se jactan de haber entrado en una empresa a los 14 años y de haberse jubilado en ella. Hace tiempo que sabemos que hay muchas vidas en una vida. Muchos sentimientos, muchos amores, muchas parejas y, por supuesto, muchos jefes de recursos humanos y muchas horas en la cola del paro. Eso es lo que el aprendiz debutante deberá aprender junto con las habilidades propias de su profesión. Y es que el aprendiz que salta al mercado laboral ya es, de entrada, un afortunado.
El aprendiz deberá vivir en la contradicción de tener que buscarse la vida aun sabiendo que pueden expulsarle de ella. El aprendiz deberá desaprender todos los mitos del aprendizaje. Deberá admitir que el trabajo bien hecho no es garantía de nada. Deberá admitir que la excelencia no tiene nada que ver con las leyes del máximo beneficio de su empresario. Habrá de aceptar el principio de que cuanto mayor es la empresa, menos seguro es su puesto de trabajo. El aprendiz, en ese cruel aprendizaje hacia la desesperanza precoz, se sentirá tentado a explorar caminos menos reglados y menos basado en nóminas exiguas y volátiles. El aprendiz de hoy ya no busca un oficio, sino una pauta de supervivencia. En poco tiempo deberá admitir que el título era una llave imprescindible para acceder a algo, pero que la más brillante de las calificaciones académicas se convierte en papel mojado ante la lluvia de expedientes de regulación de empleo que nos van a caer encima.
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