AYUDA. Dos mujeres arrastran sacos de maíz recibidos gracias al programa de Naciones Unidas en Morulinga, Uganda, una zona devastada por la sequía. / AFP
30 familias, 24 países, 600 comidas
Algunos cambios se deben a los flujos de
Para saber más de todo ello observamos
Imposible
Italia. Familia Manzo de Sicilia. Gasto semanal en comida: 214.36 Euros o $260.11 | ||
Gran Bretaña. Familia Bayton de Collingbourne Ducis. Gasto semanal en comida: 155.54 British Pounds o $253.15 Comida favorita: aguacate, sandwich con mayonesa, cóctel de gambas, pastel de chocolate con crema | ||
Kuwait. Familia Al Haggan de la ciudad de Kuwait. Gasto semanal en comida: 63.63 dinar o $221.45 Receta familiar: Pollo biryani con arroz basmati | ||
México. Familia Casales de Cuernovaca. Gasto semanal en comida: 1,862.78 Mexican Pesos o $189.09 Comida favorita: pizza, cangrejo, pasta, pollo | ||
EE.UU. Familia Caven de California. Gasto semanal en comida: $159.18 Comida favorita: bistec, sundae de yogur con berries, sopa de almejas, helado | ||
China. Familia Dong de Pekin. Gasto semanal en comida: 1,233.76 Yuan o $155.06 Comida favorita: cerdo frito en tiras con una salsa agridulce | ||
Polonia. Familia Sobchinca de Konstancin-Ezora. Gasto semanal en comida: 582.48 Zlotys o $151.27 Comida favorita: nudillos de cerdo con zanahoria, apio y chirivía (una especie de nabo) | ||
Egipto. Familia Ahmed del Cairo. Gasto semanal en comida: 387.85 Egyptian Pounds o $68.53 Receta familiar: Quingombó con carne de oveja | ||
Mongolia. Familia Batsuri de Ulan Bator. Gasto semanal en comida: 41,985.85 togrogs o $40.02 Comida favorita: carne de oveja guisada | ||
Ecuador. Familia Aime de Tingo. Gasto semanal en comida: $31.55 (En Ecuador el dólar americano es la moneda oficial) Receta familiar: sopa de papa con zapallo (repollo) | ||
Detalle de la Exposición
“Big Portrait”
La primera sección de la exposición es un repaso de la producción de “Big Portrait”, para la que pasaron una semana con cada familia, fotografiando sus actividades relacionadas con obtener, producir y consumir alimentos.
El autor y la productora y escritora Faith D’Aluisio, recorrieron un total de 24 países en busca de las costumbre que en cada uno hay a la hora de comer. A través de este viaje fueron testigos de cómo ha cambiado la dieta global en los últimos veinte años, sobretodo como consecuencia del fenómeno de la En la segunda sección, “Gastrodiversidad”, se encuentran las imágenes de las familias que consiguió fotografiar Menzel.
Estas son representativas de cada uno de los países en los que estuvieron. De esta manera, el visitante puede comparar las imágenes y darse cuenta de las desigualdades que hay entre las regiones del planeta.
Gastrodiversidad
En la segunda sección, “Gastrodiversidad”, se encuentran las imágenes de las familias que consiguió fotografiar Menzel.
Estas son representativas de cada uno de los países en los que estuvieron. De esta manera, el visitante puede comparar las imágenes y darse cuenta de las desigualdades que hay entre las regiones del planeta.
Globalización.
No solo fotografiaron a familias sino que realizaron un amplio reportaje en supermercados, puestos de comida ambulante y todas aquellas cosas que describieran la cultura y el estado de la gastronomía en cada país.
Mientras hay familias que disfrutan de una gran diversidad de alimentos que puede que no se acaben en una semana, otras familias pasan esos siete días con algunas hortalizas y arroz. Por no mencionar los que no tienen nada.
En esta parte también hay sitio para la comida rápida, cada vez más extendida y claro ejemplo de cómo ha influido la Globalización en los nuevos malos hábitos alimenticios.
Del cazador-recolector a la comida rápida
“Del cazador-recolector a la comida rápida”. Este es el título de la tercera sección temática en la que se habla sobre la evolución que ha sufrido la comida y su origen desde los tiempos de los comida y su origen, desde los tiempos de los cazadores y recolectores, pasando por la evolución de la agricultura o la ganadería y hasta la actualidad.
Las imágenes de Menzel sirven de denuncia de una realidad humillante. Hoy en día en el mundo se producen suficientes alimentos para poder dar de comer a toda la humanidad. Sin embargo, hay millones de seres humanos que apenas tienen para una comida diaria o que mueren de hambre.
En la actualidad existen más de 800 millones de personas que padecen graves problemas derivados de una alimentación insuficiente.
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierte de que un grupo de países africanos están al borde de atravesar una crisis de hambre.
En el lado opuesto, más de un tercio de la población de los países desarrollados tiene problemas de sobrepeso, y la obesidad está el mismo en cualquier parte del planeta. Lo único que puede variar es la hora y el tipo y cantidad de alimento que se ingiere. Así pasamos del tradicional desayuno inglés con huevos fritos, tostadas y bacon al puñado de arroz en los países tercermundistas.
Uno de los hechos más sorprendentes que muestra “Planeta hambriento. Lo que come el mundo” es que cuanto más próspero es un país, peor elección se hace de los alimentos, ya que es donde los alimentos contienen más azúcares y grasas saturadas.
La escasez en la abundancia
Una vez el hombre ha conseguido acceder a los alimentos de forma sencilla, quedan otras cuestiones pendientes de evolucionar como su distribución equitativa.
Esta paradoja es la que presenta la cuarta sección de la muestra: cuanto más hay peor reparto se lleva a cabo. Esto queda claro desde el inicio de “Planeta hambriento.
Otra muestra de esta paradoja está en los gráficos que muestran el presupuesto semanal en comida de varias familias: una de seis miembros en Sudán gasta 1.23 de familias rodeadas de víveres junto a otras en las que se ve a niños sentados en el suelo, comiendo arroz con las manos de un mismo bol; una de siete personas en Ecuador, unos 31.55$; y una familia de cuatro miembros en Francia se gasta semanalmente en comida más de 400 $.
Dime qué comes y te diré quién eres
Al igual que otras muchas de las acciones que las personas realizan a lo largo de su vida, el comer también sirve para definirlas.
Se trata de una necesidad vital, un placer,un hecho social o incluso una obligación para algunos, aunque parezca absurdo.
La elección de los alimentos está en gran parte influenciada por la publicidad. La industria alimentaria gasta alrededor de 40.000 millones de dólares al año en publicidad, sobretodo en productos poco saludables dirigidos, sobretodo, a los niños.
La cámara con la que han recorrido los cinco continentes ha dejado testigo de imágenes como la de un niño en Mali, cargando con una bandeja de sandía para vender, casi tan grande como él; un grupo de cuatro niños Weitaiwu, Beijing, China; ecuatorianos sentados en el suelo mientras comen un trozo de pan y un plato de sopa; un niño americano en un supermercado, tratando de decidir qué cereales quiere que le compren sus padres.
Uno de los adjetivos que mejor define la comida hoy en día es el de diversidad. Como con las culturas, la variedad gastronómica ayuda a hacer del mundo un lugar más rico, y nunca mejor dicho.
La escalada de precios, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad dificultan la meta de la ONU de paliar la inanición de 425 millones de personas antes del 2015
ALFREDO PASCUAL
Fuente: aquí
«Nuestro planeta rebosa riqueza biológica, y esta gran diversidad es la clave para afrontar la peor crisis alimentaria de la historia moderna», asegura Alexander Müller, subdirector general de la FAO (Food and Agriculture Organization) durante la reciente conferencia celebrada en Bonn, Alemania. Precisamente, el acentuado descenso de la diversidad genética en animales y cosechas es uno de los problemas más lacerantes en el Tercer Mundo. El primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio planteados por Naciones Unidas es erradicar el 50% del hambre y la pobreza en el mundo para 2015. En las cifras actuales, esto supondría mejorar las condiciones de vida de 425 millones de personas que malviven en entornos rurales carentes de fuentes de alimentación. Germán Rojas, responsable de la FAO en España, considera «sumamente complicado» cumplir el objetivo dentro del plazo marcado. Con todo, pese a alcanzar la utópica meta, más de 400 millones de personas, excluidas de los criterios de Naciones Unidas, seguirán pasando hambre. En el último siglo, el 75% de los cultivos han desaparecido en favor de una minoría de cosechas a priori más rentables. Hoy, la mayor parte de los alimentos procede únicamente de doce productos agrícolas y catorce especies animales. José Esquinas Alcázar, secretario de la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación de la FAO, lo explica así: «Debido al aumento demográfico, nosotros y las futuras generaciones tendremos que intensificar la producción agrícola. La biotecnología será más rica, pero, sin diversidad, las opciones serán limitadas. La biodiversidad -los recursos genéticos- es la materia prima y la biotecnología un instrumento para combinarla y producir variedades comerciales». Esta enorme dependencia de unas pocas variedades significa menos oportunidades para el crecimiento y la innovación necesarios para impulsar la agricultura y ganadería en una época tendente al alza de los precios. Mientras la demanda de cereales crece dramáticamente, a razón de un 6%anual, sus costes finales siguen una senda paralela aún más vertiginosa. Gigantes como China o la India cada vez requieren mayor volumen de estos cultivos para autoabastecerse, al tiempo que su uso como biocombustibles ha disparado su valor económico en los mercados. Deforestación En consecuencia, numerosas empresas han emprendido un proceso de tala masiva en selvas y bosques con el fin de replantar especies vegetales aptas para la obtención de etanol y biodiésel, como la caña de azúcar o la jatropha. Esto ha provocado que los habitantes de las regiones aledañas perdiesen el espacio natural que suponía su principal -y a veces única- fuente alimentaria. En respuesta a este abuso, algunos organismos internacionales, como la Unión Europea, han condicionado la adquisición del «combustible verde» a la procedencia del mismo: a partir de enero de este año, Bruselas asegura no aceptar etanol procedente de «bosques en los que no haya habido actividad humana significativa» o «áreas protegidas, a no ser que se certifique que la producción de biocombustible no interfiere en la protección ambiental». El fenómeno del calentamiento global, sobre todo en zonas áridas y semiáridas, supone otra de las amenazas que afrontar en la lucha contra la malnutrición. Según un informe publicado el año pasado por el Panel Intergubernametal para el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), el impacto medioambiental en estas regiones podría dejar bajo mínimos las precipitaciones, además de suponer la extinción de numerosas especies animales y vegetales, incapaces de adaptarse al nuevo entorno. Los cultivos de secano, que dependen directamente de la meteorología para salir adelante, serían otros de los grandes damnificados; la FAO estima que la India podría perder 125 millones de toneladas de cereales de secano, un 18% de su producción total si la temperatura aumentase más de dos grados centígrados. Pero la peor parte sería para los pueblos asentados más cerca de la costa, pues las tormentas de aire y el incremento del nivel del mar terminaría por eliminar los escasos recursos naturales disponibles. «Las zonas pobres son las más vulnerables, porque tienden a concentrarse en franjas de relativo riesgo y tienen menos medios para hacer frente a los imprevistos, además de menos recursos como agua y alimentos», concluye en texto del IPCC. La gestión eficaz de los recursos hidrológicos, un tema muy en boga este año, representa otra de las caras del hambre. Como tejido de la vida, el agua es indispensable para el desarrollo humano, desde su papel como generador de ecosistemas hasta su necesidad para irrigar los suelos de cultivo. Precisamente es la actividad agrícola, con un 65% del volumen total, la mayor consumidora de agua en el mundo. Lamentablemente, las áreas donde la escasez del líquido es endémica, como África y Asia occidental, no suelen disponer de fondos para invertir en la tecnología necesaria para optimizar los sistemas de riego y canalización. Debido a las obsoletas estructuras de irrigación utilizadas en los países pobres, que llegan a desperdiciar el 60% del líquido, la demanda ha crecido hasta límites insostenibles. Desde 1950, el consumo de agua se ha triplicado a nivel mundial, pasando ya de los 4.300 km. cúbicos al año. El 97,5% del agua dispersa por el planeta es marina, lo que significa que ha de ser tratada previamente a su utilización. Y las alternativas están fuera del alcance de la mayoría de naciones; depuradoras y plantas desalinizadoras arrojan unos elevados costes energéticos, además de requerir de una compleja infraestrucutra para su puesta en funcionamiento.
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